2. La Omega perseguida.
RELATO POR LAURA:
Fui regresando a mis sentidos con la ayuda de mi Padrino. Saliendo de las sombras que intentaban atarme a sus demonios: la desesperación y el miedo a la soledad.
Adriano estaba preocupado, me tenía en sus brazos y trataba de despertarme susurrando sus plegarias a la Diosa Luna con mucho cuidado. Mi cuerpo colapsaba, mientras él me protegía con todo su cariño sobre el frío suelo de mármol grisáceo de aquella cocina.
Me hacía sentir como un preciado y extraordinario cristal, de esos que tanto le gustaban de presumir nuestros señores en las reuniones de la Mansión, ante los invitados de la élite de la Alianza de Lobos. O como las hermosas joyas que lucía nuestra Luna, la madrastra de Zahid en los bailes de gala de la pasada primavera.
Yo era su bien más preciado; y me lo demostraba todos los malditos días en aquel infierno. No con regalos, ni joyas. Sólo con su inmenso cariño y sus sonrisas cuando teníamos tiempo de descansar entre una tarea u otra en la Mansión del Alfa Cameron.
Creo que reaccioné sólo para darle un poco de alivio, no lo estaba haciendo conscientemente por mí. Créeme, a veces deseaba secretamente que la Diosa Luna terminara con mis días de servidumbre, aunque costara mi último suspiro.
La verdad era esta: aún estaba allí gracias a mi padrino. A veces me asustaba la idea que debiera pasar por esa miseria él solo. No entendía en aquel entonces porqué nos castigaban sólo por nuestra condición, pero jamás lo dejaría ...
⋘Es una culpa que carcome y me recuerda lo que debía cuidar ... No debí ser tan...⋙
Mientras él me consolaba, pasaba su mano por mi mejilla, también me acurrucaba a su pecho, tratando de no apretarme demasiado, pues sabía de mis cicatrices aún en recuperación.
O porque simplemente me ayudaba a recoger los pedazos que sobraban de mi corazón.
Abrí lentamente mis ojos e hice una mueca de dolor. Pues solamente frente a él demostraba que algunos golpes me hacían sumergirme en las sombras de la desesperación.
Mi loba estaba aún en shock, la sentía en un rincón oscuro de mi conciencia deshacerse en lágrimas por Zahid y su lobo. Tener a una conciencia más en mi cabeza con la pesadez de su sufrimiento por ser rechazada por un maldito lobo iba a costar más que mi cordura, pero tenía experiencia de sobra en los traumas, por lo cual decidí averiguar si me permitía conectarla.
Sin embargo, ella no quería responder a mi conexión. Y tal vez era mejor dejarla convencerse de que poco nos convenía seguir ligadas a aquel maldito demente.
Por ese motivo simplemente respeté su duelo. No sería fácil para ambas, pero una de las dos debía seguir en frente, ¿no es así?
Cuando eres una Omega, sabes ponerte de pie aún con tus heridas abiertas y desbordan en sangre. Ponerte de pie no es una opción cuando el dolor te consume. Ponerte de pie es la mejor forma de sobrevivir y no rendirte.
Cuando eres una Omega, aprendes a revolverte entre la autodestrucción y el instinto de sobrevivencia para ponerte de pie y recibir otro golpe. Golpes que no debían definir mi destino. Golpes que en vez de hacerme miserable, me enseñaban a ser más resistente.
Esto me lo enseñó cada uno de los castigos que recibí en esa maldita Manada de los Lobos rojos. Y sobre todo me forjó la voluntad de no ser un gusano al que Zahid puede aplastar para su exclusiva diversión.
Curioso lector, la batalla allí no era por una victoria o gloria. Sino por estar de pie día tras día, y no convertirme en lo que ellos querían que fuera: una escoria.
Mi padrino parecía comprender la batalla interna que me atormentaba y que absorbía mis pocas motivaciones. Pero sobre todo, porque me estaba costando sobrellevar la angustia del rechazo de mi tonta loba.
