Capitulo XXX La Gran Prueba
Un día después de mi cumpleaños número diecisiete, yo estaba trabajando en un cyber que pertenecía a la familia pastoral (meses antes me contrataron para trabajar allí) y se fue la electricidad yo cerré todo, pero debía cumplir horario, así que me quedé. José Antonio, trabajaba en la emisora, en la casa pastoral, como locutor y operador. Después que se fue a electricidad, él entró a verme y estuvimos hablando por más de una hora, ya que mi padre me llamó por el celular, diciendo que me había pasado media hora de mi horario de trabajo, me separé el celular de mi oreja y vi la hora, era cierto. José Antonio, tenía que alimentar al perro de los pastores hacia media hora, ya que ellos estaban viajando y él estaba a cargo de la casa.
Salí y cerré todo, me despedí de él rápidamente y me di cuenta que era la primera vez que conversaba tanto con una persona de cosas sin importancia. A medida que iba corriendo a casa, sentí más que un extraño cosquilleo por mi cuerpo, mi estómago había dado un vuelco. No sabía que me pasaba, ya que de pronto empecé a reírme de felicidad y ni siquiera sabía la razón. Mi corazón latía muy rápido y fuerte. Me detuve en seco al ver toda esta clase de sensaciones y me paré a pensar.
-"Debe ser porque voy corriendo y no lo hacía en mucho tiempo. Dios me sanó meses atrás de la columna y me ha devuelto mi visión, pues yo caminaba pero casi no veía lo que estaba a mí alrededor. Debe ser por eso que me siento así"-
Yo había hablado anteriormente con José Antonio en muchas ocasiones pero nunca me había sentido así o no le había prestado atención a esa sensación, él era de estatura promedio, blanco, cabello castaño claro, ojos cafés claro, delgado por su profesión, pues además de trabajar en la radio, era atleta y baterista. Él realmente era muy lindo físicamente y su personalidad era encantadora, callado, serio, tierno, sentimental, todo le daba un aspecto de tener una gran historia detrás.
Una semana después me di cuenta, que volví a ver y sentir cosas extrañas a mi alrededor. Veía como algunas personas paseaban por la calle, pero detrás de ella había una gran sombra que los acompañaba. Empecé a tener pesadillas muy seguidas donde me veía muerta, mataban a alguien en frente de mí o simplemente un monstruo horrible se aparecía en mis sueños. Yo no estaba reprendiendo, oraba pero no reprendía cada vez que me pasaba esto, había algo que me lo impedía y no sabía que era. Ese fin de semana hubo un servicio especial solo para mujeres, yo fui a la actividad y de pronto la predicadora invitada me llamó desde el altar, me sacó al pasillo y me dijo
-¿Por qué no reprendes? Ves al enemigo claramente y no reprendes. Yo te di este poder porque eres la única en que puedo confiarlo, no existe otra persona, solo tú-
Dios me había hablado, ya que aquella predicadora era la primera vez que iba, además yo no le había contado a nadie lo que estaba volviendo a ver o sentir. Sus palabras hicieron que yo me derrumbara y empezara a llorar fuertemente. Sabía que estaba haciendo lo incorrecto, yo no podía ignorar lo que veía o sentía, ya que sabía que todo era real. Cuando el servicio acabo me fui a casa y entré en mi habitación con mi biblia en mano para leer y la abrí justo en Efesios capitulo seis, pero solo tres versículos captaron mi atención y fueron el once, doce y el trece
-...Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes...-
Yo tomé los tres versículos y los guardé dentro de mí, sabía que los iba a necesitar más de lo que creía.
Dos semanas después mi hermano cometió un error, que me dolió fuertemente, tanto que me desparramé a llorar, me sentía traicionada y abarrotada. Luego me acusaron de algo que no había hecho. Delcina se fue del estado y se mudó al centro del país, haciéndome sentir completamente sola, me dolía demasiado lo que me estaba pasando, ya que todo ocurrió al mismo tiempo, que me derrumbé. En eso recordé aquella canción de Nancy Ramírez que a Delcina le encantaba cantar y a mí me gustaba escuchar, ya que se relacionaba mucho conmigo y me hacía recordar a aquellas palabras que me decían de pequeña hasta la actualidad.
