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Capitulo XXVII Grandes Milagros

El médico que me atendió, era un señor ya de unos 60 años de edad aproximadamente, él le encantaba hacer reír a las personas, pero eso no calmaba mi dolor. Sentía como si tuviera una pelota de beisbol atascada en el hueso, era realmente muy doloroso. Yo trataba de sentarme, pero era completamente inútil. Por un mes estuve en esa rutina, ya no me podía colocar los jeans, ya que al entrar me dolía, pero nada de eso evito que fuera a la iglesia, me quedaba de pie en todo el servicio. Ya había recuperado la pasión de servir a Dios y no la iba a volver a perder.

Después del mes, el médico me operó y ahora no podía casi ni caminar, pero no me rediría tan fácil, así que empecé a caminar con mucho cuidado. Él médico me prohibió volver a jugar futbol o hacer cualquier movimiento brusco, ya que a parte del quiste, me encontró la columna desviada.

Lentamente, recuperé mi andar pero no el poder sentarme. Me encargué de los niños de la iglesia y volvía a planificar el festi-niño. Todas las decoraciones y utilería lo realizaban de pie, al igual que todas las cosas. Le había colocado por nombre "Cristo es mi Superhéroe", yo estaba demasiado entusiasmada con la actividad. No había vuelto a la secundaria, debido a no poder sentarme y tenía que presentar todo a través de trabajos en casa para luego enviárselos.

Un mes antes de la actividad, ya tenía casi todo listo, faltaba algún que otro detalle, realmente estaba encantada con mi trabajo. Hicieron un ayuno congregacional en la iglesia que duraba más de cuatro horas y me estuve de pie todo ese tiempo, disfrutando de la presencia de Dios que se paseaba ese día, el ambiente era suave y placentero. Cuando ya estaba a punto de terminar el ayuno, el pastor empezó a orar y a clamar, haciendo que aquel ambiente se sintiera mejor que antes, todos lo acompañamos en aquella adoración, se sentía increíble, Dios se estaba haciendo notar. De pronto desde el altar, el pastor me llamó y yo me acerqué hasta adelante, él puso su mano sobre mí y me dijo

-¿Crees que Dios te puede sanar?-

-Si lo creo- dije con gran firmeza, tanta que ni yo reconocía esa seguridad en mí

Él me empezó a orar con su mano en mi cabeza, luego en mi espalda y sentí como una calidez acariciaba mi sacro y el dolor que sentía se fue desapareciendo. Cuando abrí mis ojos, abracé al pastor y él me respondió, mis lágrimas empezaron a brotar y le di las gracias a Dios por lo que había hecho, me sentía completamente diferente, mis lágrimas no paraban de salir, estaba demasiado alegre y gozosa como para eso. Sentí como algunas gotas húmedas mojaban mi hombro, me separé del abrazo y vi al pastor que lloraba conmigo, me di media vuelta y vi a la congregación llorando de gozo. Dios volvió hacer lo suyo, la adoración que teníamos en ese momento era inexplicable y sin que me lo pidiesen me fui a sentar, al hacerlo, sentí que estaba encima de un blando y suave colchón a pesar de que estaba sentada en una silla de plástico. Mi madre se acercó y me abrazó fuerte, una de las hermanas nos tomó una foto en esa posición. Ese día había pasado una prueba que había iniciado desde aquel día que me salió aquel quiste hasta ese momento, el poderme sentar era la confirmación de que superé otra prueba más.

Volví a la secundaria en temporada de exámenes finales, ya era la última semana, tenía que presentar al igual que los demás si quería pasar de año y con la ayuda del Señor Jesucristo los pasé todos con la mayor nota, excepto el de matemáticas. El día que presenté el examen de matemáticas, fui la última, yo no había terminado y el profesor me dejó encerrada en el aula de clases

-Trata de terminar este ejercicio y verás que se te hace más rápido- dijo la voz de un joven a mi lado señalando mi examen, haciéndome sobresaltar, ya que pensaba que estaba sola

-Gracias, pero ¿por qué te quedaste? Tú no tienes examen- le dije tímida y observando que él no tenía hoja en su mesa

-Quise acompañarte. Me llamo Derwin Hernández. Sé que con tanto estrés en los exámenes, más la primera semana de clases que Leonel te estuvo coqueteando y tú no le paraste al igual que cada vez que te encuentras afuera no me había podido presentar ¿eres cristiana verdad?- dijo él de forma natural y dejándome sorprendida, mientras yo terminaba mi examen. Ese chico realmente era bastante observador

-Sí, para la Gloria y Honra del Señor Jesucristo- respondí

-Lo sabía, se te nota, yo también lo soy...- dijo él comenzando una conversación hasta que terminé mi examen y él me acompañó a entregarlo. El profesor lo revisó y solo me puso dos puntos menos de la nota más alta, me había equivocado en el procedimiento de uno de los ejercicios.

Yo pertenecía al equipo de jóvenes de la iglesia, aunque no me sentía muy bien con ellos, ya que para ellos, todo era juego y no se tomaban las cosas enserio, decían una cosa y a los tres minutos la cambiaban por otra, eran muy impuntuales y para mí, las cosas del Señor había que tomarlas enserio y dar lo mejor de uno mismo para presentarse delante de él con lo que fuera.

