una voz en mi cabeza.
“A las 6:00 de la mañana maté a mi mamá y a mi papá. Yo, que por ese entonces fumaba marihuana en abundancia, de 7:00 de la mañana a 6:00 de la tarde, de lunes a domingo, estaba encerrado en mi cuarto, atormentado por una voz que me atosigaba:
¡Mata a tus padres! Mata a tu padres!¡Mata a tus padres!
Primero golpee a los viejos y después los degollé con un cuchillo de carnicería”.
“El viejo precipitó las cosas. Él llegó a la puerta de mi cuarto y tocó varias veces, justo en el momento en que esa voz interna estaba atormentándome. Con desespero me levanté, abrí y en respuesta lo cogí a golpes. El viejo, que tenía 83 años, cayó de bruces. Entonces, con el bastón que utilizaba para caminar, le pegué varias veces en la cabeza y en el cuerpo. Luego arrastré el cuerpo inconsciente hasta el baño. Allá le propiné otro golpe, pero con la tapa del inodoro”.
Con los ojos perdidos y contando como si nada, el joven prosigue su relato como si fuera una película.
“Atraída por el ruido, mi mamá, que tenía 77 años, se dirigió sin chancletas a mi cuarto. El pelo canoso en desorden y la caja de dientes en sus manos le daban la apariencia de una bruja espantosa, lo que hizo renacer en mí la ira que me consumía por dentro. Entonces, la enfrenté y le conecté un puñetazo en la cabeza. La vieja cayó en forma aparatosa y le di un par de patadas, ahí en el suelo. Enseguida la cogí por el cabello y, a rastras, la conduje al baño, donde continuaba tirado mi papá. Al igual que a él, le asesté un porrazo con la tapa del inodoro que la privó en el acto. “Mi vieja tiene la culpa de que yo la hubiera matado. Si se queda en su cuarto, con toda seguridad no le hubiese pasado nada”.
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