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5. La Omega asesinada

Relato por Laura:

Había pasado casi una hora en el suelo del baño. Hasta que me levanté y decidí que debía hacer algo para cambiar las condiciones del juego con Zahid.

Porque de eso se trataba para él, un juego. Él es el que siempre impone las reglas, los premios y los castigo. Pero hoy no.

─¡Por fin reaccionas, Laura! Ya no podía verte así─ me interrumpió mi loba. Quién no lograba evitar la ansiedad por volver junto a su lobo, por su instinto.

─Alana, es hora de hacer algo. Zahid no puede tratarnos así. ¿Por qué siempre caemos en sus garras estúpidas? ¿por qué no evitas conectarte con Rider? ─ le reproché.

─Rider dijo no quiere hacer daño. Nos aconsejó que nos ducháramos y los esperáramos, cuando regresen.─ me informó Alana. Mientras yo caminaba de un lado a otro en el baño, con las manos en la cabeza.

Definitivamente mi loba era un caso perdido.

─Genial, ¿y de dónde saco ropa limpia? Este apartamento es de un amigo de Zahid y....─ me interrumpí pues algo me llamó la atención en un cajón entreabierto de la mesada del baño.

Sentía el calor que emanaba la plata de algunos objetos que estaban allí, no era plata pura pero estaba presente en la composición de algunas correas y ..... ¡cadenas! ¿Qué clase de pervertido tenía un cajón en el baño con este tipo de artefactos? En seguida recordé que justamente "era un amigo de Zahid" el propietario de este lugar.

<<¿Qué esperabas, Laura? ¿Cómo serían de dementes sus amistades? ¿Qué demonios esperabas de un vampiro que vivía en un departamento lleno de pinturas y dibujos de mujeres en poses artísticamente insinuantes?>>

Una hora después ya tenía mi plan en marcha. Tenía listo el cuarto con las correas ocultas, ya me había duchado y buscando entre los estantes de un armario en el dormitorio encontré una importante arma para garantizar la efectividad de mis intenciones: una completa colección de lencería en diferentes tipos de encaje y colores.

Me decidí por revisar las prendas negras. Y atiné en probarme algunas de mi talle.

Zahid se iba a arrepentir de tenerme encerrada aquí...

Más tarde lo sentí llegar con muchas bolsas y cosas.

En seguida me llegó su olor y casi pierdo el rumbo de mis planes cuando fui tras él en la cocina. Estaba acomodando en el refrigerador botellas de agua y jugos. Luego guardó paquetes de galletas y dulces en los estantes de la alacena. Yo miraba cuidadosamente cómo se subía su remera y dejaba ver su abdomen.

Me fui asomando suavemente y me paré al otro lado de la isla. Su olor seguía envolviéndome, me sorprendí por unos segundos con mis ojos cerrados y absorbiendo su aroma.

"No, chica, despierta" me cobré internamente.

Zahid detectó mi aroma y se dio vuelta sonriendo, tratando de comenzar a decirme algo, pero se detuvo a mirarme de pies a cabeza con la boca abierta, babeando...

¡Lo logré!

Había captado su completa atención. Di una disculpa cualquiera que fue lo único que encontré que me quedaba y traté de fingir un poco de incomodidad y vergüenza por llevar un baby doll de encaje que me llegaba hasta las rodillas pero que era muy transparente. Los bordados y los encajes dejaban muy poco a la imaginación, realzando mis curvas recién adoptadas por mi transformación. A pesar del intento de cubrirme con un kimono, este revelaba a cada movimiento destellos del encaje y la piel de mis hombros.

Zahid estaba inmóvil. Sin más que ronronear y sin articular nada coherente, apoyando sus manos en la encimera. O mejor aferrándose a ella hasta terminar de luchar con sus demonios. Su respiración estaba entrecortada, como si estuviera a punto de perder una batalla con su ego.

