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ZORRO DE LLAMAS ROJAS



—¿Qué son esos ruidos Midorima-kun?—

—Al parecer hay un chico nuevo-nanodayo—

—Oh pobrecillo... Es una verdadera pena—

—Es natural Kurokocchi, es el procedimiento cada que algún nuevo aparece...—

—Ese no es el problema—

— ¿A no...? ¿Y entonces?—

—Lo que sucede es que...—

—Esperen... esperen... pero si no ha habido ataques en el último mes, considerando que hoy es luna llena—

— ¿Me dejas terminar Kise?—

—Perdón Midorimacchi—

—Decía, el problema es que el ataque ocurrió hace seis meses, el chico llevaba solo ya seis lunas, contabilizando esta pues son siete—

—Eso es... imposible Midorima-kun... es imposible... Se habría vuelto loco, habría...—

— ¿Cómo es que lo encontraron entonces si lleva tanto tiempo escondido y sin señales de ataques?—

—Es lo que Akashi está investigando, bueno en realidad envió a Aomine y a Kagami-nanodayo, aunque me parece extraño—

—Es verdad Midorima-kun, Akashi-kun no se relaciona directamente con los casos a menos que vea un potencial de guerrero... ¿Lo hay?—

—No... no lo hay... es... algo mas-nanodayo—



Tenía una vida normal y según sus padres un tanto solitaria. Pero asi estaba bien. Le gustaba su vida tal como la tenía. Simple y sin mayores complicaciones, no como la mayoría de sus amigos, llenas de dramas con sus ex novias o novias en curso. Mientras el mantuviera la tranquilidad y la vista fija en sus estudios y metas era más que suficiente.

Y ese quizá fue el problema. El hecho de que nunca ponía atención a lo que sucedía a su alrededor.

En ese momento no lo sabría. Pero había cosas en la oscuridad a las cuales debía tener cuidado. Los cuentos que los adultos relataban para asustar a aquellos niños que no querían ir a la cama tenían de todo menos mentiras.

Pero ya no era un niño y mucho menos permitiría que su madre le contase cuentos antes de dormir.

Ahora, justo en ese momento, bajo la mirada bicolor mientras se agazapaba en una esquina con un universo de dolor en su cuerpo entendía que los cuentos de terror eran más que cuentos. En realidad le aterraban. ¿En qué clase de cosa le habían convertido?

Bueno pues para eso tenía y aunque no quisiera; echar una hojeada en sus recuerdos en lo sucedido hacia exactamente siete meses.

Esa maldita noche que nunca se borraría de su memoria.

Y más porque el apuesto pelirrojo se había puesto a la altura de sus ojos, le había sonreído con esos curiosos colmillos sobresalientes de sus labios mientras ponía una de sus blancas manos en su frente y ojos tapando asi la mirada inquietante que tenía sobre sí.

Grito. No hubo otro sonido que no fueran gritos y sollozos que salieran de sus labios.

Recordando con dolor como si hubiese sucedido el día anterior apenas.





— ¡Aominecchi! ¡Kagamicchi! Volvieron ¿Y bien? ¿Qué encontraron?—

—Tus gritos aturden Kise...—

—Pues la información... y creo que rodaran cabezas—

— ¿Qué Dices Kagami-kun? ¿Porque sería asi?—

—Hace siete meses hubo un ataque, según la policía humana una pandilla asesino a una pareja para robarles—

—Pero bien sabemos que eso fue solo la tapadera de las autoridades, los de limpieza dijeron que solo había dos cuerpos porque así lo era. Ya saben, cuando hay un ataque extraño, un grupo va a revisar, pero no hallaron indicios de algo anormal. La pareja mayor murió por desangramiento y no había señales de alguien más ahí. Además de que los supuestos pandilleros fueron eliminados en el acto. Se suponía que no había quedado nada—

—Bueno pues Akashi se va a cabrear con los de limpieza ¿Y dónde esta por cierto?—

—Esta con el chico-nanodayo—

—Oh... eso es... raro, como sea, no es que me interese. Sigue tú con la explicación Bakagami, tengo flojera—

El pelirrojo suspiro de frustración de que el moreno no hiciera nada más por aportar a la investigación y viendo qué; los demás necesitaban algunas respuestas prosiguió con el relato.

