- ¡Nora! Venga, baja. Vamos a llegar tarde, otra vez - le decía Eric a su chica, desde el hueco de la escalera. Sus compañeros ya estaban llegando a la cena y colgaban las primeras fotos en sus redes sociales.
- Estoy embarazada, Eric, no puedo correr más -Nora bajó los escalones cogiéndose a la barandilla con cuidado. Su novio la esperó al principio de la escalera, agarrándola de la mano. Al llegar abajo la cogió de la cintura y rozo sus labios unos segundos.
- Estas preciosa, por cierto. ¿Y mi bebé? -Eric acarició la barriga de 30 semanas de su novia mientras ella le sonreía.
- Está bien. No te preocupes. Pero no tiene ganas de ir a ningún sitio, como su madre -le respondió ella con una mueca fastidiada. Desde el momento que empezó a arreglarse, Nora se arrepentía de haber aceptado ir a esa cena.
- Venga, Nora. Solo será un ratito. Cenamos y nos venimos ¿si? Te prometo que te daré un masaje para compensar -ella se agarró a su cuello y le plantó un beso en la mejilla mientras asentía.
- Quiero un completo, Eric. Me van a doler los pies con los tacones -le advirtió ella con una mueca burlona, una que él adoraba tanto.
- Un completo tendrá mi niña.
Eric entrelazó sus dedos con los de su novia y salieron juntos de casa. El coche estaba ya en la puerta esperándolos. El catalán le abrió la puerta a su chica y le acarició la mejilla antes de que ella se montara. Rodeó el vehículo, para sentarse en su asiento y arrancar.
Nora y él llevaban juntos toda la vida como aquel que dice. Eran vecinos, jugaban juntos de pequeños y aunque eran amigos, nunca se habían sentido atraídos el uno por el otro. Todo cambió el verano que Nora volvió de vacaciones. Eric ya no la vio de la misma manera. Ni ella a él. Ambos habían crecido ese verano, y sus cuerpos reclamaban al del otro. Lo que comenzó como un juego de miradas, de esconderse lo que sentían y de negar lo evidente, acabó con ellos dándose un beso detrás del muro del instituto.
A esos besos vinieron muchos más. Tuvieron su primera vez juntos y Nora fue testigo directo y el apoyo fundamental de Eric durante su carrera futbolistica. Lo que empezó como un hobbie, terminó siendo la profesión del chico. Cuando lo fichó el Manchester City, su novia no se lo pensó, se fue con él. Allá donde fuera Eric, ella iría. Y cuando surgió la posibilidad de volver a Barcelona, ella fue la primera en apoyarlo. Fue llegar de nuevo a su ciudad, cuando Nora descubrió que estaba embarazada, algo que al principio los sorprendió pero que los tenía inmesamente felices.
- ¿Estás bien? -le preguntó Eric acariciando su muslo con mucha suavidad, pues estaba preocupado de que ella no se sintiera bien del todo.
- Si, no te preocupes. Estoy perfecta, mi amor -le contestó Nora esbozando una sonrisa con la que calmarlo.
- Voy a coger esta salida mejor, así llegamos antes.
- No tenemos prisa, Eric, de verdad. Al contrario, así estamos menos rato -Nora le sacó la lengua a su novio y él rodó sus ojos en respuesta.
Tomar esta salida, esta decisión fue la que cambió sus vidas para siempre. Eric fue a incorporarse a la rotonda y un coche con exceso de velocidad, se los llevó por delante. El catalán intentó controlar el vehículo con mucho esfuerzo, pero, tuvieron la mala suerte de chocar con otro coche siendo este lo que provocó el desenlace fatal.
Cuando Nora despertó un par de días después, la mano de Eric estaba entrelazada con la suya. La peor parte de todo se la había llevado ella. Y aunque sus heridas no eran de mucha consideración, lo peor estaba aún por llegar. Miró a su novio y él esbozó una pequeña sonrisa, mientras sentía las lágrimas caer por sus mejillas. Se puso en pie y besó la frente de su novia.
- Hola,mi vida, ¿Cómo te encuentras? -le dijo él acariciando su mejilla con mucha ternura, intentando contener esas lágrimas que parecían no querer abandonar sus ojos.