⋘Nadie más aparte de él se preocupaba por nosotras.⋙
─ Él no es digno de ti. La Diosa Luna con su sabiduría, en breve, mostrará tu verdadero destino, Laura. Así lo creo y así será. Créeme.─ me dijo susurrando y besando mi frente. Trató de secarme las lágrimas que inundaban mis mejillas y sacó algunos mechones de mi frente sudorosa. Verificó que no tenía ninguna herida en mi cabeza y sonrió cuando percibió que logré contener los sollozos mientras peinaba algunos rizos negros de mi cabello y trataba de acomodarlos en una trenza nuevamente.
Luego agregó: ─ No permitas que te afecte, no sufras por ese maldito cachorro malcriado. No hoy, Laura. Levántate, ahora. Muestra a la Diosa Luna que, con su rechazo, quien gana eres tú. ─
En seguida se apartó un poco y luego estiró su mano insistiendo para levantarme del suelo con una cálida mirada que me transmitía cariño y esa sensación que aminoraba todas las lágrimas: su lealtad.
─Padrino, cuidado con lo que dices. Recuerda que no quiero que recibas más castigos por mi culpa. Estamos en medio de un nido de insectos y otras criaturas repugnantes.─ susurré con precaución. Estábamos rodeados por licántropos con una audición superior a cualquier otro ser vivo en este mundo.
─ Mi pequeña princesa, aquí siempre estaré para ti. Hasta el último aullido, no hay castigo que me aleje de mi promesa de protegerte.─ añadió insistiendo en tender su mano para ponerme de pie. Traté de reírme nuevamente por su insistencia en darme un título de nobleza cuando ambos sabíamos que las ovejas no debían salir del corral mientras los lobos aullaban en la noche, pero en cambio se me escapó otro gemido de dolor.
Acepté su ayuda y traté de reunir fuerzas para sostenerme por mis propios medios. Podía sentir como las lágrimas recorrían desampradas por mi mejilla, seguía con temblores por el cuerpo y el fulminante dolor en el pecho aún ardía como una navaja de plata hirviendo. Según mi padrino ese dolor al rechazo, era parte de la desvinculación y un castigo por la Diosa Luna, ya que rehusar o huir de sus designios era algo propio de licántropos cobardes o de aquellos que traicionaban las tradiciones.
⋘Definitivamente Zahid era como una enfermedad. Por su culpa debería cargar con un castigo místico e implacable por cierto tiempo.⋙
¿Era el vacío del rechazo o era la decepción de ser destinada a Zahid? De verdad no lo sabía, pero no me dejaría sublevar tan fácil. Todos mis instintos se negaban a aceptarlos, sobre todo a la posibilidad de dividir una vida casi inmortal al lado de un ser tan despreciable como era aquel futuro Alfa de los Lobos Rojos.
Luego noté que el resto del personal del servicio de la Mansión entraban para comenzar con sus jornadas, podía oírlos murmurar. Mi audición estaba mejorando notablemente y a algunas chismosas mucamas las oí burlarse de mi desastroso designio de la Diosa Luna.
Sé que me oyeron gritar, esperaba que el resto del día no me molestaran con sus mediocridades. Pero otros Omegas que también trabajaban por allí, pasaban susurrando y deseaban que la Diosa pronto me librara de este maldito martirio. Pero ninguno de ellos se atrevió a hacerlo en voz alta o mirándome a la cara.
Un par de horas después, antes de salir hacia mi curso de informática, cuando crucé por la puerta de servicio trasera, fue imposible no sentir su olor. Este era otro rasgo de los licántropos, podíamos identificar a varios metros de distancia el aroma característico de nuestra pareja designada. Aroma único y que solamente era perceptible entre los compañeros de vida.
Otro síntoma de mi vinculación con Zahid. Otra navaja al rojo vivo que me hundía en esa estúpida trampa de la Diosa Luna.
⋘Maldita enfermedad embustera era el vínculo de pareja.⋙
No podía creer que ese aroma resaltaba de los demás, que embriagaba mis sentidos, que despertaba mi completa atención.
