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🔥Max Verstappen. El esclavo

MÓNACO

-¡Oh, vamos, Maxie, sonríe! -la rubia de pechos turgentes, a base de bisturí, claro, se agarró al brazos de su novio mientras posaba para la prensa, intentando que él hiciera lo mismo.

Max odiaba éstas fiestas. Y lo que más odiaba era ser el centro de atención. Algo que a su novia si parecía gustarle pues siempre era la primera en posar para fotógrafos y prensa. Este era uno de esos momentos en los que se planteaba porque seguía con alguien que no amaba y que hacía que su vida fuera tan plana.

Llevaba un tiempo replanteándose muchas cosas. Queriendo hacer algo nuevo con su vida. Vivir. Disfrutar y tener nuevas experiencias. No ser el novio piloto de la influencer del momento.

Se deshizo pronto de Norah y buscó apoyarse en una de las barras de la sala, mirando a los invitados al evento, mientras saboreaba una buena copa de vino. Todos los que estaban aquí, era por su relevancia social y mediática. Para ver quien tenía más vistos esta noche con las fotos que subiera o quien conseguía nuevos apoyos para su marca personal.

Resopló pesadamente un par de veces, hasta que no pudo evitar fijarse en ella. La chica que todos miraban y con la que nadie se atrevía a hablar. Era guapa de cojones. Morena de pelo rizado, sin apenas maquillaje en su rostro, y un cuerpo de escándalo que él había mirado más de una vez. Una idea pasó por su cabeza. Una alocada pero, en algo que, o se dejaba llevar ahora, o no haría en la vida. 

Dejó su copa en la barra y después de tomar aire, se dirigió hacia donde estaba la sensual morena, quien apenas prestaba atención a nadie, más interesada al parecer en una de las pinturas de la sala que en los habitantes de ésta. Tomó aire y se situó a una distancia prudencial esperando que ella lo mirara. Algo que no tardó en suceder, pues para la morena, era imposible no reparar en él.

- Hola, soy Max -se presentó él dándole una cálida sonrisa. Ella lo miró de arriba a abajo, para, después, relamerse los labios sin verguenza alguna. 

- Max, me alegro al fin de conocerte. Todo el mundo habla del ganador de la carrera de Silverstone -le contestó ella acentuando cada sílaba de una forma muy sensual y provocativa. 

- Gracias. Yo también me alegro de conocerte. Eres muy famosa gracias a tu canal.

- ¿Será que Max Verstappen ve mi canal? -le preguntó ella con un tono algo burlesco, pues estaba muy harta de que la alabaran de forma vana y vacía.

Para ella, está fiesta era una más a la que la obligaban a venir. Todo para fastidiar a las altas esferas a las que jodía la forma en la que ella se ganaba la vida, y como había adquirido tanta popularidad.

- Si te dijera que no, te mentiría. No soy uno de tus suscriptores, pero respeto lo que haces y -Max cogió valor de donde no lo tenía para pronunciar las palabras que cambiarían en parte su vida- me gustaría salir en el.

Michelle cogió aire con fuerza y lo dejó salir muy lentamente. El piloto, frente a ella, se mordía los labios con impaciencia y algo de nerviosismo.

- Te lo voy a preguntar otra vez, Max, ¿estás seguro de esto? -Michelle le repitió de nuevo la maldita pregunta que llevaba haciéndole al piloto desde hacía dos días. Desde que él le hizo la propuesta, una, que no pudo rechazar. Joder, era Max Verstappen y a él nunca le diría que no.

- Muy seguro -volvió a confirmarle él esbozando una débil sonrisa.

- Está bien -resopló ella moviendo sus manos de un lado a otro- recuerda llevar la máscara en todo momento. No es un video, es un directo. Te haré todo lo que quiera, ya lo hemos hablado. Usaré mis juguetes contigo. Tú solo, déjate llevar. Eso sí, tenemos que darle contenido a la gente que pagan para vernos.

- No te preocupes, le daremos un buen espectáculo. De todas maneras, ya tengo ganas de follarte.

