🔥Gavi. El Ángel Oscuro
📍Barcelona
📅 Invierno de 2023
A los vampiros les vuelve locos la sangre de hada. Para ellos es como si fuera el más dulce y rico manjar que pueda existir en el mundo. Dicen que quien la prueba obtiene una gran fuerza, una rápida curación de sus heridas, la capacidad de volar y el poder caminar durante las horas solares sin ayuda de ningún tipo de magia.
Lo que más odian los vampiros, es la verbena, una planta cuya flor aborrecen y que incluso en enormes cantidades puede producirles la muerte, sin necesidad de otros artilugios.
Hay tantas leyendas, recomendaciones, suposiciones y opiniones sobre los vampiros que una no sabe ya lo que creer. Yo lo único de lo que me fio, es de mi perfume de verbena, el cual me protege de un posible ataque de estos repugnantes seres.
Porque si, soy un hada. Una maldita hada del agua. Y no, no tengo miles de años como otras de mi raza. Ni vivo en el bosque haciendo encantamientos. Lo que hago es ir a la Universidad a estudiar Ciencias del Mar. Vivir en un piso con una compañera que le encanta la fiesta, e ignorar a mi madre que cada día me recuerda lo que soy y para lo que estoy destinada.
Y yo, en vez de ser un hada del agua, buena y dulce, me dejó arrastrar por Duna, mi compañera de piso, a una de esas fiestas universitarias que se celebran día si y día también a lo largo y ancho de Barcelona.
- ¿No bebes nada más, Anna? -me pregunta ella señalando el vaso que tengo en mis manos.
- Ya me he tomado un ron cola y hasta aquí llega mi límite -Niego con mi cabeza en dirección a mi amiga. Me duele la cabeza de la música tan estridente y los olores de mi alrededor me revuelven el estómago. Solo llevo aquí una hora y es como si llevara media vida- oy fuera a tomar un poco el aire. No hace falta que me acompañes.
Me giro para que no me siga pues sé que con un rápido hechizo me encontraré mejor. Odio usar la magia. Prefiero hacer las cosas por mi misma, pero este dolor de cabeza me está matando. Es bastante fuerte. Nunca había sentido algo así en mi vida.
Salgo a trompicones del pub y busco un lugar algo más apartado. Justo al lado hay un callejón. Voy a pronunciar el hechizo cuando me viene una bocanada y vacío el contenido de mi estómago en el suelo. Me agacho porque el dolor de cabeza se ha intensificado y las punzadas en mis sienes son cada vez más intensas.
- ¿Estás bien?
No puedo ni abrir la boca para responder porque una especie de chirrido invade mi cabeza haciéndome sujetarla. La voz de un chico vuelve a preguntarme como estoy y a duras penas consigo contestarle.
- No me encuentro bien... la cabeza.
Un pequeño mareo provoca que me tambalee hacia atrás. Los brazos del chico me atrapan y me dejo agarrar por él. Su cercanía hace que el dolor disminuya, algo que agradezco. Su olor me embriaga y hace que todo mi cuerpo tiemble. Pequeños espasmos convulsionan en mi vientre y un jadeo sale de mi garganta.
- Estoy mejor, ya puedes soltarme -le digo para que deje de tocarme pues su cercanía me esta afectando demasiado.
- ¿Segura? -me pregunta él en un tono pausado y hasta bastante sensual.
- Si, estoy bien -le aparto las manos e intento levantarme, pero, otra vez ese horrible dolor de cabeza martillea de nuevo en mis sienes. Vuelvo a agarrarme a él pues temo caerme y el dolor desaparece en cuanto lo toco.
- No estás bien -me dice él. Mis manos se enlazan con sus antebrazos y cuando creo que la nubosidad de mis ojos desaparece, enfoco mi vista para fijarme en él.
Es algo más alto que yo, creo. Tiene el pelo castaño y unos ojos caramelo bastante bonitos. Su cara es atractiva y es joven, por lo que puedo deducir. Y está fuerte, algo que compruebo por los músculos que percibo debajo de su camisa. Su nariz baja hasta rozar mis mejillas y parece que está buscando algo en mi. Siento el roce de su aliento y un cosquilleo vuelve a atravesar todo mi cuerpo.
- Te han envenenado -me dice afirmando con rotundidad.