—Decía acudimos a los suburbios de donde vino el último ataque al que se nos haya notificado, mas deben recordar que ese en específico acudió Kasamatsu-san y Kise—

—Así es y estoy completamente seguro de que Kasamatsu-sempai me hubiera pateado si dejábamos algo vivo—

—Como no encontramos nada hurgamos más, en fechas más viejas y dimos con el informe de la policía del ataque de hace siete meses. Acudimos al lugar y nos dimos cuenta de que en esa casa en realidad vivían tres personas y no dos como se suponía y alégrense, ninguno de nosotros acudió a ese llamado, es más... nadie acudió—

—Eso no es posible-nanodayo, a Takao y a mí nos llegan cada una de las alertas, no pudimos haber pasado por alto esta—

—El problema está en que la policía estuvo involucrada directamente en el incidente porque estaban cerca, abatieron a los sospechosos y cerraron el caso sin dar aviso de algo inusual... Porque en realidad a primera vista no se ve nada inusual, salvo la sangre seca que no coincidía con la de dos personas, pero repito; a la policía no le pareció inusual, más si no había un tercer cuerpo. Pero la pregunta verdadera es... ¿Cómo es que Akashi dio con el chico así sin más?—

—Y eso no es todo. La policía no tomo en cuenta a la tercera persona que vivía en esa casa. ¡Mierda! Hasta había fotografías, estúpidos incompetentes...—

El chico que había estado indiferente ante las explicaciones del pelirrojo, les paso un portar retrato cubierto de sangre seca; en él se podía apreciar la figura de tres personas, una pareja mayor y un joven que no pasaba de los veinte años, delgado, cabello castaño y sonriente.

Todos en la sala estaban admirando la fotografía, hasta que el pelinegro que había mantenido la cabeza hundida en una de las computadoras dio un salto tomándola de las manos de un chico peli azul que le devolvió la mirada; aunque inexpresiva, si con un aura molesta por la acción.

— ¡Lo conozco!—

— ¿Cómo que lo conoces Bakao?—

—Sí, sí, es el en definitiva. Hace unas dos semanas acudimos a la biblioteca central ¿No te acuerdas Shin-chan? Si hasta hicimos cosas indecorosas en uno de los pasillos—

— ¡Cállate Bakao!—

—Midorima-kun... Quien lo diría—

—Aguafiestas Shin-chan, como sea. Este chico era el encargado del ala de seguridad, en donde están los libros de mayor valor histórico. El bibliotecario pues. Lo recuerdo porque en cuanto vio a su majestad absoluta tembló como gelatina, de milagro no se desmayó—

—Que Akashi no te escuche que le dices así Takao, o abra pájaro de cena—

—Para lo que me importa, Shin-chan no lo dejaría. Como sea, note que Akashi le prestaba más atención de lo usual y al volver me pidió que le diera toda la información posible que encontrara de él. Además de que aunque no tengo buen olfato, note una herida algo rara que intentaba ocultar con la ropa en su cuello. Al principio pensé que olía a perro mojado pero pensé que sería una mascota que tuviera o algo—

—Y entonces ayer envió a Nijimuracchi y a Haizaki a una salida de rastreo volviendo con el chico ¿No? ¿Takaocchi les dio la información?—

— ¿Qué encontraste Takao-kun? No nos has dicho nada—

—Asi es, y bueno... Fue difícil al solo tener lugar de trabajo y rostro, pero yo siempre logro lo que me propongo. Su nombre es Furihata Kouki, trabaja en la sección especial de la biblioteca central. Estudiante de primer año en la facultad de Letras de la Universidad de Tokio. Vive solo en los departamentos que otorgan a los becados, era O positivo* y solo eso. Un chico aburrido—