- Cansada. Muy cansada. ¿Qué pasó, Eric?
-Tuvimos un accidente. Un coche se saltó el ceda el paso y nos embistió...iba borracho... -le dijo él mientras sentía temblar todo su cuerpo al recordar el terrible suceso.
- ¿Eric? ¿el bebé? -Nora intentó incorporarse muy preocupada. Miró a su novio y lo vio roto de dolor. Él sólo pudo negar con su cabeza mientras la abrazaba.
- Hicieron todo lo que pudieron Nora...pero...no pudieron salvarlo -le explicó él con toda la paciencia que pudo.
- ¡¡¡¡Nooo!!!! ¡No! ¡Mi bebé no! ¡Mi bebé no!
Tuvieron que sedar a Nora porque no dejaba de chillar y llorar. Perder a un hijo es lo que peor le puede pasar a un padre. Pero no poder siquiera tener la posibilidad de conocerlo, también es lo peor que puede pasar.
Los siguientes meses fueron muy duros, muchísimo. Eric se había encargado de bajar al sótano todas las cosas del bebé antes de que Nora volviera a casa. El primer día que entró por la puerta, ella se derrumbó en el suelo llorando desconsolada y su novio tuvo que llevarla en brazos a la cama porque no podía tirar de su alma.
Se convirtieron en dos extraños. Ni se hablaban, ni salían juntos y casi ni compartían la misma cama. Cuando Eric llegaba a casa, ella se acostaba y cuando él se iba a entrenar, ella se levantaba. Es que ni comían juntos. Nora se encerró en si misma, en su dolor, en su pérdida sin dejar acercarse a nadie, y menos a él al que consideraba el culpable de su desgracia. Y Eric ya no podía más. El sentirse un desgraciado, el ver que Nora estaba así por él y el perder a su bebé, fue todo un cúmulo de circunstancias para lo que vino después.
Eric salía casi toda las noches. Y a ella, ni le importaba. No quería tenerlo cerca ahora mismo y aunque Nora sabía que tarde o temprano esto les estallaría en las manos, por ahora se dejaba llevar.
Una noche, Eric estaba medio borracho apoyado en la barra de una de las discotecas de moda de Barcelona. Sintió una presencia a su lado y al girarse vio como una rubia con un escote de vértigo y un vestido de infarto se sentaba a su lado.
- ¿Quieres compañía, guapo? -le ofreció ella remojando sus labios, provocándole con este gesto.
- Claro, ¿Qué quieres?
Empezaron a hablar y por primera vez Eric no se sintió tan mal. Y aunque sabía que ella se le estaba insinuando por un momento, se olvidó de todo y se dejó llevar. Dejó que ella lo besara y que colara su lengua en la boca respondiendo al beso. Tiró de la chica hasta llevarla a uno de los baños y la subió en la encimera deseoso de tirársela y olvidarse de todo. La besó tan ansioso y tan excitado que cuando se vio reflejado en el espejo del baño, no se reconoció.
Este no era él.
Él no hacía estas cosas. Por muy mal que estuviera, nunca jamás le sería infiel a Nora, aunque ella ya no lo quisiera.
Se excusó como pudo y salió de la discoteca con rapidez. En la puerta tomó un taxi que lo llevó a casa. Por el camino se iba recriminando lo cabrón y mala persona que era, y asumiendo la realidad. Que lo suyo con Nora ya no funcionaba y ninguno había hecho nada para salvarlo. Al llegar a casa se quedó sentado en el sofá del comedor hasta que fue de día. Ni siquiera pudo dormir, y cuando ella se despertó, se lo encontró mirando al infinito, y por primera vez en estos meses, se preocupó por él.
- Eric, ¿estás bien? -le preguntó ella llegando a su lado. Su novio alzó sus llorosos ojos moviendo su cabeza.
- No, no lo estoy, Nora. Esta noche casi cometo otro error. Otro más en mi lista contigo -le confesó él con evidentes signos de dolor en su rostro.
- ¿Qué ha pasado?
- Casi me follo a una tía en los baños de la discoteca. Nos hemos enrollado y casi lo hacemos, Nora. Y lo peor de todo es que en ese momento no me sentía para nada culpable...soy un desgraciado y un cabrón.
