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Nacho Fernández. Dancer Girl

📍 Madrid. Sala de fiestas Vistahermosa

📅 Finales de junio

- Te pagaré el doble, Carla.

- Es que me vas a pagar el doble -la castaña cruzó sus brazos haciendo un mohín con su boca. Sabía que tenía las de ganar pero le gustaba hacer sufrir a su jefe.

- ¿Y bien? -le preguntó él intentando no sonar tan desesperado.

- Está bien, lo haré -rodó sus ojos en su dirección y segundos después recibió su agradecimiento en forma de abrazo- pero solo una vez, ¿de acuerdo?

- Si, si, lo que tú digas. Ahora ve arriba a cambiarte. En media hora en la sala 11.

Carla dejó escapar un largo suspiro y abandonó la barra que le habían asignado esa noche. Trabajaba en uno de los locales más de moda de Madrid. Famoso por su selecta clientela y por los espectáculos en vivo que solían realizar, pero sólo para ciertos clientes.

Como los de esa noche. Una despedida de soltero de un pijo millonario. Todos los hombres eran muy previsibles. Necesitaban ver a una mujer medio desnuda bailándoles como recordatorio de lo que se perderían una vez casados.

Ella no solía participar en los espectáculos, a pesar de que bailaba bastante bien y en más de una ocasión había ayudado con las coreografías. Pero odiaba exponerse y más con una panda de tíos desesperados. Pero esa noche tenía que hacer una excepción. La compañera que debía atender la despedida, enfermó repentinamente y Manuel, su jefe, no confiaba en casi nadie para atender a los invitados.Pero en ella si.

Unos minutos después, Carla se había enfundado en un short azul eléctrico de látex, un top del mismo color con un amplio escote, las medias de rejilla y las botas altas que acompañaban el modelo. Se maquilló y cogió la peluca rubia que usaría en sus manos. No es como si fueran a reconocerla, pero, así se sentía más cómoda. 

Bajó las escaleras con tanta prisa que no pudo evitar chocarse con alguien. Puso sus manos en el pecho y levantó sus ojos. La instante todo su cuerpo sufrió una descarga eléctrica provocada por la intensidad de la mirada del chico. Sus ojos eran los más azules que había visto en su vida y esa pequeña barba le cosquilleaba en las mejillas no llegando a ser desagradable.

Aspiró el aroma a colonia y se relamió los labios embriagada por su cercanía.

- Lo siento. No miraba por donde iba -le dijo el chico intentando disculparse como podía. Si bien es cierto que ahora mismo, y después de mirar a la chica, no sentía tanto haberse chocado con ella.

- No te preocupes. Me ha pasado igual -le respondió ella con una amplia sonrisa.

Ambos se quedaron mirando unos eternos segundos en los que ninguno era capaz de moverse. La cercanía de ambos les afectaba y deseaban alargar ese momento todo lo posible.

- Te dejo que pases -le dijo Carla apartando por fin sus manos de su cuerpo y haciéndose a un lado.

- Gracias -le contestó él llevando sus manos al cuello.

Carla siguió su camino escaleras abajo para tomarse un Red Bull. Antes de hacerlo, giró su cabeza para comprobar si él ya se había ido.

Pero el castaño de ojos claros aún seguía pendiente de cada uno de sus pasos.

El ruido de voces y risas traspasaba la puerta. Carla cogió aire y le hizo una señal al de seguridad. Previamente, les había dado las instrucciones a los chicos, de obligado cumplimiento : no podían tocar a la bailarina bajo ningún concepto, a no ser que ella lo autorizara. Debían respetarla y no acosarla. No podían interactuar con ella a no ser que ella lo aceptara.
Se ajustó su peluca rubia y en cuanto la puerta se deslizó y la vieron, los gritos de júbilo aumentaron.

Lució la mejor de sus sonrisas y se contoneó regalando mordidas de labio e intensas miradas de un lado a otro. Cogió una de las sillas que había al fondo y la puso en el centro de la pequeña sala mientras escuchaba como la piropeaban. Por lo menos, estaban siendo respetuosos.

- Chicos, chicos.  Tranquilitos, que tengo para todos. A ver ¿Quién de vosotros es el afortunado novio?

Carla puso sus brazos en jarra haciendo como que buscaba al chico. Sus amigos lo empujaron  hasta que el futuro marido estuvo a escasos centímetros de ella. Y cuando ambos se miraron, un pequeño torbellino se desató entre ellos. 

