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7

Esa mañana comenzó tan tranquila como cualquier otra, y absolutamente nada podría haberme indicado el caos que se desataría después.

Estoy sentada en mi patio, tumbada al sol con un libro entre las manos, cuando una voz me saca de golpe de mi mundo de fantasías.

- ¡Hey! Atrápala.

La pelota azul cae en mi mano, pesada y cubierta de babas, mientras mi precioso cachorro corre hacia mi para recuperarla. Suelta un ladrido de alegría cuando se acerca hacia donde estoy, pero antes de que pueda alcanzarme, la lanzo otra vez. Lo veo atraparla en el aire y correr de regreso hacia Scott, que lo recibe con una sonora risa y una caricia en su pesada cabeza. Toma el juguete de su boca y el juego vuelve a empezar.

Mi mamá atraviesa la puerta con una bandeja de bocadillos y todos nos detenemos para sentarnos a merendar. Scott muerde un trozo de sándwich y se inclina para tomar un vaso de jugo cuando, aprovechando su descuido, Frijolito toma el resto del pan de la mano de Scott. Sale corriendo y se esconde para disfrutar su festín mientras yo me río a carcajadas al ver a Scott morderse la mano, pensando inocentemente que aún tenía su merienda ahí.

Son estos momentos con mi familia los que me hacen sentir dichosa y plena. Se respira felicidad y calma en la casa. Demasiada calma, diría yo.

Una lucecita malévola se prende en mi cabeza.

-Oye mamá- digo con una sonrisa.

- ¿Sí?

- ¿Qué te parece si tú y papá pasan el día con Scott?

El aludido escupe de golpe el jugo que se estaba tomando y, para disimular, tose discretamente.

- ¿Qué dijiste amor? – pregunta mientras en su cara veo la decepción de no haber podido disfrutar los bocadillos.

- ¿Qué te parece si pasas el día con mis padres? Llevamos semanas aquí y siento que apenas se conocen. – miro a mamá y añado- ¿No quería papá que le ayudaras a lavar el auto?

- Pues sí. Ahora que lo pienso, nos vendría bien un poco de ayuda.

- Claro- susurra mi novio con una sonrisa fingida.

- Genial- dice mamá- iré a avisar a tu padre.

Cuando mi madre se marcha, mi amor se voltea y me dice en un susurro:

- Te mataré.

Las carcajadas me atacan otra vez al ver su carita afligida. Me levanto y camino despacio hasta estar frente a él. Cuando sus ojos me miran, me inclino a plantarle un beso en la nariz e inmediatamente, su puchero se transforma en una radiante sonrisa.

- Lo siento, pero hoy tengo que comprarle el regalo de cumpleaños a mi mamá. Solo quedan dos días.

- ¿No puedo ir contigo?

- No - me vuelvo a reír- eres capaz de arruinar la sorpresa bajo presión y mi mamá tiene talento para sonsacar información.

- No sé si eso me deja más tranquilo.

- Estarás bien sin mí.

- Nunca estoy bien sin ti.

Como siempre que dice eso, mis mejillas se ponen color escarlata. Scott sonríe al ver mi cara roja y, con una sonrisa ladeada, murmura en mi oído:

-Voy a distraer a tus padres mientras consigues un regalo, pero cuando regreses, me cobraré con intereses cada minuto lejos de ti.

Me quedo sin habla por varios segundos y él solo me da un beso en la frente y se va silbando una cancioncilla desconocida. Sin tiempo que perder, me subo a mi bici y comienzo a pedalear por las calles de mi ciudad.

Media hora después, estoy atravesando las puertas del mayor supermercado del lugar. El frío del aire acondicionado me recibe y el bullicio de la multitud oculta casi por completo la música en los altavoces. Recorro estantes repletos de los bolsos más variados, camino entre hileras eternas de zapatos y me detengo de golpe en la zona de antigüedades.

Adoro este lugar.

Acaricio sin prisas los lomos de los libros y observo las estanterías llenas de los objetos más hermosos; olisqueo sin apuro cada uno de los frascos de perfume y cada esencia que encuentro me deslumbra. Hay uno que huele a jazmín y algún tipo de madera que me tienta horriblemente a comprarlo.

