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Rodri Hernández. Tú eres ese algo

📍MÁLAGA

Aún recordaba perfectamente la primera vez que la vio. En su memoria permanecía esa mirada color avellana que lo miraba con timidez y hasta con algo de sonrojo en sus mejillas.

Rodri acababa de levantarse, después de haber dormido doce horas seguidas. Había llegado la noche antes desde Valencia, a este piso de estudiantes que sería su hogar durante el próximo curso. Lo compartiría con un chaval que era de Mairena de Aljarafe, y con un almeriense con el que charlaba animadamente en el pasillo. 

Todo su cuerpo sufrió un vuelco cuando la rubia apareció. Los furiosos latidos de su corazón, golpearon con fuerza en su pecho, ante la presencia de ella. 

¿Si sintió que su corazón latía más rápido? le costaba calmarlo.

¿Qué no podía apartar la vista de ella? tenía que procurar no mirarla para que sus mejillas no se sonrojaran y nadie percibiera el efecto que la rubia causaba en él. 

¿Qué era la novia de su compañero y estaba prohibida? Eso era lo que le estaba matando por dentro, porque por primera vez estaba sintiendo algo por alguien, algo bonito, y ella era inalcanzable.

-Mira, Anabel, este es Rodri, mi nuevo compañero de piso -Jesús, el novio de la chica le pidió que se acercara para saludar al nuevo miembro de la vivienda.

-Encantada, y bienvenido -acortó ella la distancia que los separaba, para poder dejar dos besos en la mejilla del chico, gesto este que alteró aún más si cabe, el enfurecido corazón de Rodri.

Anabel también tenía muchas preguntas, aunque todas tenían la misma respuesta. Nunca había sentido lo que sintió por Rodri en ese momento. Ganas de reír, de llorar, de querer gritar y escapar, escapar con él.

-Gracias -le contestó él con una corta palabra y escondiendo su sonrojo.

Ese pasillo se convirtió en testigo de miradas escondidas. De latidos acelerados y si, de sueños, porque tanto el uno como el otro, soñaban en lo que pasaría de estar juntos.

Pasaron los días, si acaso un par de meses y Rodri se había adaptado perfectamente a la ciudad, al piso y a sus compañeros. Tenía amigos en la carrera e incluso había tenido "algo" con una compañera de clase. Lo que fuera para sacar a Anabel de su cabeza, con la que encima se llevaba muy bien y era su confidente en la mayoría de las ocasiones. La chica pasaba casi todos los fines de semana en ese piso. Ella era enfermera. Trabajaba en una clínica privada desde hacía más o menos un año y se la veía muy contenta con su nuevo trabajo. Algo de lo que le hablaba entusiasmada.

A Rodri le gustaba mucho Anabel. Más de lo que pensaba. Y a ella le estaba empezando a gustar muchísimo el valenciano. Era tan diferente a Jesús, su novio, el cual la trataba como si fuera un objeto de su propiedad pero a la que ignoraba cuando tenía un plan mejor. A Rodri le dolía que Jesús la tratara así, que no valorara a la increíble mujer que tenía a su lado. Si fuera él, haría que sonriera todos los días. 

Una tarde de Diciembre, Jesús llamó a la puerta del cuarto de Rodri, este, estaba estudiando y le pidió que entrara. El almeriense se llevó las manos a los bolsillos y miró al chico con algo de impaciencia. 

- Necesito que me hagas un favor, Rodri -le dijo el rubio sentándose encima de la cama de su compañero de habitación. El valenciano se quitó las gafas de leer y se giró para hablar con él

- Tú dirás -le contestó con bastante curiosidad. 

- ¿Haces algo este fin de semana?

- No. No tenía pensado hacer nada. Unos compañeros quieren que salgamos a tomar algo pero no sé todavía -le confesó, pues no le apetecía el plan que le proponían sus amigos de clase. 

- ¿Podrías hacerme un favor para mañana? -el tono de voz de Jesús era de impaciencia así como de nerviosismo, algo que aumento el interés de Rodri. 

- Dime.

- ¿Podrías ir con Anabel al concierto de Pablo Alborán? Yo no voy a poder ir y no quiero que vaya sola -Rodri miró a su compañero y tuvo la sensación de que detrás de esto había algo más. Algo que seguramente no le iba a gustar. 

- Si, claro. Sin problema. Tienes suerte de que aguante a Pablo Alborán -le contestó con una pequeña sonrisa, aunque, ocultara una más amplia pensando en qué iba a pasar bastantes horas a solas con la rubia. 