- ¿Qué estás diciendo? -me separo de él sorprendida por sus palabras. En cuanto mis manos dejan de tocarlo, el dolor de cabeza vuelve a hacer mella en mi. Es tan intenso que se me nubla la vista y caigo al suelo presa del más horrible de los dolores. Sus manos están sobre mi en cuestión de segundos con una rapidez que me asusta. Me acuna entre sus brazos y el dolor vuelve a desaparecer.
- Lo he olido en ti. Lo que me ha dejado esa horrible verbena que llevas puesta.
Alzo mis ojos como puedo sintiendo un escalofrío de miedo por todo mi cuerpo. Sus ojos caramelo ahora brillan más y sus labios se relamen mirando mi cuello. Sus puntiagudos colmillos asoman por su labio superior. Siento un ligero mareo por todo mi cuerpo y escucho mi ahogada voz antes de desmayarme.
- Mierda, eres un puto vampiro.
Abro mis ojos con pesadez. Me escuecen y siento una opresión en el pecho. Intento moverme pero tengo una mano en mi estómago que me lo impide. Enfoco como puedo y me doy cuenta de que el chico de antes, bueno, el vampiro, me tiene agarrada con posesión. Siento mi corazón latir con excesiva fuerza y el miedo se abre paso a través de todo mi cuerpo. Este es mi mayor temor. Estar tan cerca de estos seres del diablo.
- Cálmate, no voy a hacerte nada -el tono de su voz es pausado y relajado, y sé que pretende precisamente eso, que me tranquilice. Seguro que para luego morderme.
- Suéltame -le ordeno. Me pican los dedos y sé que de un momento a otro voy a lanzarle una bola de agua y dejará de agarrarme para siempre.
- Si lo hago, te volverá a doler la cabeza, y tu dolor ha aumentado de intensidad.
- Créeme, podré soportarlo -le digo con mordacidad pues deseo que deje de sujetarme.
- Como quieras.
Sus piernas, manos y cuerpo ya no están tocando mi piel. Al momento ese horrible dolor de cabeza vuelve a aparecer, y si, tal y como me ha dicho él, es aún más fuerte que antes. Tengo ganas de vomitar y se me está revolviendo el estómago. Todo me da vueltas y creo que me voy a desmayar. Al momento siento sus brazos que me agarran obligándome a poner a recostarme sobre su pecho. El dolor va disminuyendo hasta desaparecer del todo, a la vez que mis lágrimas llenan mis mejillas.
- ¿Qué me pasa? -le pregunto bastante asustada. Me agarro a esos brazos que ahora mismo son los únicos que me ayudan a no volverme loca.
- Te lo dije, te han envenenado.
- ¿Y porqué? ¿Y quién? ¿y cómo?
- No tengo respuestas para tus preguntas. Sólo sé que puedo oler el veneno en ti. Es fuerte e intenso. Puede ser que alguien te echara algo en la bebida, o quizás si comiste fuera...no tengo ni idea -su voz es muy dulce. Pero claro, es un vampiro y ellos hacen eso, hablarte despacio para luego embaucarte. Pero ahora mismo, me da igual, si quisiera morderme, ya lo habría hecho.
- ¿Dónde estoy? -le pregunto percatándome de que estamos acostados en una enorme cama de matrimonio en aún, un más grande dormitorio.
- En mi casa. Mi hermano y yo te trajimos aquí cuando empezaste a ponerte peor.
- ¿Vas a ayudarme? ¿o a morderme? -le pregunto bastante angustiada.
- O las dos cosas, si te apetece. Las chicas dicen que les encantan mis mordiscos en ciertas partes de su cuerpo.
Siento mis mejillas arder de forma considerable, pues el sexo no es algo que suela practicar con asiduidad. Y los vampiros son muy promiscuos. Por lo que dicen.
- ¿Cómo te llamas? -me pregunta acercándome aún más a su pecho. Desde aquí puedo oler como su perfume de limón llena mis fosas nasales, y puedo decir que es bastante agradable
- Anna, ¿y tú?
- Yo soy Pablo, y voy a intentar ayudarte, Anna.
- ¿Y porqué lo harías? -le preguntó con curiosidad.
- Porque quiero salvarte, para que tú puedas salvarme a mi.
