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Ferrán Torres. Por tu boca

📍Donaueschingen, Alemania

-Que sepas que la puta de mi hermana te engañaba con Le Normand mientras salíais juntos.

Aparto la boca de la botella de agua que me iba a beber intentando procesar las palabras que ella acaba de decirme. Incrédulo, la miro, viendo en su rostro una expresión arrogante y chulesca, una que no es la primera vez que percibo en ella.

Rocaya, la hermana de mi ex. Tan altanera como atractiva. Tan orgullosa como dulce. Y un grano en el culo para su hermana, aunque deliciosa para mi.

-Y me lo dices ahora, ¿por? -le pregunto intentando mantener la calma de algo que sospechaba y que ella me ha confirmado.

-Porque la prensa está especulando que os vais a ver en la Euro y quiero prevenirte por si se te pasa por la cabeza volver con ella. Sigue con Le Normand, por cierto. 

-¿Te das cuenta de que estás hablándome mal de tu hermana? -le pregunto pues mi perplejidad por lo que me cuenta crece en aumento.

-¿De esa puta? si, lo estoy haciendo. 

-¿Y porqué?

-Porque me caes bien, Ferrán -ella encoge sus hombros y seguidamente me quita la botella de las manos para darle un largo trago de agua, algo que dejo que haga sin ninguna oposición- y no quiero que hagas el idiota con ella, bastante lo hiciste cuando salíais.

Agito mi cabeza de un lado a otro, mirando de nuevo a Rocaya. Pasó de los 19 hace algunos meses pero aún en su rostro conserva la inocencia de la edad, mezclada con unas adorables pecas que acentúan aún más su belleza. Porque ella lo es, guapa, más que su hermana, aunque Sira siempre intentará menospreciarla diciéndole que estaba gorda y que era fea. Nada más lejos de la realidad. Tiene una talla normal, no está ni muy delgada ni muy gruesa, solo perfecta, o por lo menos a mi me lo parece.

-¿Y tú que haces aquí? no me digas que sales con algún jugador -ella termina de beberse el agua y busca a continuación una papelera donde arrojar el envase vacío, para, segundos después, girarse y darme una larga mirada que maldita sea si no me roba el aliento la condenada.

-No creo que haya ninguno digno de comerme la boca -es la arrogante respuesta que ella me da, consiguiendo que esboce una sonrisa pues ha dicho muy en serio sus palabras- bueno, solo hay uno al que le dejaría besarme, pero es ciego y no se ha dado cuenta ni de que existo.

La pequeña Martínez apoya uno de sus pies sobre el suelo moviéndolo enérgicamente, mientras resopla un par de veces por la boca. No puedo evitar darle un repaso a su figura. Enfundada en un pantalón corto blanco, al cual acompaña una camisa azul anudada a su cintura, sus piernas son las que más llaman mi atención, secándome la boca la tentadora visión que tengo frente a mi.

-No has contestado mi pregunta -le recuerdo cuando he decidido que mi escrutinio sobre ella ya es suficiente

-Estoy de becaria en Telecom, uno de vuestros patrocinadores. Yo no quería venir porque no quiero que se entere nadie de que lo hago, pero, soy la becaria y no tengo ni voz ni voto -me cuenta algo molesta. Rocaya siempre se ha mantenido lejos de la selección, pues lo que menos le gustaba es que la gente supiera que era hija de Luis Enrique, nuestro antiguo seleccionador.

-Supongo que te veré por aquí, entonces -mojo mis labios uno contra el otro, viendo como ella los mira. Una pequeña sonrisa se forma en mi rostro a causa de la intensa mirada que Rocaya tiene sobre mi. 

-Por desgracia, si. 

Rocaya se da la vuelta para marcharse, como si fuera Julio César, llegué, vi y conquisté, que es lo que parece que ha hecho conmigo, pues su presencia no me es para nada indiferente.

-Rocaya -la llamó no queriendo que se vaya, girándose ella al escuchar su nombre- ¿Qué coño te ha hecho tu hermana para que la odies tanto?

-Fácil -.contesta antes de darse la vuelta otra vez- le dije que me gustaba un chico y la muy puta salió con él. 

📆 UN PAR DE DÍAS DESPUÉS

Que Rocaya me dijera que Sira estaba conmigo y con Robin, no es algo que me haya afectado. Sabía que me ponía los cuernos y por eso la dejé, negándomelo ella un par de veces, y sin yo creerla. Si siguen juntos, es algo que me da igual. Sira me hizo sufrir mucho durante nuestra relación, hasta el punto de tener que necesitar ayuda psicológica tras dejarla. Cuando por fin le puse nombre a mis ansiedades, es cuando más me relajé y hasta eso se notó en el terreno de juego. No estaría hoy aquí si no fuera así.