Las mejillas de Michelle enrojecieron sin que ella pudiera evitarlo. Era una estrella de Only you, una plataforma de contenido adulto. Sus vídeos eróticos y sexuales eran de los más vistos en la plataforma. Y allí estaba ella, temblando como una adolescente cachonda, deseando follar con Max Verstappen.

La vida le daba estos regalos y los pensaba aprovechar bastante bien.

- Pues ve preparándote que en cinco minutos estamos en directo.

Michelle se acercó a la cámara repasándolo todo de nuevo. En el ordenador hizo lo mismo, lista para comenzar. Por el rabillo del ojo vio a Max colocarse la máscara y tuvo que apretar los muslos a causa de la excitación que sentía. Iba a follarse a Max Verstappen. Al puto corredor de Fórmula Uno más atractivo que había visto en toda su vida, y encima, había sido sugerencia suya.

Cuando el contador llegó a cero, la emisión comenzó, teniendo ya casi 300 personas esperando por un nuevo directo de su estrella favorita. Michelle cogió aire y se dirigió a su público diciéndole unas breves palabras.

- Bienvenidos a este mi rincón del deseo, donde ésta noche vamos a vivir otra nueva aventura. Y esta vez, no lo haré sola, sino que me va a acompañar, mi nuevo esclavo.

La chica se dirigió hacia donde estaba Max, quien llevaba al cuello una especie de collar del cual salía una fina cadena. Ella la agarró tirando de ella, hasta arrastrarlo hacia las cámaras. Se acercó a su mejilla y pasó su lengua por ella de una forma muy sensual, tanto que el miembro del piloto empezó a endurecerse. Siguió su recorrido hasta tomar su boca y chupar sus labios con relativo frenesí de forma bastante descarada.

- Vamos, esclavo. Tu ama quiere hoy que la satisfagas todo lo que puedas -le ordenó ella a la vez que lo paseaba por la habitación. Max solo llevaba un fino bóxer negro de cuero, el cual se le pegaba al cuerpo como una segunda piel- arrodíllate.

Max se metió en su papel y se arrodilló frente a Michelle. Ella llevaba una bata de satén de color malva anudada a la cintura, nudo, el cual estaba deseando deshacer. La chica le agarró del pelo y tiró de él hasta tener su rostro a la altura de su vientre. El deseo por Max se acrecentaba por ella a pasos agigantados.

- ¿Sabes porqué eres mi esclavo? -le preguntó ella con ese tono tan sensual que a Max tanto le ponía.

- No, mi ama -le respondió él muy metido en su papel de sumiso.

- Porque te has comportado como un niño malo y debes ser castigado. Todos te desean, pero, tú eres mío, ¿te queda claro, esclavo? -le preguntó tironeando de su pelo para que su rostro estuviera alzado hacia ella.

- Si, mi ama.

- Empieza por pedirme perdón, y quizás esta noche puedas correrte sobre mi boca.

Michelle tiró de nuevo de la cadena para que él levantara más su rostro. La enrolló en su muñeca y dejó que él diera el siguiente paso.

- ¿Puedo, ama? -Max puso sus manos en sus caderas deshaciendo el nudo de la bata.

- ¿Qué quieres hacer, esclavo? -le dijo ella mientras se encargaba de quitarse la prenda que la cubría, dejando que cayera al suelo.

- Voy a comerte ese coñito que tienes, ama. Y hacer que seas tú la que te corras en mi boca.

El vientre de Michelle sufrió un espasmo al escucharlo hablar así. Cuando sintió sus manos en la unión de sus muslos, tuvo que reprimir un jadeo nervioso. Los dedos de Max se posaron justo encima de su coño. Empezó a moverlos encima de sus braguitas notando como de mojada estaban. Alzó sus ojos para mirar a Michelle, algo que ella aprovechó para guiñarle uno de los suyos. Eso lo tranquilizó. Tenía que admitir que todo esto era nuevo y excitante para él, pero, que la recompensa, el fin, que era follarse a la chica, valía la pena con creces.