- Gracias, tío -Jesús se levantó de la cama y le dio una palmada en el hombro- y si quieres llévatela luego a tomar algo. Entretenla bien y luego la llevas a su casa, que no venga aquí al piso. 

- ¿Porqué dices eso, Jesús? ¿Qué tramas? -le preguntó Rodri bastante confundido por lo que su compañero le pedía. 

- Mira, no le digas nada a Anabel ¿vale? Pero mañana he quedado con una compañera de clase y me la traigo al piso para follármela.

Rodri sintió en ese momento como el estómago se le revolvía por las palabras de Jesús. ¿Cómo se le ocurría ponerle los cuernos a Anabel con lo increíble que era? Para hacerle eso mejor que no estuviera con ella ¿no?

- Pero vamos a ver, Jesús....¿porqué le vas a hacer eso a Anabel? -le preguntó Rodri sin entender nada. No parecían una pareja que tuvieran problemas.

- A ver, Rodri, que de vez en cuando tengo que darle vidilla a la relación que si no me aburro. Tú hazme el favor y no le digas nada ¿vale?

Jesús salió del dormitorio de Rodri, dejando al valenciano más molesto de lo que pensaba. Ese de vez en cuando, no le había gustado nada y mucho se temía que no era la primera vez que Jesús engañaba a Anabel. Y encima, él sintiéndose culpable por lo mucho que le gustaba la novia de su amigo, mientras él le era infiel.

 A veces la gente no sabe valorar lo que tienen delante y desde luego no se lo merecen.

 📆SÁBADO

El día del concierto, no sólo Rodri estaba nervioso, Anabel también. Era la primera vez que iba a pasar tanto rato a solas con el valenciano y no podía negar que la idea de venir con él a ver a Pablo Alborán, le hacía mucha ilusión. 

- Gracias por venir conmigo, Rodri -le dijo Anabel mientras esperaban que empezara el concierto, ya sentados ambos en sus asientos. 

- Sin problema. La verdad es que a mi también me gusta Pablo alborán, así que las gracias te las doy yo a ti -le contestó él intentando que ella no percibiera la verdadera razón por la que la acompañaba. 

- Si bueno...gracias por el concierto y por no dejarme sola. Sé porqué Jesús lo ha hecho y...

La chica lo miró algo avergonzada y bajó sus ojos mordiéndose los labios. Rodri le cogió las manos. Unas manos cálidas que temblaban. Ella alzó la mirada encontrándose con la suya, y sintiendo de nuevo ese aleteo en su estómago, como cada vez que lo miraba. 

- Ei, no te pongas triste. No te merece la pena, Anabel -le pidió Rodri sin querer soltar sus manos e intentando mitigar un dolor que sabía que no desaparecería. 

- Ya, pero es que...se cree que soy tonta y que no me entero. Y tonta lo soy Rodri, por aguantar a un tío que me engaña constantemente... -el tono de su voz, se volvió aún más afligido, consiguiendo que el valenciano se molestara aún más con Jesús por causar esto en la rubia. 

- No sé que decirte, Anabel, de verdad -le respondió él, no queriendo opinar de algo que para él era muy desagradable. Porque si realmente le decía a la chica lo que pensaba, su amistad con su compañero de piso finalizaría rápidamente. 

- Tranquilo, si ya me lo digo yo todo -Anabel le dio una pequeña sonrisa y apretó la mano que el chico aún tenía agarrada. 

Las luces se apagaron, pero sus manos no se soltaron. Ni él quería hacerlo, ni ella que lo hiciera. El concierto comenzó y Anabel no paró de cantar, de saltar, de bailar y de casi llorar. Rodri no podía dejar de mirarla. De ver lo mucho que disfrutaba y como se reía a su lado. Lo que sentía por ella era algo más que gustarle o sentirse atraído, estaba empezando a tener otra clase de sentimientos, estaba empezando a enamorarse de ella. Y no pensaba poner ningún tipo de impedimentos a lo que su corazón quería de Anabel. Ninguno. Aunque sufriera por el camino.

-Dios, ésta es mi canción favorita -le dijo ella cuando los acordes de "Solamente tú" comenzaron a sonar. 