Sabía que interiormente estaba luchando por controlarse. Lo vi alzar su vista al techo un par de veces y morderse el labio inferior que aún seguía un poco hinchado por la mordida.

"Te tengo, chico lobo" festejé junto a mi loba.

─Entonces, ¿qué hay para comer?─ Traté de incentivar su imaginación mientras me sentaba en la butaca de la isla, haciendo que él pudiera ver claramente como cruzaba mis piernas y no dejarlo perder ningún detalle de mi vestimenta. Mi loba festejaba que teníamos ese efecto en él.

Relato de Zahid Red Wolf:

¿Me había preguntado "qué había para comer" vestida de esa manera?, por la Diosa Luna. Intenté contestarle articulando alguna respuesta coherente, pero mis ojos bajaban y subían por sus piernas y por los encajes del babydoll.

Lo cierto era que mis planes me habían jugado una mala pasada, por los mil demonios.

Este apartamento sólo lo usaba cuando me envolvía con alguna vampira o humana que no debían entrar a la Manada, y también sabía que su propietario también traía a sus amigas más selectas para el mismo propósito que el mío cuando estaba de regreso a la ciudad.

Por lo cual no calculé que las lencerías eran tan provocativas al punto de nublar mis buenas acciones o intenciones.

No, claro que no. Rider y yo ya queríamos demostrarle que tan divertido era provocarnos de esa forma.

Pero a Laura no debía tratarla como las demás.

Por ese motivo me dí vuelta para sacar el almuerzo de los empaques y servirlos. Y tratar de aclarar mi mente.

Pero mi imaginación no favorecía mi concentración en las tareas que me proponía hacer. Dejé caer algunas cosas por la mesada y casi se estrellan los vasos por el suelo.

Tampoco Rider lograba aquietarse en mi interior, solo gruñía y soltaba ronroneos de un lado a otro.

"Cálmate Zahid, o lograrás que quiera escapar nuevamente de ti" me decía en mis adentros. El juego ahora se trataba de hacerla confiar en que estábamos seguros allí, lejos de los reclamos de mi padre y todos los problemas que traían los lobos de la manada por estar con una Omega.

Quería desesperadamente que confiara en mí.

Relato por Laura:

Luego de almorzar y asistir un par de películas en el sofá de la sala guardando una cierta distancia y cubriéndome con cojines, le dije que me sentía cansada.

Afuera se desataba una tormenta propia de la estación. Estábamos en las últimas semanas de invierno y casi dando la bienvenida a la primavera.

Me dirigí al dormitorio y puse en marcha el plan. Me saqué el kimono, lo dejé caer al piso cerca de la puerta y me acosté en la cama abrazando una de las almohadas. No tuve que esperar mucho para que se uniera Zahid, quién se acostó a mi lado en la cama.

Protesté un poco pidiendo espacio, pero sabía que él no saldría de allí. Necesitaba ser paciente para dejarlo caer en sueño.

El futuro Alfa de los lobos rojos era del tipo de personas que podría caer el mismísimo diluvio y pasar un maremoto por su dormitorio que no se despertaba, o al menos eso aparentaba.

Esperé casi una hora, tal vez más. No sabía cuanto tiempo transcurrió hasta que por fin escuché sus ronquidos detrás de mi.

Lo volteé a mirar y otra vez lo veía solo con su boxer durmiendo cómodamente sobre su brazo y el otro a muy pocos centímetros de mi cuerpo a la altura de mi cintura.

Era mi oportunidad.

Deslicé cuidadosamente mi mano abajo de las almohadas y saqué dos pares de esposas. Una de ellas coloqué en su brazo más cercano a mi y para llegar al otro fue necesario utilizar un pequeño truco: saltar sobre él y de la forma más descarada obtener su atención con un beso. Así en un par de segundos lo sujeté en los barrotes de la cabecera, cerrando las esposas, con movimientos rápidos y certeros.

