Capitulo XXIII Amistades Dañadas
Cada palabra que decía me dolía, ya había escuchado sus insultos en casa, pero nunca lo había hecho en la calle, así que me defendí
-Yo te dije que iría al baño y tú me dijiste que sí. Te pedí permiso y me lo diste, no sé porque te molestas si te obedecí- dije molesta y sin darme cuenta, mi voz se había quebrado y tenía mis ojos llenos de lágrimas pero no dejaba correr ninguna
Cuando subimos al barco, yo solo me senté, recostando mi cabeza en el asiento y cerrando mis ojos, no quería ver o escuchar a nadie, me sentía como una perdedora o alguien que no valía nada en ese momento. No quería pensar, ver o escuchar, porque si lo hacía, mis lágrimas se revelarían y no quería que nadie me viese así, solo dejé que la brisa que cruzaba por la ventana del barco golpeara mi rostro
Después de allí, nos fuimos al Estado Sucre-Cumaná, duramos dos días allá y de los dos días, uno fuimos a la playa y pasamos todo el día allí, Joice había vuelto a ser la misma de siempre, así que me hablaba contándome cualquier cosa de su primer año en la secundaria y el nuevo novio que tuvo. En realidad no sé qué cosas cruzaban en la mente de Joice o como podía pensar tanto en una pareja si apenas tenía trece años de edad recién cumplidos ¿no debería pensar en otra cosa menos en eso?, le aceptaba que dijera "Me gusta alguien", pero el que tuviera novio y que ese no era el primero, me desconcertaba, lo primero que pensaba era
-"Pobres chico, creen que han engañado a Joice y fue ella quien los engañó. ¿Quién juega con quién? ¿Ella con ellos o ellos con ella? Para lo que importa, prefiero seguir en mis cosas, porque si la sigo escuchando creo que terminaré igual de loca que ella"-
Cuando regresamos a Caracas, fuimos a una salida familiar, con mi tío, mi abuelo, mi madre y todos con su familias, el único que faltaba era mi padre, pues se fue primero después que nos fuimos de Cumaná.
En aquella salida Joice y yo decidimos ir a navegar en aquellos botes que alquilaban en el parque de Este, mientras los demás armaban el picnic. Ambas subimos a uno y comenzamos a pasear, pero como no faltaba la loquera de Joice, ella empezó a seguir a otro bote, me preguntaba ¿por qué lo hace? Pero cuando estuvimos cerca mi pregunta fue contestada, habían dos chicos de nuestra misma edad, que empezaron a coquetear con nosotras o mejor dicho conmigo
-La de rosado. Eres hermosa... Oye a lo que salgamos de aquí podemos salir a pasear... Tus padres deben estar feliz de tener a una chica como tú- decían los dos dirigiéndose a mí, haciendo que yo me recostara en el asiento, cerrara los ojos y me colocara una mano en la cabeza en señal de fastidio y molestia
-"No puedo creerlo, ¿qué les pasa por esa cabeza? ¿Por qué tenía que ser yo la que viniera de rosado y Joice de blanco? O peor ¿por qué me miran a mí? Tengo cuerpo y rostro de niña, pareciera que tuviera 11 en vez de 12 años. Joice es la que se ve mejor entre las dos. Como odio esto ¿por qué Joice siguió ese estúpido bote? Aish estoy furiosa con ella, no debió traerme acá"- pensé molesta
De pronto Joice arrancó a toda velocidad para salir de allí, haciéndome sentir mejor, de todo el paseo en bote esa fue la mejor parte, cuando nos bajamos ella parecía furiosa, no sabía que le pasaba
-¿Te sientes bien?- le pregunté
-No, claro que no. Yo soy la más hermosa de las dos, no es posible que todo el mundo te vea a ti si ni siquiera tienes cuerpo. De seguro haces algo para llamar la atención. Claro que lo haces, tú estúpida actitud de inocente es lo que llama la atención, pero no me engañas, haces eso solo para que todos se fijen en ti, Gustavo, esos chicos, incluso mi ex novio de la iglesia-