Ellos estaban en pie escuchando como el artista tocaba la canción en su piano. Rodri no lo pudo resistir. Deslizó sus brazos por la cintura de Anabel y la atrajo hacia él mientras se movían suavemente al ritmo de la canción. Ella apoyó su cabeza en su pecho y se dejó llevar. Se dejó llevar por lo que Rodri le hacía sentir. Porque él en sólo un minuto le estaba haciendo sentir más que Jesús en dos años de relación. Dejó que sus brazos la abrazaran acariciando con suavidad sus manos. Dejó que su boca le susurrara al oído la letra de la canción. Pero sobre todo dejó que su corazón latiera por él. Este momento era de ellos dos. Solo les pertenecía a ambos. Parecía no existir nadie. Que el mundo se había detenido para que este momento se quedara grabado en su memoria como el momento en el que ambos descubrieron lo que sentían el uno por el otro.

Al terminar el concierto, ambos salieron del recinto en silencio. Eran conscientes de lo que acababa de pasar entre ellos. Rodri tenía muy claro lo que sentía, pero Anabel tenía la cabeza hecha un lío. Tenía novio pero estaba empezando a enamorarse del compañero de piso de su pareja.

- ¿Quieres que vayamos a tomarnos algo? -le propuso Rodri, más porque esta noche no acabara que por las ganas de ir a algún sitio atestado de gente. 

- No me apetece, Rodri. Esta noche no voy a ir al piso. ¿Crees que podrías acompañarme a casa? -le pidió ella, con una expresión muy entristecida en su rostro. 

- Si claro. Ahora mismo.

Caminaron por las calles de Málaga. Se había instalado un silencio cómodo entre ellos. Ninguno era capaz de admitirle al otro que lo que había pasado hacía unos minutos había cambiado su relación. Se miraban de reojo creyéndose que el otro no les veía. Suspiraban por rozar sus manos. Sobre todo se anhelaban el uno al otro.

Llegaron al portal de Anabel. Ella se dio la vuelta para agradecerle a Rodri que hubiera venido con ella, que hubiera pasado su tiempo con ella, cuando la boca del valenciano se estrelló con la suya besándola hambriento de sus labios. No era algo que él hubiera planeado. Es que saber que se iba y dejarlo todo como estaba, para él no era una opción. 

La apoyó en la pared y suspiró aliviado, al percibir como Anabel no se resistía a sus besos. La besó como si se le fuera la vida en ello. Se agarró a su sudadera temiendo caerse y dejó que él tomara su boca, pero, ella no se quedó atrás. Besó esos labios. Le buscó la lengua y disfrutó cuando él le profirió un pequeño mordisco que le arrancó un jadeo entrecortado. 

Rodri bajó sus manos hasta posarlas en sus caderas. La atrajo aún más hacia su cuerpo y su codiciosa boca repasó cada centímetro de los labios de Anabel. La sintió vibrar entre sus brazos. Vibrar y responder a sus besos. La rubia fue la primera en cortar ese condenado beso, ese que los tenía a los dos a las puertas del infierno. 

- ¿Quieres subir a mi habitación? -Rodri apenas podía respirar, sorprendido por la propuesta de la rubia. Sus dedos acariciaron las mejillas de Anabel con mucha delicadeza intentando descubrir en esa mirada si la pregunta de ella, era por venganza o porque realmente quería estar con él. 

- ¿Estás segura, Anabel? lo mismo no es buena idea.

- Por favor, déjame que por un momento sienta que realmente le importo a alguien -le pidió ella casi como si fuera un ruego su petición. 

- Tú si me importas -le contestó Rodri cerrando y abriendo sus ojos mientras su corazón se debatía sobre lo que hacer. 

- Pues sube conmigo. Quiero olvidarme de todo y de todos, menos de ti. Aunque solo sea una vez, quiero perderme en tus brazos y que me hagas tuya. Quiero vivir esta noche como si fuera la última de mi vida.

Rodri apoyó su cabeza en la frente de Anabel decidiendo que hacer. Por un lado la deseaba, quería estar con ella, pero por otro, no dejaba de ser la novia del infiel de su compañero de piso. Levantó su cabeza y la miró, y entonces se perdió en esos ojos miel que lo miraban con un anhelo, que jamás había visto en ellos. El chico volvió a rozar sus labios y bajó su mano hasta alcanzar la suya.

- Vivamos esta noche como si fuera un regalo, Anabel. Como si tú y yo nos acabáramos de conocer y no existiera nadie más que nosotros.

Se amaron toda la noche. Sin promesas, sin pensar en el mañana. Sólo los dos. Besaron cada parte del cuerpo del otro aprendiéndosela de memoria, se acariciaron sin descanso y disfrutaron de este momento robado, de este momento único. Estar dentro de ella era rozar el cielo con los dedos. Tener a Rodri en su interior fue desatar un infierno de emociones dormidas. Aprovecharon esa única noche. Sus miradas se lo decían todo. Ambos querían más del otro. Pero ambos eran conscientes de que estaban jugando con fuego, aunque querían quemarse en el fuego del otro.

