📍 MÓNACO
Mi madre ha sido la primera a la que le he dado la noticia. Voy a trabajar en la firma de joyas APM como creadora. Una fantasía y un sueño hecho realidad. Comenzaré la semana que viene y el sueldo es tan fabuloso que estoy deseando estar sola para poder chillar.
Acabo de salir de firmar mi contrato, con la mismísima Juliette Binua, la dueña de la compañía. Me dirijo hacia el ascensor para poder regresar a casa. Como está a punto de cerrarse, camino algo más rápido consiguiendo atravesar sus puertas antes de que estás se cierren. Solo hay una persona dentro a la que sonrío antes de apoyarme en la pared contigua a la suya.
Siento un cosquilleo en mi nariz porque creo que he visto algo, o más bien alguien, y creo que mi mente me está jugando una mala pasada. Levanto mis ojos con cuidado, para no parecer una acosadora, y en ese momento siento que me quedo sin aliento. No, no estoy loca. Pierre Gasly está frente a mi, mirando las pulseras de su muñeca de forma distraída y yo creo que se me ha olvidado como se respira.
De cerca es aún más guapo. Está tremendo. Con esos pantalones vaqueros, una camiseta gris que se le pega al cuerpo y su chaqueta negra a juego, decir que es guapo es quedarse corta. Delante de mi tengo a mi piloto favorito de Fórmula Uno, así como mi crush desde que él era un novato. Mi obsesión por él es tal, que llegué a escribirle un par de historias de cierto éxito en una plataforma de escritura con tal de desahogarme un poco. Y no especificare como eran esas escenas de desahogo.
- Me estás mirando fijamente.
Parpadeo y aparto mi mirada de la suya muerta de vergüenza. Es más siento las mejillas arder por su causa y no ayuda nada que él siga mirándome de esa manera.
- Lo siento -me disculpo algo avergonzada, pero, no arrepentida- eres Pierre Gasly, sino te miro, es que soy gilipollas.
Él esboza una sonrisa y creo que se ríe por mi atrevimiento. Va a contestarme cuando el ascensor se mueve de manera un poco brusca deteniéndose segundos después. El movimiento me ha desplazado unos centímetros y casi acabo en los brazos de Pierre.
- ¿Estás bien? -me pregunta acercándose hacia donde estoy.
- Si. O eso creo. Se me ha ido un poco el cuello hacia adelante -llevo mi mano a la parte de atrás y me lo masajeo un par de veces. Le hago un gesto a Pierre para que no se preocupe mientras lo veo ir hacia el panel de mandos del ascensor.
- Se ha debido ir la luz. No funciona nada y se han encendido las de emergencia -él me señala el techo y efectivamente, los pequeños pilotos iluminan el ascensor de una forma bastante tenue.
Durante unos minutos, nos quedamos esperando por si vuelve la luz y el ascensor funciona, pero este, no hace ademán de moverse. La chica de seguridad, nos dice a través del altavoz, que hay un apagón general en esta parte de la ciudad, a causa de una torre que ha sufrido una subida de tensión. Ella calcula más de media hora hasta que consiga restablecerse la electricidad. Eso, con mucha suerte.
Me dejo caer en el suelo quitándome la chaqueta a continuación. Tengo calor y no es a causa de que no haya oxigeno o algo así, es que este hombre me produce sudores por todo el cuerpo. Pierre hace lo mismo y se quita también su blazer. La camiseta gris de manga corta deja a la vista unos musculados brazos cuyas venas resaltan en ellos. Él se deja caer a mi lado posando su cabeza en la pared.
- El ascensor tiene su propia red de seguridad y no nos quedaremos sin oxigeno. Una batería permite que el aire circule -me confirma él para mi tranquilidad.
- Menos mal. Me veía sin hablar todo el rato que estuviéramos aquí -le confieso medio riéndome. Porque a medida que están pasando los minutos, se me olvida que estoy encerrada con mi crush y los nervios que me atenazan es, porque al contrario, estoy sola, con un tío bueno.
- ¿Cómo te llamas?
- Audrey -le contestó con una pequeña sonrisa.
- ¿Eres de por aquí?
- No, soy de Niza. Pero me mudo en un par de días a Mónaco. He conseguido un trabajo muy bueno y estaré una temporada por aquí.