Un cajón de fotos (a diez centavos cada una) descansaba en una esquina y apenas lo vi, me atrapó. Cada imagen representa una historia por descubrir, una pregunta por responder.

¿Por qué estará llorando el niño del sombrero? ¿Seguirán juntos los adolescentes de la playa? ¿A quién habrá estado esperando el señor de la banca del parque? Es maravilloso pensar en todas las cosas que sucedieron a partir de esos momentos, atrapados para siempre en una fotografía.

Llego a la zona de discos de vinilo y me recreo con la visión de todos mis favoritos. Queen, Pink Floyd, The Doors, The Beatles, Guns N Roses, Def Leppard...Estoy a nada de tomar un disco de Nirvana para examinarlo cuando una sensación incómoda me recorre de repente. Lo siento antes de verlo.

Anthony está aquí.

Está de espaldas a mí, examinando unos discos a unas hileras de distancia. Su pelo negro azabache ligeramente revuelto, como si fuera demasiado "cool" como para mantenerse en el mismo sitio. Está cerca de la puerta de salida, así que obligatoriamente debo pasar por su lado si quiero irme de aquí. Trato de ser lo más sigilosa posible, pero no surte ningún efecto porque, a solo tres pasos de distancia, se voltea y me ve.

Ay

Dios

Mío.

Casi la mitad de su cara está de un amarillo verdoso, el rastro de diversas heridas y moratones aún perfectamente visible. Si no fuera condenadamente atractivo, esas marcas definitivamente asustarían a cualquiera. Nos miramos por varios segundos hasta que, por fin, él decide romper el incómodo silencio.

-Hola- susurra. Si no lo conociera bien, diría que, bajo su seria mirada, hay cierta calidez cuando me mira.

A pesar de saber la respuesta, no puedo evitar preguntar.

-Tu cara- comienzo- fue... ¿fue Scott verdad?

Anthony sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos. Sacude la cabeza.

-Dime que no eres tan ingenua por favor. Tú me dejaste ahí con él. –Buen punto, pero en mi defensa, no pensé que le haría tanto daño. Scott siempre fue muy tranquilo. Estoy en shock.

Anthony da un paso hacia mí y encuentra mis ojos.

- Tu novio sabe pelear. Yo tú, le preguntaría dónde aprendió a hacerlo.

- ¿Qué te dice que ya no lo sé? -trato de sonar segura, pero el temblor de mi voz me delata.

-Que te conozco Ana, nunca estarías con un tipo así de haber sabido dónde te metías. Además, tu reacción al verme me ha dicho más de lo que sospechas.

Me quedo en silencio, procesando lo que acaba de decirme, cuando se inclina y toma mi mano. Antes de poder apartarme, deja un disco en esta y me suelta. La portada es roja, con una espada dorada en medio, rodeada por cuatro gruesos anillos. Mi corazón se detiene por un segundo.

-Mira, sé que ahora mismo no me soportas, y que estás tratando de olvidar todo lo que vivimos. Pero una vez te dije que, aunque desaparecieras de mi vida, me sería imposible olvidarte por muchas razones. El álbum está pagado y, cuando lo escuches, verás la razón principal por la cuál lo compré. – su voz es suave como terciopelo- Todavía te necesito Ana, y voy a luchar por ti.

Mis ojos se empiezan a llenar de lágrimas y tratando de controlarlas, aprieto el álbum con fuerza.

- ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no me dejas en paz de una vez?

Por primera vez, veo un rastro de arrepentimiento al darme una respuesta.

-Ojalá pudiera decirte algo que te convenciera, pero la verdadera razón no la sé ni yo. – se aleja de mi hasta llegar a la puerta. Segundos antes de desaparecer por esta, se voltea y dice: -Supongo que, por más que lo intente, no puedo alejarme de ti.

Me quedo pensando en sus palabras mucho después de que se haya ido.

...

Al final, le compro a mi madre un colgante de plata que vi en una de las tantas joyerías por las que pasé. Es un medallón precioso, que se abre para mostrar dos pequeñas fotos. Cambié las originales por una de ella con sus padres y otra donde aparece posando con papá y conmigo en la cena de navidad. Frijolito aparece al fondo, durmiendo plácidamente bajo el árbol.