—Aun asi no entiendo el interés de Akashi para con él, si hasta le está interrogando personalmente. Además de que tiene a Murasakibara y a mi Bro de centinelas en el pasillo de la sala de contención—

—Bueno... hemos dejado de escuchar los gritos desde hace ya buen rato. O lo mato, o vive y será parte del grupo—

— ¿Quién apuesta?—

— ¡Bakao! Con eso no se juega—

—Pues estaban de centinelas Kagami-kun, porque Murasakibara-kun y Himuro-kun vienen para acá—

—Murasakibaracchi, Himurocchi ¿Por qué están aquí?—

—Akachin de repente abrió la puerta y nos ordenó que los dejáramos solos... —

—No tengo idea de sus intenciones, pero seguro hay perro de cena... Sin ofender Kuroko—

— ¿Entonces es...?—

—Eso es lo extraño Kuroko. No es un hibrido, es un sobrenatural al 100% a pesar de que... obviamente fue mordido y no... no es un Lycan—

Todos en la sala quedaron mudos ante la declaración, eso era genéticamente imposible, o nacías Lycan o nacías vampiro o cualquier ser sobrenatural del que se conocía pero jamás un mordido lo era al completo. Y más raro aun, que no supieran hasta el momento con qué clase de ser sobrenatural lidiaban.





Un par de ojos castaños de iris dorado eran los que veía ahora; fascinante. Fue lo primero que pensó. La criatura que intentaba esconderse de su mirada ahora. Las llamas eran; para mejor descripción, hipnotizantes. Estas se movían con forme a los movimientos de su dueño, que agazapado huía de él.

—Eres una criatura única en su tipo ¿Lo sabias?—

El chico no le respondió, solo le gruño para que no se le acercara más, los movimientos ondulantes de la cola de fuego le indicaban que estaba a la expectativa de ver que sucedería.

—No te hare daño, a menos que hagas algo estúpido—

Sabia la razón de su actuar, sabía por qué quito a los centinelas de sus puestos. Desde el día en que le había visto en aquel lugar le había llamado la atención.

Porque incluso aunque era visible el miedo que le tenía, no dudo ningún momento en verle a los ojos, además de la cicatriz que su prodigiosa mirada noto, el aroma dulce que transmitía.

No era un sobrenatural nacido, tampoco era un convertido. Era algo más. Algo que le instaba a buscarle a hacer cosas que nunca antes había pensado o requerido.

Y seria suyo. Asi fuera lo último que hiciera. Pero claro, para el no había limite o frontera que le detuviera. Acercándose a pasos fuertes y firmes se agacho para estar al mismo nivel que la mirada desconcertada del castaño. Algo asi nunca seria visto más que por ese chico.

—Fascinante...— le dijo pasando sus dedos por las llamas oscilantes, sintiendo la tibieza de estas. Por las muestras a su alrededor podía ver lo peligrosas que eran y comprendió al instante de atravesarlas con sus dedos la razón de porque no le causaban daño alguno.

Y no podía estar más complacido con ello. Más ahora que había podido ver lo sucedido aquel; para el castaño, fatídico día hacia siete meses. Más no para él.

Hacía siete meses para Akashi Seijuuro había nacido el perfecto consorte que nadie más podría obtener.





Era una tarde nublada, las hojas de los se movían al compás del viento fresco. Esperaba la lluvia, la adoraba, ver como después de ella los brotes de las hojas y las flores de los arboles salían en todo su esplendor era lo único que le agradaba de la época. No el calor y el sudor de la temporada. Solo las hojas y las flores.

Se detuvo súbitamente al sentir escalofríos recorrer todo su cuerpo, volteo a todos lados esperando encontrar la razón de su intranquilidad. Pero no noto nada.

Asi que aunque algo incómodo siguió con su camino. Faltaban al menos unas cinco casas para llegar a la suya. Las cuales a pesar de la hora se encontraban con las luces apagadas y sin señales de vida.