Durante unos minutos, ambos nos sumergimos en una conversación trivial sobre trabajo. Incluso él me recomienda los mejores sitios donde buscar piso una vez que me venga a vivir definitivamente aquí.
- Oye, Pierre, perdona que te lo diga, de verdad. No te quiero molestar, pero soy una gran admiradora tuya.
El piloto me mira esbozando una pequeña sonrisa. Ladea su cabeza hasta que nuestras miradas impactan y si, sus ojos son mucho más bonitos de cerca. Lo sé yo y lo saben mis bragas porque esa mirada me está excitando demasiado.
- No me molestas, de verdad. ¿Eres fan de la Fórmula Uno o solo de mi? -el tono de su pregunta viene cargado con una pícara sonrisa.
- Las dos opciones son válidas -le contesto ante su diversión. Pierre se acerca un poco más hacia mi, hasta que nuestras rodillas casi se rozan.
- ¿Quieres que nos hagamos una fotos? podrías colgarla en Instagram y contar como te quedaste encerrada en un ascensor con Pierre Gasly -me sugiere mientras veo como su lengua repasa su labio superior de una forma bastante erótica.
- ¿Sabes que sería la envidia de la mitad de las mujeres de este planeta? y también el sueño. Seguro que más de una ha soñado quedarse encerrada con Pierre Gasly en un ascensor y que pasen cosas.
- ¿Cosas? -él aprieta sus labios mojándolos uno con el otro. Su cercanía hacia mi es cada vez más evidente, consiguiendo que los latidos de mi corazón incrementen su velocidad.
- Si, cosas, Pierre. Esto parece hasta el argumento de una historia...
- ¿Erótica?
- ¡Por supuesto! -le confirmo, pensando que sería un buen argumento de las que yo escribo. Definitivamente, la voy a escribir.
- ¿Tú también lo has soñado, Audrey? -los dedos de Pierre se posan en mi desnudo muslo. Su mano quema mi piel a causa de su contacto y me hace tener que tragar saliva a causa de mi nerviosismo. Alzo mi mirada para encontrarme de nuevo con la suya.
- Claro que lo he hecho -le contestó sintiendo como sus dedos se deslizan peligrosamente hacia la unión de mis muslos.
- ¿Y tú quieres hacer tus sueños realidad?
El tono de su voz produce que un cosquilleo recorra mi vientre. Siento una presión en el, deseando ser aliviada. Abro más mis piernas antes de contestarle, dándole una idea de mi respuesta.
- ¿Tú que crees, Pierre?
La sonrisa que él esboza es lobuna. Como la de un cazador que tiene a su presa donde quiere. Su boca va a al encuentro de la mía besándome de una forma tan salvaje que tengo que agarrarme a su cuello por temor a quedarme sin respiración. Él no pierde tiempo en buscar mi lengua y enredarla con la suya, tomándola una y otra vez. Mordisquea mis labios mientras siento como la mano que estaba en mis piernas, presiona justo en mi centro. Un gemido sale de mi garganta cuando él mueve sus dedos por encima de mis braguitas, las cuales, para mi vergüenza, se encuentran bastante mojadas.
Decido ser mas audaz porque, esto es algo que sé que no va a suceder nunca más. Lo aparto de delante de mi y paso mis piernas por encima de las suyas, poniéndolas a ambos lados de sus caderas.
-Mando yo, ¿de acuerdo? -le digo restregándome contra su ya prominente erección. Eso hace que su rostro se transforme en un gemido y que se muerda el labio inferior presa del más puro deseo.
-Mientras no me ates...
-No me des ideas, Gasly. Que siempre habrá una primera vez para tener un ESCLAVO.
-¿Todo bien? -Pierre me ofrece un pañuelo, el cual le agradezco asintiendo con mi barbilla. Ambos nos recomponemos la ropa, pillándonos de sorpresa los movimientos del ascensor.
-La luz volvió -le contesto medio sonriéndole para apoyarme en una de las paredes frente a él. Me devuelve una pícara sonrisa que hace encender mis mejillas debido a los recuerdos de lo que acabamos de hacer.
-No me hubiera importado estar media hora más sin ella.
Me muerdo el labio después de sus palabras. Me alegra saber que no solo a mi le ha afectado nuestro encuentro. Debería decirle algo. No sé. Pedirle su teléfono o darle el mío, pero, la vergüenza me lo impide.
