1. La omega rechazada
RELATO POR LAURA:
Déjame advertirte algo, curioso lector, no tuve una infancia de estereotipos reales. Pero empecemos de una vez...
Me llamo Laura, en aquel entonces no sabía mi apellido. Sólo era una parte de la escoria, no hacía falta saber a qué pertenecía. Todos los días me insultaban y maltrataban exactamente para echarme en cara lo inferior y desgraciada que era mi existencia.
Me crie en una manada de hombres lobos, se hacían llamar "Red Wolves". También era un licántropo, al menos eso suponía. A pesar de que nadie allí me consideraba como uno de ellos.
Era una Omega, el rango más bajo dentro de nuestra raza, algo así como una simple empleada o en mi caso, un inútil trofeo de una guerra pasada. De una batalla que nuestro Alfa no perdía la oportunidad de alardear en algunas festividades de nuestra raza.
Vivía en la ostentosa mansión del Alfa Cameron y su familia, donde el lujo sólo era una máscara para ocultar sus vidas miserables y corruptas. Él era un líder autoritario, cruel y maldecido por la Diosa Luna; vivía con sus sombras atormentadas y al acecho. Por lo cual su manada tenía suerte en pertenecer aún a la Alianza de Lobos.
Para los humanos, la manada pretendía verse como una pequeña villa de obreros de construcción de Represas, leñadores, guardabosques y empleados sin importancia de los Lobos rojos. Pero en realidad eran un desquiciado grupo de seres sobrenaturales obsesionados por las tradiciones y leyendas místicas de nuestra raza.
Por su parte el Alfa Cameron cuidaba la imagen de ser un destacado empresario de la forestación, con escandalosos matrimonios y un hijo al que menospreciaba públicamente por sus fiestas e incontables novias, su poco interés por respetar las tradiciones místicas de los licántropos y su innegable desquicio.
Te podría dar detalles de humillaciones, castigos, aberraciones y traumas que tuve que enfrentar como niña omega en esa maldita mansión, pero eso sería otra historia.
Allí vivía junto a mi Padrino Adriano, también él era un Omega. Este trabajaba durante horas en la Represa de la Montaña y luego en algunas tareas de mantenimiento de la Manada. Porque allí cada lobo, según su rango, debía dar horas de trabajo para beneficio de todos. Sin embargo, los Omegas, éramos exclusivamente esclavos de tiempo completo. Nuestra tarea no eran beneficios ni aportes, sino una forma de arrepentirse de alguna traición a nuestra especie.
Y nosotros pertenecíamos a la desquiciante y aberrante tarea de servir a la mismísima realeza de los Red Wolves. Es decir, como objetos menospreciados por nuestro Alfa, su nueva esposa y su hijo.
En realidad, de mi padrino sabía muy pocas cosas de su pasado. No por falta de interés, sino porque entendía que él sufría por cada uno de esos recuerdos y apenas susurrarlos era una maldita condena. Estaba prohibido y había castigos severos por cada susurro equivocado.
Solamente entendía que los detestables Lobos Rojos nos reclamaron como trofeos o recompensas de una victoria sobre nuestra antigua manada hace mucho tiempo atrás. Era apenas una bebé cuando ingresé a este infierno. Poco hablaba mi padrino acerca de su rango anterior o de mis padres. Adriano solía decir que de nada servía mirar hacia atrás con rencores o angustia.
¿Y mis padres? Muertos. Mi padrino era toda la familia que me restó.
⋘Por lo cual suponía que aquella infame batalla fue en realidad una cruel masacre. Pensamientos que me los guardaba hasta de mí misma en esa Manada.⋙
Confiaba tanto en su mirada como en su cariño hacia mí, la oscuridad tenía cálidos destellos de luz a su lado. Jamás reclamé alguna respuesta más, él era todo lo que tenía y necesitaba en ese entonces.
Los dos compartíamos una habitación en los sótanos de la Mansión.
No te mentiré, crecí en la oscuridad y el asqueroso olor a desesperanza de aquel calabozo. Allí era donde nos confinaron desde el primer día que pisamos aquella manada. Sin embargo, las celdas no tenían llaves, sino maldiciones y fuertes cadenas de plata para los más inquietos.
Sonaría extraño para los humanos, pero los lobos al pertenecer a una naturaleza mística y condenada, teníamos códigos y reglas para prevenir fugas, traiciones y deserciones entre los miembros de nuestra comunidad. Y en casi todas el castigo o punición terminaban en muertes, según la Alianza o el despotismo de nuestro Alfa. ¿Quién huiria sabiendo que era una muerte segura?
