13
(Ana)
Un fuerte olor a alcohol me hace abrir los ojos de golpe. Instantáneamente, siento un latigazo de dolor en medio de las sienes que casi me hace volver a desmayarme. Por un momento, casi olvido donde estoy, y mientras mi dolor remite, observo el sitio a mi alrededor.
Estoy acostada en una especie de nido improvisado hecho con mantas viejas, llenas de costuras desgastadas aquí y allá, y aunque están sorprendentemente limpias, siento la necesidad de salir de ellas. Es cuando me fijo en mi atuendo que lo recuerdo todo.
Las náuseas regresan con fuerza y acabo vomitando en el suelo.
- ¿Estás bien? – Anthony se acerca a mí preocupado, y deja una botella de agua a mi lado.
- ¿Qué...qué me pasó? – ¡Dios! Mi cabeza realmente duele. Por un instante, toda la habitación comienza a dar vueltas.
-Lo siento Ana, pero estabas perdiendo la cabeza y tuve que traerte aquí a la fuerza. De verdad, lo siento mucho.
-Estás loco- no tengo siquiera ánimos para discutir. Solo me hago un ovillo entre las mantas y dejo que las oleadas de dolor me atraviesen, esperando a que desaparezcan en algún punto.
-Nunca lo he negado- trata de acariciar mi rostro y yo aparto la mirada. No quiero su contacto, no quiero nada de él. Tomo un sorbo de la botella de agua para enjuagarme la boca y la escupo en el suelo.
Anthony suspira y, con una voz tan trémula como la llama de una vela, me pregunta: - ¿qué nos pasó, Ana? Eras mi mejor amiga y, de un momento a otro, me dejaste completamente de lado. No me hablabas casi, llorabas siempre que trataba de hablar contigo e ignorabas mis llamadas. ¿Tienes idea de lo que significó para mí?
- ¿Y para mí? -le interrumpo- ¿Tienes tú alguna idea de lo que significó para mí el tener que irme? Nunca lo hubiera hecho Anthony, jamás te habría dejado ir si no fuera porque se volvió tan insoportable que me estaba destruyendo. No puedes ni imaginarte todas las veces que me rompiste el corazón con palabras que pensé, ingenuamente, que no notabas que decías.
- Yo nunca quise lastimarte.
-Sí, sí que querías. Sabías exactamente el punto exacto donde enterrar el cuchillo para acabar conmigo y lo hiciste a propósito. Y, ¿sabes por qué lo sé?
-Eso no es cierto – murmura, pero yo no le estoy escuchando.
Abrió una puerta que ahora mismo no creo poder cerrar, así que solo me queda soltar todo lo que estaba reteniendo; y a él solo le queda escuchar todo aquello que nunca tuve oportunidad de decir.
- Lo recuerdo perfectamente. Era un sábado a las dos de la mañana. Yo estaba finalizando un trabajo de escuela cuando me llegó uno de tus mensajes, así que paré de estudiar para responderte. No importa si el mundo se estaba cayendo a pedazos, yo cancelaría todos mis planes por un mensaje tuyo. – suelto una risa suave, pero no era una risa real, era más bien de esas que te salen cuando no quieres llorar- Estabas tan borracho...completamente perdido.
Dijiste que eras feliz. No, que yo te hacía feliz. Veneraste mi cuerpo, mi forma de ser. Me dijiste tantas y tantas veces lo perfectos que éramos el uno para el otro que solo me lastimabas más. Y me dolía Anthony, claro que me dolía.
"Te debo tanto"
Era lo que siempre decías.
"No me debes nada"
Era lo que te decía yo.
Dijiste que era la mejor persona que habías conocido nunca y me diste las gracias por entrar a tu vida y no dejarte solo. Te dije que haría lo que fuera por ti y fue ahí todo cambió para mí. Soltaste una de esas risas tan típicas tuyas cuando estabas a punto de pulverizar mi estúpido corazón y lo dijiste, con todas las letras: "Solo lo haces porque quieres estar conmigo".
Y justo en ese instante, desperté de mi sueño como cuando alguien explota una pompa de jabón. Me di que cuenta de que nunca me quisiste, que nunca te importé lo más mínimo.
Quizás no lo comprendas del todo, pero yo justificaba cada lágrima que me hacías soltar pensando que nunca me harías daño intencionalmente. ¿Cómo ibas a hacerlo, si no conocías la profundidad de mis emociones? No sabías que me estabas lastimando, ¿verdad?
Pero ese día me di cuenta de que todo el tiempo lo supiste. Podía soportar que me hicieras daño inconscientemente, pero, ¿hacerlo a pesar de saber que vas a herirme? Eso estaba más allá de la maldad. ¿Tan poco te importaba? ¿Tan egoísta eras?
Negué con la cabeza antes de seguir hablando.
