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Capitulo XXXIII Visiones y Luchas

Cuando terminamos el ayuno, la madre de José Antonio salió y nos sirvió un café para cada una, se le notaba sonriente. Luego de ese día José Antonio cambio para mejor, se le podía sentir cada vez que hacia algo. Aquel adolescente no lo volvió a molestar para que ensayara.

Un mes después, yo estaba en la universidad con Cristhian. Ese día yo no había querido ir, algo me ataba más que los otros días, quería quedarme en casa por alguna razón, pero por más que quise, no pude. Me sentía mal y con miedo, no sabía la razón. Presentía que algo iba a pasar cuando saliera de clases.

Al terminar las clases yo salí con intenciones de irme de una vez, necesitaba regresar urgentemente, algo no me dejaba tranquila. Cuando me despedí, Cristhian me detuvo, él no quería que me fuera, hice el intento tres veces y en todas me detuvo, así que me rendí y no volví a insistir. Le dije que me acompañase a la oficina del coordinador para preguntar sobre un día en el que teníamos dudas si habría clases por la razón de que era día festivo.

Caminamos atravesando el patio central y cuando íbamos llegando, sentí como si me aplastasen la cabeza lentamente con algo muy pesado, mis piernas estaban temblando, mi vista estaba pasando de ser borrosa a nula, mi pecho se apretó y mi respiración empezó a fallar

-Cris... Cris... Cris...- fue lo único que alcancé a decir con dificultad antes de que mis piernas fallaran y todo se volviera negro

-"Me encontré en un lugar oscuro, vacío y negro. A un lado pude ver a José Antonio, frente a él estaba su madre y frente a mí se encontraba aquella calavera que vestía igual que siempre, oscura y pesada.

-Hoy no me podrás detener, no lo salvarás esta vez. Lo que voy hacer lo haré hoy y justo ahora- me habló por primera vez con una voz completamente ronca, distorsionada y perturbadora

-Primero tendrás que matarme antes de llegar a él- le respondí retándolo

La calavera levantó una mano e hizo que la madre de José Antonio caminara en dirección a su hijo, tomara algo del suelo, que al principio no se veía pero al levantarlo vi que era un cuchillo de rebanar carne, ella seguía avanzando, mientras él parecía inmóvil pero aterrado. Yo corrí hasta estar frente a ella, vi como sus ojos me pedían ayuda con desesperación. Yo traté de sacarla y cambiarla de dirección con desesperación, no podía permitirme que ella hiciera algo que no podía controlar, pero me esquivó para seguir acercándose a José Antonio, haciendo que yo volviese a correr y la calavera solo observara mientras movía sus manos como si manipulara una marioneta. La madre de José Antonio, abalanzó el cuchillo contra él y yo me atravesé, provocando que me apuñalara en el pecho. Sentí un dolor completamente intenso como nunca antes lo había sentido, no pude gritar o llorar, ya que no me salía ninguna de las dos, solo pude dar un enorme suspiro, caer hacia un lado y luego quedé boca arriba, un líquido tibio y espeso empezó a salir de aquella herida, pero aún seguía viva, me sorprendió que no muriera instantáneamente, así que giré mi cabeza hacía donde estaba José Antonio y su madre ya se encontraba frente a él. Él dolor que yo sentía era demasiado intenso, así que me retorcía como podía en busca de aliviarlo y llegar a José Antonio, pero no logré nada más que solo retorcerme en vano. Giré mi cabeza para ver a la madre de José Antonio y ella ya estaba frente a él, levantó el cuchillo y en frente de ellos la calavera se apareció, haciéndose más grande y soltando una carcajada horrible mientras seguía moviendo sus manos.

-Lo que voy hacer lo haré justo ahora- volvió a decir

-¡Detente ahora...en el nombre... de Jesús!- le alcancé a decir, haciendo mi mayor esfuerzo de gritar, pero solo conseguía que el dolor aumentara y de un grito solo se oyera un susurro con dificultad

La calavera bajo la mano y la madre de José Antonio enterró el cuchillo en el pecho de José Antonio, provocando que aquel demonio se riera a carcajada, levantara de nuevo la mano y José Antonio cayera completamente sin vida en el suelo para luego mirarme y levantar su mano contra mí. Cuando lo hizo solo pude ver como todo se apagaba a mi alrededor"- Abrí mis ojos y me encontraba en una habitación de hospital completamente oscura

Tenía una mascarilla de oxígeno en mi boca. Yo no podía respirar, sentía que algo pesado estaba sobre mí y me presionaba el cuello fuertemente cortando mi respiración, traté de volver a parpadear y vi una sobra apenas visible, oscura y negra que estaba sobre mí. Intenté hablar, reprender y moverme, pero solo lograba retorcerme tratando de quítame de encima aquella sombra

-Maukari ¿estás bien? Tranquila, por favor, cálmate- me dijo Cristhian en desesperación mientras sujetaba la mascarilla

-"Te reprendo y echo fuera en el Nombre de Jesús"- pensé tan fuerte como pude, buscado que Dios me escuchara y que alguna palabra saliera de mi boca para reprender

-Jo...s...é... An...to...ni...o- logré decir

-¿Qué? Espera tranquila, vas a estar bien- me dijo en medio de su desespero

-Lla...ma... a Jo...sé... An...to...nio- le dije de nuevo buscando que me entendiera, ya casi no me quedaba aire y la mascarilla no me ayudaba mientras aquella sombra estuviera tratando de ahorcarme

-¿Quién es? Dame el número- dijo Cristhian en una acción rápida, había logrado entender la última frase.