Es un medallón precioso, pero nada de eso importa ahora.

Aparco la bici en la entrada y salgo como una bala hasta mi cuarto, cuando llego, cierro la puerta. Lanzo las cosas en una esquina y voy directa hasta Scott, que descansa en mi cama.

-Hola amor- me dice, pero lo interrumpo.

- ¿Dónde aprendiste a pelear?

Su cara perdió todo el color.

- ¿Qué?

-Me encontré a Anthony hoy y vi su cara y responde la pregunta. ¡Maldita sea! – sin poder evitarlo, rompo a llorar por segunda vez ese día. Me siento en la cama y hundo la cara entre las manos.

- ¿Estás bien? – me pregunta Scott mientras se sienta a mi lado.

- No- decido decirle la verdad- no estoy nada bien. Estoy cansada de mentiras y de confiar en el chico equivocado. Solo quiero que me digas que no cometí un error contigo. Dime la verdad, por favor.

Su respiración se agita y cierra los ojos por un segundo.

-Por favor -repito.

Scott deja salir el aire lentamente. Inspira y expira por varios minutos antes de por fin, hablar.

- Esta bien. Te contaré todo, pero no huyas de mi después.

Un ligero temblor me recorre ante sus palabras, pero no es momento de echarse atrás. Necesito saber.

- Te escucho.

- Bien. Pero por favor, no digas nada hasta que termine.

Asiento una vez y Scott comienza a hablar.

- "Cuando yo tenía cuatro años, mi mamá me dijo que tendría un hermano. Fue uno de los días más felices de mi vida, únicamente superado por el día en que por fin lo conocí. Su nombre era Alex y era el niño más dulce del mundo".

Su rostro se ilumina al recordarlo. Trato de imaginarme cómo habría sido Alex y mi corazón se ablanda ante la imagen de un mini Scott.

-"Su carácter era completamente diferente al mío. Él era divertido, alegre, espontáneo y tenía unos rizos rebeldes que jamás se quedaban en su lugar. Y su risa, amor, era la mejor risa del mundo. De esas que te hacen vibrar el alma y a las que no puedes evitar unirte.

Yo amaba a mi hermano, ¿sabes? Podía ser un diablillo insoportable a veces, y terco como una mula, pero era mi familia.

Cuando empezó la secundaria, cambió totalmente. Apenas se reía y no quería hablar con nadie. Se la pasaba callado, escondiéndose y temeroso de hablar con alguien. Nadie sabía lo que le pasaba y, honestamente, nadie le dio mucha importancia. Todos pensamos que no era nada."

Su voz se quiebra y puedo sentir que está al borde de las lágrimas. Pero las reprime y continúa narrando:

"Yo tenía dieciséis años en el momento. No me preocupaba por más nada que no fueran chicas y videojuegos. Apenas y hablaba con mi hermano ya.

Quizás por eso fui el más sorprendido cuando saltó".

Mi mano cubrió mi boca en un acto reflejo. Quise abrazarle, pero negó con la cabeza en cuanto hice un ademán de rozarle la piel.

"Estaba destrozado. Lo que más me duele, es que no tuve la oportunidad de decirle adiós. Tal vez, si hubiera hablado con él, habría descubierto qué pasó".

Niega con la cabeza antes de seguir hablando. El dolor es palpable en su voz y no puedo ni siquiera empezar a imaginar lo que debió sentir en ese momento.

"Luego de eso, veía el mundo a través de una pared de hielo. Nada, por más intenso que fuera, podía provocarme la más ligera sensación. Comencé a salir con todo tipo de mujeres, únicamente por querer sentir algo, pero fuera de placer, ninguna despertó en mi ni el más mínimo cariño.

Buscaba adrenalina desesperadamente, y por esa razón, hui de casa. Las cosas que hice, las personas a las que lastimé..., no necesitas saberlo. Rompí más huesos de los que me gustaría admitir, y fue viviendo en las calles el lugar donde aprendí a pelear.

La gente me temía, y las pandillas me respetaban. Así de despiadado era.

Una noche, estaba borracho, desquitándome a los golpes con algún pobre fulano que se atravesó en mi camino, cuando me encontraron. Mis padres llevaban meses buscándome, pero no fueron ellos los que me vieron.