Adriano y yo sobrevivíamos en una celda de 2x2. Yo dormía en la cama y él en el suelo. Teníamos pocas pertenencias, pero mucha unión ante las adversidades.
Así fue hasta mi decimoctavo aniversario.
Los dieciocho años añorados por todo lobo: la transformación; conocer tu lobo interior asignado por la mismísima Diosa Luna. Obtener la aprobación de toda la manada para unirse a una de sus patrullas y servir al cometido de la misma: proteger nuestra raza y velar por mantener en secreto nuestra existencia.
Pero lo más importante que me permitía tener algo de esperanza: correr libre entre los árboles del bosque y sentir una dudosa libertad mientras atraviesas las penumbras y brilla tu pelaje bajo los fríos rayos de la luna.
Todo licántropo tiene su destino trazado por una deidad que nos condena y al mismo tiempo nos protege con una bestia sobrenatural que habita en nuestro consciente. Ser licántropo en mi opinión es como una aberrante dualidad entre un animal salvaje y la máscara de humanidad.
Y para algunos afortunados, también significaba encontrar a tu pareja destinada. Aquí podría cantar miles de leyendas y profecías sobre ese tema, pero lo cierto era que se trataba de un punto de inflexión para cada licántropo.
Entre los lobos, eso significaba que el destino o el universo te sonreía. Una sola alma, perfecta y poderosa dividida en dos cuerpos, decía mi Padrino, que al encontrarse establecían no solamente una conexión de cuerpo y alma, sino que algo absolutamente más esencial: el triunfo de ser feliz.
Creo que estaba romantizando la desgraciada suerte de que los licántropos sólo podemos ser bestias totalmente dependientes de otro ser tan grotesco e infeliz como uno mismo. Además de que muchas veces los enlaces, encuentros con tu destinado y compañero de vida era un tema muy explotado en los chismes sobre los rangos más altos. Muy pocas veces sucedía entre los Omegas.
Pero ese día, en vísperas de mi cumpleaños, me levanté tan temprano como mis moretones me dejaron hacerlo. Una mañana fría y desalentadora de un invierno que tardaba en irse.
La noche anterior había recibido un castigo: diez latigazos por el crimen de romper un plato.
Si, un maldito plato de cerámica barata era más importante que mi rango en aquella maldita y repugnante manada.
Por suerte la sanación era rápida a medida que se acercaba la transformación, además aumentaba tu velocidad, tu audición, tus instintos, tus impulsos inconscientes, la inestabilidad de tus acciones y la falta de equilibrio, en mi caso.
Mi animal interno quería salir a toda costa, se sentía inquieta. En mi mente caminaba de un lado a otro, como esperando o percibiendo algo a nuestro alrededor. Mi loba estaba en alerta, quería advertirme de nuestro destino...
Por lo cual cuando terminada de limpiar los platos de la cena, sentí como ella se inquietaba, gruñendo de aquí para allá. En un vaivén que me desconcertaba, sin prestar la atención que varias veces me alertó Adriano. Esa noche se celebraba una reunión importante en la Mansión de la Manada con algunos Aliados de otras razas, no debía cometer el error de ser notada por un descuido.
⋘Apenas estaba aprendiendo a contener mis pensamientos, imagínate que ahora en más debía contener y comprender a otro ser más en mi maldita cabeza.⋙
Sentía sus gruñidos y su anhelo por salir corriendo al bosque, queríamos cazar por primera vez.
Fue así que se me cayó un plato y fui brutalmente castigada por Zahid, el único hijo del Alfa Cameron. Futuro Alfa de los Red Wolves y un imbécil arrogante.
Mi padrino rogó por recibir el castigo en mi lugar cuando aquél me arrastraba por los pasillos hacia el calabozo, no quería verme azotada la noche anterior a mi cumpleaños.
Pero Zahid disfrutaba enormemente hacerme la vida miserable, no iba a dejar pasar una oportunidad como esa. Era su saco de arena preferido para canalizar su furia. La cual era alimentada por el desprecio de su padre.
Zahid Red Wolf era un maldito demonio sediento de sangre y aficionado por verme infeliz.
Y luego de pegar un puñetazo al estómago de mi padrino, me llevó al sótano. Me condujo a una sucia y oscura celda para atarme a unas cadenas de plata que ardían y apretaban mis muñecas, de frente a la pared de roca mohosa y allí azotarme diez veces.