Eric se llevó las manos a la cara mientras Nora lo miraba temblando. Porque es que ella encima se sentía mal porque lo que casi hizo su novio, era por culpa de ella. Por ignorarlo, por no compartir su dolor, por haber pasado tan egoístamente de él y haberse encerrado en si misma cuando lo que tenía que haber hecho era apoyarse en él.
- Esto no funciona, Eric -le dijo ella mostrándose bastante comprensiva con lo que él el contaba. El castaño alzó sus ojos almendrados y asintió
- Lo sé -le confirmó él con unas palabras que ya hacía tiempo que pensaba.
- No podemos seguir haciéndonos tanto daño porque va a llegar un momento que no lo vamos a poder controlar y va a ser peor.
- También lo sé, Nora. Siento mucho todo lo que ha pasado, siento haber cogido el puto coche esa noche y obligarte a ir...
Eric no pudo seguir. Se quebró y empezó a llorar. Ambos se abrazaron dejando rienda suelta a lo que sentían. Por primera vez compartiendo su dolor. Decidieron entre lágrimas que lo mejor era dar por finalizada la relación. Eran muchos años juntos, habían compartido casi toda una vida, y por esos momentos, por ellos, lo mejor era dejarlo ahora y no lamentarse más tarde.
Nora decidió irse a casa de sus padres. Eric se opuso, pero ella fue firme en su decisión. Subió a su dormitorio, al que hasta ahora era de los dos y cogió una maleta para llenarla con lo que pudiera. Ya vendría en otro momento a recoger sus cosas. La sacó del fondo del armario y entonces vio algo que la rompió de nuevo.
Nadie se había percatado del bolso azul y rosa que ella guardaba preparado para cuando llegara el momento de nacer su bebé. Lo sacó y en cuanto lo rozó no lo pudo evitar y se puso a llorar desconsolada.
Eric la escuchó y subió con rapidez. En cuanto entró y la vio abrazada al bolso comprendió lo que le pasaba a Nora, a su pequeña y dulce Nora. La que era el amor de su vida y siempre lo sería. Se agachó a su lado y la abrazó con mucha dulzura. Dejó que ella se desahogara y besó su frente, sus mejillas, hasta acabar rozando sus labios con mucho cuidado. Ambos se miraron a los ojos y decidieron que tenían que despedirse a su manera el uno del otro. Con su cuerpo y con su alma.
Hicieron el amor por última vez encima de la alfombra blanca de su dormitorio. Se amaron con prisa poniéndolo todo en cada beso y en cada caricia. Se besaron sin descanso y al terminar se dieron ese abrazo que de habérselo dado antes, no les hubiera llevado hasta aquí hoy. Hasta el final.
- Como esperes más a decírselo, el niño hace la comunión.
Las palabras de su madre, retumbaban en su cabeza una y otra vez. Nora estaba embarazada. De Eric. Fue el día que se despidieron, hace ahora dos meses. Se había enterado el mes pasado, pero sentía tanto miedo y temor porque le ocurriera algo al bebé, que aún no se había atrevido a buscarlo. Hasta que su madre le dio ese ultimátum.
El Barcelona jugó ayer su último partido de liga y se proclamó campeón. O se lo decía ahora o Eric se iría de vacaciones y para cuando volviera ya estaría de tres meses o más. Así que fue valiente y haciéndole caso a su madre, se presentó en su casa. Rogaba porque estuviera solo porque si veía salir a otra chica de su casa, creía que no lo soportaría.
Eric le abrió la puerta muy sorprendido por encontrarse a Nora delante suya. Dos meses sin verla y la echaba de menos a cada instante. La de veces que había conducido de madrugada hasta presentarse en la puerta de casa de sus padres y no ser capaz de hablar con ella.
- Hola, ¿puedo pasar? -le preguntó ella sonriéndole con cautela.
- Si, claro. Perdona, es que no te esperaba -Eric le abrió la puerta y dejó que entrara dentro de la que, hasta hacía unos meses, era su casa.
Nora entró en el comedor sintiendo un pequeño ahogo en su pecho. Todo estaba igual que cuando ella se fue. Miraba a Eric y parecían dos desconocidos, y no dos personas que se habían querido tantísimo.
