CAPITULO 6: LAS NOCHES SON MAS PELIGROSAS
Terminamos de comer los hombres salieron afuera a terminar de instalar las guardias y pasaron a los niños a las cabañas algunas señoras entraron con ellos a cuidar otras ayudaron en las labores de limpieza y guardado.
Un hombre se mantenía entre tres cajas y una lona como techo en las cajas tenía una laptop negra y unos aparatos de radio, otro hombre de atrás le llego tocándole el hombro.
-hola, ¿alguna trasmisión?
- no aún ninguna, sigo checando todos los canales de transmisión y reviso Las paginas en internet por ver si hay algo que diga el gobierno y teorías de fanáticos.
-bueno, aun no es necesario, en cuanto tengan algo seguro darán un comunicado.
Yo me encontraba dentro de la cabaña con mi madre, estábamos sentados sin decir nada mientras los otros niños jugaban.
-¿Por qué no juegas un poco?
-no puedo, si empiezo a jugar empiezo a predecir, si predigo me dolerá la cabeza y no podre protegerte después...
-no tienes que hacerlo, aquí estamos a salvo.
-esto no es estar a salvo, esos son colonizadores, después de aniquilar todo y obtener nuestros recursos terminaran explotando el planeta, aunque permanezcamos ocultos y no nos vean no servirá de nada si al final moriremos.
-¿porque dices eso? – el rostro de mi madre se mostraba preocupada, yo no sabía si eran por las palabras que decía o porque no miraba al hijo que ella crio, ese niño había muerto con tantas alucinaciones y sueños lucidos del futuro, necesitaba concentrarme y poder ayudar bien, un día antes de que esto empezara, el oficial Max me había dicho que un accidente podía cometerse por un descuido, yo ya no podía descuidarme en nada.
-porque he visto el pasado y el futuro, porque eso es lo que ellos hacen, y este planeta no es una excepción. – mi madre no volvió a pronunciar palabra, solo bajo su mirada en resignación o sumida en pensamientos y volvimos a quedar en silencio. Cansado de estar así me pare y salí de la cabaña, mire a todo el lugar, el numero seguía incrementando y el atardecer ya coloreaba el cielo entre los árboles.
-Ven, vamos a terminar la casa de campaña.
-Oye, ¿quién ara turno las primeras 3 horas del lado este?
-Nosotros – un grupo de 6 personas se alistaba con mochilas palos vendados y un par de armas.
-¿a dónde irán? – pregunte al acercarme a ese grupo.
-aremos guardia para que todos descansen bien y si hay algo les avisaremos para que se oculten mientras distraemos – comento uno de ellos, su edad se marcaba por encima de los cuarenta llevaba unas gafas dejando obvio su problema de visibilidad sin ellas. – bueno nos vemos en unas horas niño, ve a dormir.
-señor, ¿puedo acompañarlos a ver el lugar a donde irán?
-hmm no lo sé... solo un rato, miras y regresas, después de todo no esta tan lejos. – moví la cabeza en aceptación. Partimos del lugar, otros grupos partieron también en otras direcciones, nos alejamos unos trescientos metros hasta un punto donde el señor detuvo el grupo – aquí es. – puso su mano sobre un árbol grueso con marcas para identificarlo.
-¿aquí? – pregunte mirando a todos lados
-no niño, aquí abajo no, si no allí. – el señor apunta a lo alto del árbol que había palmado, era un piso a lo alto del árbol y unas escaleras de cuerda pegadas del otro lado. Todos subimos siendo yo el último y al estar arriba note como uno prendía una antorcha para iluminar el lugar, y así como aquí, todos los otros grupos hacían lo mismo.
En otro lugar aún al caer la noche, los alíen continuaban su caza en las carreteras, en una de ellas un convoy de cuatro camiones del ejército avanzaba por el kilómetro 6, el motor sonaba al paso ligero en el que se movían y sus luces iluminaban delante de su paso.
-Prepárense, ¡aquí vienen! – decía el copiloto a su grupo.
Los camiones detuvieron su avance abriendo de golpe la tapa de atrás bajando rápidamente todos los soldados rodeando los camiones. El radas de calor de los alíen marcaban alrededor de 100 puntos rojos pequeños y cuatro grandes.
-¡aquí están! – todos los soldados empezaron a disparar al aire iluminándose las puntas de sus armas con cada disparo, el frente de ellos se llenó de alrededor de unas 10 naves con un alíen montado en cada una. Los disparos en ambos lados empiezan a notarse, lo primero en explotar fue el camión guía, haciendo que la explosión tumbara a muchos soldados.
Rick, teniente Rick, está bien – uno de los soldados en el suelo se arrastró hacia uno que había caído más lejos, se mantiene inerte como si ya hubiera muerto. – no puede ser – el soldado agacha su mirada poniendo su nariz más cerca del pavimento, su compañero, el teniente Rick se pone de pie lentamente.
-malditas criaturas...
-¡Teniente! – los disparos seguían sonando y los gritos de euforia y muerte se mezclaban por todos lados. El teniente se pone de pie arrancando con su mano una granada que llevaba al pecho, le quita el seguro con la otra mano, dos de las naves se acercaban de frente.
-Teniente... - El soldado solo miro al teniente lanzar la granada antes de morir por un disparo de plasma que acabo por completo su cuerpo, el soldado miro la granada que exploto en la parte trasera de la nave, el alíen pierde el control y salta dejando que su nave explote en el tercer camión. Algunos soldados se salieron de la carretera ocultándose entre los árboles. Algunos se pusieron a cubierto y seguían dando fuego de cobertura.