Esperaba que se pusiera furioso, pero solamente sonrió maliciosamente con sus ojos cerrados al darse cuenta de la trampa:

─Nena, acabas de cumplir con todas mis expectativas, ¿sabes?─murmuró y luego se acomodó abajo de mi, levantando sus caderas para que me sentara sobre su vientre y sus ojos dorados brillantes recorrían mi silueta en la penumbra del cuarto.

Afuera ya casi terminaba el anochecer y las luces de las calles y los edificios se comenzaban a notar, mientras seguía lloviendo.
─¿Quieres jugar, Zahid? ─ lo imité descaradamente. Por su parte él respondió con un gruñido y una sonrisa ladina.

Me incliné sobre su torso, casi rozando su pecho con el mío, para sacar de abajo de una almohada un látigo negro que encontré en el mismo cajón de donde saqué los demás accesorios.

─Ya veo que encontraste algunos juguetes.─ sonrió alegremente y luego añadió ─Lobita, juegas con la bestia equivocada. Conoces el cuento en el cuál el lobo malo le gusta devorar a las chicas, ¿verdad? ─ sentí como tiraba de las esposas y forzaba los barrotes de la cabecera.

Pero no tuvo éxito, seguía con sus manos presas.

Lo miré detenidamente, cada músculo de su pecho, sus brazos y podía sentir su abdomen subir y bajar con su respiración abajo de mi. Otra vez caí en el error de deleitarme su aroma mientras lo sentía así de cerca.

Y él lo vió, reaccionando con un jadeo y más gruñidos. Era su forma de contestar que aceptaba mi juego.

─Quiero algunas respuestas, idiota. ─ traté de sonar enojada cuando volví a mis cabales y le pegué el primer latigazo en su brazo. Dejando allí una marca. Quise dejar claro que esto él no lo iba a gozar, iba a sufrirlo.

─Tu mandas, nena. Pregunta─ me respondió quejándose y apretando sus dientes.

─¿Aquí traías a tus putas para divertirte?─ comencé a interrogarlo y miraba sus ojos esperando que respondiera la verdad. De lo contrario sentiría un par de latigazos más.

─No. Aquí ellas venían por su propia voluntad, buscándome para divertirse conmigo. ─ respondió con su sonrisa de satisfacción en el rostro. Y aunque olía a verdad, por su tonito pedante le pegué dos latigazos en el pecho.

─Es verdad, ¿qué haces? Dije la verdad. ─ respondió en medio a sus quejidos. Luego trató otra vez de forzar las esposas que lo retenían y no lo logró sacar sus manos.

Decidí darle un par de besos y lamer donde le pegué, él se retorcía a cada toque, jadeaba y gruñía debajo de mi.

Mi querido lector, mi satisfacción no sólo estaba en azotarlo hasta cansar, también quería disfrutar un poco de lo que tenía servido y atado allí para mi.

Seguí interrogándolo con una docena de preguntas y otros latigazos, mordidas, besos y otras cosas más.

Sentía sus jadeos más fuertes y también cómo estaba excitándose. Zahid era tan retorcidamente demente que estaba con una notable erección. Decidí pasar algunos de mis límites cuando me senté más abajo, sobre su erección y comencé a frotarla con mi intimidad.

El cerró sus ojos y tiró su cabeza hacia atrás, dejó escapar un gemido fuerte y largo. Al mismo tiempo que tiraba de las esposas que crujían, pero no cedieron.

La verdad es que mi inconsciente me traicionó y comenzamos a sincronizar nuestros movimientos, desatando un incendio en mi entrepierna.

Mi cuerpo se sentía tan jodidamente bien con este vaivén que no percibí cuando sus manos me sujetaron de la cintura y comenzamos a besarnos sin dar tregua. Pero no eran besos de deseo e intimidad, sino de una fuerza salvaje y rústica que nos mantenía amarrados a una necesidad de saciar un impulso animal de nuestros lobos.

El maldito se había librado de las esposas y me tenía entre sus brazos.