La bailarina se sintió algo decepcionada al descubrir que el novio era el chico de la escalera. Él se dio cuenta de que era ella, pues había prestado atención a la ropa que llevara y a ese color de  ojos verdosos que tanto había llamado su atención.

Carla empezó a girar alrededor de él empezando con su actuación, aunque con el corazón encogido pues odiaba tener que bailar para un tío que iba a casarse y que le había alterado en solo dos segundos. 

- ¿Cómo te llamas, nene? -le preguntó con una voz tan sensual  que todo el cuerpo de Nacho respondió instantáneamente.

- ¡Nacho! ¡Nacho! -gritaron sus amigos.

- Pues ven conmigo, Nacho. Esta noche eres mío y voy a hacer contigo lo que quiera.

El madrileño se dejó llevar por ella y asintió a sus palabras. Realmente podía hacer lo que quisiera con él, pues se iba a dejar. La chica le había atraído mucho cuando la vio en esas escaleras, pero ahora que la tenía más cerca, esa atracción había aumentado. Las primeras notas de "Don't Cha" de las Pussycats Dolls comenzó a sonar. 

Carla tiró de Nacho hasta hacer que se sentara en la  silla y comenzó su show. Le daba exactamente igual que estuvieran sus amigos delante y que le jalearan. Esta noche su baile sería especial y sería solo para él. Comenzó a moverse a su alrededor de una forma muy sensual. Agarró su pelo y tiró de él para que su cara estuviera entre sus pechos. Bajó la cabeza hasta que su boca estuvo muy cerca de su oreja. 

-  Hueles muy bien,  Nacho Fernández.

Ella sabía perfectamente quien era. Aficionada al fútbol y del Real Madrid. Y a pesar de que no lo había reconocido en un primer momento en esas escaleras, ahora, al ver a otros miembros del equipo, confirmó que era el jugador blanco. Sus movimientos le llevaron a sentarse encima de él.  No podía apartar su mirada de la suya, y ni quería. Cogió sus dos manos e  hizo que él se las pusiera en el trasero.

- Puedes apretar si quieres -le dijo de nuevo muy cerca de su oído mientras seguía con su coreografía encima de él

Para Nacho estaba siendo un verdadero suplicio tenerla encima. Porque su forma de moverse y de hablarle estaban llevándolo al límite. ¿Deseaba llevársela al baño y follársela? si, ¿lo haría? no, ¿y si ella se lo pedía? sin ninguna duda. Porque Carla lo estaba provocando de tal manera que era lo único que quería. Y si, le agarró el culo como ella le pidió y colaboró con su baile,  hasta que el show finalizó minutos después. 

Carla fue a levantarse de encima suya, pero entonces, él hizo algo que estaba prohibido pero que ella le permitió, la besó. La agarró del cuello y estampó su boca con la suya antes de dejar que se fuera. No fue un beso dulce ni lento, fue uno asalvajado dejando constancia cada uno de ellos, de las ganas que se tenían. Una batalla de lenguas y bocas que acabó cuando los chicos de atrás silbaron y gritaron más de la cuenta. 

Ella se levantó algo avergonzada porque nunca hacía esto. Antes de irse, se giró y le dio una sensual mirada que provocó en él toda clase de deseos prohibidos. 

- Enhorabuena, que seas muy feliz en tu matrimonio.

Eran cerca de las 7 de la mañana cuando Carla salía de la sala de fiestas. El extra de la Sala Vip le vendría muy bien para no tener que preocuparse el mes siguiente del alquiler. Avanzaba a paso ligero hacia la parada del autobús. En el kiosko de la esquina había comprado churros, algo que era una tradición para ella los sábados por la noche. Entonces fue cuando lo vio. Era un Audi último modelo, y en el asiento del conductor, el chico de la despedida, Nacho. Tenía su cabeza  echada hacia atrás y resoplaba llevándose las manos al cuello.

Sabía que tenía que pasar de largo. Inmiscuirse con los clientes no era política  de la empresa. Pero eso era una vez dentro, no fuera como era el caso. Pensó en lo que hacer hasta que las ganas decidieron por ella. Se acercó despacio, intentando no asustarlo y en cuanto estuvo a la altura de su ventanilla, pegó en ella con sus nudillos de una forma suave.

Él giró la cabeza alertado por los pequeños toques en el cristal. Se encontró esos ojos verdes que tanto le habían vuelto loco esa noche y bajó la ventana con rapidez. 