En cuanto llego y tomo las llaves para abrir la puerta se sintió extrañamente aliviado. No entendía por qué ni se iba a detener a analizarlo. Le recibió la suave risa de su madre que veía un programa de comedia en la televisión e instintivamente sonrió. Les saludo como cualquier día y como cualquier día fiel a su rutina su adorada madre le envió a ducharse, para después ordenarle que en cuanto terminara no se entretuviera con nada y bajara con prontitud a cenar.

Le tomo alrededor de diez minutos entre desvestirse, ducharse y vestirse de nuevo. Tenía algo de hambre asi que le dio prisa a la tarea de su limpieza personal.

En cuanto termino iba a dirigirse lo más rápido que pudiera a la planta baja a disfrutar de una agradable cenaq con su amada familia, entonces al llevar su mano a la perilla de la puerta escucho el timbre en la entrada, volteo al reloj sin apartar la mano de donde la tenía y vio la hora nueve de la noche.

Los mismos escalofríos que le inundaron en la calle le llenaron nuevamente el cuerpo. Escucho un golpe seguido de lo que podía considerar el gorgoteo de un líquido desbordándose. Se paralizo en su puerta. Más al escuchar el grito de su padre siendo opacado por un sonido hueco en la pared. Escuchaba jadeos y pronto las lágrimas se arremolinaron en sus ojos.

Abrió la puerta con lentitud esperando no hacer ruido y de la misma manera bajo las escaleras, sentía que su corazón saldría de su pecho y lo escupiría del terrible temor que le invadía. Pero debía ser fuerte e intentar hacer algo por sus padres.

No vomito por pura fuerza de voluntad. En medio de la sala todo era un caos, sus padres yacían desangrados y ya sin vida al lado de un par de tipos que se besaban con los labios llenos de sangre. Llenos de la sangre de sus padres.

Ellos le gruñeron ¿Le gruñeron? Como un par de animales salvajes y no basto más que un parpadeo para tener a uno de ellos mordiendo con saña su cuello.

Mordía

Su

Cuello

No pudo gritar por el hecho de sentir el sabor metálico de su propia sangre en sus labios. Saco fuerza de a saber qué lugar y lo lanzo lejos, levantándose tambaleante para tonar la silla que se hallaba cerca suyo y estrellársela con toda la ira que tenía directo en la cabeza del segundo hombre, mismo que tenía obvias intenciones de dañarle.

No dejo de golpear hasta que vio que no se movía. Sus ojos se nublaban, sentía un extraño calor en recorrerle cada mililitro de sangre que le quedaba en su cuerpo, ardía. Como llamas.

Necesitaba encontrar ayuda.

Con la fuerza que la adrenalina le entregaba salió a pasos lentos por la puerta trasera. Cubría la herida de su cuello; que milagrosamente bullía como coagulada con la palma de su mano. Su cabeza hervía. Necesitaba un hospital y sabia; aunque le doliera el corazón, sabía que sus padres eran un caso perdido.

Les había perdido.

Camino recargándose en la pared del andador trasero que conducía al pequeño parque de la zona departamental en la que vivía, fue cuando escucho los disparos. Casi cayó al suelo deseando regresar. Pero algo dentro suyo no se lo permitió.

Dos disparos más y para escuchar el sonido de las sirenas de la policía y las ambulancias. Con el dolor atenazando su cuerpo y conciencia, siguió su camino. La herida aunque dolorosa y quemante como un infierno había dejado de sangrar pese a ser realmente profunda.

Sentía en los costados de su cuerpo heridas igual de quemantes y noto en la oscuridad como eran marcas de uñas... o garras. ¿Qué había sucedido?

Siguió caminando hasta llegar a una construcción abandonada. Se escabullo en cuanto la lluvia comenzó a evaporarse en su piel ¿Evaporarse? En definitiva el dolor le estaba haciendo ver cosas que no entendía.

