Pensamientos Perversos (Parte II)
Noelia observó sus manos a unos centímetros de su cara. Esa visión de la sangre escurriendo por sus muñecas hasta sus antebrazos, produjo en ella una sensación de extraño placer. El miedo, la conmoción, y la curiosidad recorrieron su cuerpo como el agua por un río. En ese momento, sintió un escalofrío por su espalda, la frente húmeda de un sudor frío, y unas enormes ganas de descubrir que había sucedido allí.
El silencio se apoderó de la biblioteca como un virus en un cuerpo enfermo. Hasta ese instante no se había percatado que el silencio era aun mas aterrador que el ruido persistente. Podía respirar ese silencio que empezaba a meterse por sus venas, como un espectro recorriendo cada pasillo de esa estancia. Todavía sentada en el suelo, sus ojos seguían fijos en aquellas manos que apenas sentía como suyas.
-Vamos Noelia, supera este miedo, solo es sangre -se dijo-. Tal vez, la recepcionista o, incluso un alumno, hayan podido tener un accidente, y ahora se encuentren en la sala de enfermería.
Dejando atrás sus fantasías por tantas novelas policíacas que últimamente leía, se levantó y echó un vistazo a su alrededor. De pie, contempló el charco de un tono negruzco que yacía en el suelo de baldosas. No imaginó la magnitud de sangre que vio en ese momento. Era como ver un pequeño embalse con el agua negra y roja. Sin apenas darse cuenta, retrocedió unos pasos hacia atrás, llegando a darse contra la mesa de recepción. Apoyó la mano en su frente, sintiendo un mareo en su cabeza, y un malestar en su cuerpo. Sin apenas contenerse, vomitó en el suelo, un hilillo de saliva quedó suspendido de sus labios. Se limpió la boca con un pañuelo de papel, lo tiró en la papelera, y comenzó a masticar un chicle de fresa, para quitarse ese mal sabor a cereales y leche del desayuno.
Apoyó parte de su cuerpo contra la mesa del mostrador, intentando recuperarse de ese malestar pasajero, y esas descargas eléctricas que atenazaban a su cabeza.
Transcurridos unos minutos, comenzaba a sentirse mejor. Decidió echar un vistazo al charco de sangre, a la vez que le inquietaba aquella imagen, le fascinaba descubrir que habría pasado. De nuevo, su mente regresaba a las novelas policíacas; a esa escena donde el detective descubría el cuerpo de la victima, pero en este caso, no había cuerpo, solo sangre. No podía quitarse ese pensamiento de la cabeza. Recorrió con la mirada el pasillo y, a unos metros le pareció ver un rastro.
Caminó despacio con la vista fija en esa supuesta señal; el corazón le galopaba velozmente a medida que se acercaba. Allí de pie debajo de aquel aparente rastro de sangre, se agachó, y deslizó sus dedos índice y corazón suavemente por el líquido viscoso. Se restregó ambos dedos entre sí, sintiendo el mismo líquido donde minutos antes había caído. A unos centímetros de Noelia se encontraba otra huella, y luego otra, y así hasta perderse todo rastro tras una puerta.
Encontrándose a mitad de camino entre las dos puertas, pensó cual sería la mejor opción: la primera sería salir por la puerta de cristal de la biblioteca y pedir ayuda, o informarse de lo que allí habría sucedido; y la otra, entrar por una puerta de madera donde se perdía aquel rastro de sangre. Su pensamiento discurría entre dos mundos: el primero era el mundo real, donde su cuerpo se encontraba presente; y el otro, un mundo de fantasía, donde su mente tomaba el control.
-Debería irme, e informar a algún profesor de lo que acabo de ver -se intentó convencer-. Sin embargo, estoy a tan solo unos metros de descubrir que hay detrás de esa puerta.
Caminaba despacio, la decisión estaba tomada. Ahora descubriría que se escondía tras la puerta. Intentó controlar los nervios, que a medida que avanzaba eran más intensos; pero para Noelia, esos nervios eran buenos, parecidos a los que sienten los cantantes antes de subir a un escenario.
De pie frente a la puerta, la imagen mental que se había formado era totalmente diferente; la curiosidad se había convertido en oscuridad. Los nervios estaban convirtiéndose en un escalofrío que atenaza cada músculo de su cuerpo.
A veces ese destino que tienes en la vida, estás escribiéndolo en este preciso momento, y una decisión u otra, cambia radicalmente el rumbo de tu vida -pensó Noelia.
Temblando de pies a cabeza, con el corazón desbocado, se limpió el sudor frío de sus manos con el pantalón, y agarró con cierto nerviosismo el pomo de la puerta. <<Ahora o nunca; armarte de valor, que es lo peor que puede pasarme...morir. Unos meses atrás estaba muriéndome en vida. Y ahora estaba a tan solo unos segundos de cumplir un sueño. Aunque también es posible que la bibliotecaria esté dentro del cuarto curándose la herida. Cualquier cosa puede ser>>, estos pensamientos proyectaba su mente, cuando giraba lentamente el pomo.
Consiguió abrir un poco la puerta, miró por el resquicio y, echó un rápido vistazo en el interior. El cuarto estaba iluminado con un tono amarillento que desprendía el fluorescente del techo, unas estanterías de libros estaban alineadas contra la pared, y en el centro...una persona ensangrentada se encontraba atada a una silla. En ese momento una figura apareció detrás de la puerta, la agarró con fuerza por las muñecas, y la empujó dentro de la habitación.
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