-¿Esa no es Rocaya? -mi amigo Pedri me señala a la castaña de melena ondulada que está a un lado del stand donde debemos sentarnos para atender a los aficionados que hoy han venido a conocernos.

-Si, es ella -le respondo sin poder ni querer apartar mi vista de la chica, sobre todo pensando en las palabras que me dijo la última vez que nos vimos.

-Está más guapa. No sé porque coño Sira siempre decía que su hermana era muy fea, a mi me parece muy linda -le doy la razón a las palabras de Pedri, adelantando mis pasos hacia donde está, y lo hago más porque no quiero que nadie que no sea yo se le acerque.

-Te queda bien la camiseta blanca -le digo una vez estoy a su lado. Ella sisea un par de veces, dándome una larga mirada que hasta consigue ponerme nervioso.

-Ya sabes que yo soy del Madrid, y no solo el blanco me queda bien, todo en mi luce fabuloso.

Rocaya agita su melena un par de veces, dándole más énfasis a sus palabras. Lo de que sea del Madrid, es verdad. Llegué a pensar que se hizo aficionada del club merengue para molestar a todos en casa porque son del Barcelona, pero, yo que la he visto ver un partido de los blancos, sé que no exagera su pasión por el Real Madrid.

-¿Cuándo descansas? -le pregunto deseando poder estar un rato a solas lejos de miradas ajenas.

-Ahora -me responde esbozando una traviesa sonrisa a la vez que me guiña un ojo.

-¿Quieres dar un paseo conmigo?

-Cuidado, Torres, o la gente pensará que quieres darle celos a mi hermana -se burla ella, sacándome la lengua a continuación.

-A mi lo que la gente piense, me suda la polla, yo sólo quiero estar contigo.

Admito que mis palabras están siendo demasiado sinceras, a juzgar por como Rocaya me mira. Una mezcla de confusión y emoción se forma en su rostro, mordiéndose ella el labio inferior de manera algo nerviosa. Le pide permiso a uno de sus compañeros y segundos después, se sitúa a mi lado, alejándonos ambos del vestíbulo del hotel. 

-Mañana viene -me dice ella mientras yo dirijo nuestros pasos hacia el jardín.

-¿Quién?

-Mi hermana.

-Me da igual, Rocaya. Si crees que aún siento algo por ella, no es así. Sira me importa menos que una mierda -mis palabras la hacen reír, de forma nerviosa, pero lo hacen. 

Atravesamos ambos un pasillo, en cuyo fondo hay una puerta acristalada. Me hago a un lado para que sea ella quien pase primero, recibiendo mis fosas nasales un embriagador aroma a cítricos. 

-Estás demasiado preocupada por si vuelvo con tu hermana -le digo una vez ambos estamos en ese jardín, llevándola hacia una zona algo más alejada, en concreto hacia las columnas que hay en un lateral de este.

-Pues si -me contesta ella sin un titubeo, sorprendiéndome cada vez más sus palabras.

-¿Y porqué, Rocaya? -detengo mis pasos frente a una de las columnas. Ella baja su cabeza como si estuviera avergonzada, gesto este que altera los latidos de mi corazón, algo alocados siempre que la veo. 

-Por nada -me contesta aún con su vista en el suelo.

Decido ser algo audaz, tomando su barbilla entre mis dedos y levantándola para que me mire. Porque quiero que su verde mirada esté en mi y que esos ojos solo estén sobre los míos.

-Sigues estando ciego, Ferrán.

Rocaya se deshace de mis dedos, dándose la vuelta para huir. Solo me toma unos segundos asimilar sus palabras, justo a tiempo de tomarla del brazo para que no se vaya. Su cuerpo choca contra el mío, formándose en su boca un ronco gemido. Es la vez que más cerca la he tenido en la vida, y dejarla escapar no es ahora una opción.

-Ciego sería si no me hubiera dado cuenta de lo hermosa que eres, de todas esas veces que escondías la mirada cuando yo estaba cerca, de como me sonreías cuando te decía cualquier tontería y de como sufrías cuando Sira no me trataba bien. No soy un ciego, porque te veo a ti, a tu preciosa mirada, a esos labios que maldita sea, deseo besar, y no puedo ser ciego como me miras como lo haces ahora.