Max le quitó las bragas a Michelle con mucha parsimonia. Mientras lo hacía, sintió las hebras de cuero de la fusta que ella llevaba en la mano. La pasaba por su espalda de una forma lenta y a la vez, la levantaba un poco para golpearlo con ella con mucha suavidad.

Los dedos del rubio abrieron sus pliegues. Sopló en ellos consiguiendo que Michelle arqueara su espalda y se acercará aún más a el. Cogió su pierna izquierda y se la puso en el hombro dispuesto ya, a atacar ese sonrosado coño que pedía ser besado a gritos. Posó toda su boca en el, y abrió bien esta para que las cámaras captaran el momento en el que su lengua y sus dientes se clavaban en su sexo mordiendo y succionando cada parte de este.

- ¡Así, esclavo! ¡No pares o tendré que castigarte!

La lengua de Max recorrió cada parte de su sexo. Chupó, succionó y se permitió meter uno de sus dedos dentro de ella. Sentía los pequeños latigazos del cuero en su trasero, y lejos de sentirse molesto, esto lo excitó aún más. Cuando Michelle le propuso hacer algo diferente, él aceptó sin dudar. Estaba harto de su monótona vida y aún más de su pobre vida sexual.

Michelle sentía ese dedo que se curva a en su interior moviéndose con relativa calma. La cadena que sostenía a Max fue movida por ella para instarle a que fuera más rápido, movimiento que él entendió perfectamente.
Michelle movió su cuerpo al encuentro de la boca de Max sintiendo unas enormes ganas de correrse. Apretó sus piernas y fue entonces cuando sintió un pellizco en su clítoris. Un fuerte jadeo salió de su garganta cuando el orgasmo la poseyó por completo. La velocidad de las lamidas de él le produjeron tal temblor de piernas, que tuvo que sujetarse a su pelo, pues temía caerse.

Los últimos espasmos del orgasmo de Michelle aún los recibió Max en su boca. Lamió y engulló todos sus fluidos deleitándose con su sabor.

- Buen esclavo.

Michelle lo rodeo hasta colocarse tras su espalda. Aún seguía su esclavo de rodillas. Le agarró de la barbilla y con su lengua le lamió el cuello mientras bajaba el tono de su voz, para que el público no pudiera escucharlos.

- Tu boca es una locura, Max.

La mano de Michelle bajó por su espalda desnuda hasta llegar al borde de sus pantalones. Se los fue bajando hasta dejar a la vista su trasero y su enorme erección, la cual saltó de inmediato nada más verse liberada. Aprovechó ella para darle una palmada en el culo, para después, dejar un par de besos con lo que aliviarle el dolor.

- A la cama, esclavo.

Michelle tiró de la cadena y lo puso de pie. Se relamió los labios al ver semejante espécimen masculino, de pie, desnudo y deseoso de cumplir sus órdenes. Lo llevó hasta la cama que presidía la estancia. Cuatro postes en cada esquina, coronaban el lugar de donde ahora ambos jugarían. Tumbó a Max en la cama y decidió quitarle la cadena del cuello. Pero, en su juego, él era un esclavo y debía ser tratado como tal, así que, cogió un par de esposas, con las que lo ató al cabezal de la cama, impidiéndole así el poder tocarla.

- Si algo no te gusta, lo dices, por favor -le rogó ella besando su cuello, a la vez que la punta de su lengua lo recorría muy despacio.

Fue hasta una mesa baja que había en una de las esquinas, decidiendo que objeto usaría con Max. Se mordió los labios eligiendo una fusta con flecos de antílope. Era la primera vez para el piloto en este mundo y no deseaba comenzar muy fuerte.

Se dirigió de nuevo hacia la posición donde el rubio la esperaba atado. Michelle miró de reojo y el contador le mostraba a casi tres mil personas, pendientes de su show. Acarició el pecho del rubio con mucho cuidado. Alternaba pequeños besos con mordidas de sus dientes, a la vez que le pasaba los flecos por su piel desnuda. En un momento dado, levantó el látigo descargándolo contra el pene de Max, el cual se retorció después de soltar un gemido de placer.