Tengo hambre. Creo que no he comido nada desde ayer por la tarde. Aún sigo abrazada a Pablo. Creo que me dormí porque cuando me he despertado, de nuevo era de noche. De vez en cuando me separó de él, pero, el dolor de cabeza es tan insoportable que tengo que refugiarme en sus brazos de nuevo.
- Estoy escuchando rugir tu estómago, ¿tienes hambre? -ladeo un poco mi cabeza para encontrarme con sus almendrados ojos. Tanto rato en sus brazos me ha posibilitado el fijarme bien él, y tengo que admitir que es muy atractivo, pero, argg, es un puto vampiro y no debería pensar en lo bueno que está.
- Si, que tengo -le admito algo avergonzada pues mis tripas se encargan de confirmar lo evidente.
La puerta de la habitación se abre en ese momento entrando dos chicos por ella. Me refugio de nuevo en los brazos de Pablo porque puedo oler que también son vampiros, aunque su fragancia es más intensa.
- Tranquila, Anna, son sólo mis hermanos -su boca se posa en mi frente siendo más caliente de lo que pensaba. Me relajo en sus brazos, pero, sin abandonarlos en ningún momento- ¿Qué habéis averiguado?
- Hemos preguntado a los alquimistas y necesitamos una muestra de sangre para confirmar sus teorías -habla uno de ellos mirándome directamente a los ojos. Me apretujo más perdida en el cuello de Pablo pues juraría que lo he visto relamerse los labios en mi dirección.
- Nadie va a sacarme sangre -les digo con determinación porque si lo hacen, averiguaran lo que soy.
- Puedes estar tranquila, Anna, ya sabemos que eres una hada -las palabras de Pablo causan en mi bastante sorpresa y si, desasosiego. Estoy al parecer, en una casa, rodeada de vampiros que no sé lo que quieren hacer conmigo.
- Los alquimistas quieren saber con que te han drogado, y a partir de ahí, buscarán un antídoto -sigue diciendo uno de ellos, el cual, tiene un ligero acento canario inconfundible.
- Aja -les contestó alzando mi cabeza por encima de los hombros de Pablo- y después de que busquéis el antídoto, me lo tomo, me pongo buena y me bebéis la sangre, ¿es eso, no?
- Joder Anna -Pablo maldice a mi lado y sin soltarme se pasa su mano libre por su rebelde cabello- sólo queremos ayudarte.
- ¿Y porqué? -le preguntó mirándolo directamente a los ojos, porque es algo que me atormenta mucho.
- Porque le gustas -dice el otro chico que hasta ahora no había abierto la boca.
- ¡Balde! ¡Vete a tomar por culo, tío!
Pablo le grita y coge una almohada para arrojársela, pero en el momento que lo hace, sus brazos dejan de tocarme y el intenso dolor de cabeza me atrapa de nuevo, pero ésta vez es mucho peor que las otras veces, porque apenas puedo respirar y siento que la oscuridad me invade por completo. No escucho nada a mi alrededor de lo que pasa, pues es como si un chirrido se acercara cada vez más a mi. Escucho una voz, una amortiguada voz que me llama, y aunque al momento los brazos de Pablo están sobre mi cuerpo, estoy segura de que escuché a alguien decirme:
Vas a morir, Anna.
Llevo un par de días entre la conciencia y la inconsciencia. Los dos hermanos de Pablo, Pedri y Balde se intercambiaron por él para que pudiera descansar de mi. Aunque dicen que los vampiros nunca se cansan, pero hasta él lo necesitaba. Aunque son sus brazos los que me dan más alivio. Al final dejé que me sacaran sangre. Lo hizo uno de sus alquimistas y llevamos horas esperando los resultados. Intenté ducharme pero me desmayé en el baño y tuve que desistir. Me siento sucia, cansada y derrotada. Y si, a veces pienso que lo mejor sería que este dolor de cabeza me destruyera y acabar con todo.
Las lágrimas inundan mis mejillas sin que pueda evitarlo. Siento los brazos de Pablo como rodean mi cuerpo y recibo tiernos besos en mi cabeza, así como en mi cuello, haciendo que se me erice la piel.
- No llores, Anna, por favor, no lo hagas.
- Esto no es vida. No puedo más. Necesito levantarme de ésta cama, ir a clase, vivir... ¡Joder! Ya no tengo fuerzas para nada.