Rocaya contiene el aliento abriendo su boca muy sorprendida. Ni yo mismo esperaba decirle todo lo que acabo de confesarle, pero, aprendí a base de hostias, que callarme y no luchar por lo que me importa no era una opción, y la castaña que tiembla entre mis brazos si que lo es.

-Ferrán -mi nombre suena en sus labios casi como un susurro. Mis dedos se deslizan hasta anclarse en su cintura, aprisionando más mi cuerpo contra el suyo. 

-¿Era yo ese chico con el que tú hermana salió?

Impulsiva. Ella siempre lo ha sido. Como lo es ahora. Ella atrapa mi labio inferior entre los suyos tirando de estos con una inusitada desesperación. Hundo más mis dedos en su cintura, derretido a causa del efecto que el beso tiene en mi. Su lengua delinea mi labio superior, de una forma lenta y provocadora, haciendo lo mismo después con el inferior. Abro mi boca dejando que esa maldita lengua entre en ella, buscando la mía y rozándola de una forma lenta y suave. Deslizo mis manos por su cintura, hasta tomar su pelo entre ellas, tiro de este haciendo que su cabeza se incline un poco y así dejarme tomar más de ella.

Adictiva y arrebatadora es su boca, de besos urgentes, los cuales paladeo como si fueran el mejor sabor que he tenido en la vida en mis labios. Ahora soy yo el que ataco su boca, una vez la he dejado apoyada contra una de esas oportunas columnas. No quiero ser suave con ella, quiero tomarlo todo de Rocaya. Aplasto mis labios contra la de ella, haciéndola gemir en mi garganta. Aprisiono aún más mi cuerpo contra el suyo como si quisiera que ambos nos fundiéramos en uno solo.

No es hasta que siento agitarse su respiración que me aparto de ella para que pueda respirar. Y lo que veo en su rostro, provoca en mi un vuelco en mi corazón y también en mi estómago. Sus labios están rojizos e hinchados. Su rostro, sonrosado e iluminado. Y sus ojos, intensos y embriagados de mi mirada. Pero no es hasta que ella habla, que todos los vellos de mi piel se erizan a causa de sus palabras. 

-Ferrán, me gustas.

📆 DÍAS DESPUÉS

Miro de nuevo la hora en mi teléfono, nervioso aún aunque solo hayan pasado apenas unos minutos. Toda esa inquietud se calma cuando ella aparece y me regala una amplia sonrisa que de nuevo hace aletear mi estómago. 

-Casi metes un gol -es lo primero que me dice cuando va a sentarse a mi lado, pero, yo tengo otros planes con ella y acabo cogiéndola de la cintura para sentarla sobre mis rodillas. Apenas pone oposición a lo que hago, pues pasa sus brazos por mi cuello dejando que yo ponga mis manos sobre su cuerpo.

-Mira que estaba motivado.

-Ajá, ¿y porqué estabas motivado? -me pregunta acompañando sus palabras por una mordida exquisita y provocadora de labios.

-Por tu boca.

Esta vez soy yo el que la pilla desprevenida. Presiono mis labios con los suyos de forma lenta y suave, pues deseo embriagarme bien de su sabor. Desmadejada y rendida a mi, Rocaya abre sus labios dejando que mi lengua penetre en ellos frotando la suya con la mía. Mis dedos se clavan en la piel desnuda de su muslo, deleitándome en la suavidad de estos y como se erizan sus vellos al tocarla. El cosquilleo latente en mi boca es a causa de como ella la toma, mordiéndola incluso un poco antes de separarse de mi. 

-¿Como es eso que tú me viste a mí y yo a ti no? -mordisqueo su cuello mientras le hablo queriendo saber una respuesta que lleva días torturándome. Cuando ella le dijo a su hermana que yo le gustaba.

-Supongo que por la edad. Yo solo tenía 16 años la primera vez que te vi. Fuimos a Sevilla a ver jugar a la selección. Nos presentaron pero tú te fijaste más en mi hermana.

-Te equivocas, pequeña -rozo mi nariz con la suya buscando de nuevo su boca para besarla. La adicción que siento por sus besos es algo que se acrecienta con cada caricia de los míos con los suyos- llevabas un pantalón negro con las rodillas desgarradas. Una sudadera blanca de Nike y te sonrojaste al mirarme. Tus ojos me llamaron mucho la atención. No podías esconder lo nerviosa que estabas.

