Encerrada en una profunda oscuridad, sus gritos y golpes llenaban el pequeño espacio que ocupaba. Su cuerpo se encontraba hecho un ovillo en aquel maletero. Intentaba pensar como había podido acabar allí. Sintió un leve mareo justo en el momento que volvía a lanzar un grito. A cada chillido el martilleo en su cabeza se volvía más persistente.

En el instante en que volvió en sí, notó un grave dolor en su cabeza, se echó la mano a ella y pudo tocar en la derecha una larga herida. <<¿Cómo había ido a parar a ese maletero? ¿Acaso estaba secuestrada?>> cavilaba sin cesar desde las largas y monótonas horas nocturnas que llevaba despierta.

Dejó de gritar y aporrear la puerta del maletero, e hizo un esfuerzo intentando recordar su último momento con los pies en tierra.

Esa noche (parecía como si hubiesen pasado más días) había quedado en su casa con su amiga Kelly, que la recogería en su coche para ir a una fiesta en casa de unos amigos. La que iba a ser una noche de diversión, se truncó en el instante que abrió aquella puerta. Mala decisión haber llegado antes a la fiesta. <<Maldito seas Tom; como pudiste liarte con la guarra de Allison>>, todavía seguía viendo esa unión de cuerpos entre su novio Tom y su compañera Allison en posición horizontal. La cantidad de insultos que salieron despedidos por su boca llenó cada rincón de esa habitación con olor a sudor y sexo.

Dejó atrás la casa corriendo con una mirada de furia y rabia. La noche perfecta se volvió en pesadilla antes de empezar la fiesta, y ojalá eso hubiese sido todo. <<Perfecto, ahora tengo que ir andando a mi casa>> gritaba en la solitaria carretera. Había dejado de correr, para caminar a paso rápido por el estrecho arcén. Prefería andar por ahí que atajar por el bosque, y ahorrarse unos minutos de caminata. Cuanto mal habían hecho las películas de terror como: Viernes 13, La Matanza de Texas, Halloween... y sus interminables secuelas.

Su cuerpo tiritaba de frío; el viento era cada vez más intenso, y la llovizna ahora era una lluvia más molesta, desde que salió corriendo de la casa.

Metió sus manos en los bolsillos del abrigo, cuando su mano derecha dió a parar al móvil. Cogió su Samsung Galaxy A 90 (el último modelo que había salido a la venta, aunque dentro de unos pocos meses sería otra antigualla más) y llamó a su amiga Kelly.

Sus pasos aumentaban en velocidad a medida que la lluvia era cada vez más intensa; el viento movía las ramas de los árboles envolviendo el lugar en un sonido siniestro, parecido a cuando movías rápidamente un palo largo de atrás hacia adelante.

A menos de un kilómetro de distancia, un coche iba perdiendo poco a poco el control.

Al cuarto tono Kelly cogió su móvil. Lily alzó su voz, llegando a gritar, pero entre el ruido de la lluvia, el fuerte viento, la música desde la otra línea y, un ruido de motor que no discernia a unos pocos metros, la conversación era inútil.

—¡Kellyyy! ¡Kellyyy! —gritaba con fuerza—. Intenta buscar un sitio alejado de la música.

Esperó unos eternos segundos a escuchar una respuesta. Pero esa respuesta nunca llegaría.

A partir de ese momento no tenía ningún recuerdo. Retomó con más fuerza sus gritos; y ahora utilizando sus piernas para golpear con más fuerza el maletero.

En la planta de arriba, la luz del sol entraba por los amplios ventanales en la instancia que formaban la cocina y el salón. Newman y Rebeca desayunaban sin haberse dirigido la palabra. Mientras Rebeca no desviaba sus ojos de la televisión, donde informaban de la desaparición de una joven en uno de los pueblos de alrededor. A la vez que Newman echaba sirope por las cuatro tortitas de su plato; no entendía que estando cabreada con él, le preparase este manjar. Se rió ante esa ocurrencia, mostrando un pequeño trozo de sirope en su muela. Al instante, Rebeca desvío su vista de los informativos y echó una mirada de asco y rabia a su marido. <<Ojalá fuese más fácil divorciarse, o no quisiese a este inútil, la vida sería mucho más sencilla>> pensaba, cuando se levantó de la mesa recogiendo su taza de café y su plato con restos de sirope.

Luego de depositar la taza y el plato en el lavavajillas, regresó a la mesa.

—¡Vamos! Termina rápido que hemos quedado con mis padres para ayudarles a montar un mueble y después ir a comer —dijo enfadada.

Newman estaba absorto en la publicidad; aunque tampoco ayudaba este persistente martilleo en su cabeza, para no haber escuchado nada del comentario de su mujer.

—¿Decías algo? —respondió afable-. Perdona estaba pensando en cosas del trabajo.

Su rostro se congestionó,y lanzó una especie de grito articulado ¡aaarggg!

—¡Fuera televisión! —gritó apagando la pantalla con el mando.

En el salón, un fugaz silencio rápidamente fue roto por unos leves y continuados gritos que llegaban del garaje.

Newman y Rebeca se miraron con caras de asombro.

                      Nota de autor

Hola lectores, que tal esta nueva parte, os ha gustado. Antes de empezar a escribir tenía previsto terminar en esta tercera parte el relato, pero la cosa se lío, y habéis adivinado... habrá cuarta parte.

No puedo asegurar que será la última, aunque intentaré que así sea.

Muchas gracias por seguir leyendo estos interminables relatos 😉