Ese exquisito olor a madera de pino y vainilla, con una pizca de menta, era él.
Aún estaba en la Mansión. Y me atrevía a indicar, que estaba en su dormitorio.
Querido lector, nada más humillante que asumir que una parte de los miles de pedazos de mi estúpido corazón aún seguían interesados en el miserable que me rechazó esa misma mañana por ser de un rango inferior.
Nada más humillante que algo en aquel despreciable ser podría hacer que lo destacara sobre todo lo demás.
¿Por qué la Diosa Luna me castigaba con ese designio? ¿acaso quería ponerme a prueba en creer en cuentos románticos de licántropos? ¿realmente creía que un maldito lobo como Zahid podría dejar a un lado todas sus comodidades para estar al lado de una desdichada Omega?
Él seguramente estaba satisfecho por tener una nueva forma de hacerme sufrir. Creo que hasta su día comenzó con una pizca de suerte por verme miserable en el suelo de su cocina.
⋘Maldito seas Zahid Red Wolf.⋙
Relato por Zahid Red Wolf:
⋘Soy Zahid, soy el futuro Alfa de la manada.⋙
Me repetía en voz alta incesantemente mientras caminaba de un lado a otro dentro de mi habitación.
Su olor me volvió tan desorientado, no tenía idea de qué estaba haciendo antes. Únicamente me atormentaba como ella se cayó al suelo y sus ojos mirándome con terror cuando la dejé... Ella estaba aterrada. Mi Lun...
⋘Soy Zahid, futuro Alfa de la Manada y uno de los futuros líderes de la Alianza.⋙
En mi interior mi lobo estaba rabioso porque rechacé a nuestra pareja. Gruñía y maldecía, herido tanto como ella. Laura estaba sufriendo... por mi culpa...
⋘Soy Zahid Red Wolf, futuro Alfa de la Manada de los Lobos Rojos.⋙
Sentía dolor, el vínculo entre mi mente y de aquella Omega se había roto, pero no la conexión de Rider, mi lobo y su loba. Ellos se necesitaban, estaban destinados por la Diosa... Era un designio que sólo la mismísima deidad podría diluir luego que ambos nos rechazábamos. Pero el tiempo que la desvinculación tomaba, ese sería el gran problema. Tal vez serían semanas o meses, en realidad no tenía idea de cuánto debería soportar esta situación.
⋘Tal vez debiera consultar con las brujas de la manada cómo arrancar este lío de raíz. Pero esto seguramente no pasaría desapercibido por mi padre. Y así tendría otro motivo para echarme en cara de que soy su peor equivocación por culpa de esa insignificante...⋙
Rider no dejaba que mi pensamiento siguiera un hilo de lógica. Su instinto la deseaba a ella, necesitaba de aquella.... Quería proteger a esa maldita escoria...
─ El Maldito infeliz eres tú, Zahid. La rechazaste ni bien la encontramos. Ellas son nuestra pareja, idiota. La Diosa Luna no te perdonará ese despropósito. Y yo juro que te haré arrepentir de eso, cobarde.─ gruñía inquieto y exigiéndome para salir a buscarla nuevamente. Me partía la cabeza con tanta impaciencia y esa confusión por culpa de aquella lobita muerta de hambre.
De repente sentí que su olor se hacía tenue, como alejándose de la Mansión, alejándose de allí.
Su exquisito olor a rosas y jazmines se marchaba, dejando la desesperación dominar nuestros sentidos. Ese aroma que nos recordaba a los jardines cuando mi madre aún estaba viva, ese aroma que nos recordaba que en mi infancia hubo destellos de felicidad.
Ese aroma en ese momento pertenecía a Laura.
Mi lobo se puso en alerta y de un impulso involuntario salimos a la terraza de mi habitación a detectar hacia donde se alejaba.
⋘¿Ella se marchaba? ¿Estaba aceptando el rechazo? ¿Laura planeaba huir?⋙
Por la Diosa, me estaba volviendo un imbécil. Ni las mejores técnicas de concentración de los entrenamientos de la Manada que arduamente aprendí lograban domar a mi animal interior desesperado por su Luna.