- ¿Te gusta esto esclavo? -le dijo ella apresando el lóbulo de su oreja con sus dientes.

- Más -le pidió el rubio apresado por el placer que la nueva experiencia le estaba dando.

Michelle río. Pasó sus dientes por el hombro de Max, y de nuevo su miembro recibió otro pequeño latigazo. Deslizó una de sus manos por su pecho desnudo, comprobando que el piloto estaba en muy buena forma. Siguió bajando, pasando por su vientre a la vez que el látigo seguía acariciando esta vez, su vientre, y recibiendo algunos azotes de intensidades variadas.

- Te estás portando muy bien, esclavo. Si aguantas sin correrte, te dejaré que me hagas lo que quieras cuando te desate.

Michelle apresó el miembro de Max con una de sus manos. Pasó su cabello hacia el otro lado de su hombro, para que la cámara pudiera grabar bien como lo masturbaba. Ella no fue tierna ni delicada. Quería tenerlo bien duro y dispuesto para lo que le haría a continuación. Su mano derecha acariciaba su miembro, mientras uno de los dedos de su mano izquierda, acariciaba la parte baja de sus testículos, buscando el orificio de su ano.

- ¡Si, por favor, ama! -le rogó Max al sentir como el dedo de la chica pasaba de largo ese orificio.

- ¿Quieres que te folle con mi dedo tu culito, esclavo? -le preguntó ella alzando bien la voz y en su mejor versión de ama.

- Si quiero, ama.

Michelle soltó una carcajada y se llevó el dedo a la boca. Impregnándolo bien de saliva, lo deslizó por el ano de Max penetrándolo muy lentamente. No había dejado de tocarle su pene, de mover su mano deslizándola arriba y abajo con movimientos vigorosos. Sus dos manos estaban follando al esclavo. Una de dentro hacia fuera, y otra de arriba a abajo.

- Oh, ama, no pare por favor -le rogó Max presa del más puro placer, pues esto era lo más intenso que había vivido nunca.

- ¿Vas a correrte, esclavo? te recuerdo que no puedes hacerlo hasta que yo te diga -le ordenó ella con voz autoritaria.

- Pero ama... -le lloriqueó Max sintiendo como ese dedo lo penetraba con tanto ímpetu que las ganas de correrse se acrecentaban por momentos.

- ¡Suficiente!

Michelle le gritó apartando sus manos de su cuerpo. Sintió un gemido frustrado de Max, haciéndola sentir hasta algo culpable. Su boca se deslizó por su pene, besándolo algo más despacio de lo que debería. Los gruñidos del piloto resonaron de nuevo en la habitación al sentir la lengua de la chica en la punta de su pene. Un par de lamidas más, y Michelle finalizó de nuevo sus caricias.

- Ahora, serás un buen esclavo y ayudarás a tu ama a cabalgarte. Porque te voy a follar hasta que no puedas más, y cuando termine contigo, aún así, me rogarás por más.

Las palabras de Michelle lo encendieron. Que ella se montara a horcajadas encima suya y llevara su miembro a su interior, casi acaban con la poca paciencia que tenía. Debía aguantar hasta que ella le pidiera que se corriera, algo que o sucedía pronto o el dolor o temía que estallaría en cualquier momento. Verla encima suya, moviéndose sobre su pene, con todo ese pelo rizado suelto, era una puta tentación.

Algo con lo que jamás soñó y mucho menos que sucediera. Max levantó sus caderas para salir al encuentro de las de ella. Michelle tenía sus manos en el pecho del rubio para ayudarse a cabalgarlo. Su ritmo era frenético. Salvaje y rudo, pues era lo que el piloto le provocaba. Era una delicia hacer esto con él. Aunque fuera ella la que llevara las riendas del encuentro. Su pene entraba y salía de ella, rozándola y penetrándola con tanta fuerza, que el inesperado orgasmo la invadió por completo después de varios minutos en ésta posición.