Mis sollozos son cada vez más profundos, a causa de mi dolor. Me atrae hacia su cuerpo hasta que mi espalda da en el colchón. Ambos nos miramos con anhelo y con algo más que no sé muy bien como describir. Sus ojos marrones se han tornado ahora de color negro y sus pupilas están más dilatadas a la vez que su respiración está agitada. Me relamo los labios presa de la anticipación y del deseo. Acerco mi boca a la suya para poder besarlo, pero, un ruido fuera, nos hace separarnos y volver a nuestra postura original.
El alquimista, Ferrán, entra por ella seguido de Pedri y Balde. Supongo que tendrán novedades, sino no estaría aquí. Se sienta en el sillón frente a la cama cuidando sus palabras antes de hablarme.
- Tengo los resultados de los análisis -me dice Ferrán sin variar su adusta expresión.
- ¿Y bien? -le preguntó presa del nerviosismo.
- Te han envenenado con Adelfa, el veneno...
- De las hadas -termino la frase por él siendo consciente de que estoy perdida. Si la verbena es mortal para los vampiros, la adelfa lo es para nosotras, las hadas. Llevo mis manos a la cara sabiendo que es cuestión de días en que deje de existir y me convierta en una gota de agua. Genial. Adiós a mis planes de futuro.
- Anna, no hay antídoto para la Adelfa -sigue diciéndome Ferrán cada vez más serio.
- Lo sé .-le contestó esbozando una débil sonrisa- mi abuela murió envenenada. Duró una semana, así que, supongo que en un par de días...seré agua.
Hago un gesto con mi mano señalando todo mi cuerpo como si lo borrara. El gesto de Pablo se ha endurecido y puedo notar como aprieta sus puños a ambos lados de sus costados.
- ¿No se puede hacer nada? -el tono de desesperación de la voz de Pablo me sorprende hasta a mi. Aunque no debería extrañarme. Llevamos muchos días en esta cama y hemos desarrollado cierta intimidad.
- Si hay algo que se pueda hacer -nos anuncia Ferrán- pero no te va a gustar, Anna.
- ¿En serio se puede hacer algo? -le pregunto bastante extrañada pues en los libros de mi familia no dice nada de que haya un antídoto para la Adelfa. Ferrán asiente y yo le hago un gesto para que continúe.
- Debes dejar que Pablo te muerda.
Miro a Pablo nerviosa, muy nerviosa. Trago saliva y siento como todas mis terminaciones nerviosas se ponen dislocadas.
- ¿Porqué quieres ducharte? -me repite Pablo de nuevo.
- Porque me siento sucia y si vamos a hacer algo tan íntimo como intercambiar nuestra sangre quiero oler bien.
- Joder, ya hueles de maravilla, Anna.
- Eso es porque estás deseando hincarme el diente -intento hacerle una broma pero desisto al ver lo serio que está.
- Si, lo admito, estoy deseando probar tu sangre porque quiero probarte a ti. ¿Sabes que algunas mujeres tienen orgasmos cuando bebemos de ellas?
Su sensual sonrisa hace que mi vientre sufra un espasmo por sus palabras. Si, yo también lo había escuchado y mirándolo, sé que va a pasar. No voy a poder reprimirme porque llevo muchos días junto a su cuerpo y ya es un suplicio tenerlo tan cerca y no hacer nada. Putas hormonas que me tienen revolucionada. O tal vez es la Adelfa que me tiene loca.
- Te voy a ver desnuda -me advierte aún con esa sonrisa traviesa en su boca.
- Créeme, o me curas o me muero, el menor de mis males es que me veas desnuda.
Pero cuando él empieza a desnudarme, para no dejar de tocarme y yo hago lo mismo, quedando los dos desnudos uno junto al otro, me doy cuenta de que es una mala idea. Porque todo mi cuerpo está reclamando que él me toque. Y eso que aún no me ha mordido, porque sé que en cuanto lo haga, voy a perder la poca cordura que me queda.
Entramos juntos en la ducha, después de que él la haya encendido. Tiene dos duchas, una en cada pared. Dejo que el agua caiga por mi cuerpo aún con sus manos en mi cintura. Es una sensación maravillosa sentir como los chorros limpian mi piel. Sus manos suben lentamente hasta posarse en mis pechos. Mis pezones están duros a su contacto y mis piernas se aprietan presa del más puro deseo.