─Se aleja, infeliz, síguela. Tráela de nuevo. No debes dejarla ir. ─me reclamaba Rider, mi lobo.
─ Cállate, Rider. Solo es una maldita sirvienta que vive como una cucaracha en nuestros calabozos. ─ sostuve y traté de concentrarme respirando profundamente.
─ Solo los cobardes no asumen su destino. ¿Crees que tu padre te respetará por rechazarla? ¿Crees que algún lobo de esta Manada te va a aplaudir por tu estúpido miedo de ser un cachorro de papi? ¿Quién respetará a un Alfa que no honra a la Diosa Luna?— se burló Rider.
— Basta, no soy un cobarde.—
— Eres mucho menos que eso sin ella. ¿Cómo puedes creerte más digno que nuestra Luna? ¿Quién sigue escondido en su cuarto mientras ella dolorida se aleja con la cabeza erguida?— apuntó mi lobo y abrió una herida directa a mi orgullo.
También lo hacían las oleadas de dolor que crecían como un maremoto y ya las certezas de alejarme de ella se nublaban, como el cielo en aquella mañana del final del invierno. Afuera en los jardines y en los límites de la mansión sólo podía oír a los empleados de costumbre y un par de Deltas que custodiaban la entrada. Estaba casi completamente seguro que mi padre se encontraba encerrado en su despacho, del otro lado de la Mansión.
Me refrené la voracidad de preguntar por la conexión de la Manada, si algunas de las patrullas la vieron salir de los límites permitidos. Al igual que correr hacia mi laptop sobre el escritorio y ver por el circuito de seguridad si Laura efectivamente estaba huyendo.
⋘¿Qué me estaba ocurriendo con esa lobita mediocre? ¿Acaso no fue suficiente el rechazo? ¿Qué más podría hacer para no caer en las trampas de la vinculación y tratar de arrastrarla hasta mi cuarto?⋙
Fue entonces que Rider aprovechó esa pequeña distracción para intentar tomar el control.
No le interesaba otro asunto, ni distracción. Sentía como forzaba a tener el control de mis sentidos y salir tras ella. A veces era una verdadera pesadilla tener en medio a tus pensamientos un animal salvaje que generalmente se guiaba por sus instintos y leyendas místicas de nuestra raza.
Mi cuerpo imponía la necesidad de tenerla en mis brazos otra vez. Y sentir... ¿paz?
Con un solo abrazo y oír su corazón sincronizar sus latidos con los míos, logró adueñarse de mi por aquel increíble minuto con esa sensación de que todo tenía un porqué.
⋘Por la Diosa, ¿qué demonios estaba pensando? Esa demencia no podría suceder con el futuro Alfa de los Lobos Rojos. Parecía un verdadero imbécil desde que la busqué en aquella cocina.⋙
Sólo logré sostenerme de la baranda de la terraza y tratar de negociar con él. Jamás estaría con una débil e insignificante Omega, ese error debía de alguna forma quitármelo definitivamente.
─Escúchame, Rider. Esa Omega no puede ser nuestra pareja ni mi Luna. ¿Acaso no tienes idea de lo que pensará nuestro padre si se entera? ¿quieres que la encierren o la maten por tu culpa? ─traté de mantener un tono conciliador, al instante que sentí que dejó de pulsar por la transformación y correr tras aquella chica.
Comprendí que al fin tenía un poco de su atención y seguí argumentando a través de nuestra conexión.
─Laura, es nuestra pareja designada por la Diosa Luna, muy desagradablemente lo admito. Su olor a rosas y jazmines, con un poco de ámbar nos tiene atraídos, también lo admito. Solamente piensa un poco en nuestra situación en la Manada: eres su futuro Alfa. No puedes tener como Luna a esta.... chica. ─ rematé, tratando de mantener un diálogo razonable sin que perdiera su control.
