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Sin recuerdos (Parte V)


Newman y Rebeca subieron el cuerpo de Lily a la planta de arriba; sus caras mostraban el esfuerzo. Apagaron las luces del sótano.

Dejaron el cuerpo en el suelo.

-Necesito beber un poco de agua -dijo jadeando Rebeca.

Fue a la nevera, abrió la puerta blanca abarrotada de imanes de sus innumerables viajes, y cogió una botella de agua. Sorbió a morro, y volvió a dejar la botella en su sitio. Se limpió con la manga de su camiseta unas gotas de agua que pendían de su barbilla. Dirigió una siniestra mirada a su marido, mientras éste la esperaba con la joven yaciendo a sus pies.

Volvieron a cargar entre los dos el cuerpo. Avanzaron a paso lento por el estrecho pasillo, teniendo precaución con no golpear a la joven con las paredes. Llegaron al final del pasillo; dejaron el cuerpo en el suelo y abrieron una puerta. Newman encendió a su derecha el interruptor, y un gran foco circular iluminó el cuarto.

La habitación se asemejaba a una sala de cirugía de cualquier hospital. Sin "pacientes" desde hacía unos meses, pronto cada rincón de esta iluminada estancia se llenaría de gritos, lagrimas y... sangre.

Volvieron a levantar a la chica, depositaron su cuerpo en una mesa quirúrgica, y quitaron las zapatillas de Lily. Se miraron cada uno desde el otro lado de la mesa de operaciones.

-Hacía mucho tiempo que no te veía tan feliz -dijo Newman

Rebeca asintió.

-No me lo esperaba; la verdad. Ha sido toda una sorpresa.

Un ligero movimiento rompió este momento de amor, y los devolvió a la realidad.

-Rápido, tenemos que sujetar sus muñecas y tobillos con las abrazaderas -dijo Newman- ¡Está despertando!

<<¿Acaso estoy siendo abducida en una nave extraterrestre?>> pensó Lily justo cuando empezaba a abrir los ojos. Unas voces desviaron su atención del resplandeciente foco circular, y vio a dos personas en apariencia. Poco a poco su mente regresaba a la cruda realidad. Había dejado de pensar que estaba viviendo un capítulo de "Expediente X" para verse sumida en un capítulo de "Urgencias".

Su mirada se clavó en esas dos personas impertérritas frente a ella. La cara de la mujer era de un semblante siniestro, a la espera de saciar sus deseos. Mientras que la cara del hombre, mostraba una mirada inexpresiva; con evidente frialdad.

Al intentar mover la mano derecha sintió una presión en la muñeca, giró la cabeza y pudo ver como tenía amarradas las muñecas y los tobillos. Sabía que desde posición horizontal con la potente luz sobre su cabeza impidiéndola ver con claridad, poco o nada podría hacer para escapar. Una noche de fiesta se había convertido en su peor pesadilla.

-Necesito cambiarme de ropa; tengo que desempolvar mi uniforme de tortura -rió con locura Rebeca.

Newman miró a su mujer con asombro, nunca dejaría de sorprenderle ese comportamiento tan siniestro.

-No te vayas guapa, pronto regresaremos -se despidió Rebeca inclinando la cabeza en forma de reverencia.

Salieron por la puerta, la cerraron y se dirigieron a su dormitorio. Dejando a solas a la joven Lily.

Empezó a mover su mano derecha rápidamente arriba y abajo, repitiendo el movimiento una y otra vez. La fricción estaba dejando su muñeca dolorida y en un tono rojizo. No había tiempo que perder. El dolor sería su compañero de viaje antes que esos dos locos regresaran y acabaran con su vida. Volvió de nuevo a repetir el movimiento mas frenéticamente que antes. El dolor se iba haciendo más intenso. Intentaba alejar su mente de esa habitación . Poco a poco dejó su mente en blanco y su mano trabajando.

A unos años de distancia, un día de verano, con un sol abrasador y con la compañía de sus padres, se encontraba nadando en las frías aguas del río, mientras unos buitres leonados sobrevolaban las montañas. Una estampa, una imagen mental a la que se aferraba en los momentos más difíciles.

Regresó de nuevo a la cruel realidad, mientras unas gotas de sudor se deslizaban por su cara. Su piel estaba en carne viva, unas tiras de pellejo sobresalían de sus muñecas. Quería alejarse a otro pensamiento, pero a la vez tenía que mantener toda su concentración en intentar soltar su mano. Por un momento sintió que se rompería el pulgar, aun así siguió con mas fuerza. Un sonido como "crush" se escuchó entre esas blancas paredes, y un grito quedó sepultado por la amenaza a ser descubierta.

Había conseguido soltar su mano derecha. Un dolor punzante recorrió su brazo. A punto de desmayarse, mordió con fuerza su labio, inyectándose valor. La palidez en su cara, y un escalofrío permanente desde que se encontraba en ese cuarto, seguían igual a pesar de verse en una mejor situación . No paraba de pensar que en cualquier momento la puerta se abriría y su esperanza se desvanecería. Ese silencio que seguía estando presente comenzó a perturbarla. Se recuperó de ese posible desvanecimiento, y soltó su mano izquierda. Intentó incorporarse flexionando su espalda, quedando en posición de sentada, y una punzada atravesó su espina dorsal.

Sentada, liberada de pies y manos, dirigió la mirada a un oso de peluche que estaba postrado sobre una banda de la estantería de la entrada. Su color rosa confería la nota de color a esa habitación de una blanco inmaculado. No podía apartar la vista de ese peluche, sus ojos del tamaño de un botón de un abrigo, negros, inexpresivos, causaban en ella un escalofrío.

Rápidamente buscó sus zapatillas, las encontró y se ató los cordones. Otra vez sus ojos miraban con cierto temor a ese osito rosa. <<Vamos Lily no es hora de acobardarse>> se dijo cuando enfilaba los pocos metros que la separaban de la puerta. Sujetó el pomo de la puerta con ambas manos, intentando controlar su temblor, y giró lentamente el pomo, abrió la puerta y...sintió una punzada atravesando su abdomen. Allí al otro lado de la puerta se encontraban Newman y Rebeca. Lily se llevó las dos manos a su herida, y la sangre manó entre las baldosas, como el río de su ensoñación. De nuevo miró a aquel oso, y percibió un ligero movimiento en sus ojos.

La esperanza se había esfumado para la joven Lily; pero Newman, y sobre todo su mujer Rebeca pasarían un buen rato saciando sus mas bajos instintos.

Nota del autor

¡Holaaa! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal todo? Por fin he podido acabar este relato, que por poco se convierte en un libro más largo que El Quijote. Se les coge cariño a los personajes, y da pena acabar con su vida de ficción. Por lo menos esa extraña y peculiar pareja cumplieron sus deseos.

Muchas gracias a todos por llegar hasta aquí, y haber podido leer este interminable relato. Prometo que los próximos serán más cortos.

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