Habían terminado las clases y ya todos ellos tenían el material y sabían que actividades iban a presentar en el festi-niño, al igual que todos los miembros de la congregación, pues con ayuda de mi madre había dado a cada uno, una función y una presentación en la actividad. Una semana antes de la fecha pautada ya estaba todo listo, los niños de la iglesia estaban más que preparados, las damas de la iglesia también lo estaban, pero no había tenido noticia del equipo de jóvenes, sabía que estaban preparados con los efectos especiales y las decoraciones, pero no tenía información sobre la presentación que tendrían y estaba nerviosa, ya que la iglesia desde hacía 5 años atrás se había mudado de la casa pastoral al frente de mi casa y no había visto movimiento alguno de los jóvenes ensayando, así que el día del servicio juvenil, bajé y les pregunté, cuando lo hice, me salieron con que era muy infantil y no lo iban hacer, eso hizo que me enfureciera, ya que estuve detrás de ellos por más de dos semanas, un mes antes, explicando y mostrándole la utilería cómo era el acto y lo único que usarían era el frente de un tren que ya estaba hecho, se suponía que la presentación de ellos era el intermedio para que todos los niños se divirtieran haciendo el tren en medio de la música, paseando por toda la cancha y ellos ya habían aceptado, pero como era el equipo de jóvenes, tenían que resaltar su inmadurez diciendo que no lo presentarían tres días antes del festi-niño. Por lo que me enfurecí y les reclamé que la actividad es para niños de cuatro años hasta los diez ¿qué esperaban? ¿Qué les colocara una obra de la crucifixión de Jesús y todo fuera de acción? Por favor, son niños no adultos. Pero eso nos los hizo cambiar de opinión, así que mi molestia aumentó y los dejé hablando solos con su montón de escusas. Llegué a mi casa, me encerré en la biblioteca y exploté, grité, golpee los estantes, lancé los libros al suelo, me salieron lágrimas de furia. Mi madre estaba terminado la pancarta de bienvenida con mis tías que habían ido a visitarnos ese año y Johana una de las damas de la iglesia y la líder de los jóvenes.

Cuando me escucharon explotar, se acercaron a mí y me preguntaron lo que pasó y yo les conté todo con detalles, Johana se enojó y bajó, al poco tiempo regresó y dijo que ella lo haría. La actividad fue un completo éxito, todos hicieron lo suyo, yo me vestí de una niña pequeña con un vestido azul brillante acampanado, mis zapatos negros escolares y mis calcetines blancos de bordes delicados. Me gustaba como me veía, así que disfruté la actividad tanto como los niños.

A la semana, hable con Johana para decirle que me iba del equipo y trabajaría con las damas. Yo no me sentía muy cómoda con ellos y lo que hicieron días antes de la actividad fue el colmo, así que no volvería a un lugar donde no me sentía bien y ella aceptó. Luego hablé con Delcina, quien era la líder de las damas, que desde que entró a la iglesia, ella me aconsejaba, apoyaba y ayudaba en todo, era como mi segunda mamá, así que me aceptó sin dudarlo. Después hablé con los pastores, les expliqué el motivo, lo pensaron por un momento y accedieron

Esas vacaciones no viajamos como antes, debido a mi operación, no podíamos hacer mucho, más que ir a ver a mi abuelo.

Estando en Caracas me caí de una silla y el dolor en el sacro fue incontrolable, yo estaba al cuidado de mis tías, ya que mi madre había regresado al Zulia para pasar su aniversario número dieciocho de casada con mi padre. Cuando me caí todos se desesperaron, pareciera como si hubiesen roto un jarrón de gran valor en una casa ajena. Buscaron crema mentolada, pastillas para el dolor y me dieron todo junto, calmando mi dolor.

Después de una semana, discutí fuertemente con Nakarid por culpa de Maryorith que no quería dormir a las 3:00am y quería seguir viendo televisión sin que le apagaran la luz o le bajaran volumen al televisor, por lo que despertó a su madre (quien se había divorciado unos seis meses antes, ahora trabajaba todo el día y mi tía Mireya cuidaba a la pequeña Maryorith de 2 años de edad) Cuando Nakarid se despertó, se molestó conmigo por querer dormir y hacer que la pequeña Maryorith también se durmiera como siempre (Yo le apagaba la luz, ella pedía que se la prendiera, yo le señalaba el televisor mostrándole la luz y bajándole volumen y ella duraba cinco minutos más viendo la caricatura, para luego dormirse). Ese día Nakarid se despertó, cuando le estaba señalando el televisor a Maryorith y al hacerlo, la pequeña vio a su madre que se despertó y empezó a insistir con la luz, haciendo que Nakarid se levantara de la cama y empezara una fuerte discusión entre las dos, yo quería dormir y no podría hacerlo con el televisor a todo volumen y la luz encendida y ella quería que todos los que estábamos en la habitación no durmiéramos porque Maryorith no quería hacerlo y con eso incluyo a César y Joice que se encontraban con la almohada en la cabeza haciendo de orejeras y con la cobija en la cabeza por la luz del bombillo, la discusión fue tanta que estuvimos a punto de golpearnos