Las puertas del ascensor se abren para mi disgusto, pues no tengo valentía para dirigirme a él. Vamos a salir los dos, cuando, me encuentro de frente a Juliette Binuá, la dueña de la firma donde voy a comenzar a trabajar, y la persona que me ha contratado. Le sonrió al ver su gesto preocupado. Ella me devuelve la sonrisa y viene directamente hacia mi, algo que me conmueve.
-¡Pierre! ¡Amor! ¡Estaba tan preocupada!
Juliette pasa a mi lado, arrojándose directamente hacia los brazos de Pierre. Juro que si ahora mismo alguien me pinchara, no sangraría de la sorpresa que me acabo de llevar. Por encima de hombro veo como él la abraza, pero, su mirada se encuentra con la mía y el muy descarado me guiña un ojo. Estoy por darme la vuelta para salir de allí, cuando la voz de mi jefa, me hace detenerme.
-Audrey, ¿todo bien con mi marido?
Me cuesta reaccionar después de las palabras de Juliette. Apenas soy capaz de mirar a Pierre de la verguenza tan grande que siento. No solo me he acostado con un desconocido, sino que además, es el marido de mi jefa. Es que soy de lo peor.
Llevo un mes en la empresa y puedo decir que estoy encantada de la vida. Estoy aprendiendo mucho desde que estoy aquí, y por suerte, me dejan ser creativa y aportar mis ideas, de hecho uno de los próximos diseños que saldrán en la nueva colección, es mío. Algo de lo que estoy muy orgullosa.
A mi jefa, al principio, me costaba mirarla a la cara pensando en que me había follado a su marido. Solo podía pensar en que era una zorra por lo que había hecho, pero en mi defensa diré que no sabía que ella estaba casada con Pierre. Y de todas formas, le echo la culpa a él, por cabrón. Porque él si que sabía donde iba a yo a trabajar, pero, no me dijo que estaba casado con mi jefa. Por suerte, solo lo he visto un par de veces, de lejos, pero lo he visto.
Todo el encuentro con él me inspiró para una historia. Una de una pobre chica que se enamora de un chico con novia, y que sufre cuando los ve de lejos. Aún no la tengo terminada, pero, no descarto matar al chico por su traición.
-Audrey -la voz de Juliette me hace apartar mis ojos de la piedra que estoy tratando. Lo dejo todo encima de la mesa y cuando alzo mi mirada, me encuentro con la de Pierre que viene a su lado.
-Juliette -le contesto algo cohibida por la presencia de Pierre con ella. Es que creo que incluso mis mejillas me arden por su culpa.
-¿Podrías enseñarle a mi marido la pulsera de oro blanco? la que hiciste el otro día -ella esboza una sonrisa y a mi solo me queda asentir e ir a buscar la pieza que me pide.
Si dijera que no estoy nerviosa, mentiría, pues lo estoy, y mucho. Y más si siento la presencia de Pierre tras de mi, quien me acompaña a buscar la pulsera.
-Hueles de maravilla, ¿es jazmín lo que usas de perfume? -mis terminaciones nerviosas se vuelven medio locas cuando escucho su voz tras de mi. Está tan cerca que puedo sentir su aliento en mi cuello.
-Tu mujer podría vernos -es lo único que se me ocurre decirle para que se aparte. Levanto mi mirada por encima del hombro y me doy cuenta de que ambos estamos solos, pues la susodicha pulsera, está en una pequeña habitación adyacente a la sala donde yo trabajaba.
-Y yo quiero verte a ti.
Me giro hasta casi chocar con su pecho. De nuevo tengo que tomar aire y respirar bien fuerte para que su presencia no me afecte, algo que no sucede al mirar esos ojos tan bonitos que tiene.
-Pierre, por dios. Que estás casado y tu mujer es mi jefa. Olvídalo -le pido retirándome un par de pasos hacia atrás y girándome de nuevo para coger por fin la dichosa pulsera. Pero, de pronto siento sus manos en mi cintura como se deslizan hasta posarse en mi estómago.
-¿Y si no quisiera olvidarlo? ¿y si sólo quisiera repetir lo del ascensor en una buena cama?