─ Suficiente. Eres patético por tener miedo de un lobo viejo como tu padre y no de perder a tu verdadera Luna. Si algún día deseas ser el Alfa de los Lobos Rojos, recuerda que me necesitas para librarte de Cameron. ─ contraatacó mi lobo, desesperado porque el olor de Laura ya casi no podía detectar.
Salí rápidamente de mi habitación, bajé las escaleras, busqué mis llaves y un abrigo con capucha negra que estaba colgado en el recibidor. Traté de evitar pasar por enfrente del despacho de mi padre, yendo por la salida trasera de los empleados.
Fui al garaje y saqué mi camioneta. No lograba ser paciente ni por cuánto demoraba en abrirse los portones de la mansión ni por cuánto tardaban aquellos inútiles Deltas en entender que no quería escolta.
Bajé las ventanas de la camioneta y traté de seguir su olor. Aceleré ni bien los portones permitieron que pasara mi vehículo y como un maldito arrastrado fui tras Laura.
¿Dónde estaba, maldición? La traería a su debido lugar y la encerraría en una celda por causarme este problema.
RELATO POR LAURA:
Estaba llegando a la parada del transporte colectivo en las afueras de las propiedades de la manada para ir al Curso de Informática, con la esperanza de distraerme y suavizar este dolor punzante en el pecho. Debíamos acostumbrarnos a sobrevivir con él, pero jamás permitir que nos definiera.
La Manada estaba a un par de kilómetros de una ciudad humana, en la base de la Montaña de los Lobos Rojos. Era una villa pequeña, que tenía decenas de casas y un par de edificios blancos. Si bien había una guardería para los hijos más pequeños de los licántropos, los demás debíamos seguir nuestros estudios en las secundarias e institutos que estaban en la ciudad.
Como ya había terminado mis estudios secundarios y no podía ir a la facultad por órdenes del Alfa, el Curso de Informática era una excelente oportunidad y excusa para respirar aire fuera de la manada.
Además tendría la oportunidad de trabajar en la Represa junto a mi Padrino Adriano cuando lograra terminar con las mejores notas todo el instituto. Dependiendo del permiso y consentimiento de nuestro Alfa, por supuesto.
Mi loba seguía distante, en su rincón oscuro, aún no lograba reaccionar al rechazo. Estaba en negación y llorando sin cesar.
¿Y yo? Estaba acostumbrada a ponerme en pie luego de cada castigo, de cada golpe, ... Estaba siendo castigada sin entender el porqué por la Diosa una vez más.
Por lo cual debía seguir con mi vida. Era una danza más que debía bailar con la melancolía, pero no permitir que me debilitara o perdiera el compás.
No podía darle este placer a Zahid de verme derrumbada. Hacía mucho tiempo que no permitía verme así; ni con la peor azote de todos, aunque me llevara al límite del umbral de mi dolor.
Ya hacia un buen tiempo que logré controlarme para que no me oyera suplicar para que dejara de atormentarme, o tal vez verme llorar. Adriano trató de enseñarme como una técnica ancestral y mística de tranquilidad mental, tan antigua como nuestra propia raza. Yo la llamaba autoestima.
⋘Y mucho menos hoy, Laura. Tú puedes, una vez más. Paso a paso. Dolor tras dolor. Avanza, Laura. Levántate y avanza. ⋙
Me repetía a cada paso que me desplazaba hacia mi objetivo: ir al curso.
En la parada del transporte colectivo había más jóvenes y adolescentes que debían ir a sus colegios o centros de estudio.
De repente mi loba dio un salto y se erizó completamente. Un instinto primitivo de lucha o huida que cada licántropo desarrollaba ante un eminente peligro. Una respuesta propia de los animales salvajes.
─Ahí viene, Laura. Está buscándonos. Zahid se acerca y su lobo avisa que debemos huir.─ dijo Alana alertada y sin saber cómo procesar esa información.
─Oh, no, Alana. Si nos encuentra, tal vez quiere lastimarnos aún más. ¿Qué hacemos? ─ repliqué encogiéndome entre la multitud.
