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PD, SON TRILLIZOS

Kouki estaba molesto; no, furioso. Casi sentía hervir su sangre como lava a punto de hacer erupción de un volcán antes dormido.

Había peleado con su siempre recta pareja. Ese que no hacía ni una mueca de disgusto en público solo para verse correcto.

Incluso si al hablar decía algunas palabra hirientes y agresivas, siempre procuraba que fueran corteses.

Había un acuerdo silencioso entre ambos, algo en lo que los dos coincidían.
Creían que ese acto denotaba vergüenza y falta de decencia, que solo los celopatas y vulgares parejas sexosas la usaban.

Y a Seijuroo le encantaba; aunque no lo decía en voz alta, hacerle ver ese hecho a sus amigos que tenían en gusto esa práctica, burlándose. Y después de casi 15 años de relación ahí estaba ahora Kouki.

En esa particular situacion.

Ambos se dirigían a su hogar después de la reunión que todos los milagros y sus parejas tenían cada particular tiempo.

—Vamos Kouki, no sigas molesto conmigo—

Seijuuro sabía claramente que no sería fácil contentar a su molesta pareja, pero tenía sus motivos.

Un poco de alcohol y ... Eso.

Eso fue lo que le llevo al borde del colapso nervioso y después de una agradable cena, algo de vino; del mas caro por supuesto, que esa idea en particular llegara a su mente.

—Ahora estoy muy molesto contigo Akashi Seijuuro, no me hables—

El pelirrojo hizo un guiño de dolor, le había hablado por su nombre completo y eso no dictaba nada bueno.

Bajaron de la limusina que les transportaba, entrando al lujoso
penthouse en el que se hospedarian por esa noche, antes de partir a Kyoto donde ahora radicaban.

El castaño camino como perseguido hacia el elevador y dentro de el solo se dedicó a mirar a otro lado, uno donde no viera su reflejo del bochorno y la vergüenza que cargaba.

—¡¿Cómo iré a trabajar mañana Seijuuro!? ¡¿Con una burka?!—

—No sería mala idea...— murmuró el emperador, murmullo claramente escuchado por su pareja

—¡Seijuuro!—

Mientras tanto el emperador rememoraba los acontecimientos de la noche anterior que le llevaron a eso.




Pocas veces Kouki asistía a sus múltiples reuniones de socios. Seijuuro sabía que nunca había sido un ser social con los grandes peces empresariales.

Aún después de varios años de casados, un renombre debido a sus múltiples libros publicados y su belleza; que solamente el no veía, se seguía sintiendo menos.

Así que, esa noche se lo pidió ya que deseaba le vieran con el.

Presumirlo.

Seijuuro no se consideraba alguien salvaje, quizá alguien posesivo pero no agresivo; aunque Kagami dijera lo contrario debido al incidente de las tijeras, no entendía como es que no podía olvidar un pequeño detallito.

No se consideraba del tipo que le dijera a su amado que ropa usar, con quién hablar o de lo contrario, si cediera a esa otra voz que aún a veces se presentaba, lo encerraria para que nadie lo viera.

Cuando su primer embarazo lo intento, aunque solo el y Kouki lo supieran.

Lastima que esa presisamente sería una de esas ocasiones.

Kouki tenía una clase en la preparatoria en Seirín y se sentía orgulloso de ese hecho.

Había salido con honores de la universidad y al ser un egresado de Seirín, la institución le llamo a que impartiera "Morfología Lingüística" a una clase avanzada de chicos de tercer año.

Kouki acepto gustoso ya que Mahiro; su tercer hijo, estaba en segundo año, y pues ¿Qué padre se niega a echarle un ojo a uno de sus retoños? Solo por si acaso.

Con lo que no contó fue que la escuela fuera un nido de mocosos hormonales que le lanzaban miraditase a su amado castaño.

Porque pese a rondar casi los 40, Akashi Kouki se encontraba en forma... Y en qué forma.

Músculos torneados, piel sin alguna marca y por supuesto, sedosa. Claro que eso último solo él y quizá sus hijos; ya que le besaban a modo de cariño, lo sabrían.