Cuando Anabel se despertó a la mañana siguiente, Rodri ya no estaba. Pero su olor, la calidez de su cuerpo aún estaban en sus sábanas. Esta noche, esta mágica noche le había hecho abrir los ojos. Darse cuenta de lo que ella realmente quería.

Rodri creía que no podría ni mirar a la cara a su compañero. El cual se había levantado esa mañana excesivamente feliz. Vio salir a una despampanante rubia de su habitación cuando él entraba esa mañana, por la puerta de casa. Así que lo de sentirse mal, como que tampoco era para tanto.

No volvió a ver a Anabel por el piso. Si la escuchaba entrar por la puerta corría a encerrarse a su habitación. No estaba preparado para verla con Jesús. Su corazón no estaba preparado.

Una mañana, coincidió con Jesús en la cocina, antes de que Rodri se fuera a clase. No tenía muy buena cara el almeriense, así que, aunque no le importara, decidió preguntarle.

-¿Qué te pasa? tienes mala cara, Jesús -le preguntó Rodri al chico, intentando ser amable cuando la realidad era que cada vez lo soportaba menos.

-Anabel me ha dejado.

Sintió Rodri su corazón latir enloquecido y como quería reír, pero, no lo hizo para respetar el supuesto dolor de su compañero.

-¡Vaya! Lo siento -le contestó Rodri con toda la diplomacia que pudo, cuando en realidad se alegraba de que Anabel por fin hubiera tomado la decisión.

-Me ha jodido, porque pensaba dejarla yo, pero ella lo ha hecho antes -le informó él con su habitual prepotencia- dice que soy un cerdo y un cabrón y que llevaba tiempo sabiendo que le era infiel. Ah, y que no sentía nada por mi, asco, quizás. Menuda imbécil.

Rodri a punto estuvo de mandarlo a la mierda y decirle que Anabel tenía razón, pero se contuvo y simplemente palmeó su espalda, diciéndole un lo siento, y regresó a su habitación. Sintió que su corazón latía deprisa y estaba hasta nervioso. Deseaba buscarla y decirle lo que sentía por ella, pero el miedo a que ella lo rechazara, y a que lo vivido esa noche se quedara en eso, en sólo una noche, era más fuerte.

Pero el destino es caprichoso, y si dos personas están destinadas a encontrarse, se acaban encontrando. 

Jugando a baloncesto, Rodri tuvo un resbalón y acabo con su codo en el suelo. Se hizo bastante daño y lo llevaron rápidamente a las Urgencias del Hospital Carlos Haya. Después de esperar un rato lo pasaron a la consulta donde un médico lo vio. Cual fue su sorpresa al ver que la enfermera que lo iba a atender, era Anabel. Llevaba dos meses sin verla pero su corazón seguía latiendo por ella con más fuerza si cabe.

- Rodri, ¿Qué te ha pasado? -le preguntó ella muy preocupada. En todo este tiempo que llevaba sin verlo lo había echado terriblemente de menos, y al tenerlo frente a si, incrementaba aún más sus sentimientos por el chico. 

- Una mala caída jugando al baloncesto -le respondió él olvidándose de su dolor para centrarse en la mirada de la que chica. 

- ¿Te duele?

- Ahora menos que te visto -Anabel sintió sus mejillas sonrojarse y le dio una bonita sonrisa que a él le estremeció el corazón.

 El traumatólogo le mandó varias pruebas y dejó a Anabel encargada de ese paciente al que miraba con los ojos brillantes y una cara de enamorada que no podía ocultar. Mientras esperaban su turno para las radiografías, Rodri la miró y decidió ser valiente. Ya estaba harto de que las oportunidades desfilaran delante suya, y no hacer nada. 

- Hubiera querido ir a buscarte cuando me enteré que habías roto con Jesús -le confesó él viendo como ella se sonrojaba tras sus palabras. 

- Yo también quería buscarte -le contestó ella mirándolo de la misma manera que Rodri. Con anhelo. 

Ambos se miraron en silencio sin poder apartar la mirada el uno del otro, como siempre les pasaba cuando estaban juntos.

- Vas a necesitar una enfermera unos cuantos días -le dijo ella mientras poco a poco se acercaba a él, para tomar su mano entre las suyas. Rodri se limitó a mirarla. Sonreírle y por fin, a confesarle lo que sentía. 

- Voy a necesitar a esa enfermera toda mi vida.

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