Pensamientos Perversos (Parte I)
Miraba a través del amplio ventanal como el viento castigaba aquella frágil rama del árbol. Su frenético balanceo chocando con fuerza contra la vieja corteza; hacía que no pensara en su oscuro deseo. Hacía unos meses que ese deseo se había convertido en el motor de su vida. Dejaba atrás una enfermedad que sintió en lo mas profundo de su ser. Un problema que experimentó en su interior, difícil de explicar, pero que restaron sus ganas de vivir. Todavía no se conocían mucho de las causas que producían esa nueva enfermedad; a la que habían buscado un sencillo nombre para describir los síntomas que causaban en las personas: Ansiedad. Sin embargo, esas largas horas de soledad que había pasado en casa, hicieron de ella una lectora compulsiva. Se despertó en ella una pasión que desconocía. Y a medida que los libros pasaban por las manos de Noelia, empezó a sentir una gran satisfacción, en especial por las novelas policíacas. Una irrefrenable curiosidad latía en su interior con cada libro que leía. Un pensamiento sombrío, oscuro, perverso, se movía en su mente, como las agujas de un reloj. Un tic, tac, que resonaba en su cabeza con cada respiración. Ahora tenía un sueño, una meta por cumplir, y no era otro que...ver a una persona morir asesinada; quería ser testigo de su sufrimiento, ver ese último suspiro escapar de la boca de la víctima.
Un sonido estridente llenó las cuatro paredes blancas de ese aula de segundo de bachiller, anunciando el final de la jornada escolar.
-¿Vienes al parque? -preguntó una chica rubia.
Noelia seguía perdida en sus ensoñaciones, con la mirada clavada en esa rama que se balanceaba inexorablemente contra su corteza, <<era como si con tu brazo golpeas a tu pecho>> pensó.
-Noelia -sintió una mano encima de su hombro derecho-. Aquí Tierra llamando a Noelia; cambio y corto.
Alzó sus ojos hacia arriba, y vio la cara de su amiga Carmen.
-Eh...perdona, estaba en mi mundo -se excusó con un tono apagado-. ¿Qué me decías?
-¿Qué si te vienes ahora al parque? -preguntó-. Vamos a ir Raquel, María, y yo. Necesitamos desconectar de esta mierda de semana. Vente, que llevas unas semanas desaparecida de nosotras, y así nos ponemos al día.
<<¿Y ahora que excusa pongo?...¡perfecto!, diré que voy a ir a estudiar a la biblioteca. Además, es verdad que iré, pero no a estudiar>> pensó.
-Lo siento; pero es que tengo atrasados varios temas por estudiar, y la próxima semana tenemos tres exámenes -se disculpó, adoptando un tono suave y confiado, mientras fijaba sus ojos en la cara de su amiga; esto siempre funcionaba.
-¡Buen finde! -se despidió, resignándose a esa excusa que no creía-. No estudies demasiado.
Vio marchar a sus amigas del aula, y dejó en ella una amarga sensación de mentiras. No le gustaba mentir, pero que otra cosa podía hacer, acaso contar la verdad. Eso sería impensable. No la entenderían, pensarían que estaba loca. ¿Y acaso no era así? Esperó un par de minutos para salir, y así no tener que reencontrarse con sus amigas. Salió de la clase dejando tras de sí una estela de engaños, deseos inconfesables, y una sensación de malestar pasajera.
A estas horas de un viernes y, después de finalizar las clases, la biblioteca se encontraba vacía. Recorrió los estrechos pasillos, entre las altas estanterías repletas de libros. Todo un mundo al alcance de sus manos.
Llegó a la sección de novelas policíacas, y comenzó a pasar su vista por los numerosos autores que allí se encontraban; desde Michael Connolly, John Connolly ,<<¿serán hermanos?>> se preguntó, Lars Kepler, Jo Nesbo...hasta que llegó a su escritor favorito: John Katzenbach. Noelia pensaba que dentro de la mente de estos escritores se escondían verdaderos psicópatas; pero que a través de la escritura materializaban sus peores perversiones y fantasías. Aunque también estaba la remota posibilidad que les gustaran ser policías y atrapar a los malos; pero eso carecía de sentido y elegancia. Además, las oposiciones para la policía estaban regaladas, con solo una pizca de cerebro aprobarían los exámenes.
Leía uno a uno los títulos de cada libro de Katzenbach: El Psicoanalista, Historia de un loco, El Profesor, Confianza Ciega, llegando a su libro favorito "Un Final Perfecto". Lo cogió y comenzó a echar un vistazo entre sus páginas, deteniéndose en aquellos párrafos que conocía tan bien. Esas descripciones que el autor hacía del asesino. Esta historia le apasionaba desde el principio a casi hasta el final; lástima de ese trágico final para su personaje favorito. Depositó el libro en su sitio, alineando los demás libros en una perfecta simetría.
Un ruido atrajo su atención mientras caminaba por el pasillo, se sobresaltó, y miró hacia atrás. No vio a nadie. Salió de esa prisión de estanterías, y expulsó el aire que tenía retenido en los pulmones desde el susto. Allí en el pasillo central se encontraba segura, ¿pero acaso debería estar preocupada? Echó un rápido vistazo al mostrador de la recepción donde antes de entrar se encontraba la bibliotecaria; y no vio a nadie. Comenzó a preocuparse. Una lucecita se iluminó en su interior, y miró la hora en el móvil. <<¡Claro! ¡Eso es! Ha salido para comer>> se dijo.
Caminó hacía la sección donde se encontraba las bibliografías, pasó por el alargado mostrador, y se resbaló, dando con su trasero en el suelo. Se dio un fuerte golpe; más el susto que la dureza de la caída, comenzó a levantarse. Cuando sintió como las palmas de sus manos resbalaban por el suelo, se las miró y vio que era...sangre.
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