-...Un día orando
Le dije a mi Señor
Moldea mi vida a tu parecer
Haz como tú quieras
Hazme un nuevo ser
Me dijo: no me gustas
Te voy a quebrantar
Y en un vaso nuevo
Te voy a transformar
Porque por el fuego
Te voy hacer pasar...
Quiero tu confianza cuando todo va mal
Quiero una sonrisa en la adversidad
Quiero una alabanza en lugar de tu quejar
Y quiero que aprendas
También a perdonar...-
Esa canción me alentaba un poco. Yo hablaba con mi madre sobre cómo me sentía, pero ella me veía como una niña pequeña y no como una amiga. Yo necesitaba que alguien me comprendiera, me escuchara y supiera como me sentía. Así que busqué a Mairita (Maira) una hermana de la iglesia. Le conté todo sobre mi y ella me escuchó cada detalle con cautela, parecía entenderme, me aconsejó algunas cosas, realmente me sentí bien al saber que ella me escuchaba y entendía, pues me contó que ella había pasado lo mismo cuando vivía con su familia, ser la mayor de dos hermanos no la ayudaba mucho en cuanto a tener el mayor cariño o que alguien la comprendiera, pero eso no evitó que ella continuara e hiciera lo que era correcto.
Me sentí muy bien hablando con ella, que iba casi todos los días a su casa, me gustaba compartir con ella, después de algunos días. Los dos hijos de ella, Maikol y Angely, me enseñaban unas fotos de hacía muchos años atrás, donde vi a José Antonio pequeño, y valla que era lindo, me reí un rato con ellos
-Aquí está tío ñoño en mi fiesta de un año- me dijo Maikol, señalando la foto de José Antonio con unos trece o catorce años de edad. Me reí de la manera en que los dos niños se expresaban de él y allí fue que me enteré que él era su tío y el hermano menor de Mairita.
Lo curioso era que cada vez que veía una foto de él, mi corazón latía demasiado rápido, pero me sentía cómoda, mi estómago tenía un extraño y agradable cosquilleo y yo no paraba de sonreír, nunca me había sentido así por alguien, había sentido como mis nervios me aumentaban y mi corazón latía rápido por Junior y el portero, pero no de esta manera. A la hora yo seguía viendo fotos con los niños, teníamos el suelo lleno de álbumes familiares.
El día miércoles 2 del mes de diciembre del 2015, a las 07:00am, me levanté con una presión extraña en el pecho, sentía tristeza y miedo, pero no sabía la razón. Me arreglé y fui a trabajar, pero cuando regresé, me encontré que mi perro no estaba en casa y él tenía una horrible herida en su cuello, que unos milímetros más y mi perro muere. Le pregunté a mi padre, pero él me respondió de mala gana. Yo salí a buscarlo, pero algo en mi casa no estaba cuadrando. De pronto aquella tristeza me aumentó, convirtiéndose en dolor y soledad, por algo que no comprendía. Me derramé en lágrimas por la calle, me sentía frustrada y no era por mi perro, era algo más que no lograba descifrar. Seguí caminando y mis lágrimas seguían corriendo libremente. Me adentré por la calle, donde Mairita vivía, buscando una respuesta al dolor que sentía, pero mis lágrimas se convirtieron en llanto, me recosté a un muro y dejé que mi cuerpo se deslizara por él hasta quedar sentada en el suelo, cubriendo mi rostro con mis brazos y encogiendo mis piernas, haciendo que mi frente se apoyara en las rodillas.
-"Dios mío ¿Qué me está pasando? ¿Por qué estoy llorando de esta forma? ¿Por qué me siento tan mal? ¿Cómo si no valiera la pena vivir un segundo más? ¿Qué me sucede?"- pensé con fuerzas, me dolía demasiado el corazón, sentía mi pecho apretado y mi cuerpo desvanecido. Eran las 3:00pm
-Maukari... Maukari soy yo José Antonio ¿Estás bien?- escuché a mi lado una voz suave y dulce. Abrí mi boca para decir exactamente lo que me pasaba
-"Si le digo que no sé la razón de mi llanto, me creerá loca y ¿Cómo llegó él aquí?"- pensé rápidamente
-Perdí a mi perro, él estaba a punto de morir y no lo puedo encontrar- le dije, recordando lo que estaba haciendo antes de que callera en depresión
-Maukari, no debes preocuparte. Levántate de allí. Dios tiene el control de todo y lo sabes muy bien. Escucha no dejes que la situación te derrumbe, eres fuerte y una hija de Dios- me siguió hablando de la misma manera, agachándose a mi lado, yo sentía como sus palabras empezaban a calmarme
-No vayas a dejar que el diablo te robe la felicidad o la bendición...- Me dijo él con su misma voz suave y haciendo que esas últimas palabras me dieran fuerzas de levantarme, me limpie las lágrimas, él llamó a Mairita que venía saliendo de su casa y ella me tomó para llevarme a casa, yo voltee para agradecerle a José Antonio pero cuando lo hice él ya había entrado a una casa. Me di cuenta que el lugar a donde había parado era en frente de su casa, yo no sabía dónde él vivía hasta ese día.