De nuevo percibo en ella ese sonrojo que colorea sus mejillas. Pongo una de mis manos en su cuello, notando en mis yemas su acelerado pulso.

-Le dije a Sira que me gustabas y ella me dijo que tú nunca te fijarías en una niñata como yo. Durante meses sabía de mi fascinación por ti y la muy perra se calló hasta el día que te trajo a casa. Creí que me iba a morir al verte de la mano de ella.

Sus ojos brillan tras su confesion. Puedo ver en Rocaya lo dolorida que aún está por la traición de su hermana. Que lo fue.

-Siento mucho que lo pasaras mal por mi culpa.

Es lo único que me atrevo a decirle, escondiendo la verdad. Salí con Sira porque ella me engatusó. Le pregunté por su hermana y me dijo que tenía novio y salir con alguien de 16 estaba mal. Aunque no buscara nada más en Rocaya que estar a su lado.

Salir con Sira fue tóxico pero aguanté porque podía verla a ella.

-Si que me fijé en tí, nunca dejé de hacerlo, Rocaya.

- ¿Y qué quieres ahora de mi?

Me refugio en su cuello besando este con pequeños y rotundos besos que provocan en ella largos y pesados suspiros. Aún tiembla entre mis brazos. Aún se muestra inquieta y nerviosa.

-Lo quiero todo de ti, mi Rocaya.

🗓️ DIAS DESPUÉS

-Di que si -mis dedos se entrelazan con los suyos tirando de su cuerpo hasta tenerla encima de mi. Su traviesa sonrisa muere en mi boca cuando tomo sus labios para besarla. Ella y su boca me pertenecen.

-Me está costando mucho negarte nada, Ferrán -me admite descansando su cabeza sobre mi pecho.

- Tú. Yo. Islas Mauricio y bien alejados de todos.

Puedo sentirla reir, algo que también adoro en ella. Solo tiene que levantar su cabeza y complacerme al fin a mí propuesta.

-Si, me iré contigo de vacaciones.

Casi chillo por su respuesta pues pensé que me costaría más convencerla y por suerte, no ha sido así. La agarró de las nalgas dándole la vuelta hasta tenerla bajo mi cuerpo. Su rostro de expresiones sinceras no pueden esconder la misma emoción que me embarga a mí.

-Si me miras así, acabaré enamorándome de tí, Rocaya.

La timidez se muestra de nuevo en ella cuando se muerde los labios sin dejar de mirarme. El verde de sus ojos se muestra hoy más brillante, acentuado su color cuando posa su mirada en mi.

-Yo llevo tiempo enamorada de tí -mi corazón sufre un vuelco de nuevo y casi estalla de felicidad, por ella y por todo lo que ambos estamos creando.

Único.

Nuestro.

Rozo sus labios solo unos segundos, acaparando los suyos de forma lenta y tortuosa. Quiero tener siempre su sabor en mi boca. Quiero embriagarme de ella y de todo lo que significa para mí.

-Estan llamando a la puerta.

Apenas me he percatado de esos golpes, molestos, que me hacen levantarme a desgana, no queriendo dejar a la preciosa chica que hay en mi cama. Le ofrezco una sonrisa antes de abrir la puerta, muriendo la sonrisa en mis labios al ver quién hay tras ella.

-Hola, Ferrán, te estaba buscando.

Asisto perplejo a la presencia de mi ex-novia frente a mí, y como ella quiere entrar en la habitación, algo que le impido cerrando aún más la puerta.

-Estoy ocupado, Sira -le respondo intentando que se vaya y me deje hablar.

-Tengo que hablar contigo. Me gustaría pedirte perdón por...

-¿Follarte a Robin mientras estabas conmigo? -por su gesto sorprendido veo que las palabras de Rocaya son ciertas, aunque nunca dudé de ellas.

-¿Qué? ¿Quién te ha dicho eso? No es verdad -una furiosa mueca se muestra en su cara intentando disimular la verdad que le he echado en cara.

-Se lo he dicho yo.

Rocaya sujeta la puerta abriéndola un poco más para que su hermana pueda verla bien. Al momento, Sira abre sus ojos muy sorprendida a la vez que en su rostro se forma una furiosa expresión.

-¡Es que lo sabía! -le grita Sira a su hermana manteniendo la rabia en su rostro- ¡estabas esperando que lo dejara para lanzarte a por él! ¡Zorra!

-Te recuerdo que te dejé yo, hace más de seis meses. Hazme un favor y lárgate, que nos estabas interrumpiendo.