-Admito que fue mi culpa enamorarme a pesar de que me dijiste que no lo hiciera. No pude evitarlo y no debí hacerlo. Pero eso me hizo pensar, si tú sabías que yo empezaba a tener sentimientos por ti, ¿por qué no te fuiste? ¿Por qué no te alejaste?
-Lo intenté Ana, de verdad que lo intenté. Y, si te digo la verdad, nunca supe realmente lo que sentías por mí hasta que Olivia me lo dijo. Lo sospechaba, pero tenía miedo de que fuera cierto así que fingía que no lo era. Aún conservo los regalos que me diste en mi cumpleaños. La portada del libro que nunca llegué a escribir, e incluso tu nota de felicitación. La releía a diario solo para recordar lo que sentí cuando me la entregaste. Me encantaba estar contigo y, si te enamorabas, tendría que dejarte ir y no estaba preparado para eso.
No te amaba como para una relación romántica, pero claro que me importabas. Y si te quería, sí te quiero. Más de lo que imaginas, pero decirte eso equivalía a darte falsas esperanzas. Así que una vez que Olivia me obligó a abrir los ojos, supe que te estaba perdiendo y que no había nada que pudiera hacer para revertir eso. Me debatía entre luchar por ti y dejarte ir cada noche.
Supongo que estar con ella era mi forma de garantizar que mi egoísmo no me hiciera retenerte en contra de tu voluntad. Pero, ¿cómo se deja ir a alguien como tú? Eras mi apoyo, mi sostén y de la noche a la mañana, desapareciste sin dar ninguna señal. Me dejaste solo y me dijiste que no lo harías.
-Te di todas las señales, me cansé de dar señales y de gritar por ayuda hasta que me quedé sin voz. Eras tú el que no quería verlas. Ignoraste absolutamente todas ¿Qué esperabas? ¿Qué me quedara siempre contigo? Tarde o temprano iba a terminar mal, solo atrasábamos lo inevitable.
-No digas eso. No es cierto.
-Anthony, yo te amaba. Amaba tu sonrisa, tu mal carácter, la forma en la que te emocionabas al descubrir nueva música y la manera en la que se podía ver tu alma a través de tus escritos. Te amaba tanto que dolía hasta respirar cerca de ti sabiendo que nunca ibas a ser mío. Te di todo de mí, pero no pude salvarte y acabé rompiéndome yo también. Estoy rota, completamente quebrada.
Tuve que alejarme porque solo quería parar esto y tú no me dejabas detenerme. Lloraba a diario luego de hablar contigo y me sentía la cosa menos querible del mundo. No quiero romper mi promesa de estar si me necesitas, pero ¿qué hago cuando el peso de mantenerla es una constante tortura?
- Ya rompiste tu promesa, porque te necesito ahora y no estás.
-No, no lo haces. Crees que sí. Lo único que buscas en mi es un consuelo temporal, alguien que te ame incondicionalmente solo porque estás jodido. No has dejado de decir lo mucho que me necesitaste en aquel entonces, pero ¿dónde estabas tú cuando te necesité yo?
-Lo haces sonar todo tan complejo.
-Es que lo es. Lo que para ti no tenía ninguna importancia, a mi me destruía y eso no significa que estuviese exagerando, solo implica que tú no te preocupabas por mí. Incluso ahora, quieres arruinar mi relación solo porque dices que me quieres de vuelta, sin importarte lo más mínimo lo que eso supondría para mí.
Mi salud mental y emocional te valen madres, solo eres un bebé encaprichado con eso que no puede tener. Nunca serás la persona que yo busco y juntos solo nos haríamos más daño. Tengo a Scott ahora, y lo amo como nunca te amé a ti. Quiero mi oportunidad de volver a brillar, de tener la felicidad que merezco.
Te pido, te suplico que, si alguna vez sentiste hacia mí la más mínima atracción siquiera, déjame ir ahora para poder solucionar esto. Permíteme ser feliz.
Anthony no dice nada después de eso y comienzo a creer que todo ha sido en vano cuando, de repente, un pequeño pedazo de metal dorado cae a mis pies.
-Es la llave- dice mientras la sostengo sin salir de mi asombro- puedes irte. Yo, de verdad lamento todo lo que te hice.
Yo solo puedo asentir y salir de ahí a toda pastilla. Una vez en la seguridad de mi coche, dejé salir todas las lágrimas que estuve reteniendo esta noche. Todo ha sido un desastre, pero aún puedo arreglarlo. Para empezar, necesito salir de aquí.
Cuando la última sombra de mi auto desaparece por la carretera, comienzo a acelerar para llegar pronto a casa. Quizás, si hubiera mirado por el retrovisor en ese instante, habría visto a Scott entrar como una furia a la casa de las luces, con un preocupante número de personas armadas justo detrás de él.
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