Cuando llegué a casa, mi padre me gritó, sus ojos estaba, llenos de ira, su cuerpo estaba tenso y se movía lleno de furia
-Maukari ¿Dónde estabas? ¿Acaso crees que puedes salir a donde se te antoje sin ni siquiera decirle a nadie? Tenías que ser bruta, una idiota por completo, no vales la pena- me dijo llenándome de insultos
-Yo fui a buscar a mi perro, ya que tú lo dejaste escapar, sabiendo que está mal herido ¿acaso quieres que muera?- le reclamé
-Y ¿Qué si muere tu estúpido perro? De cualquier forma no me importa, eres una imbécil- sus palabras me dolieron como si me hubiese apuñalado
En ese momento vi a mi hermano que traía a mi perro, él lo hizo entrar, venía desangrándose. Yo lo abracé mientras mi hermano me miraba preocupado, porque pensaba que mi perro moriría. Me levanté y en señal de desesperación por la herida, fui a buscar a mi padre para que hiciera algo
-Te dije que no me importa tu estúpido animal ¿acaso no piensa? A claro que no tu mente solo sirve para estudiar y para más nada- conseguí como respuesta de parte de él con gritos
-"Esto no me está pasando, no puede ser verdad, yo solo estoy en una horrenda pesadilla"- pensé tratando de no llorar
Corrí y tomé su celular para llamar a mi madre, vi la hora y eran las 3:30pm, marqué su número con desesperación y empezó a repicar
-Mami. Por favor pasa por la veterinaria y consigue algo para poder sanar a mi perro, se está desangrando y mi padre no me quiere ayudar- le dije con frustración y tratando de no dejar correr mis lágrimas
-Mami, veré que puedo hacer, pero cálmate...- me dijo sin terminar de hablarme porque mi padre me arrebató el celular y colgó
-No vuelvas a llamar a tu madre, porque ella no te va ayudar- me dijo completamente airado y con una mirada de odio, para luego acorralarme contra la pared en señal de querer golpearme pero luego se fue dejando el celular.
Me asusté, sabía que las cosas estaban empeorando y la única que me podía sacar de esto era mi madre, así que después que vi que salió volví a tomar el celular y la volví a llamar
-Maukari estoy traba...- me dijo ella con fastidio pero sin terminar de hablar ya que vi a mi padre que se acercaba con los puños cerrados y a toda velocidad
-Mami vente. Papi me...- él me arrebató el celular, arrojándolo al suelo para luego golpearme en el brazo derecho, arrojándome a un lado
-Eres una ridícula idiota. Te dije que no llamaras, pero tu brutalidad no te deja. Ni siquiera sé porque eres mi hija. Lárgate de esta casa, no te quiero volver a ver, no vales nada, imbécil, ya me tienes harto con tus estupideces, lárgate de una vez- me gritó haciendo que yo me quebrara por dentro
Sentí como sus palabras perforaron mi cuerpo, mi corazón se aceleró, mi pecho se apretó, mi cabeza se tensó y mi cuerpo reaccionó, para salir corriendo de allí. Yo me iba a ir, le iba a obedecer, me iría para nunca volver, no sabía a donde iría solo, sabía que correría de allí hasta no sentir mis piernas y no regresar nunca más. Ya no lo soportaba, eso ya era el colmo, había soportado casi toda mi vida los insultos de mi padre, pero esta vez ya no podría seguir haciéndolo, esa fue la última gota que derramó el vaso. Mi vida se había desecho en una hora, yo iba a salir de allí a un lugar donde ni yo misma sabía en donde estaba. Solo sentía mi cuerpo correr y mi llanto salir sin control
"Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú"
La Biblia: Mateo 26:39
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