-¡Ya cállense las dos! ¡Quiero que irme de está horrenda casa! ¡Ojala mami vuelva pronto para que me saque de aquí!- dijo mi hermano alterado y dejando correr dos lágrimas

Yo me di la vuelta, me fui a la sala de estar y me acosté en el sofá cama quedándome profundamente dormida. Si mi hermano no hubiese intervenido, estoy segura de que no me hubiese importado que era mi tía y la hubiese golpeado. Otra vez había fallado, así que cuando me desperté le pedí perdón a Dios y que me cambiara nuevamente

Después de un mes, comenzaron las clases y yo estaba un poco floja por volver, sin embargo me activé. Todas las tareas que pedían en nuestro último año de secundaria era en equipo, así que me unía al equipo de Derwin, ya que Lilibeth (la nerd), yo le caía mal y Leonel (el popular) me molestaba todo el tiempo con sus coqueteos inútiles. El equipo de Derwin era bastante agradable igual que él, me gustaba convivir con ellos a pesar de que todos eran hombres.

Un mes después de iniciar, la secundaria organizó una marcha por el Día de la Resistencia Indígena. El día de la actividad me levanté un poco mareada y sin hambre. Me arreglé, comí la mitad de mi comida y me fui. En medio de la marcha, sentí que el mareo me aumentaba y Derwin junto al profesor Renzon (el de matemáticas) me acompañaban y eso hacía que yo resistiera un poco más. Cuando volvimos a la secundaria y entramos al aula de clases, me sentía peor, veía que todo giraba a mí alrededor y el profesor me dio un vaso con jugo de naranja hasta el tope, Derwin estaba afuera con Leonel y los demás. Yo me tomé el jugo completo y el profesor Renzon le dijo al grupo de Leonel, (estaba conformado por cuatro mujeres y tres hombres) que me acompañaran y nos fuéramos, ya que no teníamos más clases y lo hicimos. Derwin se fue con nosotros y Leonel se quedó en la parada, ya que no cabía en el auto.

Cuando iba en el auto, mi vista se empezó a nublar y a tornar en blanco, estaba empezando a sudar frío y mi corazón latía muy rápido. Derwin iba de mi lado. De pronto, sentí que mis latidos empezaron a menguar cada vez más, mi cabeza tenía una presión horrible como si la aplastaran lentamente, mi respiración me empezó a fallar y tuve que bajar mi cabeza, apoyándola en mis manos, cerrando mis ojos, abrí la boca para poder respirar, pero no funcionaba. Cuando me baje del auto, todo se volvió negro, escuchaba voces a lo lejos y como podía respondía, pero de pronto, mi respiración se cortó, dejé de escuchar algún sonido y mi corazón se paró.

De pronto me encontré en el aire, en medio de un túnel resplandeciente de luz, no tenía dolor o malestar alguno, tampoco recordaba nada, solo sentía un aire fresco que nunca había sentido que recorría mi cuerpo, pero luego aparecí en una zona de observación de un hospital, veía a Derwin en una esquina, luego a mi padre en la otra, ambos se veían frustrados y con mucho miedo, habían tres médicos en frente de una camilla y ellos se movían con desesperación, cada uno hacía lo suyo enfrente. Traté de ver a la camilla pero solo vi un vestido igual al de mi uniforme.

-Dios por favor cuida de mi familia y si te he fallado, perdóname. Siempre toma el control de todo y protege a los que amo. Si este es mi final, entonces lo recibo- dije al ver aquella escena

Me empecé a elevar y aparecí en aquel túnel de luz, era demasiado resplandeciente, más resplandeciente que cualquier cosa en el mundo, pero no me enceguecía

-Me has servido fielmente, pero aun no te toca venir conmigo. Haz pasado una de las pruebas, las demás serán cada vez más difíciles, pero confía en mí que yo estaré contigo- me dijo una voz de hombre, suave, dulce y demasiado hermosa, era más hermosa de lo que antes había escuchado antes

Cerré mis ojos ante tan majestuosa voz, solo para escucharla, era impresionante. Cuando los volví abrir, vi un gran techo blanco, estaba acostada en una camilla, tenía una chupeta en la boca, una pequeña manguera en mi nariz, giré mi cabeza a un lado y había una bomba de oxígeno, miré al otro lado y había un embace atado en un tubo de metal que dilataba un pequeño hilo de líquido transparente espeso que pasaba por una fina manguera que llegaba a mi brazo y se encontraba conectado con una aguja que tenía un protector amarillo. Volví a ver al frente y escuché como la puerta se abrió y allí estaba, esa persona que siempre estaba conmigo, que sin importar que pasara, estaba a mi lado. Yo necesitaba una explicación de todo lo que me había pasado y la única persona en la que confiaba estaba allí en la puerta, justo frente a mí


"Mas yo haré venir sanidad para ti, y te sanaré de tus heridas, dice Jehová; porque Arrojada te llamaron, diciendo: Esta es Sión, a la que nadie busca."

  La Biblia: Jeremías 30:17  

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