Pensamientos Perversos (Parte III)
El cuerpo de Noelia salió disparado, cayendo al suelo. Soltó un grito ahogado cuando al levantar la cabeza, y vio a aquella figura cubierta de sangre, amarrada de pies y manos a una silla negra de oficina. Una cinta negra americana tapaba su boca. De repente se le vino a la cabeza una frase, <<la curiosidad mató al...como terminaba la frase... En ese momento, sintió la presencia de una persona a su espalda. Sobrecogida por un temor que nunca había experimentado, se quedó rígida, congelada, con los músculos rígidos de tanta tensión. Ahora tenía la frase <<La curiosidad mató al gato>> se dijo, y no pudo reprimir una leve sonrisa.
Escuchó unos pasos avanzar lentamente hacia ella. Sintió como una mano cubría su hombro izquierdo. Un estremecimiento recorrió su cuerpo. Sintió una mano aferrarse al hueco de su axila, y sin apenas darse cuenta se encontró de nuevo de pie. Había llegado su final.
—Date la vuelta...lentamente —ordenó la figura vestida completamente de negro.
Tenía el corazón desbocado dentro de su pecho a un ritmo cada vez mayor. Su frente empezaba a bañase en un sudor frío, mientras sus ojos estaban fijos en aquella mujer ensangrentada. Al fin había podido desentrañar quien era esa persona. Ahí, amarrada a la típica silla de oficina giratoria, se encontraba... Rachel, bibliotecaria.
—¿Acaso no me oyes? —preguntó-. Quiero ver tu rostro.
Perdió la noción del tiempo, y de la voz que reclamaba una contestación. El tiempo había perdido todo su significado, carecía de sentido encerrada en aquella habitación, y ahora lo verdaderamente importante, era la persona que tenía a su espalda; aquel que demandaba su atención.
Lentamente giró sobre sus talones, hasta quedar frente a frente ante aquella figura. Vestía un largo abrigo negro, y unos vaqueros del mismo tono oscuro. Su rostro estaba oculto bajo una mascarilla negra, y una gorra del mismo color. La única parte visible, sus ojos, brillaban como el fuego, sintiendo rápidamente una fuerte atracción hacía aquel individuo.
—Por fin pongo cara a tu cuerpo —dijo—. Ahora quédate apoyada contra esa pared, y no te muevas. Señalo la pared que se encontraba a su izquierda, al lado de la estantería de libros-. Tengo un trabajo que finalizar. ¿Entendido?
Noelia asintió.
Las palabras estaban sepultadas dentro de su mente, sintiendo miedo, angustia, a la vez que impaciencia y emoción. Aun sintiendo ese terror que dominaba cada parte de su ser, no había perdido su deseo de ver a alguien morir asesinado. Y ahora se encontraba en la zona Vip, con las mejores vistas posibles. Una breve sonrisa figuró en su cara, que no pasó desapercibida para el hombre de negro.
El hombre de negro avanzó hasta quedar en frente de la mujer. Del bolsillo de atrás del vaquero, sacó un machete. Su alargado filo emitía destellos a ambos lados de las paredes. Noelia estaba expectante, estaba más feliz que un niño en un parque de atracciones. Como era posible esta contradicción, sentir miedo, a la vez que felicidad. Recordó un artículo de un periódico que leyó hace unas semanas. Cuando terminó su padre de leer El País, aquel domingo lluvioso, sentado como de costumbre en el sofá, con la televisión de fondo mostrando un partido de baloncesto, cogió aquel ejemplar y fue a su habitación. Se puso a pasar las páginas, hasta que dio con una página central que mostraba un titular: Distintas formas de actuar frente a una agresión. Sintió curiosidad por aquel artículo, y decidió leerlo de principio a fin. De todo aquello que leyó, su mente retuvo algunas maneras de como las personas actuaban frente al miedo. Algunas de esas personas se quedaban petrificadas, (esto acababa de sucederle hace unos minutos), otras salían huyendo (este caso era imposible, y si fuese así, preferiría quedarse), había mas formas de gestionar el miedo, pero ahora no se acordaba de ninguna de ellas. Eso sí, sabía que no había leído una que dijese, que una persona atemorizada encerrada en un cuarto, con una mujer torturada, y su ejecutor empuñando un machete, estuviera feliz. Y ella lo estaba, ¡vaya que sí lo estaba!
Mientras el hombre de negro oscilaba el machete frente a la cara de la mujer, veía por el rabillo del ojo, como aquella chica se mostraba atenta a sus movimientos. Tenía que darse prisa, no disponía de tiempo para entretenerse. Rodeó la silla, sin perder de vista a la joven. Agarró el pelo de la mujer, haciendo que sus ojos mirasen al techo, y con un rápido movimiento, rajó el cuello. Un color carmesí inundó la camisa blanca de aquella mujer, salpicando de sangre sus zapatos negros, y parte del suelo.
El hombre de negro no desvío en ningún momento su mirada a aquella chica, mientras cercionaba ese frágil cuello. La juventud estaba mas insensibilizada con cada día que pasaba. Los móviles eran como devoradores de neuronas; y esas aplicaciones que utilizaban para subir sus egos mediante likes, eran el reflejo de la sociedad futura. Limpió el machete pasándolo por la camiseta de la mujer, todavía quedaban alguna parte libre de sangre. Se guardó el machete dentro de un bolsillo interior del abrigo.
—¿Te has divertido? —preguntó, pero ya sabía la respuesta—. Ahora te quedarás aquí unos minutos, para asegurarme que tengo tiempo para salir de aquí. Pero creo que no será ningún problema, ¿no es así?
Su mente revivía ese instante en que la sangre manó en una cascada roja del cuello de Rachel.
—Perdona, estaba...pensando en mis cosas —dijo a modo de disculpa, pero la realidad era otra. Era la satisfacción de haber cumplido un deseo—. No te preocupes, no diré nada. Puedes creerme.
—Te creo.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Dispara.
—¿Por que la has matado?
El hombre de negro se rio, esta chica le sorprendía gratamente.
—Te diré la verdad —dijo. Noelia intuyó oculta bajo esa mascarilla una sonrisa—. Venía buscando un libro de Stephen King, no se si lo conocerás, se llama "El Pistolero" es el primer libro de la saga de "La Torre Oscura". Y me ha dicho que estaba reservado.
Noelia miró estupefacta a aquel extraño, y no pudo contener la risa.
—¿Sabías una cosa?
—Dime.
—Me leí ese libro cuando estaba en depresión. Y la verdad es que me gustó mucho. Además hay un personaje, que me recuerda a ti.
—¿A sí? Espero que no fuera el bueno.
-—No, para nada. Me recuerdas a...El hombre de negro.
Ambos se rieron, los ecos de aquella felicidad pasajera llenaron ese cuarto de muerte.
Noelia sintió como su cuerpo se agitaba, y una voz que parecía venir desde lejos, la llamaba. Abrió los ojos y vio a la bibliotecaria de pie frente a ella. Así que todo había sido un sueño. Parecía que su deseo tendría que esperar para hacerse realidad.
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