Se mordió los labios Michelle pues temía decir su nombre. Miró al rubio, al cual aún le palpitaba el pene. Aun sentía ella esos espasmos. Hizo lo que le prometió. Lo desató, mirándolo de una forma muy intensa.

- Soy toda tuya, esclavo.

Cuatro palabras desataron a Max. Agarró a Michelle de las caderas y la tumbó boca abajo en la cama. La puso con sus rodillas en el colchón, así como sus manos, y la embistió tan profundamente que ella emitió un alto gemido que no hizo sino aumentar aún más, los espectadores de su encuentro.

El rubio la follaba sin piedad, incapaz de poder aguantar más. Ella lo había llevado hasta el límite, ese en el que pensó que nunca estaría pero, que más placer le había dado. La agarró de los pechos penetrándola cada vez más rápido. El choque de sus caderas y los gemidos de ambos inundaban la habitación. Olía a sudor y a sexo. Olía a deseo.

- Córrete, nena -le pidió Max en un tono que solo ella pudo escuchar.

Le pareció a Michelle muy tierno que la llamara así, y fue lo que hizo, correrse con él y dejarse llevar abrumada por las embestidas de Max. Ambos lo hicieron a la vez. Con fuerza. Intenso. Se apartó el rubio de la chica para dejarla descansar, poniéndose en pie ya fuera de la cama, imitándolo Michelle para comprobar de soslayo, como habían ido las visitas.

En cuanto la chica apagó el ordenador, Max se quitó la máscara agotado y rendido después de una intensa sesión de sexo, la más intensa de toda su vida. Miró a la chica, quien se volteó esperando ver en su rostro algún tipo de remordimiento o quizás, arrepentimiento por lo que acababan de hacer, pero, se encontró justamente con lo contrario.

-Gracias, Michelle -le dijo Max pasando su mano por su sudados cabellos- ha sido... bueno, es que no sé ni qué decirte.

-¿Intenso? -le respondió ella esbozando una pequeña sonrisa, la cual fue correspondida por él.

-Si. Más que eso. Joder, me he sentido liberado. Por primera vez en mi vida.

-Bueno, me alegro haberte ayudado en parte a sentirte así -fue lo que ella le respondió al ver como Max aún intentaba procesar el fogoso momento que acababan de protagonizar.

-Creo que debería irme -intentó Michelle esconder la decepción que sintió tras sus palabras, y solo se limitó a asentir y darle cierta intimidad para que Max se vistiera.

Sexo. Solo eso habían compartido entre ellos. 

Y si era así, ¿porqué se sentía Michelle tan desilusionada?

Al término de la carrera, Max estaba sentado contra una de las paredes del circuito. Primero. Para variar. Hasta de eso se aburría. De ganar. Cerró sus ojos y la imagen de la morena le vino a la mente. Su boca sonriéndole. Ese último beso que le dio en la mejilla mientras ambos se despidieron. 

Dos semanas habían pasado desde que se acostó con Michelle. Dos semanas en las que no había podido dejar de pensar en ella, y en las cuales, esta pequeña obsesión por la morena, le llevaron a tomar otro tipo de decisiones.

-¿Es verdad que has dejado a Noah? -su compañero y amigo Charles Leclerc se sentó a su lado, haciéndole la pregunta que nadie se atrevía a hacerle desde hace tiempo.

-Si. No me aportaba nada en la vida y ya estaba harto de salir con alguien a quien no quiero.

-Pues me alegro. Estaba harto de verla hacerse fotos hasta con el último tornillo del garaje, Pero, tú no estás así por eso, ¿verdad? -le preguntó Charles al rubio pues lo conocía perfectamente y sabía que tras esa tristeza que lo embargaba, había algo más que haber roto la relación con su ex.

-Me gusta alguien. Pero gustarme de verdad.

-Genial, entonces -le contestó Charles intentando animarlo de alguna manera- ¿Cuál es el problema?