-  Hola -le saludó Carla con una gran sonrisa en su cara- ¿estás bien?

- Te diría que si, pero la verdad es que estoy echo una mierda -le confesó él devolviéndole la sonrisa.

- ¿Quieres churros?

Carla le mostró el paquete agitándolo un par de veces. Él acabó riéndose, para después, abrirle la puerta del copiloto y que ella entrara. La castaña lo hizo. Se sentó en el coche a su lado y le tendió los churros. Nacho cogió uno y se lo comió con avidez saboreando los pequeños granos de azúcar que aún permanecían en ellos.

- ¿Has bebido esta noche? -le pregunó ella.

-  Ni una gota -respondió Nacho.

- Pero bueno, ¿quién va a su despedida de soltero y no se emborracha? -rió ella.

- Alguien que no se quiere casar.

Carla no supo que responder a eso. Por el contrario,  su corazón empezó a latir muy deprisa, más si  cabe con las miradas que él cruzaba con ella. 

- Pues no lo hagas -le respondió ella encogiendo sus hombros.

- No es tan fácil...eh...

- Carla -le dijo ella- me llamo Carla. Y mira, soy más camarera que bailarina. Lo de hoy ha sido una excepción.

- Pues me alegro haber sido yo esta excepción -le confesó él siendo su mirada aún más intensa. Ella no supo que decir otra vez. Nacho la hacía sentirse torpe y le costaba hablar delante de él.

- Si no te apetece hablar de eso, no lo hacemos.

- No me apetece Carla. La verdad es que llevo un rato aquí pensando en que voy a cometer el mayor error de mi vida. Y que si no fuera porque estoy prometido, te habría pedido tu número hace rato.

La castaña se mordió el labio inferior sintiendo como de nuevo su corazón se agitaba en su pecho. Dejó el paquete de churros en el salpicadero pues le interesaba más lo que él pudiera contarle.

- ¿Y después que harías? -ella le retó con la mirada para que continuara hablándole.

- Te invitaría a merendar.

- ¿A merendar? -le preguntó ella con una carcajada.

- Lo de cenar está muy visto. Me parece más original así -él encogió sus hombros esbozando una pequeña sonrisa. Carla se acercó aun más a él. Estaba prendada de sus ojos claros y también de esos labios que la invitaban a ser besados.

- ¿Y después de merendar?

- Habría más invitaciones, e irremediablemente acabaríamos en mi cama, o en la tuya, el caso es que follaríamos como locos.

Carla se mojó sus labios de una forma muy sensual. Una de sus manos se deslizó por su mejilla acariciándola muy lentamente.

- ¿Cuándo te casas? -sus labios rozaron los suyos apenas unos segundos consiguiendo que ambos quisieran prolongar aún más ese beso.

- En dos semanas -Nacho pegó sus labios a los de ella y le dio un brutal beso que los dejó sin respiración. Ambos lo deseaban desde que se habían visto en esas escaleras, y ninguno quería evitarlo.

- Pues hagamos que estas dos semanas sean inolvidables.

Una semana después

La sábana blanca se deslizó por el cuerpo de Carla a causa de las cosquillas que Nacho le hacía en la barriga. No podía parar de reír ni de apartar al chico de encima de ella. Pataleó riéndose consiguiendo que el castaño de ojos claros se situara de nuevo entre sus piernas.

- ¿Te he dicho ya lo preciosa que eres? -le preguntó Nacho poniendo sus manos en sus mejillas para darle a continuación un largo y ardiente beso.

- Un par de veces si -le respondió ella aún riéndose. Sintió como su pene se posicionaba en su entrada listo para entrar de nuevo en ella.

- Es que eres preciosa, Carla. Lástima no haberte conocido antes -le dijo él con algo de melancolía.

- Ei, Nacho. No pienses en eso, por favor. Prometimos no hablar de tu puta boda, y más cuando estamos en la cama.

- ¡Es que no puedo evitarlo, joder!

Nacho se apartó de encima de Carla y se tumbó a su lado llevándose sus dos manos a la cara. Odiaba tanto esto. El tener que casarse con alguien a quien detestaba. Y todo porque ella era la hija de su entrenador.  Sandra, que así se llamaba la chica, tenía algunos problemas de ansiedad y depresión, y según su padre, si Nacho la dejaba o no se casaba con ella, seguramente estos se agravarían. Incluso lo amenazó con convencer al club de que no lo renovarán, y a cambio lo vendieran al equipo que más lejos estuviera de España. 