Su aún firme trasero; por el ejércicio, al caminar se movía de manera seductora, con el paso de los años solo se había asentado en su rostro un deje de seducción, que le daba un aura de ingenuidad e inocencia nada propios de su edad, y costumbres; pues vaya que eran unos pervertidos en la cama.

Entonces fue que le vio por primera vez.

Ese maldito mocoso.

Mahiro se reía por sus celos, diciéndole que obviamente su padre jamás vería con otros ojos a un alumno, pero Seijuuro sabia, que en la mirada del muchacho había deseo carnal propio de su adolescencia.

Y odiaba que el blanco de su calentura fuera su pareja.

Lo peor vino cuando el mocoso resulto ser hijo de uno de sus más grande enemigos empresariales.

Si por algo había odiado los ojos verdes del chico desde la primera vez que lo vio.

—Gold-kun, no pensé verte por aqui esta noche—

La voz de Kouki y el discreto codazo en las costillas le hicieron estirar en su rostro una mueca más parecida a bilis en sus labios que a sonrisa, pero aún así saludo.

—Para mi es un gusto verle por aquí Akashi- sensei—

La mano de su esposo le apresó con un poco de fuerza, si bien que Kouki sabía que en esas circunstancias Seijuuro era mecha corta. Además de que pudo notar como el rubio le escaneada de arriba a abajo con la mirada y más cuando mordio su labio con descaro al terminar de verle.

—Asumo que tu padre está aqui Gold-kun—

—Asi es, me dijo que nada más verle le dijera, lo buscara—

Y una mierda que lo haria, que tenía por seguro que el mocoso le decía a su padre lo mucho que le ponía su profesor y Nash Gold lo dejaría pasar solo para molestarlo.

Que ya superará su derrota por Dios.

—Si, lo buscaré después oh, mira cariño; ahí está mi padre—

Mientras la pareja se alejaba en busca de un inexistente Masaomi, porque el hombre estaba en Hawái con su reciente conquista, el rubio copia de su padre, veía sin descaro a disgusto del emperador, el trasero de su esposo.

—Vamos Sei, es solo un niño, no le sigas el juego—

—Lo siento Kouki, de verdad no puedo evitarlo—

Kouki Akashi estaba al tanto de la pugna entre su alumno y su marido. Al principio le causaba gracia, pero esa noche al ver que ya era la quinta copa de vino de su pareja, pensaba que era hora de ponerle fin.

Lastima que no estuvieran en el lugar adecuado y Kouki no supiera como hacerlo.

Quizá un plan de su malévolo amigo Kazunari le vendría bien.

No sabía que eso no iba a ser necesario.

No supo en que momento de la noche se le perdió su marido. Akashi había estado hablando con múltiples socios y potenciales socios, con su amado de la mano.

Hasta que simplemente desapareció.

Ya era hora de marcharse, así que decidió buscarlo con el rastreador que le había colocado en el anillo, bendita tecnología que le facilita a uno muchas cosas.

¿Que? Había que ser precavido.

Como sea, Seijuuro fácilmente dio con el, así que siguiendo las indicaciones de su celular se dirigió a lo que parecía era el baño, entro al lujoso lugar; ya que era una costosa recidencial en la que había sido la reunión cuando se quedó estático escuchando.

—Vamos Akashi- sensei, usted es muy lindo y justo totalmente mi tipo—

—Gold-kun... Agradezco tu... Esto mmm... Halago, pero debo declinar. Eres un buen niño pero estoy felizmente casado y enamorado. Además de mi edad, no soy el indicado para ti—

Bueno, las palabras de SU Kouki le agrandaban el ego y otras zonas pero ese no era el punto, el mocoso no se quedaría sin un castigo.

Sin embargo al intentar abrir la puerta está no se abrió.

—G-Gold-kun... ¿Qué crees que haces?—

—Akashi-sensei, es usted muy lindo... Y su trasero es tan firme y suave a la vez—

—¡Sueltame! ¡Tu padre se enterará de esto!—

—El viejo solo me enviara a un internado y ya, no sufriré tanto, al menos me iré con la satisfacción de haber tocado su delicioso trasero—

El sonido de una nalgada casi le hace escupir un pulmón de la ira y de una patada hizo que la puerta saliera de sus goznes quedando a un lado de uno de los espejos del lugar, pero nada lo preparo para lo que vio.

Frente a sus ojos estaba su amado siendo amagado por un rubio y este con sus manos en su trasero.

Ambas

Manos

En

Su

Trasero

Bueno, ahora bien podía escupir ambos pulmones de la ira, Kouki tenía sus ojos con lágrimas intentando zafarse del chico y este quedando congelado al ver la mirada heterocromatica en sus ojos.

—S-Sei—

La voz angustiada de su amado le hirvio la sangre, de una zancada saco a su marido de entre sus brazos y de un buen derechazo el mocoso fue a dar al suelo inconciente, hasta un diente voló por la fuerza.

Kouki se aferró a sus brazos temblando, así que lo cargo sin esfuerzo alguno.

—Pe-Perdón, creí que podía controlarlo yo solo... L-lo siento Sei, lo siento mucho— los hipidos y las lágrimas chocaban en su hombro y cuello donde el castaño había escondido su rostro y Seijuuro solo se dedicaba a abrazarlo mientras salían del lugar.

—Esta bien amor, no ha sido culpa tuya—

Kouki no alzó la vista ni siquiera cuando salieron del lugar y menos cuando escuchó una voz en mal japonés bien conocida.

—Akashi...—

—Me envías la factura del hospital—

Y eso fue todo lo que se dijeron.



—¡Consiganse una maldita habitación!—

Masaki Akashi casi escupe la bebida que tomaba cuando al abrir la puerta del elevador vio a sus padres comiéndose como si hubieran pasado hambruna, maldijo el haberles pedido acompañarlos con tal de ver a su novio Kagami.

—¡Iré a ver a Hikaru!—

Y bueno, ni caso le hicieron.

Seijuuro entro a duras penas a la habitación que ambos compartían, respiraba con dificultad mientras devoraba los siempre dulces labios de su esposo.

Fue difícil hacer que Kouki dejase de llorar aún después de marcharse de la fiesta, no dejaba de culparse por los sucedido y de las maneras en las que sus negocios con el americano sea vieran arruinados.

Así que le beso. Aún dentro del coche y a sabiendas que el chófer les escucharía le beso hasta quitarle el aliento.

Ya en la recámara se separó un poco mientras nuevamente tomaba aire, apreciando el rostro sonrojado de su castaño, lamió de sus labios los restos de saliva que bajaban por su mentón por la intensidad del beso y sin miramientos le lanzó a la cama.

—¡Sei! Es-Espera... —

—No, debo borrar sus sucias manos de tu cuerpo—

El emperador había tomado control de su cuerpo y si bien Akashi lo permitía; en ocasiones, este susurró en su mente.

No lo hagas.

Kouki es mío, todos deben de verlo, haré que ese mocoso se de cuenta a quien Kouki pertenece

Kouki estaba algo asustado y porque no decirlo, caliente en la mirada del emperador estaba tatuada claramente la palabra tortura.

Y no presisamente una dolorosa.

Antes de que Kouki pudiera quejarse, el pelirrojo se lanzó hacia el frente devorando sus labios, introduciendo su lengua haciendo un lío de saliva y maniobrando exitosamente le dejó desnudo en un parpadeo, el castaño jadeaba ya visiblemente excitado y eso aumentaba su orgullo, el saber que unos pocos besos aumentaban el calor de su esposo.

Pronto su boca no solo invadió sus labios, beso cuánta piel expuesta pudo, quitando en el transcurso también su ropa, mostrándose gloriosamente erecto, haciendo que Kouki gimiera con solo verle.

Pero Seijuuro tenía un cometido e iba a ponerlo en práctica.

Con la fuerza de ambos brazos, le giro para dejarle con el vientre pegado al colchón, haciéndole levantar el delicioso trasero que había sido profanado por el mocoso.

Dio una nalgada y seguido de ello el gritillo del castaño que resonó en los tímpanos de ambos y en el silencio de la noche.

—¡Esto es mío!—

Amasó las pomposas nalgas con delicadeza, relamiendose y sin dudarlo las separó.

—N-No Sei... E-Espera... Así... Así n-ahhh—

Seijuuro sabía que esa era la única posición en la cual Kouki se volvía un amasijo completamente sumiso y a su disposición. Se cohibia de tal manera que no se daba cuenta de ninguna otra cosa que no fuera el placer que le daba.