Estoy por cerrar la puerta para quitarme de encima a mí molesta ex, cuando ella dirige su veneno hacia su hermana.

- Se lo diré a papá, Rocaya, verás que pronto acaban tus prácticas en Telecom.

Le cierro las puertas en las narices a Sira, girándome para atender a Rocaya, quién luce algo angustiada tras las últimas palabras de su hermana. Solo me queda estrecharla entre mis brazos intentando mitigar de alguna manera la angustia que parece.

-En cuanto mi padre se entere, querrá que vuelva a Barcelona. Él fue quien me buscó las prácticas y a saber lo que le cuenta mi hermana -su voz es algo ahogada e incluso los latidos de su corazón se han incrementado, odiando que esté asi por culpa de la perra de Sira.

La aparto de mi pecho ofreciéndole una calmada sonrisa y también una solución.

-Bueno, siempre puedes quedarte aquí como mi novia.

🗓️ DIAS DESPUÉS

-La prensa no dejará de hablar de tí. Estaréis los dos en el punto de mira. Y nos arrastrareis a los demás. Soy el puto entrenador del París Saint Germain, ¿no has pensado que esto también me afectará?

Las duras palabras de Luis Enrique, ese que fue mi entrenador y también mi suegro, hacen mella en mi, y no porque me afecten sino por lo que pudieran provocar en ella. Solo tengo que mirarla para ver cómo de nerviosa se muestra, como parece empequeñecer ante la presencia de su padre y de la sombra de su hermana tras ella.

- A mi solo me importa lo que quiera ella. Ya estuve en la mierda por una de tus hijas, y la otra, te aseguró que no me hará lo mismo -alzo mi barbilla desafiándolo a él y al puto mundo por Rocaya.

Aunque no me elija a mí.

-Rocaya, dile adiós a Ferrán que nos vamos -su padre se dirige a ella con decisión y soberbia, como es habitual en él.

Contengo el aliento esperando su reacción, una que me demuestre que todo esto que hemos vivido estos días no ha sido un sueño o un anhelo.

Rocaya mira a su padre con algo de temor en sus ojos, y en ese momento temo que ellos han ganado, que ellos la han ganado.

-Ya te dije que estoy aquí con mi novio. No soy una niña para que me mandes.

Ella camina hacia a mí agarrando mi mano en cuanto acorta la distancia que nos separa. Un suspiro aliviado sale de mi boca cuando su cuerpo se pega más al mío buscando toda esa seguridad que sé que necesita.

-Si te quedas con Ferrán, olvídate de volver a casa.

La siento temblar tras las duras palabras de su padre. No entiendo porque le molesta tanto que si hija esté conmigo, hasta el punto de amenazarla. Solo tengo que darme la vuelta para mirarla ofreciéndole esa sonrisa y esa calma que tanto reclama.

-No los necesito, ¿verdad, Ferrán?

🗓️ AÑOS DESPUÉS

Dejarla fue una decisión muy difícil para mí, pero, necesaria pues mi vida y mi carrera estaban en juego. Hacerlo me llevó a este momento, donde mi vida es más plena y soy realmente feliz.

- ¿En tu familia hay casos de gemelos? -el hinchado vientre que mi mujer luce orgullosa, se agita un par de veces cuando pongo mis manos sobre el, levanto mi mirada para sonreírle a Rocaya quién hoy luce una preciosa expresión en su rostro.

-No. Serán los primeros que haya en la familia.

Rocaya pone su cabeza sobre mi pecho, ahí donde está mi corazón, ese que pertenece por entero a ella. Quisieron destruir nuestra relación, con mentiras y acusaciones que no nos afectó, nos hizo más fuerte. Nos alejamos de Barcelona tras la Eurocopa. El Bayern de Múnich me hizo una oferta que no pude rechazar y la arrastre conmigo.

Pero no quería una novia, sino una esposa.

Se casó conmigo sin dudarlo ni un solo segundo. Siempre los dos contra el mundo, y contra su familia que no la perdonan que esté conmigo, con el ex de su hermana, cuando yo siempre he sido de Rocaya.

-Dime que me quieres, Ferrán.

Acabo sonriéndole accediendo a sus demandas. Desde que está embarazada necesita aún más afecto por mi parte, algo que yo no dudo en darle.

-No te quiero, te amo, mi Rocaya.

***Ésta historia se me ocurrió anoche y a lo largo del día de hoy la he terminado de escribir. Los que me conocéis sabéis que soy bipolar con Ferrán, pero este chico siempre me inspira. Espero que os haya gustado ***

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