Me puso sobre la cama, sin quitar sus labios de los míos, me sacó suavemente todas las prendas y entrelazó sus dedos con los míos sobre mi cabeza.

¿Qué ocurrió después? Bueno, sólo puedo decirte que completamos el enlace de pareja muy satisfactoriamente. Y para asegurarnos lo repetimos un par de veces más.

Mi loba aullaba de felicidad por ser deseada por su lobo. Mientras que yo me recriminaba por perderme en sus besos y embestidas toda la noche.

¿Cómo se zafó de las esposas? El conocía muy bien cómo aflojar los barrotes de la cabecera, Estaban preparados así para evitar ese tipo de situaciones.

Seguramente no era la primera vez que alguien lo ponía en la misma situación y lo trataba de inmovilizar.




En la tarde del siguiente día decidimos regresar a la Manada Red Wolves. No había forma de seguir huyendo de la situación.

Según Zahid su padre no estaba feliz, ya sabía que éramos pareja y quería obligarnos a rechazarnos mutuamente.
Me prometió que tenía un plan y que en él estaba incluido una oportunidad para los dos.

No podía ignorar el presentimiento de que algo siniestro se escondía detrás de cada palabra que decía y en cada una de sus sombra. El ambiente estaba impregnado de una energía inquietante, como si los fantasmas del pasado emergieran para danzar en este macabro relato.

Y así, cada segundo que pasaba, me sumía más en la inquietud y el presagio de que el destino me tenía preparada una experiencia inimaginable, algo que cambiaría el curso de mi vida para siempre. ¿Qué secretos aguardaban en las profundidades de la Mansión de los Lobos Rojos? ¿Qué sombras se alzaban para recibirme en aquella asquerosa manada de lobos traicioneros y desquiciados?

Pero cuando Zahid me miraba, sonreía y entrelazaba sus dedos con los míos, trataba de transmitir una extraña sensación de que intentaría luchar para mantenernos juntos. El viaje de regreso transcurrió así, lleno de promesas y planes irreales de una vida llena de esperanza.

También mencionó que me marcaría luego de asumir su puesto como Alfa, aunque para eso debiera desterrar a su padre de la Manada.

Yo lo creí, querido lector. ¿Me estaba enamorando de ese lobo como una chica tonta? ¿De repente podría ver nuestra historia como un cuento de hadas o de licántropos?

Al llegar a la Mansión uno de los Deltas de la manada nos advirtió que el Alfa Cameron estaba reunido con otros de sus deltas y gammas en el lugar donde me llevó Zahid la noche de mi transformación.

Las reuniones de ese tipo ocurrían en aquella sucia manada cuando: se daba la bienvenida a los iniciados o recién transformados, al nombramiento de un nuevo Gamma o general de las patrullas, ingreso de una nueva familia o la explosión de un lobo por traición a la Alianza.

Esto ocurría donde estaba la cascada más alta del río con aguas furiosas y veloces. Al instante me dió una sensación desagradable, ya comenzaba a sospechar de que algo se tramaban. Zahid sólo asintió con un gesto y antes de partir fue al despacho de su padre a realizar una misteriosa llamada.

Permanecí afuera de la Mansión bajo las miradas de los Deltas, mientras sentía la fría brisa que bajaba de la Montaña mover el follaje de las plantas y arbustos de esa villa.

Salimos para allá juntos, él me conducía por el camino de la mano, besándola y acariciando con sus dedos. Nos llevó casi una hora llegar caminado por el sendero de la ladera del río, escoltados por cuatro deltas.

Ya casi se hacía noche. La luna llena volvía a asomarse entre las ramas de los árboles del Bosque que nunca antes se mostraba tan silencioso y oscuro. Ni los pequeños animales salieron de sus madrigueras y el cantar de los búhos se mantuvo ausente.