- Anna.
Su nombre es una caricia sensual que hace que todo mi cuerpo tiemble. La voz de los vampiros cuando quieren seducir a sus presas dicen que es de lo más erótico que puede haber. Pues bien, la de Pablo va más allá del deseo. Es pura lujuria. Me giro hasta estar frente a él. El agua cae a nuestro alrededor y mis ganas por besarlo y ser besada aumentan a cada minuto. Su boca se acerca lentamente. La posa encima de la mía y en cuanto lo hace, siento un cosquilleo en todo mi cuerpo y como la magia fluye por mis venas.
Sus manos siguen en mis pechos y yo llevo las mías a su culo, el cual aprieto a mi antojo. Nuestras lenguas y bocas luchan una batalla que sabemos que los dos vamos a ganar. Relame mis labios y puedo sentir la punta de sus colmillos como rozan mi labio inferior. Un agudo gemido sale de mi garganta cuando siento su pene rozando mi estómago.
- Hazlo ahora, Pablo.
- ¿Estás segura? Podemos ir a la cama y...
Mi boca lo besa de forma salvaje. Mi mano extendida hace que el agua de nuestro alrededor se expanda y caiga sobre nosotros como a cámara lenta. Lo beso desesperada, y ansiosa. Pablo agarra una de mis piernas y la sube sujetándola a su cintura. Su pene busca mi entrada muy despacio, rozándose cada vez más. Su mirada vuelve a tornarse oscura, negra como la noche. Abre su boca dejándome ver sus colmillos y lejos de darme miedo, lo que hace es aumentar mis ganas de él. De una sola embestida, Pablo entra en mi a la vez que sus dientes se clavan en mi cuello.
El placer que estoy sintiendo es indescriptible. Lo siento dentro de mi embestirme una y otra vez mientras su boca succiona mi envenenada sangre, tal y como le dijo Ferrán que tenía que hacer. Él me limpiaba de veneno, y yo hacía lo mismo con él para poder limpiarme yo. Una de sus manos se posa en los azulejos de detrás de mi con tanta fuerza que los traspasa. Mi mano impide que los restos caigan sobre nosotros dejándolos caer lentamente al suelo.
- Pablo -mi voz sale como un balbuceo pues apenas soy capaz de respirar. Tenía razón, cuando un vampiro te muerde en todo tu cuerpo se desata un infierno que me hace querer estallar en pedazos.
Pablo sigue moviéndose cada vez más rápido, de la misma manera que drena la sangre de mi cuerpo. Me siento pesada y cansada en sus brazos teniendo que sujetarme pues temo caerme. Mis piernas tiemblan y un cosquilleo se apodera de todo mi cuerpo cuando siento como el orgasmo me invade por completo. Él deja de beber mi sangre y echa su cabeza hacia atrás emitiendo un terrible rugido a la vez que toda su esencia se derrama en mi.
Casi no puedo ni abrir los ojos de como me siento. Pablo parece una fiera salvaje, con todo su cuerpo desnudo y mojado, y mi sangre chorreando por su boca.
- Te tengo, Anna, te tengo.
Su voz es lo último que oigo antes de desmayarme sin siquiera saber si volveré a despertar.
Estiro los brazos y bostezo repetidamente mientras abro los ojos. Recuerdos de la noche anterior se instalan en mi cabeza haciéndome sonreír. La boca de Pablo en todo mi cuerpo. Sus dientes succionando en lugares que deberían estar prohibidos. El sabor de su sangre en mi boca. Deliciosa, por cierto.
- Tú si que eres deliciosa, Anna.
Me giro sonriendo para verlo sentado en la cama con una sonrisa de medio lado. Esta es otra de las cosas que descubrimos anoche. Ahora podemos leernos el pensamiento el uno al otro. Y he descubierto cosas bastante interesantes de él.
- ¿Cómo te sientes? -me pregunta acercándose a mi. Su mano me quita un mechón de pelo de la oreja y se detiene delineando mis labios con su pulgar.
- Viva -le respondo riéndome.
- Bueno, si tenemos en cuenta la cantidad de sangre que bebiste de mi anoche, por lo menos has ganado un par de décadas más de vida.
- ¿En serio? -me incorporo en la cama incrédula ante lo que me dice. Normalmente, las hadas tenemos una cierta vida longeva. Podemos llegar perfectamente casi a los 150 años pues envejecemos más lentamente, pero, no contaba con las propiedades que da la sangre de vampiro.