Se dejó caer en un montón de papeles de periódico abandonados, sintiendo como su mente y sentidos se apagaban, llorando por su perdida. Mientras la oscuridad le abrazaba y no hacía nada por rechazarla.

No supo cuánto tiempo paso desde que perdió la conciencia, pero en definitiva no creía que fuesen tan solo unos cuantos minutos. No había luz alguna más que la poca que entraba por los agujeros de las derruidas paredes, las volutas de polvo le eran perceptibles y sentía un olor rancio venir de algún lugar.

Se levantó con pereza y con el cuerpo adolorido por la posición y el lugar en el que había dormido, notando principalmente que sus heridas no solo no sangraban, si no que al tacto estaban completamente cicatrizadas. Se acercó a una de las ventanas que aun conservaban vidrio y con el poco reflejo que este le devolvía vio que no había nada.

No había más que la cicatriz y el horrible recuerdo de lo sucedido.

Mareado y con lágrimas en sus ojos salió en dirección de su hogar, llego en tiempo record aun sin saber bien donde se hallaba. Noto en primer lugar la cinta dejada por la policía que indicaba que no se podía pasar. Que en ese lugar se había cometido un crimen.

No lo sabía pero su instinto le dijo que no debía permanecer mucho en el lugar, asi que apretando su corazón y evitando dejar huellas notorias de su intrusión entro al que por años amo como su hogar.

No entendía como es que la policía no le había buscado, por qué no habían notado que faltaba en casa. Tomo unas cuantas fotografías de su familia y las propias. Sus padres no eran muy adeptos a tomarlas de todos modos asi que había pocas.

Subió a la que era su habitación y tomo la mayor parte de su ropa y todos los libros escolares. Entro a la habitación de sus padres mirando con dolor cada recuerdo de su presencia, para tomar la caja de ahorros que sabía que ambos conservaban en caso de una emergencia.

~Tómala si es necesario~ le había dicho su madre una vez.

Y ahora entendía que lo era y no había vuelta atrás. No se despidió del lugar. Después de todo ya no quedaba ahí nada para él.

Tiempo después logro matricularse a la universidad que tanto deseaba, en la facultad de sus sueños. Empezar de cero le fue muy difícil.

Aun asi sentía que algo andaba mal, apenas se iba a cumplir un mes del ataque y sentía que era vigilado por "Algo" no podía quitarse de su cabeza las pesadillas de esas dos cosas; porque no podía llamarlas de otra manera, viéndose como un par de monstruos devorando a sus padres e intentando hacer lo mismo consigo.

No era que hubiera documentado la fecha exacta, pero su cuerpo le gritaba el ataque a cada momento. Esa noche incluso no acudió a su trabajo de medio tiempo en la biblioteca; aunque en realidad si había ido, pero su superior al notar un leve sonrojo se acercó notando que le aquejaba una fiebre y le envió a casa.

~Alíviate pronto, que aquí estará tu trabajo esperándote, no te preocupes~ el alto castaño no le dejo en paz hasta asegurarse que se encontrara en su casa.

Más tarde esa madrugada le despertó un tenue olor a quemado. Pensaba que era producto de la fiebre y en sí, sí lo era. Pero lo que lo sorprendió fueron las llamas que salían de su cuerpo. Apago cuanta pequeña llama se encontró y huyo a la ducha intentando apagarse, sus ojos registraron cada cosa a su paso, notaba los colores más vivos, cada mota de polvo, cada relieve en las paredes, los detalles de las alas de las polillas que pululaban en el foco.

Estaba realmente asustado. ¿Qué le estaba sucediendo? Pronto gimió de dolor y vio el sangrado salir de sus labios, pequeños colmillos sobresalían de estos, filosos cortando la piel de sus dedos en cuanto los toco. Sus uñas se alargaron pareciendo pequeñas garras y por más que el agua fluía no se apagaba.