Me ordenó contar cada azote en voz alta. Lo hice, pero créeme que no le di el gusto de oírme suplicar o llorar.
⋘Si debiera morir allí, no lo haría como un cobarde gusano bajo sus botas.⋙
Cuando terminó, me desató, revisó mis heridas y sonrió ladinamente colocando un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. Se quedó observando cómo corría sangre por mi rostro por un instante, con una expresión que no logré identificar por el intenso dolor que no quería demostrar cerrando mis ojos.
Antes de irse, susurró algo que no logré entender, me dio mi primer beso y me deseo feliz cumpleaños. Tal vez esperó alguna respuesta, pero sólo me dejé caer al suelo debido al insoportable dolor de las heridas.
⋘Maldito sádico.⋙
En fin, huyendo de ese recuerdo, allí en aquella habitación me puse de pie el día de mi aniversario.
Caminé hasta el espejo improvisado que teníamos sobre un armario bajo.
Solo podía verme a los ojos y repetirme internamente mi mantra: "Un día más, un paso más cerca.... Tú puedes, Laura. No te rindas". Me lo repetía mientras me lavaba los dientes, luego acomodaba mis cabellos negros y rizados en una trenza al costado. Esto me ayudaría a esconder los hematomas de mi cuello. Y para recordatorio de mi condición de Omega, vestí mi ropa de trabajo.
Ese día me sentía segura lo suficiente para mirarme a los ojos en mi reflejo. Estos eran grises, a veces cambiaban de color según mi humor, a un amarillo con destellos naranja intenso. Como dos llamas del infierno cuando quemaba en mi interior la ira y el desprecio por las cosas que asistí día a día en aquella Mansión.
Eran desafiantes como los de mi madre y con una oscuridad indescifrable como los de mi padre, decía mi Padrino Adriano. Pues trató de enseñarme a contener esa agresividad que se alimentó de las injusticias, para que Zahid no tuviera motivos suficientes a encerrarme o encadenarme en las celdas más oscuras y asquerosas de allí.
El se levantó de su cama en el suelo, y para sorprenderme hizo una reverencia.
─Feliz cumpleaños, mi amada princesa. Que la Diosa Luna revele tu verdadero destino esta misma noche y aleje la oscuridad de tu camino. Hoy serás una más de sus guerreros más leales y será un honor acompañarte en tu bendición, Laura. Que la luz de la Diosa siempre guie y proteja a ti y a nuestra raza.─ dijo aún con su rodilla hincada en el suelo y su cabeza agachada.
Ese era un saludo que muy pocas veces se escuchaba dentro de nuestra manada, ya que sólo se realizaba ante el Alfa de nuestra Alianza de Lobos. Y en otras razas, como los vampiros, a sus más antiguos y altos linajes. Era una plegaria muy especial para los que estaban destinados a historias épicas dentro de las razas sobrenaturales.
Solamente recuerdo reírme a carcajadas.
⋘Diosa Luna, siempre ese momento lo atesoro en mis recuerdos.⋙
Toqué su hombro para que se pusiera de pie y extendí mis brazos para que me abrazara.
⋘Oh si, era la única persona que confiaba y que me amaba en este condenado mundo en aquel entonces. Fue mi mejor ejemplo de lealtad y mi única familia.⋙
Su abrazo fue realmente el mejor regalo que recibí ese día. A veces, sólo un gesto ilumina con esperanzas toda la miseria que nos obligaban ser. Su risa me daba paz y su cariño las certeza de que merecíamos un mejor lugar. No hacían falta regalos o fiestas, sólo necesitaba de su protección.
Unos minutos después aprovechamos que aún faltaban más de dos horas para amanecer; y con él fui al borde del bosque de los Lobos Rojos.
Allí me narraba cómo debía transformarme en lobo y daba consejos acerca de cómo comunicarme con mi animal interior. La primera transformación no era la más agradable experiencia, estaba advirtiéndome que dolería tanto como los castigos que había recibido, pero luego me acostumbraria.
⋘Algo ya típico en mi vida como Omega.⋙
Él no podía hacerlo, ya no.
No era permitido por el Alfa, por eso tenía en su pecho incrustada una bala de plata cerca de su corazón, esto lo impedía transformarse y conectarse con su Lobo Imanol. También le causaba una dolorosa herida que jamás sanaba y muchas veces hasta alucinaciones.
Por la Diosa, yo sé que lo extrañaba, lo percibía en su mirada. Para un licántropo ese castigo era peor que la propia muerte.