Para mi suerte estaba rodeada de personas, tal vez esto lo haría irse. Conocía a Zahid, le importa lo qué dirán de él en su asquerosa manada. Sobre todo cuando trataba de evitar las quejas de su padre, el Alfa Cameron.
─Yo puedo esconder nuestro olor, tal vez eso lo despiste y nos dará un poco de tiempo para encontrar una salida, Laura ─respondió asustada mi loba.
Ya sentíamos que se aproximaba cada vez más rápido. Maldije la conexión de pareja en ese instante. ¡Y lo peor era que aquel cretino lo sentía también!
─Hazlo. Por favor, esconde nuestro olor. Te lo ruego, Alana. ─ Pedí por la conexión y luego contuve la respiración.
Oí cuando una camioneta aceleró doblando la esquina y pasó por la parada.
Era él, era Zahid.
Por un momento desaceleró, posiblemente tratando de reconocer a alguien entre las personas que estábamos allí. La multitud en seguida reconoció el vehículo e inmediatamente agachó su cabeza, como de costumbre ante el futuro Alfa. Por supuesto que hice lo mismo, para saltar detrás de toda la muchedumbre y pasar inadvertida.
Pero luego siguió su camino y no logré percibirlo. ¡Qué alivio! Luego agradecí a mi loba astuta.
Tiene sus trucos bajo la manga para defendernos. Una pequeña victoria luego de tantas malas noticias.
El día pasó de forma pesadamente melancólico. Traté de poner una sonrisa fingida en el rostro, que por momentos parecía una mueca.
Contesté un par de mensajes por las redes sociales que me felicitaban por mi cumpleaños y también a los mensajes de texto de mi padrino que continuaba preocupado por nosotras, mientras asistía al curso. En su mayoría eran mensajes de humanos, ya que ningún otro lobo a parte de Adriano estaba pendiente de mi aniversario.
Llegué a la Mansión en la tarde y rogaba en plegarias a la Diosa Luna que Zahid no estuviera. Y para mi esporádica suerte era así. No estaba cerca.
⋘¡Gracias, Diosa! Al menos un alivio entre tantas pruebas que me has puesto en mi destino.⋙
Bajé a mi habitación, busqué una muda de ropa y fui hasta el baño que utilizábamos los del personal de servicio.
Me duché rápidamente y traté de mirar en el espejo del tocador si aun quedaban las cicatrices de la paliza de anoche. Quedaban pocas por desaparecer y nuevamente agradecí a mi loba por hacer que todo fuera menos doloroso. También percibí que mi cuerpo ya mostraba algunos cambios en la musculatura, estaban más definidos mis muslos y mis caderas, mis brazos se lucían más fuertes.
La transformación tiene sus beneficios para los licántropos, sobre todo a mi piel y cabello que lucían un esplendor. Estaba segura que había ganado la suficiente masa muscular para correr toda la noche por el bosque. Al contrario de mi corazón que aún latía quejoso por aquel demente.
Ya decía mi padrino que la Diosa a sus mejores sabuesos los bendecía con una eterna belleza de una noche de luna llena. Todos los licántropos obteníamos un cierto atractivo físico en seguida de la primera transformación y que permanecía casi inmutable por décadas.
─Gracias, Alana. Eres asombrosa, mi loba─ susurré para el reflejo en el espejo, tratando de sonreír sin que fuera más que una desgraciada mueca. No obstante, seguía sin respuestas por parte de ella.
Me vestí con ropa deportiva y fui al encuentro de mi Padrino. El ya había solicitado con anterioridad que esta noche pudiéramos salir del perímetro de la Mansión e ir hasta la cascada del Bosque de los Lobos Rojos.
Me esperaba con una mochila y una enorme sonrisa en su rostro en la puerta trasera de servicio. Sólo esperamos unos minutos más y salimos perdiéndonos por el Bosque, al pie de la Montaña más helada de aquel bosque.
Esa noche la luna llena lucía brillante y redonda. Más hermosa de lo habitual, desde mi punto de vista.