- ¿Qué opciones tendrías Nacho? En caso de que no te casaras -Carla se acercó a él y apoyó su cabeza en su pecho sintiendo las manos del chico en su espalda desnuda.

- Acabaría jugando en algún equipo de Arabia Saudí o vete tú a saber donde. Y este verano hay Eurocopa. Y joder, que tengo muchas posibilidades de ir convocado.

- ¿Y todo eso es más importante que casarte con alguien a quien no quieres y pasar el resto de tu vida con ella?

De la garganta de Nacho salió un ligero resoplido a la vez que varios insultos. Se incorporó en la cama y atrajo a Carla hasta tener su rostro enfrente del suyo. Sus sonrosados labios eran de nuevo una invitación a besarlos y perderse en ellos para olvidarse de nuevo de la mierda de futuro que le esperaba. 

- Cada día estoy más convencido de que no lo es. Carla, haga lo que haga. Decida lo que decida, la culpa será de una mujer.

- ¿A qué te refieres? -le preguntó ella algo confundida pues no entendía sus palabras.

- Si me caso con Sandra, será por culpa de ella. Ir a la Euro, renovar con el Madrid y todo lo demás, será gracias a ella. Aunque sea un puto desgraciado. Pero si no me caso y me mandan a tomar por culo, será por ti por quien lo haga. Y créeme, va ganando la opción dos.

Las palabras de Nacho hicieron que su corazón empezar a latir con excesiva fuerza. Una semana llevaban siendo amantes clandestinos. Viéndose en el piso de ella. Esperándose el uno al otro cuando sus trabajos o estudios se lo permitían. Dándolo todo en cada encuentro y dejándose el corazón en ello. Porque estaban pasando tanto tiempo juntos que ninguno quería pensar en la despedida.

- Sería una egoísta si te pidiera que no te casaras Nacho -le dijo ella con algo de tristeza en su voz- porque eso sería lo más fácil, lo difícil sería lo que viniera después.

- Lo sé Carla. Soy un puto cobarde que no soy capaz de hacerle frente a nada -la castaña llevó sus manos a sus mejillas y las acarició muy despacio mientras se acercaba a besarlo.

- Tú eres el dueño de tu vida, Nacho. Solo tenemos una vida y tenemos que vivirla con intensidad. Disfrutar de cada segundo, y a ser posible, intentar no arrepentirse de lo que has hecho.

El defensa blanco le sonrió a la chica. Y se maldijo por no haberla conocido antes, por no haber llegado a su vida antes de Sandra. Dejó que ella lo besara y que sus piernas acabaran a ambos lados de sus caderas. Solo tuvo que mirarlo para saber lo que quería.

- Aún nos queda una semana, Nacho. Vivámosla como si fuera la última de nuestra vida.

Nacho la atrajo a su pecho y la beso con fiereza. Con unas ansías de ella y de su cuerpo como nunca había tenido por nadie. Dejó que ella llevara la iniciativa y ambos acabaron enredando sus cuerpos uno con el otro. Saciados después, y abrazados, escuchando los latidos de sus corazones. De aquel ritmo que no olvidarían en la vida. 

- Ojalá esta semana durara para siempre, Carla.

Una semana después

Nacho se levantó sin hacer ruido de la cama. Esa noche, Carla y él apenas habían dormido. Sus cuerpos y sus bocas fueron los que se despidieron a su manera. Fue tan diferente que el jugador merengue sintió que su corazón se quedaba en esa cama. Terminó de abrocharse las zapatillas y suspiró. No quería despedirse de ella. No podía. Porque si lo hacía, sabía que se quedaría ahí para siempre y era un puto cobarde que no se atrevía a dar ese paso que cambiaría su vida.

Se tocó el anillo que descansaba en la cadenita que llevaba al cuello. Carla se lo dio anoche. Una especie de símbolo para que él jamás olvidara estas dos semanas. Él llevaba una pulsera que acabó en su muñeca con el mismo propósito. Le dio una última mirada a esa cama donde tan feliz había sido y cerró la puerta con mucho cuidado saliendo de la casa y de la vida de Carla para siempre. 

- Adiós, Nacho -musitó Carla con un pequeño susurro cuando escuchó la puerta cerrarse. 

Llevaba despierta un buen rato y ella tampoco había querido despedirse de él, porque no quería que la viera llorar que era lo único que le apetecía. 

