No.
No me importaría admitir,
que mi vida se ha convertido en una oda a ti,
en un verso eterno que podría rezar a tu semblante,
en un cántico que elevo cada mañana,
en un poema que podría escribir eternamente sin vacilar,
en miles de páginas,
en el sagrario en donde se venera tu imagen,
en las cadenas que me someten a tu imperio.

No me importaría admitir,
que eres mi idolatría prohibida
el lugar donde descansan mis súplicas
los altares
que se volvieron sagrados
con el bálsamo de tu saliva.

Quién quisiera ser libre bajo tus manos,
quién buscaría la libertad bajo tu yugo
quién quisiera librarse de tu prisión
o de tus piernas
en una noche oscura.

No me importaría admitir
que te he vuelto la sangre preciosa
el sacrificio más grande
mis versos y mi prosa.

No, no me importaría admitir.