- No solo tu sangre tiene propiedades mágicas, la mía también.
- ¿Y cómo te sientes? dicen que la sangre de hada es como si te tomaras una caja entera de Red Bull.
Pablo se empieza a reír y lo veo relamerse los labios bajando su vista. La sábana se me ha resbalado dejando mis pechos al descubierto, y si, haciendo de nuevo que mi vientre palpite de deseo.
- Fuerte. Con ganas de quemar el mundo, pero...con más ganas de otra cosa.
Sus labios se estrellan contra los míos haciendo que me tumbe de nuevo en la cama. Me aparta la sábana mientras yo abro mis piernas para que pueda colarse en ellas. Sus manos agarran las mías y las pone por encima de mi cabeza. Una sonrisa maléfica se instala en su rostro consiguiendo que mi deseo por él aumente de nuevo.
- La de cosas que quiero hacerte, Anna -me dice bajando su boca a mi cuello para rozarlo con sus colmillos.
- Se te olvida que ahora puedo leerte la mente, Pablo -le contestó. Él alza su cabeza y el brillo dorado de sus ojos se clava en los míos con intensidad.
- Pues si ya lo sabes, date la vuelta, Anna. Quiero morderte en el culo.
- ¿Porqué piensas que fue alguien de la Universidad? -le pregunto a Pablo mientras caminamos agarrados de la mano por el Campus Universitario.
- Fuiste a una fiesta Universitaria y sigo pensando que alguien te echo algo en tu bebida. A estas alturas, el que sea pensará que estás muerta, así que, le daremos una sorpresa esta mañana. Yo soy muy bueno leyendo expresiones, y tú, seguro que puedes ver algo en el aura de las personas.
Pablo y yo hemos adquirido nuevos poderes desde que ambos tomamos la sangre del otro. Nuestro vínculo se ha fortalecido, a la vez que hemos desarrollado un sentimiento profundo de apego, y de protección entre los dos. Si, somos novios. Eso es innegable. Yo no quiero que él beba la sangre de nadie y Pablo no soporta que otro me toque.
Si mi madre o la gente de mi aquelarre se entera de que estoy con un vampiro, pondrán el grito en el cielo, pero, lo que siento por Pablo va más allá de lo racional, y no se me olvida que él me salvó la vida.
- Entonces, ¿puedes caminar bajo la luz del sol porque tienes un anillo como los de "Crónicas Vampíricas"? -le pregunto ganándome una carcajada por su parte.
- Para nada. Podemos salir al sol, pero no exponernos mucho rato y a determinadas horas. El sol nos debilita, pero, no nos quema.
- ¿Y los ajos y los crucifijos?
- Leyendas urbanas cristianas.
- Pero, si te corto la cabeza o te clavo una estaca en el corazón, ¿te mueres?
- Pues como a cualquiera que se lo hagan, Anna. Además, ¿para que quieres saberlo?
- Para saber lo que tengo que hacer si te vas con otra -le respondo encogiendo mis hombros. Pablo se para a la entrada de las escaleras que nos llevan a mi primera clase del día. Sus dedos están en mi mejilla y sus ojos se han vuelto más dorados de nuevo. Se ponen de ese color cada vez que está conmigo.
- Te encontré, Anna. Te dije que tú me salvarías, y es cierto. Llevo muchas décadas solo. Sin un alma gemela ni nadie que me acompañe en esta oscura existencia, pero tú, tú has iluminado mi vida. Así que no, no voy a irme con otra. Eres mi compañera, que no se te olvide.
Sus labios rozan los míos unos instantes. Me agarro a su cuello emocionada por sus palabras y creyéndome cada una de ellas. He estado en su cabeza y sé lo que siente por mi.
- ¿Anna? ¿Qué haces aquí?
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo al escuchar esa voz. Es la misma que la de mi sueño, la que me atormentaba con esos horribles dolores de cabeza. En ese momento no era capaz de distinguirla, pero ahora que puedo pensar con claridad, ahora si que sé que es ella. Me separo de Pablo y él nota mi incomodidad, y si, también mi miedo. Su cuerpo permanece a mi lado agarrándome de la cintura para protegerme.
- Duna, ¿porqué lo hiciste?