Había perdido algo que nunca había tenido. Y dolía, y mucho.

SÁBADO

Carla le daba vueltas a la cuchara del café. Llevaba sin dormir toda la noche pensando en él. En qué en unas horas se casaría. No había dejado de llorar desde esa última noche, porque se había enamorado sin remedio de Nacho, y no sabía como hacer para dejar de quererlo.

Volvió a suspirar pesadamente y por primera vez, le prestó atención a la televisión. Estaban pasando un capítulo repetido de Friends. Aquel en el que Rachel se presenta en la boda de Ross. Sonrió pensando en que eso sólo pasaba en las películas, o en las series.

Se enderezó en su asiento, sintiendo un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Una idea se formó en su cabeza. Idea que desechaba una y otra vez por ser una locura.

Pero, ¿qué es la vida y el amor sin un poco de locura? 

¿Y no es mejor arrepentirte por lo que no hiciste?

Carla se levantó de la mesa como alma que lleva el diablo. Entró en su habitación, directamente hacia su armario y rebuscó entre su ropa. Segundos después sonreía triunfal. Ahí estaba ese vestido azul  que había llevado a la boda de uno de sus compañeros, y que aún no había vuelto a ponerse. Pues bien. Hoy ese vestido le salvaría la vida.

Se peinó y maquilló de una forma discreta. Después de calzarse sus sandalias plateadas, llamó a un taxi que la llevara a esa boda que jamás tuvo que celebrarse.

Por las redes sociales, Carla sabía que Nacho se casaba en una localidad cercana y hasta allí se dirigió sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho de los nervios.

En la puerta de la iglesia, ya había mucha gente congregada. No le fue difícil entrar, pues hizo acopio de todo su valor y saludó a un par de invitados, como si los conociera de toda la vida, lo que le posibilitó entrar sin ningún problema, y ocupar un asiento apartado donde Nacho no pudiera verla.

Después de unos minutos eternos, la marcha nupcial comenzó a sonar y su amado Nacho apareció del brazo de la madrina. Estaba guapo de quitar el aliento. Con su traje negro y su sobria camisa blanca, a juego con la seriedad de su rostro. A Carla le entraron ganas de llorar. De ver a la persona que amaba casarse con otras. Perdió el poco valor que tenía y decidió no hacer esa locura. Quizás el destino, por el motivo que fuera, no los quería juntos y eso es algo con lo que ella tendría que vivir.

Carla aguantó toda la ceremonia, hasta el momento de los anillos. En cuanto él se desposara, abandonaría la ceremonia y no miraría atrás. Le dolió ver como la tal Sandra pronunciaba el si, quiero, y sabía que también le dolería cuando él le respondiera de la misma manera.

- Ignacio Fernández, ¿Quieres a Sandra Mourinho como tú legitima esposa? -le preguntó el párroco. Nacho le sonrió a la novia y contestó alto y claro.

- No.

Los murmullos y los jadeos de sorpresa aumentaron de volumen. El corazón de Carla empezó a latir tan fuerte que pensó que se le iba a salir del pecho. El cura pronunció de nuevo la misma pregunta, pues pensaba que el novio estaba nervioso y no sabía lo que decía.

- He dicho que no -siguió diciendo el fútbolista- que se case con el tío que la ha preñado, porque yo, paso.

5 años después

- Mami, ¿y papá y tú porque no os casáis?

Carla arrugó la nariz mientras intentaba terminar de echarle crema solar a su hija. Su mirada se cruzó con el padre de la pequeña y le hizo un gesto para que fuera él quien contestara.

- Porque a mami y a mi no nos gustan las bodas. Nosotros nos prometimos que siempre nos íbamos a querer, una noche que hubo una lluvia de estrellas -la pequeña castaña miró a su padre, al cual adoraba con una tonta sonrisa en su cara. En cuanto su madre terminó de untarle la crema, salió corriendo para jugar con su hermano gemelo.

- Nacho.

Carla llamó a su marido, al que lo era bajo las promesas que ellos se habían hecho, para que se acercara hacia donde ella estaba. En cuanto estuvo a su lado, la envolvió en sus brazos, observando como sus dos pequeñas jugaban en la orilla.

- Te amo, Nacho.

- Y yo a ti, mi Dancer Girl.

*** Esta historia me he propuesto terminarla hoy de escribirla, y lo he conseguido. Además, es una historia que le prometí a mi niña Lena. Espero que te haya animado el día, que es lo que yo quería ***

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