- ¿Cómo estás, Nora? -le preguntó Eric sintiendo que con cada palabra que pronunciaba, su corazón bombeaba más furioso en su pecho.
- Bueno, mucho mejor que la última vez que estuve aquí, Eric. Estoy visitando a una psicóloga -le confesó ella sin sentirse avergonzada por estar pidiendo ayuda.
- Oh. Pues, eso es genial. Lo que sea para que te encuentres mejor -le contestó Eric manteniendo su tono de voz, todo lo amable y dulce que podía con ella.
- Es que ya no podía más. ¿Y tú, que tal?
- Bien también -ambos se miraron y se contestaron con monosílabos sin querer profundizar más allá.
- Enhorabuena por la liga -acertó ella a decirle pues Nora no sabía como contarle a Eric la verdadera razón por la que estaba ahí.
- Gracias, ha sido complicado, pero bueno.
- ¿Te vas de vacaciones?
- Si, en un par de días. Me voy con Pedri, Gavi y Nico a Capri.
- Seguro que lo pasáis bien.
- Oye, Nora. De verdad que me alegro muchísimo de verte, pero...¿estás bien? -Eric conocía muy bien a su ex-novia y sabía que algo le pasaba, pues no era normal que ahora, meses después, viniera a visitarlo para preguntarle por su estado.
- Pues...verás...es que... -Nora se mordió sus labios nerviosa y lo miró conteniendo el aliento- estoy embarazada. Y si te preguntas si es...
- Es mío, Nora. Fue la mañana que te ibas -le contestó Eric sin dudar ni un solo segundo que ese bebé, ese que ese estaba formando en su barriga, era de él. Permanecieron unos buenos segundos sin hablarse. Con lo que antes les costaba callarse cuando estaban juntos- ¿y cómo te encuentras?
- Pues, bien. Ya sabes, un poco de náuseas y ya esta...mejor que...bueno que... -Nora apretó sus labios pues no era capaz de hablar aún en voz alta, de la pérdida de su bebé.
- Tranquila, Nora, tranquila
Eric se acercó a ella para abrazarla. Aún les dolía la pérdida de su bebe. A estas alturas ya lo tendrían ahí con ellos. Nora se dejó abrazar por Eric. Sentir de nuevo sus brazos envolviéndola era la mejor sensación del mundo. Aún lo amaba. Bueno, nunca dejó de amarlo.
- ¿Y ahora qué hacemos, Eric?
Eric y Nora estuvieron hablando más de una hora. No querían precipitarse por lo que pudiera pasar. Así que decidieron que cada uno seguiría con sus planes para el verano y que a la vuelta de vacaciones irían juntos a la primera ecografía y de ahí con calma afrontando poco a poco las cosas.
Eric insistió en acompañar a Nora a casa de sus padres. Durante todo el trayecto en coche, ninguno de los dos emitió palabra alguna, imaginando cada uno en su cabeza, todo lo que sucedería a partir de ahora. Cuando el muchacho estacionó su vehículo, una vez llegados a su destino, sentía que tenía que hacer algo, pero, no sabía como.
- Espero que te lo pases muy bien en tus vacaciones, Eric. Y nos vemos a la vuelta -le dijo Nora más aliviada después de haber hablado con él.
- Nos vemos a la vuelta.
Nora se despidió de él y se bajó del coche mucho más tranquila que cuando llegó. Bueno, si tranquila era que cuando había visto de nuevo a Eric sintió su corazón un poco destrozado, por no poder estar con él. Lo amaba tanto que le dolía estar separada del muchacho.
Eric siguió cada uno de sus pasos al bajarse del coche y resopló frustrado, muy frustrado. No quería perder a Nora otra vez. La necesitaba en su vida y ahora más que nunca. De nuevo iban a estar unidos y la vida les estaba dando una nueva oportunidad. Eric se bajó del coche y salió corriendo detrás de ella.
- ¡Nora! ¡Espera! -le gritó Eric haciendo que ella detuviera sus pasos. Se puso frente a la chica, a la que aún quería, sujetándola por los antebrazos.
- ¿Qué pasa, Eric? ¿Estás bien?