Le di el número como pude, daba gracias a Dios que me lo había aprendido en menos de una semana. A medida que pronunciaba el número sentía como la presión se hacía más fuerte, creía que en cualquier momento moriría, pero no sin antes hablar con José Antonio para advertirle, si yo tenía que morir, lo haría protegiendo a la persona que Dios me encargó. Cristhian llamó y empezó a decir que me tenía en el hospital. Lo último que yo quería era que se enterara de eso, no había pensado en esa gran posibilidad, yo me había olvidado de lo que me asfixiaba y usaba lo último que me quedaba de aire para hablar

-Dile... que... ore...- dije con mayor dificultad pero sin moverme, quería conservar lo que me quedaba de aire y energía

-Que ores por ella- dijo Cristhian. Esto no estaba funcionando, negué con un "no "ahogado

-Por... él... volvió...a...pa...sar- le dije antes de que mi aire se acabara y sintiera como mi cabeza estaba a punto de estallar

-No es por ella, ora por ti, que volvió a pasar. La verdad es que no entiendo nada- escuché a lo lejos la voz de Cristhian

-"Dios intercede por mí"- fue el último pensamiento que se me vino en mente antes de dejar de sentir mi cuerpo

De pronto, una fuerza me invadió, haciendo que todo se despertara en mí, volví abrí mis ojos e instantáneamente pensé en mi madre, quería que ella se asegurara de que José Antonio estuviera bien

-Llama... a... ma...mi... dile... que valla a... casa... de José... Anto...nio... el demonio... va por... él- le dije recuperando lentamente el aire y el oxigeno

-Maukari dice José Antonio y un demonio, no le entiendo más nada... okey- dijo Cristhian frustrado por no entender lo que le intentaba decir

Después que él le dijo eso a mi madre, yo me recuperé, lo que tenía encima, se fue y me dejó en paz. Me senté como si nada hubiese pasado, excepto que tenía el corazón latiendo a toda velocidad, estaba mareada por la falta de aire y la preocupación era más grande de lo normal, solo esperaba que mi madre llegara a tiempo antes de que sucediera algo

-Maukari ¿Qué haces? Quédate acostada, ya tu mamá va para la casa de José Antonio- dijo él tratando de detenerme al verme sentada. Cuando escuché esas palabras, sentí un enorme alivio, sin embargo estaba muy preocupada

Cristhian salió un momento y yo me levanté, miré mi mochila en el suelo, me acerqué a ella, saqué mi celular y llamé a José Antonio, yo ya podía hablar, así que le conté todo lo que vi de la manera más resumida posible, excepto que no le dije que era su madre quien lo mataría, solo le dije que alguien lo iba hacer. Él me respondió y me dijo que clamaría por eso, se escuchó la voz de su madre por el otro lado del celular diciendo que alguien lo llamaba

-Alguien me llama a la puerta, Maukari...- me dijo asustado

-Ve a recibirlos, debe ser mi mamá, la llamé para que fuera a verte- le dije un poco más calmada y haciendo que él se relajara un poco.

Colgué el celular y entró Cristhian con una orden de examen de glicemia. Tuve que negarme más de tres veces, decirle todo lo que pasó realmente y la responsabilidad que yo tenía de parte de Dios. Le hablé con suavidad y calma, ya no podía ocultarle los motivos de las veces en las que me encontraba preocupada, así que le conté desde el principio hasta ese momento. Todo se lo dije con una sonrisa y con ternura, él parecía haber entendido, lo que no sabía era si me creía

Yo me sentía sumamente cansada, pero en victoria, sabía que había ganado y el cansancio era por la guerra espiritual que había tenido. A las dos horas llegó mi papá con mis tíos Jacinto y Mireya, ya que ellos estaban trabajando en las hectáreas de tierra que les dejó mi abuela.