Aún me cuesta admitir que la que hasta ahora era mi mejor amiga, me haya envenenado. Y el porqué lo ha hecho es tan absurdo que encima me hace sentir peor. Tenía envidia de mis notas y de mis poderes. Porque si, no sé como lo hizo pero se enteró que era un hada. Y es horrible sentirse así. Que las personas de tu alrededor te engañan.
- ¿Estás más tranquila? -los brazos de Pablo siguen envolviendo mi cuerpo. Asiento sin levantar mi cabeza y solo sigo refugiada en su pecho que es lo único que me apetece.
- ¿Qué pasará con ella?
- Ferrán se está encargando, tú por eso, no te preocupes.
Sus dedos trazan caricias en mi espalda intentando calmar toda esa quietud que aún me atenaza. No sé ni cuanto tiempo llevo así abrazada a él, sólo sé que no quiero dejarlo.
- ¿Tienes hambre? -me pregunta intentando desviar mi atención de todo lo sucedido esta mañana con Duna.
- Si, si que tengo -me incorporo dejando la seguridad de su pecho para, a continuación, pasar mis piernas por ambos lados de sus caderas. Sus manos se posan en mi cintura y mi agitada respiración golpea en su mejilla.
- ¿Y qué es lo que quieres? -la punta de sus colmillos asoman por su labio inferior produciéndome un espasmo en mi vientre que se convierte en algo doloroso a causa del deseo que siento por él.
- A ti, y luego comida de verdad -mis labios se estrellan con los suyos en un beso que no tiene nada de lento. Es salvaje, posesivo, el de dos animales que lo quieren uno del otro. Porque así me siento por Pablo. Hace tiempo que perdí la razón y la cordura. Hace tiempo que comprendí que él es mi locura.
Pablo me gira hasta que mi espalda rebota con el colchón. Sus dientes arañan la piel de mi cuello y tiemblo deseando ser mordida de nuevo por él.
- Hoy te voy a morder las tetas -me dice con ese tono tan sensual que revuelve todo mi cuerpo.
Sus dedos bajan con extrema lentitud los tirantes de mi camiseta. Su boca se posa en mi escote con mucha suavidad. Siento sus colmillos como van rozando mi piel hasta llegar a uno de mis pechos. Los latidos de mi corazón van acelerados. Locos. Me agarro a sus hombros y echo mi cabeza hacia atrás dándole más fácil acceso a mis pechos. En cuanto su lengua toca uno de ellos, mi cuerpo entero se arquea deseando más.
- Eres deliciosa, Anna. No sólo tu sangre. Toda tú.
Sus colmillos atraviesan mi pecho desatando todo un torbellino de fuego en mi cuerpo. Mis altos gemidos resuenan en la habitación dificultándome el respirar con facilidad. Pablo me levanta de las caderas y a continuación me deja caer justo encima de su pene, el cual me llena por completo.
Sus embestidas acompañan un frenesí de mordidas. Llevo mis manos al pelo y me lo levanto sin dejar de moverme encima de él. Los dos juntos somos una locura. El cielo y el infierno. Y cuando los dos estallamos juntos, todo enloquece a nuestro alrededor.
Me dejo caer encima de su pecho, rendida y satisfecha. Aún está dentro de mi. Aún lo siento reclamándome como suya.
- Lo eres, Anna. Te amo, y eres mía para siempre.
Bajo las escaleras que me llevan al sótano donde se supone que está Duna. Mi corazón golpea en mi pecho y estoy algo nerviosa por que no quiero tener que justificar porque estoy aquí. Pero necesito hablar con ella o creo que me voy a volver loca. Llego al final de los escalones y tuerzo a la derecha guiándome por mi instinto. El poco iluminado pasillo me lleva hacia la última celda, donde la que hasta ahora era mi amiga, yace en un camastro.
- Duna.
En cuanto pronuncio su nombre, ella se levanta y viene hacia mi con la cara desencajada y su voz desesperada.
- ¡Anna! ¡Tienes que sacarme de aquí! ¡Yo no he hecho nada! ¡Él me engañó!
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo avivando mis sospechas. Aprieto la pequeña botella que tengo en mi mano, aquella que encontré esta mañana debajo de un cajón en la habitación de Pablo.
- Habla -levanto una de mis manos y le ordeno a Duna que hable.