Por mi parte yo agradecía percibir cada vez mejor los estímulos del bosque: las hojas de los árboles moverse al paso del viento, los animales pequeños y no tan pequeños esconderse en sus madrigueras, los insectos, el olor de la tierra y los arbustos, las canciones de la corriente furiosa del río que baja de la montaña, el silbido del viento helado...
El bosque estaba llamándome, y yo sentía que pertenecía a él, por primera vez.
Mis instintos eran increíblemente mejores de los que alguna vez imaginé. Hasta percibí que a menos de 300 metros pasaba un venado... Un sabroso e inocente bocado que mi bestia ansiaba probar.
Estas nuevas sensaciones dejaban a mi loba aún más impaciente por salir.
La sentía moverse en mi conciencia de un lado a otro, sentía como deseaba cazar ese venado.... queríamos salir, queríamos clavar nuestros colmillos en su cuello y saborear su exquisita sangre. Nuestro instinto animal desbordaba mi capacidad de concentración.
Nuestra vinculación era cada vez más fuerte, hasta que la escuché por primera vez:
─Laura, ya quiero salir ─dijo entre dientes. Su voz era clara, como si estuviera sentada a mi lado.
Nuestro corazón saltó de alegría al percibir que podíamos tener esa conexión al fin. Por lo cual me aventuré a responderle con tanta esperanza.
─ Oh, por la diosa. Te oigo. ¿Cómo te llamas? ─
─Me llamo Alana. Al fin puedes oírme, Laura. Esta noche nos divertiremos juntas. CUÍDATE. ─ y de pronto sentí como si cerrará una puerta en mi interior.
Eso significaba que cerramos conexión al tiempo que mi padrino se acercó a advertirme que regresaríamos a la Mansión de los Red Wolves, a nuestras labores, antes que se despertara la familia del Alfa o por allí regresara alguna patrulla de Deltas.
No estaba permitido salir de los límites de la propiedad sin autorización, y los castigos no eran de los más agradables para quien desobedeciera. Y sobre eso ya estaba muy bien advertida por Zahid y su maldita creatividad para esas atrocidades.
⋘Si, por alguna razón quería seguir las reglas y no causarle algún otro lío a Adriano ese día.⋙
Al regresar a la Mansión, entramos por el área de servicio del fondo.
Fui a colocarme el delantal que estaba colgado detrás de la puerta de la despensa, cuando oí que detrás de mi se sentía un estruendo, como si una bestia corriera escaleras abajo de la Mansión, golpeando muebles, decoraciones... Como si un animal salvaje estuviera persiguiendo a su presa.
En seguida me coloqué en mi posición habitual: me paré recta, mirada hacia abajo, manos atrás y me di vuelta con movimientos medidos, esperando que esa bestia entrara por la puerta de la cocina. Traté de lucir lo más servicial y cortés como debiera ser una Omega.
Lo que se acercaba no era nada bueno, lo sabía por experiencia de mis años viviendo allí.
Oí como aquel animal estrelló algún mueble por el pasillo contiguo y mi corazón comenzó a palpitar agobiado esperando que no fuera su primera víctima. En ese maldito momento sentí ese olor a ....
─ ¡Es nuestro lobo! Nuestra pareja viene por nosotras. Se acerca a nosotras. ─advirtió mi loba Alana con alegría, mientras yo no sabía como reaccionar. De hecho me costaba creerlo.
─ ¿Acaso acabas de decir "pareja"? ¿Yo tengo pareja? ¿Una desgraciada Omega? ¿Qué maldito chiste era ese, Alana?─ la reproché.
─ Tú eres tonta, ¿verdad? Sólo siente como puedes oír los latidos de su corazón y su particular olor. ¿O dudas del designio de la Diosa Luna, niña renegada?─ respondió ofendida.
La puerta se abrió y lo sentí acercarse, olfateándome.
Se aproximó lentamente. Oía como respiraba de forma acelerada, lo sentía tan nervioso como yo, pero no me animaba a levantar la vista.
Mal entendía en ese instante que la conexión de pareja jugaba en contra de mi capacidad racional. No era magia, ni hechicería, sino una condena. Luego lo comprendí.
Pues ya sabía quién era él.... Zahid.
⋘Oh, diosa Luna, ¿qué me has hecho? ¿por qué él?⋙
¿Estaba siendo castigada? ¿El universo también me odiaba?
Mi compañero de vida era... Zahid.