El alíen cayo rompiendo un poco el pavimento, su enorme corpulencia crecía con cada segundo que se enderezaba. Varios soldados alrededor del alíen comenzaron a disparar.
En el refugio se comenzaba a estar juntando una montaña de ramas en el centro del campamento, varias de las personas se preparaban para la noche – esto servirá para calentarnos. – una señora dejaba unas ramas mientras miraba a su hija, una muchacha de unos dieciséis años.
Los aliens continuaban matando al resto de los soldados, el último camión ponía marcha atrás mientras era apoyado desde el lado del copiloto y de la parte trasera.
-¡Tenemos que retirarnos! – una explosión continúo después de eso.
En el campamento la gente seguía llegando en busca de un refugio, los últimos al llegar fueron dos camionetas cerradas de cuatro puertas, una freno con fuerza parando justo detrás de un auto y el otro entro hasta el centro del campamento, algunos en medio del camino se aventaron a los lados para no ser arrollados, las llantas derraparon quedando de lado del copiloto con vista a la fogata.
La gente se desconcertó, muchos se aproximaron enojados ante tal imprudencia del conductor.
-¡no la cagues! – el piloto de la otra camioneta bajo mirando a su compañero, azoto la puerta y corrió a donde la gente comenzaba a amontonarse.
Gritos de enojo, desconcierto y temor se comenzaba a hacer en el campamento algunos niños y señoras salían de las cabañas.
En una de las naves de los alíen un pitido comenzaba a ser más audible, el radar marcaba una enorme mancha roja.
Yo miraba al final del mar de árboles que topaban con un tramo de una carretera a lo lejos por un lado y por el otro con un cerro, mis brazos recargados en el barandal diseñado con ramas y cuerdas para sostener las cosas que se recargaran, el viento soplaba ligeramente, esos vientos poco fríos típicos de los días de verano. La noche avanzaba lentamente y el canto de los insectos de los alrededores me dejaba reposar con tranquilidad, una tranquilidad que desde que tengo los poderes no había sentido.
Dos hombres platicaban a mi espalda sin preocupaciones a lo que pudiera escuchar, pero la tranquilidad que sentía me hacía dar por igual lo que hablaran.
La radio que estaba en un hueco dentro del árbol comenzó a interceptar algo.
-go...algui.... me...cucha...necesitamos...el...ego!
Los hombres se miraron unos a los otros, el señor de los lentes tomo la radio y lo acerco para hablar. – aquí el equipo del lado este, repite.
-nece....mos...yuda...!el...go!...eso...atra...pamen...
-no capto la señal, intenta en otro canal.
El fweiowego... eso...aquí...¡¡¡AAAAA!!! – un grito de terror lleno tanto la radio como nuestra posición después de eso, no hubo más señal, nos había dejado preocupados, ¿que fue esa señal?
-¿Qué fue esa señal? – pregunto un señor con bigote tupido y ropa roja a cuadros su cara medio cuadrada daba pinta de leñador o camionero.
-No lo sé, pudo haber venido del campamento o alguien nos intercepto pidiendo ayuda. – el señor de las gafas tomo de nuevo la radio y cambio de canal.
-aquí equipo tres del lado este, alguien más capto la transmisión... equipo tres al habla, ¿me escuchan? Solicito información del estado de los otros puestos. – nadie contestaba la señal, se llenó todo de un silencio pesado, nadie quería hacer ruido por si se llegaba escuchar algo, nuestras miradas se centraron en el centro del lugar donde la radio permanecía sin emitir respuesta. Aguantábamos algunos la respiración, el pecho se movía lentamente y ahora solo los insectos eran los que hacían su canto. La tensión aumentaba mientras esperábamos respuesta, un minuto y nada. – Aquí equipo tres, alguien responda por favor... - la radio continuaba haciéndonos una mala broma – no sé qué sucede. – termino por decirnos al grupo mientras bajaba la radio y negaba con su cabeza.
-¿checaron las radios antes de salir?
-sí, estoy seguro yo mismo comprobé todas junto a los otros.
-no pienso quedarme aquí, mi familia esta allá – un hombre se aproximó a las escaleras para bajar con un rifle colgado sobre su hombro.
-¡iremos todos! – contesto otro que se aproximaba a la salida.
La radio volvió a dar una transmisión mandando de nuevo un mensaje con interferencia pero ahora más entendible. – necesitamos ayuda...fuego atrae... ¡están atacando... campamento! ¡El fuego les atrae! Vengan a ayudar, ya cayeron muchos... ¡Repito! – la voz sonaba diferente a la primera, se notaba más aguda, aunque seguía siendo de un hombre, tal vez un muchacho.
-no es necesario, calma... dime como está la situación, ¿estás bien? ¿Sigues en el campamento? – mientras el señor hablaba con un tono calmado ocultando su preocupación para que el chico se tranquilizara y respondiera, daba unas señas con sus manos, inmediatamente los demás entendieron y empezaron a bajar rápido del árbol, yo me quede con el señor.
-la mayoría de los niños han escapado con algunos adultos hacia el lado noroeste, nos atacaron del sur, estoy... estoy bajo una cabaña – lo último lo dijo susurrando y continuo con voz baja – quedamos algunos ocultos pero nada de armas...por favor – comienza a escucharse la voz entre cortada, comenzaba a llorar el muchacho – no quiero morir.
No lo aras, mantente a salvo ya estamos por llegar. – Apago la radio, la sujeto fuerte y volvió a encenderla – mantén el canal abierto para escuchar que pasa. – coloco la radio detrás de su pantalón tomo una escopeta de cuatro tiros y bajamos lo más pronto posible para alcanzar al grupo.
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