-Que me temo que para ella solo he sido un polvo más. O eso creo.

Solo le contó Max que se acostó con la famosa creadora de contenido adulto Michelle Karson. Una verdad a medias. Que se conocieron en un evento y que acabaron en casa de la chica. Nada más. La realidad de ese encuentro era algo que no iba a compartir en la vida con nadie.

-Pues, yo le enviaba algo a su casa que llamara su atención, pero no un puto ramo de flores, algo más original, y le pedía una cita. Si acepta, es que también está interesada, y si no lo hace, next, Max.

La propuesta de Charles no le pasó tan descabellada, de hecho, estuvo mirando Internet para tener ideas de que podría regalarle, pero, fue una de sus compañeras mecánicas, alguien que siempre le solucionaba los problemas más tontos de su coche, la que le dio esa idea original. 

Cuando Michelle abrió su puerta esa mañana, jamás pudo imaginar la sorpresa que le esperaba tras ella. Una caja repleta de las chucherías más variadas, le fue entregada junto con una tarjeta.

Al abrirla, su contenido la hizo jadear por la emoción, pues esto era algo inesperado pero que deseaba.

"Tú tienes el desayuno y yo el café, ¿me invitas a desayunar?

Max"

Junto a su nombre, un teléfono. Un número al que contestar.

Michelle se mordió el labio superior presa de los nervios. No había podido dejar de pensar en Max, tanto que sus siguientes videos solo fueron de ella masturbándose mientras pensaba en él. Contenido que su público también agradeció.

Marcó el número del rubio intentando contener la inquietud que se había apoderado de ella, algo que apenas pudo remediar ya, cuando escucho la insistente melodía de un móvil al otro lado de su puerta. La abrió conteniendo los alocados latidos de su corazón, y cuando detrás de ella se encontró al rubio, casi chilló de felicidad.

-Espero que me estuvieras llamando para invitarme a desayunar y no para rechazarme -le dijo él mientras agitaba su teléfono frente al rostro de la chica. Río Michelle. Ya no lo quiso evitar. Solo se hizo a un lado dejando que él entrara en su apartamento. Y si, también en su vida. 

-Max, a ti, no voy a rechazarte jamás

-¿Estás seguro de esto, Max? Todo el mundo hablará de mi y no quiero que nadie acabe burlándose de...

No la dejó el rubio acabar la frase, cuando sus labios presionaron los suyos en un intenso beso que le robó la respiración a la morena y que acalló todas sus dudas.

-Me importa una buena mierda lo que piense la gente. Eres mi novia y vienes a apoyarme. A estar en el box, a mi lado. Lo demás me la suda. 

Sus rotundas palabras la emocionaron. Jamás pensó Michelle que Max quisiera hacer público que ambos estaban juntos. Desde que se rumoreaba que mantenían una relación, los seguidores de los dos habían aumentado e incluso le pedían a ella que invitara al piloto a uno de sus vídeos, algo que rechazó más de una vez.

-Además, tienes que hablar con Anica, la chica que lleva las redes sociales del equipo -le dijo Max dejándola algo confusa por sus palabras.

-¿Y eso porqué?

-A los del departamento de prensa les gustó el post donde comentabas la carrera de Las Vegas y creo que quieren que hagas más, pero desde el equipo.

-¡Pero si ese post era de cachondeo! Lo único que hice fue quejarme de que tu traje tiene demasiadas capas y no puedo agarrarte el culo cuando te bajas del coche.

-Bueno, parece ser que tus comentarios han atraído mas seguidores al equipo, y joder, que les gustas más con ropa que sin ella.

-¿Y a ti como te gusto más? -Max detuvo los pasos de la pareja y la agarró de la cintura presionando su cuerpo con el suyo. Buscó su boca para besarla unos buenos segundos hasta saciarse de ella. Agarró su mano derecha en alto, para que ella también fuera consciente de sus palabras.

-A mi como más me gustas es con mi anillo en tu dedo, mi amor.

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* 1Destiny

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