- Mañana a las 12.00 paso a buscarte. Haz una maleta con lo que te de tiempo a meter en ella. Ropa de verano claro, lo demás ya lo compraremos -le pidió él inventando sobre la marcha, pero con un objetivo claro: estar ese verano con Nora.
- Pero...¿de qué estás hablando Eric? - le preguntó ella muy confusa por su proposición.
- Hablo de ti y de mi Nora -Eric deslizó sus manos hasta tocar las mejillas de Nora, mirándola directamente a los ojos- de que la vida nos acaba de dar otro regalo.
- Pero, Eric. Sólo estoy de 2 meses y no sabemos lo que va a pasar -le recordó ella con la voz algo entristecida, pues tenía un miedo atroz a perder también a este bebé.
- No va a pasar nada. Tú y yo nos merecemos un poquito de suerte -le aseguró él curvando su boca en una sonrisa, una que deseaba que ella también le regalara.
- Pero nosotros...
- Nosotros nada, Nora. Esto es una señal. Vente conmigo, por favor. Pasa las vacaciones a mi lado, deja que te enamore de nuevo, que nos enamoremos los dos y volvamos a ser lo que éramos el uno para el otro. Yo no he dejado de quererte Nora y me niego a que lo nuestro acabe así. Ahora tenemos una razón para luchar por nosotros.
- Eric. Yo no sé qué decirte. Estoy hecha un lío -él besó su mejilla y se separó de ella para volver a su coche.
- Estaré aquí a las 12 mañana. Si no bajas yo mismo subiré a buscarte.
Eric abrió la puerta de sus coche dejando a una confundida Nora sin saber que hacer. Miro como su ex-pareja se iba y no pudo evitar que una parte de ella se sintiera feliz. Eric estaba luchando por ella y por los dos, bueno, por los tres.
Pasaban 5 minutos de las 12. Eric decidió darle cinco minutos más a Nora y si no aparecía en ese tiempo, subiría a buscarla Ya tenía ensayado lo que decirle y todo. Pero no le hizo falta. La castaña de ojos claros abrió el portal de casa de sus padres arrastrando su maleta para alivio de Eric. El muchacho salió de su coche rápido y veloz para ayudarla con su equipaje. En cuanto llegó hacia ella ambos se miraron. Una mirada de esas que hacía mucho tiempo que no compartían pero que ambos anhelaban.
- ¿Todo bien, Nora? -le preguntó él pues no quería que ella se sintiera de algún modo molesta por estar con él.
- Todo bien. Mi madre un poco más y me pega si no me voy contigo -le confesó ella medio riéndose para alivio del chico.
- Bueno, es que tu madre me adora -le recordó él con una sonrisa burlona.
- Eso también -le dio ella la razón.
Una vez que las maletas estuvieron en la parte de atrás del coche, ambos se subieron en el, con rumbo desconocido para Nora, pero, dándole igual donde fueran, con tal de estar con él.
- ¿Y me vas a decir donde vamos? -le preguntó Nora deseando saber ese lugar de vacaciones donde ambos estarían juntos tantos días.
- Prefiero que te lleves la sorpresa, pero, te va a gustar.
El viaje desde Barcelona hasta la comunidad andaluza, que fue lo único que Eric le quiso contar, transcurrió más cómodo de lo que pensaban. Hablaron de todo lo que habían hecho durante esos dos meses, centrándose más en Eric, y en como se le había dado esta temporada para el chico. No estaba él muy satisfecho con como le había ido este año en el equipo, y aunque no quería admitirlo, la pérdida de su hijo, también le había afectado y veía, con desilusión, como ya no era tan titular como cuando lo ficharon.
Era ya de noche cuando llegaron a un pueblecito de la alpujarra almeriense, lugar que le trajo a Nora tan buenos recuerdos, que no pudo evitar abrazar a Eric, feliz de que él hubiera pensado en este sitio, para pasar juntos sus vacaciones.
- ¡No me lo puedo creer! -le dijo ella mientras se bajaban del coche. Hace unos años, venían de Málaga de pasar unos días. Era de noche y se equivocaron de desvío apareciendo en este pequeño pueblo. Les gustó tanto, que estuvieron todo un fin de semana aquí.
- Pensé que sería bueno volver a uno de los sitios donde más felices fuimos -añadió Eric, feliz de que su idea hubiera sido tan buena como pensaba.