Cerró los ojos con fuerza pensando que todo era producto de la fiebre que le invadía y en cuanto los abrió de nuevo todo seguía ahí en su lugar. Y aunque las llamas se habían apagado ahora quedaban un par de orejas felpudas y una cola adherida a su espalda baja.

Se removió en la ducha lamiendo sus manos, los sonidos le eran más potentes, tanto que podía escuchar y aunque le sonara aterrador oler a la rata tras la pared que hacia noches no le dejaba dormir.

Jadeante abrió la puerta del baño y de un solo golpe abrió la pared tomándola en sus manos, escuchándola chillar y de una sola mordida la mato.

Cuando se dio cuenta de lo que había hecho no pudo más que horrorizarse lazando los restos de lo que fue la rata, llorando amargamente con el sabor metálico en sus labios.

Despertó con un horrible dolor en el cuello por la mala posición en la que había dormido, recargado entre la pared y el piso de la habitación que alquilaba. Vio el reloj y se dio cuenta de que eran casi las seis de la tarde y que tenía varios mensajes en la contestadora.

Vio lo restos del animalejo que había devorado la noche anterior y aunque corrió al escusado intentando devolver lo que había consumido fue completamente en vano.

Fueron tres noches más de esa manera. En ocasiones olía la carne del vecino de al lado. Y no se refería a algún tipo de guisado que este hiciera. Si no a su piel. Aterradoramente estaba consciente de que era su piel. Asi que antes de cometer alguna locura y con toda la fuerza de voluntad que poseía, a la mañana siguiente de su segundo día de esa extraña conversión acudió a una ferretería y compran una cadena y un montón de candados.

Se ato a si mismo al regulador de temperatura que se encontraba fuertemente empotrado a la pared del edificio. Quien le viera tal vez diría ~Oye, pero si tomas las llaves de los candados te será fácil~ pero aun asi en la poca cordura ideo un plan para que eso no ocurriera, además de que perdido en el dolor y sus ansias para nada reparo en la cercanía de estas.

Hasta que días después termino todo ese horroroso asunto.

Y así, desgraciadamente unos días al mes le ocurría lo mismo. Primero era la aparición de las llamas y cuando por fin podía controlarlas solo quedaba el ansia de comer carne cruda. Claro que después de la segunda ocasión reparo en comprar dicha carne en el supermercado y así no sentir que moriría de hambre.

Fue un escueto método pero le funciono. El resto del tiempo era un chico normal y corriente que temía de las personas con fuerte aura, como el chico de colores dispares y pelo rojo que conoció en su sección de trabajo hacia dos días.





No puso real atención por donde iban, ya que el hombre era condenadamente rápido, tanto que lo hizo marearse. Pero en definitiva era un lugar muy lujoso y no creía que fuera un hotel. Después de todo cuando le interceptaron al salir de su trabajo le vendaron los ojos, lo noquearon y no supo nada más hasta estar en esa habitación de grises paredes siendo interrogado por esa persona a la que solo vio una vez en su trabajo, pero recuerda muy bien ya que le hizo temblar como perrito apaleado.

Y ahí estaba ahora, escuchando una escueta explicación de su estado, siendo arrastrado a una habitación bellamente decorada y aunque, sabía que podía defenderse su instinto; y los temibles colmillos del pelirrojo se lo impedía. No quería morir drenado.

O eso le había dicho el apuesto hombre. ~Mueve un solo musculo en contra mía y te drenare~ Mejor se dejaba llevar a donde fuera que iban.

Fue lanzado contra una bella cama, una que vulgarmente conocía como "de princesas" con sabanas rojo sangre suaves al tacto.

—Espere... espere, señor que está haciendo—

—No reclames y disfruta— le contesto el pelirrojo jalando su ropa y quitándola con desespero, por más que intentaba que no fuera quitada de su lugar.