Su descaro me sorprende. Su mujer está a pocos metros de nosotros y él se me está insinuando. Cierro mis ojos y los vuelvo a abrir lentamente tomando la pulsera entre mis manos. Me giro apartando mis manos de su estómago, algo que me cuesta mucho. Joder, es Pierre Gasly, mi piloto favorito. He fantaseado tantas veces con esto, y ahora que sé que se puede hacer realidad, como que no me parece todo tan bonito.
-Pues conmigo no va a ser -le respondo con algo de brusquedad, pero no parece afectarle porque me da una seductora mirada que hace que de nuevo me estremezca. Me doy la vuelta para volver a la sala y darle la pieza de joyería a mi jefa, y alejarme de su marido todo lo que pueda. Aunque antes de hacerlo, él me sujeta del brazo para dedicarme unas últimas palabras.
-Caerás. Tarde o temprano, caerás. Y lo voy a disfrutar tanto.
Nuestra empresa es una de las patrocinadoras del equipo de Fórmula Uno de Pierre. Como no. Por eso no me extrañan los rumores de que el piloto francés se casó con ella por su dinero, y para que lo pusiera en el equipo. También que Juliette sea 10 años mayor que él, ayuda a acrecentar los rumores. E incluso he llegado a escuchar que ambos tienen una relación abierta.
Hoy se celebra el Gran Premio de Mónaco. Domingo de carrera. Y toda la empresa está invitada a verlo. Para mi esto es un sueño hecho realidad, el de poder vivir de primera mano una carrera. Me han presentado a Charles Leclerc, pues su novia es una de las modelos de la firma. Es más guapo y simpático de lo que parece, y la chica es un amor.
Recorro la parte de atrás del paddock algo perdida, pues he ido al baño y ahora no sé muy bien como volver. Y mira que hay carteles.
-¿Me buscabas, cherie? -esa voz, esa maldita voz que tan loca me vuelve. No hace falta ni girarme para ver quien es.
-¡Qué más quisieras!
Por fin me doy la vuelta para mirarlo, y cuando lo veo con su mono de competición, se me seca la boca y apenas soy capaz de pensar con coherencia. Pierre viene hacia mi dándome una burlona sonrisa. Y en este momento se me olvidan mis principios.
-A ti es lo que quiero.
No me da tiempo a reaccionar cuando Pierre se viene a por mi para estrellar su boca con la mía. Su beso no tiene nada de tierno ni delicado. Es puro fuego al que me abandono. Esto está mal. Muy mal. Pero si es así, ¿porqué se siente tan condenadamente bien?
Me dejó llevar por él a no sé donde. Abre una puerta que nos lleva a una pequeña habitación y se sienta en una de las sillas, atrayéndome a que acabe encima de él. Pone sus manos encima de mis pechos y me los estruja juntándolos la uno con el otro. Me baja la cremallera de la blusa, hasta dejar a la vista mi ropa interior. Sus dedos están sobre mis pezones, frotándolos con dureza. Algo que me excita aún más.
Pierre se muerde el labio y acaba desabrochándose los pantalones para dejar a la vista su grueso y duro pene, el cual no dudo en agarrar. Una de sus manos me aparta las braguitas a un lado, poniéndolo justo entre mis mojados pliegues.
-¡Que ganas te tengo, Audrey! -Pierre me agarra de las caderas y me mueve despacio contra él. Nuestros sexos se están frotando uno contra el otro, siendo esto algo delicioso y placentero.
Bajo mi boca hasta alcanzar su cuello y rozarlo con la punta de mi lengua. Sus movimientos son cada vez más excitantes, logrando que mi vientre sufra un espasmo por su causa. Él lleva su pene hasta mi abertura y me alza un poco de las caderas, hasta tener su punta sobre mi interior. Estoy tan mojada, que este resbala haciendo que me estremezca con solo ese pequeño roce.
-Si no quieres, dilo ahora, porque yo ya no puedo más -su pregunta me pilla desprevenida. Cierro mis ojos pensándolo, pero, los abro y asiento con mi cabeza, pues, como dice mi madre, de perdidos al río.
Latigazos de deseo golpean mi cuerpo cuando siento como él me penetra centímetro a centímetro. Mi clítoris y todo mi cuerpo lo reclaman, acogiéndolo gustoso. Una de sus manos se afianza en mi cadera, empujando esta hacia abajo. Arqueo mi espalda al sentir la deliciosa invasión, agarrando mis pechos con las dos manos.