Eric había alquilado una casita de planta baja con dos dormitorios, salón con chimenea, aseo y baño y un patio con pozo incluido. Nora lo miraba todo ilusionada con cada habitación que descubría. Si esta era la forma para empezar de nuevo, desde luego que nada podría salir tan mal.
- Voy a ir al bar del pueblo a por algo de cenar ¿vale? -le dijo él mientras Nora metía su maleta en uno de los dormitorios.
- Espera. Vamos los dos, Eric -le dijo ella dejando sus cosas en el suelo para poder acompañar al chico a por la cena.
- Cuidado, o me lo tomaré como una cita -le dijo él riéndose.
- Que sea una cita entonces, señor García -le contestó Nora, de la misma forma burlona que él, aunque, pensando que de verdad era esa cita que tanto necesitaban.
Salieron de la casa y caminaron hablando de tonterías, hasta un bar que había en la plaza del pueblo. A estas horas no había caso nadie, solo una familia y un par de personas en la barra. Se sentaron en una mesa vacía y pidieron un par de refrescos y unos bocadillos para cenar.
- ¿Algún antojo raro? - le preguntó Eric viendo cómo Nora se comía su bocadillo de carne en salsa con bastante apetito.
- Todavía no. Pero las mandarinas me dan un poco de asco. Es olerlas y tengo ganas de vomitar -le contó ella recordando el afán de su madre porque tomara fruta.
- Mientras no te dé otra vez por los pepinillos con mermelada de fresa -le recordó él, pues en el anterior embarazo era lo que Nora más tomaba.
- No lo descartes. Aún me siguen gustando - le dijo ella riéndose.
Eric bajó sus ojos sin poder evitar acordarse de su bebé. Si no hubiera sido por su culpa, a estas alturas tendrían a su hijo a su lado. El joven defensa catalán sintió la mano de Nora encima de la suya. Levantó sus ojos hasta cruzarlos con los suyos y encontrarse con su cálida mirada.
- Lo que sea que estés pensando, olvídalo, Eric García. Me has prometido unas buenas vacaciones y eso es lo que quiero ¿de acuerdo?
Eric asintió intentando quitarse el nudo tan grande que tenía en el estómago. Siguieron cenando tranquilamente y salieron del bar un rato después para volver a la casa. Caminaban en silencio por las calles. Ninguno se atrevía a decir nada, hasta que Nora cogió de la mano a Eric e hizo que se parara para ponerse delante suya.
- No fue culpa tuya, Eric. No quiero que te atormentes más, por favor -le rogó ella al ver que su triste semblante no había cambiado desde que salieran del bar.
- No puedo evitarlo, Nora. Si esa noche...
- Ya, Eric, ya - Nora acarició su mejilla. Un delicado roce, que le hizo cerrar los ojos y concentrarse solo en sus dedos- si buscas mi perdón, lo tienes. Te he perdonado y me he perdonado a mi misma. Ahora hay que tirar para adelante y pensar en el futuro y en lo que hemos creado juntos.
Nora cogió una de sus manos y la llevó hasta ponerla en su vientre. Eric la miró con mucha ternura perdido en ella y en sus ojos claros.
Volvieron a cogerse de la mano y caminaron de regreso a la casa.
- Nuestro bebé es un niño arco iris, Eric -le contó ella esbozando una sonrisa con la que intentaba contagiar al muchacho.
- ¿Y eso que es? - le preguntó él extrañado, pues era la primera vez que escuchaba esas palabras para referirse a un bebé.
- Es un bebé que nace tras la pérdida de otro. Traen armonía, paz y alegría. Y estoy segura de que este bebé nos va traer una inmensa felicidad.
- Ya la ha traído y aún no ha nacido. Ha hecho que tú y yo por lo menos intentemos estar juntos.
- No descartes nada, Eric, que me ha gustado mucho la cita -Nora amplió aún más su sonrisa, empatando con los latidos de su corazón.
- ¿Por el bocadillo? -Nora río de nuevo y acabó poniéndose de puntillas para dejar un pequeño beso en la mejilla de Eric.
- Por ti, idiota.
