El Arlequin y La Elfa
Te conocí en una noche de luna llena. Llevaba meses devastado por una gran pena que llevaba dentro, pena que no se podía ocultar, no con el maquillaje de mi rostro.
Estabas arriba de un árbol en el claro de un estanque. La luz de la luna se reflejaba con calma; ya los cisnes y animales dormían en sus escondidos hogares.
Parte de esa luz plateada y celestial daba hasta ese árbol, y así pude notar tu presencia en medio de la música que ofrecía el viento y los grillos del lugar.
Estabas aferrada a tus piernas, abrazándolas como si eso pudiera contener el dolor que tenías por dentro.
¡Qué llanto tan desgarrador, aunque casi inaudible!
Me acerqué hasta el tronco del árbol en silencio y ni te diste cuenta por estar ensimismada en tus pensamientos.
Me senté con calma y, con mi laúd, comencé a tocar una melodía que pensé sería reconfortante, no solo para tu herido corazón, sino también para el mío.
-¿Quién anda ahí?
Preguntaste entre sollozos, un poco sorprendida y alerta.
-Solo un alma rota que busca confortarse con la música del laúd y de aquella que ofrece la naturaleza -dije sin buscar contacto con tu mirada.
Al parecer, tenías curiosidad de ver quién era aquel que molestaba e interrumpía tu soledad, ya que bajaste del árbol con delicadeza y te posaste frente a mí.
Jamás en mi vida había soñado con tal magnificencia, con tal belleza que podían estar presenciando mis ojos en ese momento.
Y ahí estabas, con un vestido celeste con rosas blancas llenándolo por toda la falda, un cabello tan oscuro como el azabache y con los ojos tan preciosos como el ónix. Eras tan pálida que perfectamente podrías haber pasado como hermana de la luna.
-Me sorprende ver a un humano por estos lados. Debes tener un corazón amable y noble para poder atravesar las barreras mágicas que rodean este estanque, impidiendo el acceso de humanos.
-Vaya, yo solo seguí el sendero de árboles y me vi atraído por el reflejo de la luna en el estanque. Disculpa si te interrumpí...
-Soy Zafiro, ¿y tu nombre humano? -preguntaste, demandante.
-Soy Damián -te respondí, ofreciendo estrechar tu mano, pero te alejaste un poco.
-Un placer, Damián. ¿Te molesta si me siento cerca y te escucho en tu cantar? No comparto mucha simpatía por los humanos, pero hay cosas como su "música" que debo admitir me fascinan.
Solo asentí a tu propuesta mientras comenzaba de nuevo a tocar mi laúd.
Te sentaste enfrente de mí, siendo completamente iluminada por la luna que hacía brillar tu delicada piel.
Tenías una mirada penetrante que llegó a ponerme nervioso en varias ocasiones, haciendo que la melodía fluctuara a cómo debía ser realmente.
Después de unas dos canciones tocadas, comencé a cantar y, al parecer, por escuchar tu canto acompañarme, pude comprender que ya habías tomado algo de confianza con este roto arlequín.
Cuando comenzó a hacer frío por el transcurrir de la noche, nos despedimos, pero me sorprendió e hizo que mi caminar cesara al escuchar tu voz hablarme detrás de mí.
-¿Volverás mañana de nuevo?
-Siempre que me acompañes a cantar.
Y así fue un trato con el que pasamos semanas, quedando cada noche en encontrarnos, hasta que te aprendiste la melodía de mis canciones humanas y las cantabas mientras yo te acompañaba con mi laúd.
Un día recuerdo que, en una de esas noches, te acercaste más de lo que acostumbrabas y tomaste uno de mis rizos del cabello y me dijiste:
-Tienes el cabello del color de la tierra, al igual que tus ojos. ¿Por qué, teniendo esos rasgos, ocultas tu rostro con esa máscara de maquillaje?
-Supongo que me da un poco de valor el poder ocultar mi rostro verdadero.
-Podrías mañana venir como eres realmente. Algo que nos caracteriza a los elfos es que apreciamos la perfección de la naturaleza. Me gustaría poder conocerte como realmente eres.
-Para eso no hay que esperar tanto, espera un momento.
Y así fue como me acerqué al estanque y lavé mi rostro con el agua lo mejor que pude. Me regresé con calma al árbol donde me esperabas, paciente pero expectante.
-Mucho mejor, Damián. Ahora sí te conozco realmente.
En ese momento, simplemente callé al quedarme observando cómo una ráfaga de viento mecía tu lacio cabello con gracia y elegancia.
Esa mirada tuvo que tener algún efecto en ti, ya que tus ojos buscaron a los míos hasta encontrarse.
Fue simplemente el momento o las señales que pude haber captado de tu mirada, que hicieron que me acercara a ti y lentamente posara mis labios sobre los tuyos.
Me correspondiste y tomaste mi rostro entre tus manos, invitándome a tener más contacto entre nuestros cuerpos, así que, sin titubear, rodeé tu cintura con mis manos, acortando toda distancia que quedaba entre los dos.
Esa noche me abriste tu alma y tu corazón por completo, al igual que yo te entregué mi corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro