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Crucero

1

Ernesto iba caminando lo más rápido que podía, él normalmente era calmado y no se enojaba fácil, pero ese día estaba estresado, iba a llegar tarde a su crucero, algo que le costó muchos millones, pero la suerte estaba de su lado y pudo entrar antes de que se fueran. Ernesto con su pequeña maleta, un tan pequeña para un gran viaje, la puso en su cuarto y se recostó un momento en su cama, esperando que el bote se moviera. Luego de unas horas, él salió de su cuarto, se había mareado un poco, pero era soportable, así que camino por el crucero y se comió algo, se sentó en el restaurante y pido algo ligero, arroz y un pedazo de carne pequeña, con un vaso de jugo y disfruto su comida. Nada interesante paso, aunque de eso se trataba, estar tranquilo en el mar, pero vio algo hermoso, una mujer, pechos pequeños, pelo naranjado y liso, ojos verdes y piel blanca, era hermosa, él intentó acercarse, pero no pudo y se quedó viendo como bobo, hasta que él se fue, pero desgraciadamente o por suerte, un chico había visto su reacción y se acercó a él, sin que lo viera.

- veo que te gusta esa dama – él señor se río y obviamente Ernesto se molestó – tranquilo, tranquilo, es normal, uno no controla los sentimientos – Ernesto no quería hablar, estaba avergonzado – está noche hay un baile de disfraces, quizás ella vaya, uno no sabe que es lo que pasara, si yo fuera tú, aprovecharía ese momento para hablar con ella – él chico se fue lentamente.

- gracias – había dicho Ernesto como pudo, se sentía algo avergonzado, muy avergonzado, pero igual quería agradecerle a ese señor que jamás había visto.

A Ernesto nunca le iba bien en el amor, siempre fracasaba y normalmente era por no poder explicarse, él no era alguien que habla mucho, se queda callado, es fuerte valiente, pero no sé puede comunicar con los otros y normalmente no muestra lo que siente y cuando lo hace, ya es tarde, la chica se fue con otro, dejo de intentar para no salir lastimado. Pero esto era diferente, aquí solo tiene una oportunidad y está en vacaciones, si lo rechaza, jamás la volverá a ver y quizás le duela menos, pero también podría tener una relación. Ernesto era especial, de la buena manera, era amable, aunque normalmente estaba serio, parece un robot, que no tiene sentimientos y que podía levantar un auto con ambas manos, pero eso era mentira, era muy sensible, muy sensible y normalmente no dice nada, por qué no encuentra las palabras perfectas para expresarse. Él volvió al cuarto y escribió un poco, no era escritor, de hecho, nunca había escrito un cuento completo, pero eso le relajaba, de hecho, es un deportista bastante talentoso, aunque como hemos dicho antes, de pocas palabras. Luego de escribir un solo renglón en una hoja de papel, se salió de su habitación y miro el horizonte, con gafas de sol, ya que sus ojos no soportaban la luz del sol. Camino por el barco y vio a mucha gente y a una pequeña piscina, estaban bailando o moviéndose, él no sabía la diferencia, pero no le importaba mucho, él solo quería disfrutar las vacaciones, tranquilo, sintiendo la brisa del mar. Se acercó a unos pequeños juegos infantiles, donde había niños corriendo y riéndose, algo que le movía el corazón, a veces quería volver a esa época y poder jugar con sus amigos de infancia. Pero nada de eso importaba, son vacaciones y uno normalmente no hace nada emocionante, mucho menos si no tiene amigos o familia cerca, para poder jugar con ellos o hacer algo, pero el prefería estar solo y relajarse, comer todo lo que pudiera, sin que nadie lo regañara por comer algo y tener el cuerpo perfecto para la competencia, a él le gustaba correr y dar piruetas, pero a veces era muy exigente, tenía que dar mucho de él, sacrificar muchas cosas, tienen mucha presión y tienes que ser el mejor para ganar dinero, para poder vivir. Lo importante es cuando llega la noche, la fiesta de disfraces, pero no hay que llevar un disfraz, los trabajadores del crucero te dan uno gratis, aunque lo tienes que devolver cuando acabe la fiesta, no hay que preocuparse por el disfraz. La noche cayo, se veía muchas estrellas y esa noche la luna estaba iluminada, era una luna llena, Ernesto se peinó y se puso ropa cómoda, ya que él no le gustaba la ropa ajustada, prefería ser libre; camino y siguió el sonido de la fiesta, de la música, que a él no le gustaba ese tipo de música, pero no le importaba, quería saber que era eso y quizás encontrar a la chica de la otra vez. Llego a la entrada de la fiesta y tuvo que esperar unos minutos para que todas las personas delante de él entraran y agarraran un disfraz, él agarro una máscara blanca con una gran nariz y una bata roja, Ernesto agarró ambas cosas y se las puso y justo en ese momento, lo dejaron entrar. La música era lenta y bastante triste, Ernesto supuso que era mientras llegaba más gente o hasta que pasara llegara cierta hora y empezara la fiesta. Ernesto camino por el lugar, vio varias bebidas en una mesa, desde vinos, ponche y varias gaseosas, también había comida, desde palomitas, una fuente de chocolate y fresas. No había nada interesante, hasta que la volvió a ver, la misma chica de antes; él se acercó a ella con timidez, la iba a invitar a hacer algo, pero, no sabía a qué, no había nada que hacer, entonces se quedó mirando, esperando que la música empezara a sonar y poderla invitar a bailar. Pasaron unos minutos y Ernesto caminaba de aquí y allá, nervioso, ansioso, estaba esperando su momento, cuando sonó una canción romántica, Ernesto se armó de valor y camino hacia la chica, estaba nervioso, pero se mentía diciendo que todo iba a salir bien, aunque lo más posible es que no pasara así.

- Hola -la chica giro y sonrió.

- ¿Cómo estás? – Ernesto se puso nervioso, por lo menos tenía una máscara para tapar eso.

- bien y ¿Tú? – a Ernesto le dio un tic en la mano, se le empezaba a mover sin control, no la podía controlar, pero él la escondió y la chica no pudo ver su mano.

- muy bien – ella sonrió y Ernesto se ruborizo.

- mi nombre es Ernesto y te iba preguntar ¿Quisieras salir a bailar conmigo? – la chica sonrió, Ernesto tenía miedo de la respuesta.

- será todo un gusto bailar contigo, mi nombre es Lucía – Ernesto solo podía sonreír, no se le ocurría hacer otra cosa – ¿Sabes bailar?

- claro – la verdad es que él no sabía bailar, pero era bueno imitando los movimientos de la gente, no se le iba a complicar.

Ella lo agarró de la mano y lo llevo al centro de la fiesta y empezaron a bailar, ella bailo primero, lento para que su compañero la siguiera y esto fue lo que hizo Ernesto, la siguió, le costó un poco poder imitar los movimientos, pero al final lo logro y bailaron perfectos. Ella aumento la velocidad de su baile y él también aumento la velocidad, eran dos almas bailando, juntándose y convirtiéndose en una sola alma, algo tan perfecto y glorioso de ver, eran tal para cual, estaban destinadas a estar juntos. Luego de ese hermoso baile, ambos decidieron salir de la fiesta, a tomar un poco de aíre fresco, además la música era mala y sonaba bastante fuerte, Ernesto prefería estar en un lugar tranquilo donde no haya tanto ruido, y Lucía quería estar con Ernesto, así que lo siguió afuera. Obviamente antes de salir tuvieron que entregar los disfraces y ambos se vieron la cara, Ernesto ya la había visto y le parecía cada vez más hermoso, pero ella se sorprendió a ver a Ernesto, tenía los ojos verdes esmeralda, con el pelo azul y bastante corto, que tenía mucho musculo de esos labios rojos que tenía y su pequeña peca en el cachete izquierdo. Ernesto la llevo al lado de atrás del barco, no me acuerdo como se llama, pero ustedes ya deben saber cuál es; Ernesto miro para atrás y lo único que podía ver era el mar, como se extendía por kilómetros y era lo único que se podía hacer, esto lo tranquilizaba, lo hacía sentir pequeño, se sentía libre sin que nadie lo vea, sin tener la presión de hacerlo perfecto.

- hermosa vista ¿Cierto? – esas palabras lo habían sacado de su pensamiento, él giro con algo de vergüenza y la miro a los ojos.

- sí – dijo nervioso y muy pasito, por suerte ella lo había escuchado.

- creo que deberíamos presentarnos – Ernesto se puso nervioso y dijo lo primero que se le ocurrió.

- mi nombre es Ernesto.

- eso ya lo sabía – ella se río, Ernesto no sabía si era una buena o una mala señal, lo único que estaba seguro es que se arrepentía de estar ahí, y no por qué ella era bonita o algo parecía, era por qué Ernesto no se podía expresar – déjame empezar, soy Lucía y soy periodista, tengo veinticinco años.

- hola, soy Ernesto – él se dio cuenta que era la tercera vez que decía su nombre, pero no le tomo mucha importancia – soy deportista y tengo veintitrés años – en realidad tenía veinticuatro, pero los cumplió la semana pasada y no sé acordó de eso.

- ¿Qué haces en aquí? – él iba a decir un viaje de negocios, pero su cerebro reacciono y dijo la verdad.

- estoy intentando relajarme y ¿Tú? – él escucho algo, como un disparo, pero no le tomo importancia, estaba cerca de la fiesta y los más seguro es que era la música.

- lo mismo, a veces buscar información cansa, entonces también estoy aquí para relajarme, aunque con todo lo que está pasando con ese loco de Rubén libre, nunca hay que bajar la guardia – Ernesto no tenía ni idea de quien hablaba, ya que no ponía mucha atención lo que pasaba en la ciudad o el país, su trabajo lo consumía tanto que apenas pensaba en lo que pasaba por lo que pasaba su país.

- sí, es un desastre lo que hizo esa persona – obviamente mentía, aunque él no lo sabía, pero decía la verdad, algo curioso.

- yo lo único que quiero es tomar un respiro de lo que está pasando en nuestro país, poder salir a caminar sin el miedo de morir, de poder conducir por la noche sin que alguien te maté o simplemente de estar en nuestras casas sin el miedo de que una maldita bomba exploté – Ernesto se asustó, la verdad no sabía nada de eso, ya que normalmente se la pasaba viajando de aquí y allá, tampoco se informaba mucho y como ya dijimos, él no tenía tiempo para saber de eso.

- yo también – esto era verdad, tenía un buen corazón y a veces se preocupaba de más por las personas que no conocía o que apenas conocía.

- bueno ¿Qué quieres hacer? – él no supo que decir, solo se quedó callado – por qué yo tengo una idea – Lucía se acercó a él y lo beso.

Ya saben lo que paso, no les tengo que explicar, simplemente fueron al cuarto de Ernesto e hicieron lo que todos esperábamos, no voy a explicar esto, por qué se pueden hacer una idea y ciertamente me incomoda a mí, solo le digo que la actividad duro entre veinticinco y treinta minutos y ella fue la dominante. Luego de eso se fueron a dormir, la verdad es que no importa si usaron protección o no, por qué la verdad historia empieza ahora.

2

Ya era de noche, cuando Ernesto escuchó un pequeño ruido, como un disparo. Esto lo asusto, así que fue a inspeccionar, se puso ropa y salió de la habitación, no quería despertar a su compañera y la quería dejar dormir, se veía cansada. Camino por el barco, para asegurarse que todo estaba bien y que nada malo pasaría, aunque no se tenía buena espina, el lugar era oscuro y bastante tenebroso, además era un poco paranoico y esperaba lo peor; no encontró nada de raro, todas las puertas estaban cerradas y era imposible acceder a esos lugares, pero si él no podía, nadie podría, él poco a poco se estaba convenciendo que lo que escuchó fue de su imaginación. Pero él vio algo sospechoso, vio una puerta abierta, pero estaba dañada, la había abierto a golpes. Él sintió curiosidad y decidió entrar, para asegurarse que es lo que había entrado a la fuerza, camino por el lugar y bajo por unas escaleras, entró al cuarto de máquinas del barco, aunque él no lo sabía; de repente él se detuvo, su corazón dejo de latir por un momento, luego aceleró muy rápido por el miedo que sentía, todo su cuerpo se tensó y por unos segundos dejo de respirar. Lo que estaba delante de él era un cuerpo sin vida, un cadáver de un trabajado, alguien le había volado la cabeza y apenas se podía verse la cabeza, llenaba todo el piso alrededor del cadáver de sangre. Lo primero que se le ocurrió hacer era correr lo más rápido y salir de ahí, avisarle a alguien y que ellos hicieran cargo de la situación, pero él escuchó pasos detrás de él, se escuchaban voces, pero él no puso mucha atención, solo podía pensar en una cosa, salir con vida. A él se le ocurrió pelear con ellos, noquearlos y salir corriendo, pero seguramente ellos tenían armas y no importa que tan fuerte o rápido que seas, la bala va a ser más fuerte y rápido que él, lo mejor era esconderse; miro a su alrededor y vio un armario, Ernesto no lo pensó dos veces y lentamente y sin hacer ruido entro al armario. Cerró un poco el armario, para poder ver lo que pasaba afuera y se tapó la boca, para qué no escucharan su respiración.

- te juro que el Nacional le ganaran el Tolima – uno de ellos se río.

- si claro, ni en mil años te vamos a ganar.

- ¿Quieres apostar? – Ernesto los vio, ambos eran de piel blanca, altos, uno algo gordito y él otro era demasiado flaco, parecía un esqueleto.

- no es el momento, yo creo que lo mejor es concentrarse y estar atento, no sabemos si alguien escapo.

- no creo, todos deben estar durmiendo, tranquilos y sin moverse, soñando con los angelitos.

- no te confíes, a veces las cosas se pueden complicar.

- tenemos todo calculado.

- ¿Tenemos? O ¿Él tiene todo calculado? Por qué tu no haces nada.

- cállate, yo tengo buena puntería, soy el mejor en eso, nadie se me escapa – él hombre que parecía un esqueleto se recostó y prendió un cigarrillo.

- no deberías fumar – él lo prendió y no le importo lo que dijo.

- y tú no deberías decirme que hacer.

- claro que sí, podemos explotar por tu culpa, si te quieres matar está bien, pero por favor solo te matas tú – Ernesto estaba nervioso, muchas preguntas le llegaban a la cabeza, preguntas que no quería responder.

- está bien – él tiró el cigarrillo y lo piso - ¿Recuerdas que en nuestro colegio nos decían que no lograríamos nada? – ambos hombre se rieron.

- sí, también recuerdo a David, el profesor de biología.

- me acuerdo de él, que le decíamos el meteorólogo loco, que nos hacía hacer una plantación y nosotros lo dejábamos en nuestro colegio – Ernesto se ponía nervioso, no se movían y se quedaban quietos, él los podía ver, pero ellos no miraban al armario, se le ocurrió salir e irse.

- y que él decía que tu planta iba a morir y efectivamente moría el siguiente día – él abrió un poco la puerta del armario y salió, se escondió detrás de una gran máquina, miró para la puerta, pero aún no podía pasar por qué uno de hechos estaba mirando la salida, y si pasaba lo verían.

- ¿Pero te sabías el truco? – él veía se asomaba un poco, miro a su alrededor, no había nada especial y la única salida era esa, además había otras escaleras que bajaban al piso de abajo y un hueco en el piso, Ernesto no sabía para que era, pero no le importaba.

- claro que sí, por la noches, en el colegio, él entraba y le echaba agua con azúcar a las planta y las mataba, también hacia otras cosas, pero eso era lo más común – él señor miro para otro lado y él aprovecho para dirigirse a la salida – era buen profesor, el mejor profesor que tuvimos.

- su clase era un chiste, pero nos lo pasábamos bien.

- descanse en paz profe – cuando Ernesto iba a empezar a subir las escaleras, se vio una sombra que se acercaba, si pasaba por ahí, se encontraría con la persona – él se merece el cielo – Ernesto se devolvió lo más rápido que pudo, pero sin hacer ruido, hasta llegar a la máquina de antes, pero no podía ir al closet, el hombre gordo veía el armario, no podía arriesgarse.

- nosotros también – Ernesto miro a su alrededor desesperado, no sabía a donde ir, hasta que vio pequeño ducto.

- nosotros nos merecemos el cielo en vida, no en muerte, somos malas personas, pero lo que hacemos es muy grande – Ernesto camino agachado hasta el pequeño hueco y se metió sin pensarlo dos veces.

Él se había metido a un ducto, que por suerte era de su tamaño, quizás era un pasadizo secreto para ir a otros lugares y así es como ellos entraron, pensaba él, estaba un poco equivocado, pero eso no importaba, tenía que salir de este barco con Lucía rápidamente, cada segundo era valioso. Ernesto se arrastró por ese estrecho lugar, hasta que llego a una salida, que estaba arriba de él; se levantó y miro el lugar detenidamente, todo estaba iluminado, nada lo cogería por sorpresa. Por suerte había una salida o eso parecía, él escuchó atentamente para ver si escuchaba algo, pero por suerte todo estaba en silencio. No gasto ni un solo segundo t corrió lo más rápido que podía, pero sin hacer ruido, al final llego sin ningún problema, subió las escaleras y se acercó a la puerta. Pero, había un pequeño problema. La puerta estaba cerrada con llave, pero eso no era lo peor, lo peor era que Ernesto escucho voces acercándose donde estaba él, no le quedo de otra más que esconderse e intentar romper la puerta después. Bajo las escaleras con cuidado y miro alrededor, vio unas sombras acercándose, no podía volver donde se había metido, era muy tarde, así que rápidamente miro alrededor y vio unas escaleras que bajaban cerca de él, no le quedaba otra, él decidió bajar las escaleras y esconderse. Pero abajo no había un lugar donde esconderse, o eso pensaba, ya que había una gran pila de cadáveres, al verse sin opciones, hizo algo que no podía creer; corrió a la pila de cadáveres, levanto un cuerpo y se puso debajo de algún cuerpo y se escondió entre todos los cadáveres, nadie lo vería, pero tuvo que evitar vomitar, el olor era bastante fuerte y feo. Él cerró los ojos y espero lo mejor, todo dependía de sus oídos.

- te digo que yo escuché a alguien bajar – dijo una voz que Ernesto jamás había escuchado.

- y ¿Acaso lo ves? Solo está ese horrible pila de cadáveres y nuestro regalito.

- de verdad lo escuché a alguien aquí, te lo puedo jurar – Ernesto se mordía el labio para no vomitar, era una cosa horrible, pero tenía que aguantar para poder vivir.

- si quieres vas allá, pero no te lo recomiendo, en unos cinco minutos nos iremos, así que no te preocupes, si alguien está por aquí, le será muy tarde – Ernesto tenía miedo, mucho miedo, respiraba poco y aguantaba la respiración, cada vez que podía respiraba lo hacía, una respiración hondo y dejaba de respirar, aguantaba el aíre.

- está bien, vámonos, pero voy a estar atento y en todo momento con mis manos en mi pistola.

- haz lo que quieras, pero no seas idiota, no hay tiempo que perder, larguémonos.

- está bien – se escuchó pasos, pasos que se alejaban de él.

Ernesto abrió los ojos y miró a su alrededor, no vio a nadie, pero por si acaso, espero unos segundos, para asegurarse. Cuando tuvo la certeza que se habían ido, él apartó el cadáver que estaba encima de él y se levantó; el olor lo tenía algo mareado, dio unos cuantos pasos lentamente, con un poco de equilibrio y cuando estaba lo suficientemente lejos de la pila de cadáveres y respiro tranquilamente, para poder recuperar fuerzas. Luego de un tiempo se recuperó y quería irse, pero escuchó un pequeño tic tac, Ernesto se asomó un poco donde lo escuchó y vio un pequeño objeto, algo diminuto, él se iba a acercar, pero su cerebro reacciono y se dio cuenta de lo que era, esas personas habían puesto bombas y él estaba casi seguro que cuando hablaban de una pequeña sorpresa se refería a esto. Él se asustó y se devolvió caminando rápido, pero sin ruido, no podía olvidar que aún hay personas cerca de él; al final pudo llegar a la puerta sin ningún problema, él intento abrirla, pero seguía cerrada, así que se decidió en tirarla a la fuerza. Se iba para atrás y corría lo más rápido que podía y se impactaba contra la puerta, intentando romper el seguro. Luego de unos intentos, él pudo tirar la puerta, pero, cuando miro hacia adelanté, vio a un hombre con un arma. Ernesto no pudo reaccionar, alguien le había golpeado en la cabeza, noqueándolo.

3

Ernesto despertó en un cuarto oscuro, sentado en una silla, sus ojos se demoraron en poder ver lo que estaba a su alrededor; intentó moverse, pero no pudo, estaba amarrado con unas esposas en las muñecas y no podía soltarse, lo intentó varias veces, pero no pudo hacer nada y se quedó atrapado.

- no lo intenté, no vas a poder romper eso – él miró hacia su izquierda y pudo distinguir una silueta, se veía alguien, pero sus ojos aún no se habían acostumbrado a la oscuridad.

- ¿Quién eres? – Ernesto intentó librarse de nuevo, pero no logro nada.

- veo que invitaste a esa chica, muy bien, muy bien, por lo menos pudiste disfrutar esos últimos momentos a su lado – Ernesto lo reconoció de inmediato, era el muchacho de la otra vez.

- ¿Dónde estamos? – Ernesto se daba por muerto, era lo más posible que pasaría.

- dentro de la cocina, estas amarrado por ser curioso.

- ¿Qué me harás? – Ernesto pudo distinguir un poco su rostro en la oscuridad, aunque ya lo había visto hace rato.

- dejarte aquí y esperar a que todo pase – se escuchó algo, como un objeto golpeando con el suelo – y allí se fue el capitán – Ernesto miro alrededor asustado – tranquilo, no es nada, de hecho – la otra persona clavó un cuchillo en la mesa, cerca de Ernesto.

- ¿Me vas a torturar? – él se río, una risa grave y larga, le parecía muy chistoso lo que dijo.

- tranquilo, no lo haré, quizás te sirva para después, fue un gusto hablar contigo, pero creo que no vas a sobrevivir para contar la historia – Ernesto vio como él se levantó, aunque en realidad solo podía ver su silueta.

- algún día vas a morir por esto – él otro chico se río.

- quizás, pero te prometo que no va a ser pronto.

La otra persona se fue, Ernesto alcanzó a escuchar como la puerta se abría y se cerraba, ahora estaba seguro que se había ido. Ernesto primero intento romper las esposas como pudiera, pero no lo logró, era muy resistentes y primero se rompe sus manos que las esposas; luego se le ocurrió intentar agarrar el cuchillo, pero estaba demasiado lejos y no podía alcanzarlo, también intento agarras otros objetos cerca de él, pero no pudo hacer nada. De repente se escuchó una explosión, una muy grande, unos segundos después se empezaron a escuchar gritos; Ernesto sabía lo que iba a pasar, el barco se empezaría a hundir lentamente. Él volvió a intentar romper las esposas, pero era inútil, no habría nada que hacer, pero de repente, como una idea desesperada, se lo ocurrió algo, algo doloroso, pero podría salir con vida; él se agarró un pulgar se lo rompió. Intentó quitarse las esposas y esta vez sí pudieron pasar casi sin problemas. Ernesto corrió rápidamente prendió la luz, efectivamente estaba en la cocina, pero no tenía mucho tiempo, agarró el cuchillo que estaba clavado en la mesa, también busco en la comida y encontró varias barras de dulce y de granola, él se las guardo en su bolsillo, él tenía la idea que iba a pasar mucho tiempo en el mar. Salió de la cocina y descubrió que estaba un piso más debajo de donde estaba su habitación, empezó a correr lo más rápido que pudo por el barco, intentado subir, pero cuando corrí por un pasillo, varias personas salieron de su habitación, él puedo esquivar algunas personas, pero al final quedó atrapado entre la gente, no podía ni ir hacia adelante ni hacia atrás. Toda la gente estaba asustaba y se empujaba, algunas personas se caían, pero la gente no le importaba y seguían caminando, le aplastaba todo el cuerpo y no importaba sino lo querías hacer, los otros te empujaban y te obligaban a hacerlo. Ernesto no soportaba todo eso, entonces se metió dentro de una habitación y cerré la puerta, escuchaba gritos y todos se empujaban, querían salir, pero si seguía así, lo iban a matar, tenía que encontrar otra salida. Miró por la ventana, pero vio que la caída era muy alta y no había ningún bote cerca, tampoco había nada cerca para agarrarse, así que decidió mejor no arriesgarse. Él desesperadamente miró por la habitación, buscando algo que le pueda servir, pero no encontró nada, él miro por la mirilla de la puerta y vio muchas personas amontonadas, quietas por alguna razón; Ernesto no se iba a salir, uno era por el montón de gente que había ahí y lo segundo era por qué no avanzaba, tenía que encontrar una manera de salir. Él abrió un armario y reviso lo que había dentro, pero no había nada que le interesaba, solo ropa y una caja fuerte; por suerte él toco la pared y sintió algo extraño, él la golpeó y se rompió la pared, y ahí se dio cuenta que era frágil y se le ocurrió la maravillosa idea de romper la pared. Primero lo intentó con sus manos, fue efectivo, pero el hueco que hacía era muy pequeño y pronto le empezarían a doler las manos, lo mejor era pegarle con algo más resistente y duro; salió del closet y miro alrededor suyo, no encontró lo que buscaba, no había nada así en la habitación, se volteó e iba a volver a romper la pared con sus puños, pero cuando el movió un vestido que estaba en el closet, se dio cuenta que lo que necesitaba estaba a lado suyo. Agarró la barra de metal del closet y con todas sus fuerzas la saco de donde estaba, saco toda la ropa que estaba colgada y le pego a la pared, está se rompió un poco, así que siguió una y otra vez, sin parar, hasta que hizo un hueco lo demasiado grande para poder pasar él, cuando paso se dio cuenta que la habitación estaba bastante mal, su la cama estaba en la puerta bloqueándola y había un hueco en el piso con una soga que bajaba por esté. Ernesto me asomo por el hueco y vio como llegaba a la sala de máquinas, él se iba a tirar, pero primero se subió a la ventana y miro por la mirilla y vio lo mismo, un montón de gente corriendo, pero esta vez corrían para atrás, como si estuvieran huyendo de algo. Ernesto no perdió más tiempo y agarró la soga y empezó a bajar poco a poco. Él llego al piso de abajo sin ningún problema, miro a su alrededor y no vio nada sospechoso, todo estaba normal, Ernesto empezó a correr hacia adelante lo más rápido que podía, no sabía a donde iba, pero no le importaba si salía de ese lugar. Al final encontró una puerta y por suerte estaba abierta, él la abrió y salió de ahí, pero había un problema, pero él no sabía cuál; Ernesto jamás había estado en una situación así, pero le parecía raro tanta gente quieta, preocupada y llorando, desesperada, gritando que iban a morir. Ernesto vio a un trabajador del crucero, lo sabía por qué tenía un chaleco verde que lo hacía distinguir de los demás, él se acercó y le toco del hombro para llamarle la atención.

- ¿Qué necesita señor?

- ¿Qué está pasando? ¿Por qué la gente está gritando? – Ernesto estaba nervioso, pero necesitaba respuesta.

- pues, evitando lo obvio de que él barco se está hundiendo, no tenemos la forma de salir de aquí, alguien se robó todos los barcos salvavidas que estaban por aquí, ya no están.

- ¿Usted sabe por qué?

- ni idea, de hecho, hay un montón de personas desaparecidas – Ernesto se quedó callado, no sabía que decir, tanta gente gritando lo ponía nervioso – todo esto fue planeado, estoy casi seguro, lo más posible es qué se llevaron los botes para que muramos ahogados.

- ¿Qué tan lejos estamos de una isla? – Ernesto miro a su alrededor, la gente empezaba a lanzarse del barco por alguna razón.

- muy lejos, estamos jodidos, si crees en dios, lo mejor será empezar a rezar, pero si no lo eres, también reza, necesitamos un milagro para qué podamos salir vivos de esta – Ernesto pensó que esto no se pondría peor, pero se equivocaba, siempre se podía poner peor.

Varias explosiones sonaron, varias bombas empezaron a explotar, el barco se empezó a romper y a hundir mucho más rápido, muchas personas cayeron al agua, lo más posible es que hayan muerto. El barco se empezó a romper en dos, y la parte de adelante y la de atrás se separaron por la bombas, primero cayó la parte de adelante, donde estaba Ernesto. Ese pedazo se inclinó un poco y todas las personas se empezaron a deslizar, por un segundo y antes de que se inclinara el barco, se alcanzó a ver a dos ancianos agarrados de las manos sonriendo, pero cuando el barco se inclinó, ambos viejos cayeron al agua. Ernesto por suerte se agarró de una barandilla y no cayó al agua, pero al final se hundió dónde estaba él, así que le toco nadar y resistir. Él se puso encima de un pedazo de madera, para no cansarse y vio todo el espectáculo, la parte de atrás se hundió en unos minutos después, como cinco o seis, ya no quedaba nada, solo una pila de cadáveres, pedazo de madera y luego de unas horas, Ernesto se soltó de la taba y se hundió, termino muerto de hipotermia, nadie lo fue a recoger, nadie lo ayudo, quedo encima de una tabla de madera y al final, no lo logro, así es como se acabó la carrera de uno de los mejores deportistas y donde millones de personas murieron, no hubo supervivientes, fue una tragedia que se llevó a mucha gente, una tragedia que paso hace treinta años.

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