Murmullos en la Oscuridad (Parte II)
Siguieron caminando calle arriba a pasos lentos. Mientras andaban observaban las ventanas de las casas, sintiéndose observados, vigilados a través de aquellas blancas cortinas. Kate dio un suave codazo a su marido. Ambos se detuvieron.
—¿También sientes como si nos estuviesen observando? —preguntó Kate, con un ligero temblor en su labio—. Tengo la sensación de ser vigilada a cada paso.
William, siendo consciente de las palabras de su mujer, intentó ocultar sus propios pensamientos.
—Es producto de tu imaginación. Ves demasiadas películas de miedo, y tu subconsciente te traiciona. No te preocupes, este pueblo está abandonado.
Allí parados, percibieron levemente un sonido sordo. Desde lejos llegaba una nota monótona, musical, como el retumbar de un tambor. La música era cada vez más audible a medida que la banda avanzaba por la misma calle.
—¿Lo has escuchado? —preguntó Kate-. Parecen el ruido de unos tambores.
William sintió un sudor frío por su cuerpo, su corazón latió frenéticamente con cada dong, dong, que oía.
—Sí. —Afirmó—. Antes no he sido sincero contigo. También siento que estamos siendo observados. Todo esto me da mala espina.
—¿Qué hacemos?
—¡Huir!
Entonces cuando se dieron la vuelta, para regresar al coche. Las casas parecieron cobrar vida. Las cortinas se movían y las ventanas se abrían. A través de ellas comenzaron a verse personas. Sus rostros estaban cubiertos por unas máscaras.
William y Kate, se quedaron paralizados, petrificados, ante esa siniestra estampa. El retumbar de los tambores era cada vez más sonoro, más cercano. Vislumbraron entre la oscuridad unas llamas que oscilaban con el viento. Un grupo de personas marchaban como en una procesión sujetando antorchas, ocupando toda la calzada. Sus caras estaban cubiertas de unas máscaras con forma animal. Caminaban con paso fuerte, sonoro; el eco de sus pisadas llegaban a los oídos de la pareja, como dos afiladas agujas penetrando su sistema auditivo. Delante de ese grupo de personas, caminaban tres personas con palos largos de madera, las llamas de las antorchas bañaban de luz los afilados filos que sobresalían de aquellos palos.
Se aproximaban a ellos.
Cada año en el pueblo de Darkdolly se celebraba una ancestral tradición. En esa tradición se llevaban a cabo unos sacrificios. El acontecimiento que llevaban esperando los vecinos de aquel pueblo durante todo el año, se iba a llevar a cabo en unos minutos. Antiguamente se sacrificaban a algunas personas del pueblo. Pero con el tiempo fueron cambiando algunas normas de aquella tradición milenaria. Desde hacía unos años, solamente sacrificaban a turistas o conductores que tenían la mala suerte de pasar por aquella carretera secundaria. La trampa que solían utilizar los vecinos para atraer a sus presas, era dejar en mitad de la carretera un animal muerto. Con suerte tendrían un accidente, y acudirían al pueblo a pedir ayuda. La tradición hacía de ese pueblo una comunión perfecta entre su gente.
Kate se agarró fuerte al brazo de William. Su corazón estaba desbocado, respiraba con dificultad. Sus ojos se desplazaban mirando a las personas postradas en las ventanas, y al grupo de personas que refulgían bajo las llamas de las antorchas. William no podía creerse estar viendo aquella escena sacada de alguna película de rituales satánicos.
La banda de música se aproximaban, el sonido era más fuerte, rápido y...siniestro. La calle parecía impregnarse de esa sensación espeluznante del ambiente. Los recién casados se mantenían en el mismo sitio petrificados, desde que escucharon el primer sonido de los tambores. Las antorchas fueron llenando de luz aquella oscura calle. El público que veía a través de las ventanas, comenzaron a aplaudir y gritar cuando vieron llegar a la banda de tambores y a las tres personas que blandían esos palos con punta afilada. Tanto las personas que sujetaban las antorchas, como los músicos formaron un círculo alrededor de William y Kate. Las lágrimas recorrieron la cara de Kate. Estaban en tal estado de pánico que sus gargantas estaban cerradas, sin poder salir grito o palabra alguna de auxilio.
Los vítores del publico se hicieron más intensos cuando vieron aproximar a los tres verdugos a la pareja, blandiendo fuertemente sus palos con ambas manos. Todo estaba preparado para dar comienzo a las fiestas del pueblo. Desde aquellas ventanas se escuchaban toda clase de gritos: ¡matadlooos!, ¡hurraaá!, ¡sangre divinaaá!...Las palabras se clavaron como dardos en las mentes de aquella pobre pareja.
William y Kate se fundieron en un último abrazo, mientras los tres verdugos penetraban sus cuerpos continuamente. Los gritos de la pareja fueron ahogados bajo el clamor del público. Un río de sangre se deslizó calle abajo.
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