—N-No quiero ni siquiera le conozco... ahh~ suelte...me—

—Seijuuro; Akashi Seijuuro, ese es mi nombre. Gímelo para mi...—

—Akashi Seijuuro-san por favor... deténgase ¡Ahh! ¡N-No toque ahí!—

Jadeos salían de sus labios que a penas y lograba contener, la piel fría que sentía recorrer su piel le llenaba de una sensación que en su vida había sentido antes.

—Apaga esas llamas pequeño, no querrás terminar quemando toda la cama y llámame por mi nombre te digo—

Ni siquiera había notado que estas estaban encendidas, sentía calor recorrerle cada terminación nerviosa y supuso que era por las manos expertas del vampiro; no creía que lo fuera en cuanto se lo dijo, pero esos colmillos le decían otra cosa muy diferente.

— ¡No soy ningún pe-pequeño! Ahh~~ por favor n-no ahí n-no...—

—Considerando que te llevo unos cien años si, eres pequeño—

— ¡Cien años! ¡Eso es imposible!—

—Lo es, ahora silencio y concéntrate en lo que te hago sentir...—

Esas manos le llenaban de escalofríos que iban directamente a su erguida parte baja, estaba sorprendido que unas cuantas caricias algo bruscas le tuvieran en tal estado, no pudo suprimir el vergonzoso gemido que salió de sus labios cuando la fría mano contraria tomo su miembro en un movimiento calculado que le hacía estremecer, haciéndole abrir más las piernas.

Intentaba alejarle pero su fuerza no era suficiente, además de la neblina de placer que le recorría entero.

El orgasmo más fuerte que en su joven vida pudiera haber sentido le hizo arquear la espalda, llenando de su semilla la mano contraria. Su respiración era errática que ni cuenta se dio cuando estaba presentando sus caderas, alzándolas a la vista hacia el hombre que le tocaba sin pudor.

—N-No... no... lo haga...s ¡Ahhh! ¡Seijuuro!—

—Eso es... mi nombre es el único que saldrá de tus labios de ahora en adelante—

Un par de dedos tantearon su entrada, sintiendo su propio semen frio ser untado ahí con obscenidad. Ahogo un grito cuando ambos dígitos le llenaron. Dejando caer sus lágrimas por sobre la almohada.

—Ba-Basta... ngjh... n-no...—

—Dices que no pero mueves tus caderas al ritmo de mis dedos—

No se había dado cuenta en que momento lo empezó a hacer y es que por alguna razón su cuerpo pedía más de esas caricias. Fue cuando algo tibio lleno esa parte que estaba siendo invadida, además de sentir un tercer intruso adentrarse en su interior.

Volteo el rostro con un poco de dificultad notando como el pelirrojo se había mordido la muñeca y dejaba caer de su vital líquido en aquel lugar tan vergonzoso. Ademas de que con la otra tomaba esa felpuda cola que se negaba a desaparecer. El calor de la acción sonrojo aún más su rostro, cuando noto la erección ajena en todo su esplendor. Ni siquiera vio en qué momento se había quitado la ropa.

El vampiro que le poseería no era para nada pequeño y si le hubiese conocido de alguna otra manera el mismo se le habría presentado sin dudar.

No pudo evitar que el orgasmo nuevamente llenara cada célula de su cuerpo de placer al ser embestido de manera fiera. Solo escucho la risita tras suyo, mientras los movimientos eran intensificados, gimiendo de un placer que nunca creyó posible.

Las uñas contrarias se enterraron en su piel y la fuerza de cada estocada aumento para sentir una fiera mordida en su nuca. Seguido de una calidez y un líquido tibio desbordarse entre sus muslos.

Su conciencia se perdió, no sin antes escucharle hablar cerca de su oído.

—Esto apenas empieza mi emperatriz...—





Y bueno, me dio un terrible ataque de inspiración. Espero que les haya gustado y realmente no se si seguir con una segunda parte. Igual si algún otro día recibo un nuevo ataque escriba un poco mas.

Se suponía que serian historias cortas, pero las ideas salían y salían. Hasta que se agotaron.

Gracias por sus votos, comentarios y lecturas.

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