Al acercarnos a la piedra más alta sobre la cascada, mientras nos hacían paso algunos integrantes de la manada, logré sentir a mi padrino por allí. Pero no alcancé a localizarlo entre todos, habían tantos aromas y ruidos, murmullos y miradas de indignación que me distraían. Mis sentidos se confundían con tantos estímulos y reacciones que comprender.

El Alfa Cameron de los Lobos Rojos comenzó a hablar en tono alto y notándose su ironía:

─Acá llega la reciente pareja que dirigirá a esta manada. ¡Qué maravillosa noticia! ¿Qué dicen?─ alardeó para luego reírse a carcajadas junto a algunos de los presentes.

En seguida hizo una señal para uno de los Deltas que trajo arrastrando por el suelo a mi Padrino, que casi estaba inconsciente y muy golpeado. Lo tenían amarrado a fuertes cadenas de plata que se calaban en heridas. Para los licántropos, ese metal era como un veneno.

¿Qué le habían hecho? Estaba completamente ensangrentado y casi no podía abrir sus ojos. Volteé para ver la reacción de Zahid, pero él seguía mirando hacia su padre. Desafiante, pero sin contestar a sus órdenes.

Traté de llegar hasta mi padrino, pero me detuvieron en el camino dos Deltas que nos escoltaban y me impidieron ayudarlo a levantarse. Lo tiraron en los pies del Alfa y ése lo pateó enfurecido, sin piedad. Como si el cuerpo de mi padrino fuera un costal de papás.

Mis gritos para que parara de lastimarlo no tenían respuesta. Cuando se detuvo me miró con ira, con sus ojos rojos:

─Ahora comencemos a celebrar correctamente, chica. Vas a rechazar a Zahid o aquí se muere tu padrino.─ dijo señalando para que me acercara a él.

Luego me giró para así mirar a Zahid, que estaba inmóvil, apretando sus puños, con los ojos negros y exhalando su ira. Repitió nuevamente, gruñendo sobre mi hombro:

─Recházalo o muere tu padrino.─ me amenazó y volvió a patear a mi padrino. ─¡Comienza, mestiza miserable! ─ gritó y retumbó en el bosque.

Desde el suelo mi padrino balbuceaba algo al Alfa. Dijo en tono muy bajo que nunca me había revelado cuál era mi apellido, lo que era esencial para que el rechazo fuera aceptado por la Diosa Luna.

Por lo cual el monstruo le exigió que lo revelara a todos los presentes. Hizo una escena con sus brazos abiertos y me empujó al suelo para oír lo que decía mi padrino.

─Eres Laura Monte D'Vitale, nunca lo olvides...─ resonó la voz de Adriano en un susurro que se desvanecía con cada sílaba, como un eco en la bruma. Entre sollozos, aferrándome a un hilo de valentía, confirmé con un nudo en la garganta que aceptaba recitar el rechazo, aunque mis labios temblaban y mis ojos se empañaban con lágrimas que se negaban a caer.

Vi como dos deltas lo sujetaron a Zahid por sus brazos, para que no se acercara a mi. Miré a sus ojos dorados y comencé:

─Yo, Laura Monte D'Vitale, te rechazo Zahid Red Wolf, como tu pareja y futura Luna de esta manada. Obedeciendo al Alfa de mi Manada.─ al terminar mi renuncia lo vi retorcerse en el suelo mientras gritaba mi nombre. Estaba sufriendo lo mismo que yo sentí cuando lo hizo la primera vez. Las venas en su cuello parecían que irían a explotar, mientras sus colmillos se dejaban ver.

Ese que sufría no era Zahid, sino Rider. Un cierto tiempo después lo supe.

Mientras a mi lado el Alfa Cameron se reía a carcajadas de su hijo, llevó a mi padrino arrastrándolo hasta lo más alto de la piedra y lo apuñaló reiteradas veces, mientras me oía gritar desesperadamente tratando de soltarme del agarre de los Deltas que me sujetaban.

Asistí con terror cómo dejaba caer el cuerpo sin vida de la única persona que me amaba al río, y entre las aguas desaparecía corriente abajo. La noche lo llevó a las sombras, sin dejarme despedir de su fiel cariño.