Los siguientes días fueron de miradas escondidas, de caricias sutiles, de buscarse continuamente. Parecían dos adolescentes que vivían su primer amor. Eric estaba continuamente pendiente de ella. De que estuviera bien, de que comiera, de que no se cansara. Esa tarde estaban tumbados en el suelo de la sala de estar. Hacia calor y habían merendado un par de palmeras de chocolate acompañadas de un batido. Eric no podía dejar de mirarla. Era demasiada guapa y se moría por besarla de nuevo. Por tenerla de nuevo entre sus brazos.
- ¿Jugamos al yo nunca? -le propuso Eric para divertirse un rato y así dejar este cómodo silencio en el que ambos estaban.
- Teniendo en cuenta de que solo puedes beber tú, Eric, no tiene gracia -le contestó ella con picardía.
- Para eso te he comparado una botella de licor de mora, para que juegues.
- Está bien - le contestó Nora rodando sus ojos.
Empezaron con preguntas tontas, sobre todo de su pasado juntos. Algunas les hicieron reír, y otras, les produjeron algo de nostalgia. Llegó un momento que las preguntas se volvieron más íntimas. Los dos se tenían muchas ganas y era cuestión de tiempo que sucumbieran a ellas.
- Yo nunca he dejado de quererte -le dijo Eric mientras se bebía su vaso de licor de un tirón. Nora lo imitó y también bebió sintiendo como sus mejillas ardían.
- Me muero por estar contigo, Eric -le digo ella mientras acortaba la distancia que los separaba. Eric se acercó aún más y la agarró del cuello.
- No hace falta que te mueras, Nora. Estoy aquí.
Eric unió sus labios con los suyos y se besaron con ferocidad. Mucho tiempo sin besarse, sin tocarse y sin sentirse. Se necesitaban. Eso estaba claro. No les dio tiempo a nada y en aquel mismo suelo hicieron el amor desesperados. Acariciando sus cuerpos sin descanso y sin dejar un solo centímetro de piel sin explorar. Al terminar yacieron juntos abrazados y desnudos sobre el frío suelo del comedor.
- La última vez que lo hicimos también fue en el suelo - le recordó Nora riéndose- la próxima vez en la cama por favor. Eric se levantó del suelo y le tendió la mano para que lo siguiera.
- No me lo digas 2 veces, amor -le dijo él
- ¿Amor?
- Nunca has dejado de serlo, no sé de qué te extrañas.
Fue un verano en el cual aprendieron a conocerse de nuevo, a amarse, a descubrirse como pareja. Disfrutaron de la soledad de estar juntos y se hicieron nuevas promesas. Para cuando volvieron a Barcelona, su amor era aún más fuerte que antes, aunque Nora tardó unas semanas en volver a vivir a su antigua casa ante las protestas de Eric. Quería estar segura del todo y no dar ningún paso en falso.
La pequeña Iris nació en Navidad. Vino antes de tiempo pero colmó a sus padres de una gran felicidad.
- Tiene toda tu cara, Nora, es preciosa - Eric acunaba a su pequeña hija mientras ella agarraba a su dedo.
- Se te cae la baba "papi" -Nora se acercó a ellos dos y dejo un beso en la mejilla de su pequeña Iris mientras ella, reposaba su cabeza en el hombro de Eric. Con lo asustada que había los últimos meses y lo feliz que estaba ahora.
- ¿La cambiamos para la cena? -le preguntó Eric mientras ponía a su hija encima de la cama.
- Pero si no se ha manchado, Eric...
Nora tuvo que callarse al ver el body que llevaba su hija puesto. Se llevó las manos a la boca sintiendo como las lágrimas bajaban por sus mejillas.
Nora miró a Eric. Su amor adolescente, el de toda su vida, el padre de su bebé. Vio tanto amor en él que apenas podía hablar.
- Si, si quiero. Claro que quiero, mi amor -los labios de Nora rozaron los de Eric en un lento beso. Su pequeña empezó a reírse mirándolos y ellos se abrazaron muy sonrientes.
- Te quiero, Nora.
- Y yo a ti, Eric.
Dicen que cuando hay una desgracia las parejas se unen o se separan. Hay desgracias inevitables, otras de las que nunca te recuperas y desgracias que te hacen más fuertes.
Y como dicen, no hay mayor desgracia que extrañar lo que nunca pasó.
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