Salí de casa, no sabía a dónde ir en esta ciudad. Bajé los escalones del portal y comencé a caminar calle abajo. Mis pies se hundían en la nieve a cada paso y mis zapatillas estaban ya empapadas.
Giré la esquina y choqué con un chico un par de años mayor que yo, ojos verdes, pelo castaño, alto y que, pese al frío que hacía, vestía sólo con unos vaqueros desgastados y una camiseta de manga corta. Llevaba un cigarro en la mano que calló a la nieve con el choque. Me miró con cara de asco, pero no cruzó ni una palabra y siguió andando.
Empezaba con buen pie en esta ciudad, primera persona con la que me cruzaba y ya la había cagado.

Me di la vuelta, corrí hasta donde estaba él y le ofrecí un Camel. Él sin mirarme siquiera, lo aceptó y siguió caminando, yo comencé a andar a su lado. Pasaron 10 minutos y ninguno de los dos hablaba. Su expresión era de completa indiferencia, pero no era uno de estos silencios incómodos.

Habíamos andado un par de calles más cuando me di cuenta de que tiritaba, me quité la cazadora y se la tendí.
Al ser de mi hermano, la cazadora no le quedaba nada mal. Y después de venticinco minutos se dignó a dirigirme la palabra:

-Creo que ya hemos llegado Alexia.- Dijo con una media sonrisa asomando por sus labios.

-¿Qué?- No entendía lo que quería decir.

Él se limitó a señalarme una de las casas de enfrente. Me giré y me di cuenta de que estábamos delante de mi nueva casa.

-Ah, sí.- Conseguí decir.

¿Cómo sabía que vivía aquí? Y, ¿cómo habría adivinado que me llamaba Alexia?

Hizo un ademán de quitarse la cazadora para devolvérmela, pero negué con la cabeza.

-Por amor de Dios, estamos en pleno febrero. No puedes ir solo con una camiseta con esta temperatura. La próxima vez que nos veamos me la das, además parece que ya sabes dónde vivo. - Dije con cierto tono sarcástico.

Me sonrió , metió las manos en los bolsillos de la cazadora y se marchó.

Saqué las llaves de mis vaqueros y entré en casa. Sabía perfectamente que no le había dejado la cazadora solo por el hecho de que si no cogería una hiportermia, ese chico era un misterio, tenía algo que me hacía sentir verdadera curiosidad, y por supuesto, quería volver a verle.