En seguida vino por mi y me condujo hacia el mismo lugar sujetando mi cabello. Puso su puñal en mi cuello, mientras exigía a su hijo que se pusiera de pie como un lobo rojo para recitar su rechazo.

— ¡Es una orden de tu Alfa, Zahid Red Wolf! Quiero ver esta loba malnacida retorcerse como castigo por creerse una de nosotros. ¡Hazlo, hijo! Luego pasará encerrada en el calabozo sin agua ni comida hasta que suplique para que termine con su vida.— ordenó el Alfa Cameron haciendo su voz resonar y dándome escalofríos.

Una y otra vez repitió que no aceptaba una traición por parte de ninguno de sus lobos y mucho menos de su hijo. Que lo hacía para salvar a su Manada, antes que llegarán a descubrir quién realmente era yo.

La mayoría de los presentes aplaudían sus demencias.

Zahid se levantó con ayuda de unos Deltas, y para mi asombro entre lágrimas y gruñidos de ira se rehusó a hacerlo. Logró que sus escoltas lo soltaran luego de mirarlos y prometerles algo amenazadoramente.

Su pecho se notaba agitado y sabía que había permitido a Rider tomar el control cuando sus ojos se tornaron rojos. ¿Quería salvarme o sólo estaba defendiendo su rango y futuro en la manada? ¿Rider lucharía por mi?

─ ¡Tú, insensato! Te advierto que no te metas con ella. Si ignoras mi advertencia, pagarás un precio que jamás imaginaste. Déjala en paz o te arrepentirás de lastimarla. ¡Es mía!─Luego saltó para convertirse en un enorme lobo de tono rojizo, pero aquel condenado lobo viejo fue más rápido y me clavó su puñal en el cuello.

Mientras mi cuerpo se precipitaba hacia las gélidas aguas del Río furioso, un remolino de emociones embargó mi mente. El recuerdo se clavó como un puñal en mi corazón atormentado. Ver a Rider, el hijo renegado del Alfa Cameron de la Manada de los Lobos Rojos, clavar sus colmillos en el cuello de su propio padre fue un espectáculo aterrador y desgarrador.

En aquel instante, la desesperación se apoderó de mi ser. Mis ojos reflejaron el horror y la impotencia mientras el agua se acercaba con avidez, lista para engullirme en sus fauces heladas. Me sentí atrapada en un abismo oscuro y sin esperanza, perdida en la vorágine de la traición y el sufrimiento que me rodeaba.

El sonido del río rugiendo creció en mis oídos, ensordeciendo mis pensamientos y permitiéndome únicamente escuchar los latidos acelerados de mi propio corazón agitado. En ese instante, me vi enfrentando el vértigo de la vida y la muerte, un vaivén cruel de emociones que me sumió en una espiral de agonía.

El rostro de Rider apareció como una siniestra imagen grabada en mi mente. Su mirada, cargada de amargura y resentimiento, me persiguió en mi caída hacia lo desconocido. ¿Qué dolor llevó a un hijo a enfrentar a su propio padre de esa manera despiadada? Me pregunté si ese conflicto interno que lo consumía estaba más allá de la redención o si aún existía la posibilidad de redimirse del abismo en el que se había sumido.

Finalmente sólo sentí el agua llevándome río abajo y dolor. La corriente me arrastraba lejos de todo lo que conocí y tuve la absoluta certeza que no volvería. Con mis últimas fuerzas elevé mi última plegaria a la Luna:

⋘ Diosa Luna, guarda mi alma de las frías sombras. Que mi alma encuentre el refugio en tu reino nocturno.
Diosa Luna, que tus rayos iluminen siempre, incluso en las más profundas noches en este Bosque. Acepto el abrazo de la condenada eternidad. ⋙

En seguida todo oscureció y me rendí al frío... La noche reinó en mi alma.

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