Mi padrino estaba entusiasmado por la ocasión. Me recordaba sus consejos: controla la respiración, deja libre tu mente para tu animal interior, no te resistas y déjala tomar el control, como cediendo el volante de mi conciencia.
El momento llegó cerca de la medianoche. Me arrodillé ni bien sentí mi cuerpo quemar como si tuviera fiebre, nuevamente sentía el dolor en el pecho resurgir con violencia...
Era ella, quería salir. Ya estábamos listas para nuestra primera transformación.
Por un par de segundos dejé de escuchar a mi padrino, solo podía sentir ese maldito dolor de mis huesos estirarse, romperse, crujir y sanar. Al mismo tiempo mi cabeza daba vueltas hasta percibir que dejaba lugar a Alana.
─¡Al fin, libre! ─ aulló mi loba saludando a la Diosa, mientras se ponía en cuatro patas, alzaba su cabeza y olfateaba la noche del bosque majestuoso a nuestro alrededor.
─Mírate, Laura. Eres asombrosa. Bienvenida a luchar por proteger a nuestra raza y servir a la Diosa Luna que te bendijo con tan majestuoso animal. ─ Festejaba mi padrino a un costado de un árbol.
─ ¿Mirarme? Oh, claro. ¿Dónde puedo hacerlo, Padrino? ─le dije por la conexión. Y luego me sorprendí, quedé estática por un momento mirándolo sin entender. ¿Cómo diablos podía hablar con él por la conexión?
El respondió con un gesto señalando su pecho o tal vez su animal interior que aún podía demostrar que latía en su alma. Nuevamente se hincó y me hizo una reverencia. Luego me mostró el agua de la orilla de la cascada, acariciando el pelaje detrás de mis orejas.
Al ver mi reflejo pude ver a Alana. Era hermosa. Una increíble loba blanca con ojos dorados, pelaje abundante y suave.
Era más alta y robusta de lo que esperaba, al final los Omegas no deberíamos obtener el mismo desarrollo físico que un Delta, ni un Gamma. Movía mis orejas para creer lo que estaba viendo: era más grande que casi todos los lobos que conocía en aquella manada.
─Puedo ver que te pareces a tu madre, Laura. Quien estaría orgullosa de ti. ─susurró mi padrino con melancolía. Nunca antes la había mencionado tan directamente. Solamente me había relatado de las guerras y la que perdió nuestra manada anterior por la cual nos convertimos en Omegas de esta.
Después de un largo y pesado suspiro agregó mirándome a los ojos: ─¿Qué esperas para salir a cazar? Comienza ya a disfrutar de explorar tus instintos. Corre, Laura.─
Salí de inmediato. Mi loba se movía rápidamente por la oscuridad, era increíble la visión nocturna que teníamos. Podíamos detectar cualquier movimiento con nuestra audición a nuestro alrededor, nada se le escapaba.
Tenía una fiera increíble y estaba con sed de cazar.
Si, mi querido lector. Alana tenía un inmenso instinto cazador. No demoró mucho en encontrar el rastro de un venado. Escondimos nuestro olor para no alertar al desafortunado animal, lo vimos alimentarse de unas hierbas cerca de un árbol caído en las laderas del río cuyas aguas estaban más rápidas y violentas de lo acostumbrado esa noche.
Alana con mucho cuidado y sigilo asechaba al animal, se subió al tronco del árbol y por unos segundos lo sentimos.
Fue notable como Alana detectaba la respiración del despreocupado venado y su corazón. Se nos hizo agua en la boca y saltamos encima de él para clavar nuestros colmillos en su cuello.
Gracias Diosa por ese increíble placer de atrapar a una presa.
El dulce sabor de su sangre me hacía acelerar aún más mis latidos. Era una sensación de poder que jamás había sentido, tan embriagante, intoxicante y desconocida. Ahora entendía porqué era tan difícil controlar a un animal o bestia que absorbe toda la energía que emanaba de cada célula del cuerpo de sus presas indefensas.
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