No puedo decirte su nombre, pero ese hombre me salvó la vida.

Me enseñó a manejar toda esa ira, impotencia y frustración que sentía y aprendí a convertirla en algo que pudiera usar a mi favor. Dejé de pelear con las manos para aprender a pelear con la mente.

Me regresó a mis padres luego de unas semanas, y se marchó para nunca volver. Desde entonces, las mentiras han sido mi más potente arma. Observaba, planeaba y atacaba a cualquier persona que se interpusiera en mi camino. Nadie podía adivinar mis movimientos o saber qué estaba pensando. Nadie podía derribar las barreras que levanté a mi alrededor. Nadie, hasta que tú llegaste.

Desde el momento en que te vi, quedé completamente desarmado. No soy estúpido, sé que había alguien por ahí que te tenía llorando por los rincones, pero algo sobre ti me hizo amarte desde el primer día. Me dediqué a observarte, pero no para hacerte daño; lo único que quería era saber tanto de ti como me fuera posible.

Me encontré a mi mismo planeando todos los escenarios posibles para encontrarme "de casualidad" contigo; ensayando chistes que sabía que te harían reír o quizás, practicando frente al espejo una sonrisa para enamorarte".

Suavemente, alza mi barbilla hasta hacerme que le mire.

- He destrozado vidas completas sin parpadear siquiera, ocultando mi personalidad tras muros infinitos. No soy una buena persona, pero desde que te vi he tratado de convertirme en el hombre que mereces tener a tu lado. He mentido, es cierto, pero la única cosa sincera que ha salido de mi boca es que te amo. Derribaste cada una de mis barreras con una sola mirada y no tuviste ni que decir "hola" para que cada pedazo de mi te perteneciera por completo.

Sus ojos están brillantes por las lágrimas contenidas y su cara es reflejo de la desesperación que siente.

-Te pido de rodillas que no tires todo por la borda por un pasado que hace mucho dejó de ser una realidad.

Es mucha información para comprender y ahora mismo, no soy la mejor persona para dialogar.

-Necesito estar sola- digo por fin- Gracias por contármelo, por confiar en mí; pero ahora mismo necesito un tiempo para pensar.

Scott se levanta y me besa en la frente.

-Creo que puedo darte eso. Volveré mañana para hablar con más calma.

Va hacia la puerta cuando lo detengo.

- ¡Espera! ¿Dónde vas?

- Creo que es mejor que duerma hoy en mi auto en el garaje. Si duermo contigo no podré evitar hacer preguntas y ahora mismo, es lo menos que necesitas.

-Pero...

-Sin peros. Descansa esta noche.

Desaparece como un fantasma y yo me quedo sola con mis pensamientos.

Mi mente viaja a través de todo lo que Scott me contó, cada uno de los detalles, y me doy cuenta de que, a pesar de los meses que llevamos juntos, realmente sabía muy poco de él.

No sé cómo sentirme sobre eso, y definitivamente no sé cómo sentirme sobre Anthony. Mi cabeza da vueltas y hoy no estoy lista para afrontar las consecuencias de lo que ha pasado aquí. Este día ha sido una locura y realmente necesito descansar.

...

No sé qué hora es cuando una serie de golpes en la puerta me despierta.

- ¡Ya voy! – grito, mientras los golpes se vuelven cada vez más insistentes.

Somnolienta y agotada, camino tambaleándome hasta la ventana y, apartando las cortinas, me inclino para mirar fuera. De la sorpresa, mi bostezo se interrumpió de golpe.

Liv está afuera.

Mi mejor amiga está fuera de mi casa, echando mi puerta abajo y con el vestido a medio poner.

La dejo pasar y ella entra como una exhalación. Está medio desnuda y trae los zapatos en la mano, su cabello está enredado y sus hombros se agitan debido al llanto incontrolable que la sacude.

- ¿Livvie? -susurro para no asustarla. Pues siento que el más mínimo ruido la hará desaparecer corriendo.

Solloza más fuerte si cabe y justo cuando me acerco a tocarla, su mano, rápida como un látigo, cruza mi cara de un bofetón.

¿Pero qué...

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