-Te deseo tanto, Audrey.
Él busca mi boca devorándomela con fiereza. Sus besos me nublan la razón cuando siento como él se mueve y me empuja hacia arriba hasta volver a penetrarme con la misma fuerza que antes. Lo puedo sentir tan caliente y tan duro que solo deseo que se mueva y que apague este fuego que él mismo ha creado. Me agarra de las caderas y moviéndome de arriba a abajo. Sus embestidas son deliciosas, fuertes y a un ritmo endiablado. Me sujeto a sus hombros para apoyarme y ayudarle a moverme. Sus embestidas son aún más profundas. Tengo toda su longitud dentro de mi, como se mueve y me aprieta con cada errático movimiento. La piel se me eriza con solo sentirlo tan profundo.
-Pierre -jadeo su nombre consumida por el placer. Mi clítoris reclama dolorido su atención, y estoy a punto de bajar mi mano para tocarme, cuando él lo hace, frotándolo al mismo ritmo que sus embestidas.
-Me tienes tan duro, Audrey. No puedo parar. No quiero parar.
-Pues no lo hagas. Nada te detiene -le contesto arqueando de nuevo mi espalda para recibir otra dura embestida.
Nuestras caderas chocan la una con la otra de forma rítmica. Él sigue moviéndose. Bombeando. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Siento un cosquilleo en mi vientre. Como mis piernas se cierran por inercia atrapando su pene en mi interior.
-Mierda, Audrey, me la estás apretando y me estás volviendo loco.
El orgasmo nos golpea a los dos. El mío viene en oleadas. Se precipita a través de este poseyendo todo mi cuerpo. Una oleada de calor nace a través de mi espalda. Me cuesta respirar y las bocanadas de aire me llegan ralentizadas. Todo mi deseo se acumula en mi centro. Las ganas de gritar y de deshacerme en él, son sofocadas por los labios de Pierre, cuya lengua se hunde en mi boca impidiendo esos gemidos que él mismo me estaba provocando.
Intento respirar cuando se separa de mi. Su mirada es intensa y demoledora, fruto de lo que hemos estado haciendo. Pierre sube una de sus manos y me acaricia la mejilla con mucha delicadeza, algo que me desconcierta.
-Mierda, Audrey, estás haciendo que me plantee que no me he casado con la persona correcta.
No hizo falta que Pierre se separara de Juliette. A ella la pillaron ese mismo día, dándolo todo con un mecánico de RedBull en la parte de atrás de uno de los box. Las imágenes corrieron como la pólvora por redes sociales y por todo programa de cotilleos. Salieron a la luz las extravagancias del matrimonio, y su divorcio, por suerte, fue amistoso. Algo que ambos agradecieron.
Casi no vi a Pierre durante esa época pues yo misma impuse ese alejamiento. Y mira que él me pidió que saliéramos juntos, pero, tenía miedo de que él me hiciera lo mismo que a Juliette. Si, no me fiaba de Pierre. Todo este tiempo me permitió centrarme más en escribir. En contar las historias que quería hacer.
Meses después, tuve una oferta de trabajo de otra empresa y decidí irme, pues no podía ocultar lo evidente de mi estado. Y la gente preguntaría y no estaba dispuesta a dar más explicaciones de las necesarias.
-¿Aún no te fías de mi? -los dedos de Pierre acarician con mucha suavidad mi vientre desnudo. Acabo enredando mi mano en su pelo y tiro de él para que sus ojos se claven en los míos.
-Me has dejado preñada, eso cuenta como confiar, idiota -le sonrío y le saco la lengua, y al segundo me estremezco cuando sus labios se posan en mi estómago.
-Bebé, el siguiente paso es convencer a mamá para que se case conmigo, pero eso me va a costar más. Un año detrás de ella, y por fin dejó que la trajera a vivir a esta casa.
-Pierre -miro a mi novio y al padre de mi bebé sintiendo que el corazón se me va a salir del pecho de lo mucho que lo quiero.
-Dime mi vida -el tono de su voz y su sonrisa es todo lo que necesito para ser feliz.
-No le cuentes nunca al bebé como nos conocimos, te lo pido por favor -Pierre suelta una carcajada y vuelve de nuevo a besar mi vientre.
-Tranquila, que ya has escrito tú un libro contándolo.
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