Kouki giro sus ojos hacia atrás en cuanto sintió la húmeda lengua pasearse por sus nalgas, intentaba decirle que parara a su pareja pero solo salían gemidos altos y palabras entre cortadas.

Sin embargo lo que si se entendió bien fue el nombre del pelirrojo en ese agudo que con seguridad rompería un vidrio y todo, porque ahora este habia enterrado el rostro en su agujero, lamiendolo como poseído.

—¡Esto es mío! ¡Todo mío!—

—¡Si Sei! Ahhhh... ¡S-Siiii!—

Kouki estaba ya desesperado por sentir algo más que la húmeda y resbaladiza lengua y como si esposo hubiera leído su mente pronto un par de dedos le hicieron compañía.

—¡Sei! Más... Más...—

Seijuuro sonrió.

—Asi me gustas... Todo mojado y deseoso por mi—

Kouki no respondió... Al menos lo algo coherente.

Kouki temblaba ansioso, su cuerpo necesitado y listo por sentir el placer que solo Seijuuro sabía iba a darle.

—Sei... Sei... Me-Mételo ya por favor—

—Ya que lo pides tan dulcemente Kouki —

Seijuuro se masturbo con rudeza, sabía que el lamerle y el líquido seminal no sería suficiente, pero ya poco le importaba, además Kouki amaba un poco de dolor.

Mordio sus labios ante la vista del ano palpitante que le esperaba y sin mediar más le penetró.

Ambos gimieron con fuerza,  Seijuuro al sentirse tan apretado y Kouki por la plenitud de sentirse tan lleno.

Admiro unos segundos como su pene había desaparecido en ese pecaminoso agujero. Pero poco duro al sentir como el castaño se removía   gimiendo en la almohada.

—Se-iiii...—

—¡Maldición!—

Y si había algo que amaba Kouki era que Seijuuro perdiera la decencia maldiciendo como camionero, cada movimiento que hacía lo calculaba para enloquecerlo y sacar su nada recatado lenguaje.

—Estas tan apretado, es mi jodido derecho follarte así ¡Eres mío!—

Y Kouki no se lo negaría.

Seijuuro comenzó a moverse de manera bestial y ruda y aunque siempre había tenido cuidado con su cuerpo seguro esa noche podía utilizarla como excusa para dejarlo en silla de ruedas.

—¡Oh Dios!— Seijuuro reía, en ese momento no se consideraba tan divino, si no del lado del Diablo —¡No pares! ¡No pares!—

Claro que no iba a hacerlo, sus brazos cedieron, dejando su torso marcado apretarse contra la espalda del castaño, haciendo sus embestidas cortas y más profundas por la posición.

Solo se oían el coro de roncos gemidos del pelirrojo y pedidos de más fuerza del castaño. Kouki hizo su cabeza hacia atrás, chocando con la clavícula del pelirrojo, mientras que las puntas de sus dedos se curvaban por el inminente orgasmo.  Las penetraciones aumentaron, tocando cada vez su próstata, dando se cuenta de que se vendría sin siquiera tocarse.

Sentía mordidas y succiones en todo su cuello y parte de su garganta, pero eso no le importaba en esos momentos.

—Y-Yaa... Ahhhh... Sei... — Kouki dejó caer la cabeza nuevamente sobre la almohada, entornando los ojos, con saliva escurriendo por su mentón —Si... Si sigues así Y-Yo... ¡Ahhhh! ¡Me vengo Sei me vengo!—

Kouki se sentía laxo, a penas respirando, su mente desconectada que volvió a la vida cuando Seijuuro salió de el y le volteo para verle a la cara.

—Te vez tan lindo con esa expresión de muñequita después de haber tenido una buena follada... Pero Kouki, esto aún no acaba—

Aún no reponía la respiración cuando amabas piernas fueron alzadas y empotrado en el colchón, casi sintió el pene duro del pelirrojo en la garganta, dejando salir un grito, su propia erección volviendo con rapidez a la vida al ser estimulado directamente en la próstata.