- Él me obligó. Se metió en mi cabeza y me dijo que te echara ese líquido en tu bebida. Me prometió dinero. Mucho dinero.
La rabia y la furia se abren paso a través de mis venas. Deseo apretar el cuello de esta zorra hasta que muera, lo que casi me pasa por su culpa.
- ¿Quién fue, Duna?
- Me matará si te lo digo -ella empieza a llorar temblando violentamente, pero sinceramente sus lágrimas me importan una mierda.
- Puedo partirte el cuello de un sólo movimiento. Habla
Duna empieza a llorar ante mí desesperación. Algo ve en mis ojos que la hacen palidecer.
- Pablo. Fue Pablo.
Las palmas de la mano me escuecen. Siento todo mi poder fluir por ellas. Mi sed de venganza aumenta a cada paso que doy. Así en cuanto entro en la habitación y veo a Pablo, voy directa a por él acorralándolo contra la pared. Una pícara sonrisa sale de su boca mientras me agarra de la cintura. Pero esa sonrisa muere en su rostro cuando la estaca que llevo en mis manos la sitúo justo encima de su pecho.
Su mirada se torna acristalada a la vez que su rostro se muestra abatido.
- Lo sabes, ¿verdad? -me pregunta él con cierto tono de arrogancia que me desesperad.
- Dame una buena razón para que no te deje clavado en esta pared por los siglos de los siglos.
- Prefiero que lo veas por ti misma.
Pablo me agarra una de mis manos y la pone en su cabeza cerrando los ojos. A los pocos segundos imágenes mías inundan mi mente: yo con 13 años a punto de ser atropellada por un coche en un paso de peatones y siendo arrojada hacia atrás por una fuerza misteriosa, con 14 años casi me caigo por un precipicio y de nuevo fui salvada, con 15 años me enrolle con un chico misterioso en un armario dónde se celebraba una fiesta, imágenes de mi graduación, cumpleaños, fiestas... Y siempre con la presencia de Pablo. Siempre a mi alrededor como un oscuro ángel guardián.
Puedo sentir su profundo y sincero amor por mi. Año tras año. Día tras día. Amándome en silencio. Esperando una oportunidad que nunca llegaba.
Trazo un maquiavélico plan con tal de tenerme más cerca. De que me enamorara de él. A expensas de que casi muriera.
- No iba a permitir que murieras. Sólo quería que te marearas un poquito y ya está -me cuenta sin ser capaz ni de mirarme- pero esa inútil de Duna le echó más Adelfa a tu bebida, y todo se descontroló.
Suelto su mano con rabia y me alejo de él sintiéndome traicionada y dudando de mi amor por él. Porque si, lo amo. Puedo escuchar el siseo de sus dientes mientras me alejo, pues el rechazo de su compañera para un vampiro es mortal, incluso llevándolo a esa misma muerte.
- Anna, perdóname. Yo te amo. Llevo toda tu vida amándote.
Me giro para encararlo. Sé que no me miente. Pero me engañó. Y casi me mata. Por amor.
Alzo mi estaca elevándola en el aire y la arrojo con todas mis fuerzas en su dirección. Él ni se mueve. Cierra sus ojos y me da una última mirada que se me clava en el alma.
Y cuando los abre, se queda mirando como la madera casi traspasa la pared.
- La próxima vez que me engañes, te la clavaré en el corazón y le daré tu cuerpo a los cerdos para que te devoren, ¿me has entendido? -Pablo mueve su cabeza asintiendo con una media sonrisa que me hace rodar mis ojos.
- Anna, lo siento tanto.
- Guárdate tus disculpas para otro día -le digo haciendo un aspaviento con mi mano- mi madre nos espera. Le he hablado de ti y quiere conocerte. Y créeme Pablo, desearas que te hubiera clavado esa estaca.
- Pero... ¿te quedas conmigo?
El anhelo con el que me lo pregunta me hace hasta gracia porque en verdad luce desesperado por mi. Esbozo una pequeña sonrisa en su dirección.
- Siempre, Pablo.
*** Mis desvaríos nocturnos con anastark_ y juli_16_01 más una apuesta que he perdido, es el resultado de esta loca historia. Últimamente me está dando por escribir cositas así que las encuentro más entretenidas que lo que hago normalmente. Espero que os haya gustado ***
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