Cuando subí al auto, les dije a todos que solo se me había bajado la glicemia, pero ahora estaba bien. Le daba miles de gracias a Dios, porque desde que regresé a casa renovada aquel día, mi padre había cambiado por completo y ya ni siquiera me dirigía malas palabras o me comparaba con las cosas, sino que me aconsejaba con dulzura. Yo me tuve que quedar en casa de mi tía Fernanda, ya que tenía clase el día siguiente y no me habían dejado regresar a casa. Llamé a José Antonio en la noche para saber cómo estaba, hablamos por un rato, luego me dormí. Al día siguiente le conté en secreto a mi padre lo que de verdad ocurrió, él solo me miró me sonrió y me dijo que me mantuviera firme en el Señor Jesucristo

Cuando regresé a casa y vi a José Antonio en la iglesia tocando la batería, me sentí demasiado alegre, quería correr, abrazarlo y no soltarlo. Nunca había estado tan feliz de ver a una persona como ese día, pero no lo hice, solo lo saludé y me fui a casa. Le conté a mi madre sobre lo que sentí y ella me dijo que debí correr hacia él y abrazarlo, pero yo no me atreví hacerlo. Al día siguiente fui a su casa, le conté todos los detalles de lo sucedido y le di una palabra para que compartiera con su madre

Un mes y quince días después, yo había presentado mis pasantías, algo en lo que solo Dios me ayudó y me abrió las puertas para que saliera excelente, ya que nada de lo que use era mío, todo era prestado. El día de la presentación no tenía nada listo y por ley había reprobado esa materia, había durado una semana entera, pegada en una computadora sin dormir ni diez minutos, en la casa que había sido de mi abuela, para que el día de la presentación no hubiese terminado y fuera a reprobar. No fui a clases ese día, lloré con mi madre por el esfuerzo perdido, mi padre me dijo que Dios sabía lo que estaba haciendo así que no me preocupara, yo me relaje y me acosté por primera vez en toda la semana. Cuando desperté llamé a la profesora y le expliqué la razón de mi ausencia, yo no había terminado de hablar cuando ella me dijo que lo presentara en tres días delante de los profesores y directivos de la universidad, me alegré demasiado junto con mi familia, ya que esa presentación solo se daba una sola vez, si no iba el día que me tocaba perdía la materia, pero la profesora me dio la oportunidad que a nadie se le podía ofrecer. Dios había obrado en ese momento, así que para agradecerle, coloqué un texto bíblico al final de la presentación, lo expliqué relacionándolo con el tema que hablé y la profesora soltó algunas lágrimas, para luego darme la mayor sorpresa de mi vida, había pasado la materia con la mayor nota.

Esa noche tuve un sueño agradable y placentero, era tan agradable a mis ojos a pesar de que no era gran cosa o no ocurrió nada en especial, pero para ese momento lo necesitaba, después de haber durado toda una semana sin dormir, lo merecía y Dios me lo colocó

-"Vi a un joven un poco mayor que yo pero no por mucho, le calculaba unos veinte años de edad. Era de piel morena, alto, su ojos eran verdes grisáceos, era bastante fino y hermoso. Él se encontraba en medio de una gran oscuridad, lo único que brillaba y se veía era él. De pronto él empezó a resplandecer con mayor intensidad, haciendo que una luz enceguecedora alumbrara todo el lugar y se viera solo blanco. Lentamente bajó la intensidad y lo vi parado encima de una nube, rodeado de un hermoso azul cielo y algunas pequeñas nubes blancas, él tenía la vestidura más blanca y limpia que haya visto, haciendo que resplandeciera más que al principio"- me desperté, como si hubiese dormido toda una semana, me sentía renovada y el cansancio se había ido

El día sábado, tuve que ir por última vez de ese semestre a la universidad, para ver las presentaciones de todos los que presentaron pasantías. Después de eso me fui con mi madre al centro comercial "Plaza", el cual era el más grande de Valera. Fuimos a almorzar pasta a la Boloña en aquel lugar. En la mesa de al lado había una gran cantidad de jóvenes compartiendo. Nosotras estábamos disfrutando de nuestra pasta cuando mi vista se dirigió a la mesa de al lado y vi como el único adulto, era un señor de unos cuarenta años, levantó un pequeño libro llamado "El Comportamiento de Un Cristiano", me llamo la atención y le dije a mi madre calladamente que quería el libro. De pronto uno de los jóvenes de esa mesa, habló sobre el resplandor del cristiano según el libro de Efesios. Me llamó la atención lo que él había dicho, pero yo no me fije quien era, ya que, tenía mi mirada en la pasta pero mi oído a lo que él había dicho, sabía que era un hombre por la voz ronca, suave y dulce que habló, realmente era la primera vez que escuchaba la voz de un hombre tan hermosa, pero decidí seguir comiendo sin mirar a quien había hablado.

De pronto sentí como alguien de la mesa de al lado me tocó el hombro para preguntarme algo y al escuchar la voz, sabía que era el mismo que habló sobre el resplandor. Levanté mi vista para mirarlo y me encontré con un joven de piel morena, ojos verdes grisáceos, como de unos veinte años de edad. A mis ojos era completamente hermoso, pero eso no era lo que capto mi atención, sino que era el mismo chico de aquel sueño que tuve, eso me dejó completamente perpleja


"Y será en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Y vuestros mancebos verán visiones, Y vuestros viejos soñarán sueños"

La Biblia: Hechos 2:17

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