—¡Ngh! ¡Sei, y-ya no-ahhhh!— gimoteo desesperado

—Correte, quiero ver tu semen salir por mi pene en tu culo—

Esas palabras junto con la voz gutural y ronca del pelirrojo lo acercaron al orgasmo, un estremecimiento recorrió todo su cuerpo al ver la mirada dispar; que cualquier otra persona consideraría diabólica, pero que a él se le hacía sexy como un pecado.

Seijuuro tomo de las mejillas al castaño con una de sus manos, mientras que la otra se quedaba en su cadera para un mejor agarre y le obligaba a verle mientras se corría, vertió todo su semen caliente en el interior que se apretaba en cada embestida oyendo gritar a su esposo por el placer.

Poco a poco dejó de moverse y aún en su interior le sonrió dulcemente.

—Te amo Kouki—

—Ta-Tambien te amo Sei—

Kouki cerro lentamente sus ojos, totalmente saciado, viendo a Seijuuro aún sonriente. Escuchando en la oscuridad de su inconciencia...

—Que delicioso postre—

Y un calor recorrer cada centímetro de su piel.

Al día siguiente al salir del baño después de la ducha Seijuuro correría asustado al escuchar a su amado gritar mientras el espejo se rompía por una vela lanzada hacia este.

Y es que Kouki estaba lleno de mordidas y chupetones.... Muchos, muchos chupetones.

Un mes después...

El CEO de la gran empresa Akashi-Corp caminaba como si nada por el inmaculado pasillo que conducía a su despacho.

Iba feliz de la vida después de la gran noche que su amado esposo le había dado, además de los tiernos tratos que este le dedicó en la mañana.

Se habían duchado juntos, este le había besado con una ternura inusitada, incluso le ayudo a vestirse y le prometió algo más que comida para el almuerzo.

Aunque que no entendió la risa disimulada de su chófer, ni mucho menos los cuchicheos de las secretarias en cuanto entro al edificio.

Aún así nada elimino la sonrisa de sus labios... Hasta que llegó a su destino.

—¡Sei-chan! ¿Que te...? Espera—

Mibuchi Reo, asistente ejecutivo desde que condujo la dirección de la empresa de su padre; ahora suya, le había mirado exaltado y después, con una sonrisa en el rostro.

"No lo alertes" decía el mensaje.

Antes de ser detenido por un aparente mensaje en el celular, leyó el mensaje con tranquilidad, mientras que Seijuuro estaba ahí quieto a un paso de entrar a su oficina, extrañado por el cambiar de expresiones en su rostro. Paso del asombro a una risa estruendosa.

—Nada, nada Sei-chan, pasa. En un momento llevo el itinerario del dia—

Reo acostumbraba a llegar por lo menos media hora antes para tener listas algunas cosas que con el paso del tiempo se volvieron rutina entre el y su jefe. No por nada eran buenos amigos.

Así que cuando temprano recibió una indicación de su casi hermano Kouki, con esa extraña petición no lo entendió.

Ahora que veía el pelirrojo lo supo y ya que por fin entraba en el despacho grito.

—Deje algo muy importante en el cajón de arriba, buscalo—

Tres minutos más tarde escucho la grosería; que pocas veces usaba, salir de los labios de su amigo.

Dejando salir la risa estruendosa que había estado conteniendo.

Y dentro de esas cuatro paredes, un sonrojado Seijuuro, pasaba sus dedos por su rostro en un infructuoso intento de eliminar la tinta de el.

Y es que Kouki en venganza por sus acciones le había escrito con marcador permanente unas cuantas frases que ya medio Kyoto seguro había visto.

Frente al espejo estaba su rostro con una bonita letra que decía.

Soy Seijuuro, pertenencia irrevocable de Akashi Kouki en la frente, Favor de no tocar en una mejilla y en la otra, Pd, seré padre de trillizos

Los celos no volverían a poseerlo y hacer que dejara el cuerpo de su esposo marcado de miles de chupetones.

Porque no cabía duda de que su Kouki había aprendido de sus mañas absolutas y ahora le había avergonzado de manera cruel.

Por qué bien decían que la venganza se sirve fría, es lenta y dulce.

Pero el emperador sabría bien como dominar a su emperatriz, buscaría un modelo bonito de silla de ruedas, quizá con porta vasos si se sentía benevolente.

Hay no...

Mejor unas bonitas cunas...

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