Ese idiota era hijo del Alfa, cinco años mayor, un engendro del mismísimo demonio y mi maldita pesadilla en aquella Mansión.
Me odiaba, me humillaba, en varias ocasiones me azotó hasta que perdí la conciencia.
⋘Maldita sean las conexiones destinadas.
¡Él no, Diosa! ¡Él no! Prefería estar destinada a una serpiente venenosa que a ese bastardo infeliz⋙
Cuando se acercó a pocos centímetros cerré los ojos para recibir la bofetada, o tal vez una patada.
Si, mi querido lector, ¿acaso esperabas una pizca de romance? Pues yo no.
Sin embargo para mi sorpresa me abrazó. Mi loba saltaba de alegría en mi interior. Por mi parte me congelé, eso jamás... Ni en mis peores pesadillas podría ocurrir.
─Mía, sólo mía─ lo oí susurrar en mi oído en un tono más grave y ronco de lo habitual, mientras apretaba sus brazos a mi alrededor.
Sé que lo hizo para sentir mi olor y así fue por un minuto. Eran sus instintos, su Lobo estaba en el control, buscando como Alana el vínculo condenado de ser predestinados por la Diosa Luna.
No era magia, ni hechicería, era una verdadera condena de los hilos invisibles que tejía una deidad que le gustaba hacerme chistes malos.
Su Lobo me estaba reclamando como suya. Era su instinto de animal salvaje, no era Zahid.
─Reacciona, Laura, nos está abrazando.─ gritó mi loba mientras la sentía casi aullar de alegría en mi interior.
Tal vez por la conexión de pareja me dejé llevar por los consejos de mi loba y devolví su abrazo.
En mis ojos querían brotar lágrimas, esta vez de alegría... ¿Esto era posible, mi Diosa Luna? ¿Mi loba era tan tonta como para confiar en ese maldito lobo?
Pero como todo de Zahid, en un minuto su retorcido carácter volvió.
Rápidamente me empujó contra la pared, haciendo que me golpeara la espalda y solté un chillido de dolor. Pero apreté fuertemente mis labios para no dejar escapar nada más.
La realidad se hacia presente con su golpe de misericordia.
Los azotes de anoche aún no habían cicatrizado del todo. Me dejé caer, como mi corazón al piso, que se rompió en mil pedazos. Penosamente en mi interior comenzó a latir descarriado y furioso un dolor hasta entonces desconocido.
No era magia, ni hechicería... Eran los síntomas de una enfermedad que me consumiría lentamente, para recordarme mi condición como una bestia sobrenatural y atada de ahora en más a un maldito sádico.
Por su parte Zahid seguía allí parado, mirando hacia el techo, seguramente peleándose internamente con su Lobo. Maldiciendo como yo a la Diosa.
De pronto lo oí pronunciar su rechazo, con su voz más autoritaria y desgarrada, apretando sus puños a un costado de su cuerpo, tratando de no vacilar en su renuncia:
─Yo Zahid Red Wolf, el próximo Alfa de esta manada, te rechazo Laura, como mi pareja y mi Luna. Te rechazo por ser una asquerosa Omega, una asquerosa sirviente que no será Luna de esta Manada. Lo prometo por la Diosa y espero que me libere de ti lo más pronto posible.─ Lo decía sin mirarme a los ojos, con odio, ira.... con sus ojos amarillos y su respiración acelerada.
Eso no me sorprendió, sino lo que causó después.
Al finalizar hizo una mueca de dolor, que lo hizo retroceder algunos pasos, casi tambaleándose hacia la puerta.
En seguida sentí como si un puñal hirviendo en mi pecho se clavara directo a mi humillado corazón. Un dolor tan agudo como la propia decepción de saber que mi destino no era ser feliz, tal como las leyendas místicas de mi Padrino.
Mi cabeza comenzó a recibir una presión insoportable, no podía aguantar el dolor, solo dejé salir mi grito, fue desgarrador.
Oh si, acababan de rechazarme...
Otro de los peores castigos del mundo de los Lobos. Pues la Diosa Luna castigaba a los más cobardes e incrédulos de sus designios con una condena dolorosa y de tiempo indeterminado: La desvinculación.
⋘Malditos sean los Red Wolves.
Maldito seas Zahid Red Wolf.⋙
Sin más perdí mi conciencia.... sólo me desvanecí.
Las sombras se adueñaron de mis sentidos. ¿Qué estaba sucediendo con mi cuerpo? Sólo sé que me dejé abrazar por las terrible incertidumbre de que nada volvería a ser como antes.
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