-Espera, espera ¿qué? Joice, nunca he estado de acuerdo con nada de esto, me conoces mejor que nadie, yo no quiero llamar la atención, mientras más pase desapercibida mejor para mí y tú lo sabes. Aish, yo no te pedí que los siguieras, ni siquiera eran simpáticos para decir que los seguiste por algo, sabes cuánto odio que me halaguen sin razón o que me toquen y más personas que ni conozco ¿crees que me siento bien porque unos idiotas me dijeron todas esas estúpidas palabras? No lo estoy- dije molesta, ya que la única manera de que yo dijera palabras de insultos es cuando estaba rebosando de furia
-¿Sabes qué? Mejor olvídalo y por ahora, soy tu tía y me tienes que obedecer, así que aléjate de mí y no me hables hasta que te lo pida a y si mi madre pregunta ¿que estuvimos haciendo? no digas nada- me dijo furiosa y dándose vuelta para irse
No le respondí absolutamente nada, pero algo me quedó en mente ¿su ex novio de la iglesia? Era extraño haber escuchado eso, pues se suponía que en la iglesia no permitían tener novio hasta los 18 años de edad, no comprendía como uno de sus tantos ex novios fuera de la iglesia. Me dirigí hasta donde se encontraba mi familia, pero al no conocer muy bien el parque me perdí más de tres veces, buscando el camino hasta que llegué. Joice ya estaba allí, se estaba riendo con todos, al verme soltó una risa sarcástica
-Maukari ¿Dónde estabas? ¿Buscando un novio?- me dijo con bastante sarcasmo y delante de todos. Ellos naturalmente se jugaban de esa manera en especial mi tío Jhorman, pero al escuchar su hipocresía me repugnó
-No, solo que Joice me dejó botada y me perdí unas tres veces antes de llegar, lo importante es que ya estoy aquí- dije con una sonrisa sentándome al lado de mi madre y recostándome en sus pierna, para cerrar mis ojos y quedarme dormida
A partir de ese momento, aquel lazo estrecho entre Joice y yo se empezó a soltar, ya no éramos las mismas, me dolía cada vez que ella se molestaba conmigo y me trataba con hipocresía, cuando yo solo trataba de ser invisible para no interponerme en su camino. No sabía cómo esto me estaba afectando. Ella si me hablaba y hacíamos las mismas travesuras la mayor parte del tiempo, pero a la hora de salir, ella se convertía en la diva y me ignoraba por completo, le gustaba mostrarse a todos los chicos que veía y luego decir que era yo, pero gracias a Dios nadie le creía, pues yo seguía siendo la misma adolescente alegre, sumisa, tranquila y centrada en las cosas importantes y eso al parecer le molestaba.
Regresamos al Zulia y mi padre se empezó a molestar conmigo por todo y cualquier cosa, no me gustaba que se molestase, pues cada palabra era un insulto para mí y eso me dolía demasiado, yo trataba de defenderme, pero me alteraba y terminaba por responderle mal y agresivamente, para luego encerrarme en mi habitación. Mi madre y mi hermano solo eran espectadores de todo, lo único que me decían en esos momentos es que me callara, pero era lo menos que quería hacer.
Cuando iba a la iglesia, las predicaciones parecían ser dirigidas a mí, todas me decían que hablara con Dios, no como siempre lo hacía sino que le contara como me sentía y que me enseñara a callar cuando fuese necesario. Lo intenté la primera vez, pero cuando lo hice, empecé a llorar con mi cabeza enterrada en la almohada, no quería llorar, no deseaba derramar lágrimas por eso, solo deseaba quitarme el dolor, pero no de esa forma, así que no lo volví a intentar.
Cumplí mis trece años y fue como siempre, excepto que esta vez yo no estaba muy feliz por ello, sentía como lentamente mi corazón se volvía a llenar de ira, rencor y rabia. Lo intentaba soltar encerrándome en mi habitación, golpeando la pared, lanzando patadas lo más alto que me llegase la pierna y golpeando con brusquedad en aire con los puños, un palo de escoba o un tubo de metal, pero eso no desahogaba, solo hacía que me mi ira se guardara dentro de mí y por el momento me calmara.
Para mí, todos los que me importaban me estaban empezando a odiar, a alejarse o a ser hipócritas conmigo. Me dolía fuertemente el saber que cada persona de mi alrededor se estaba alejando, las hijas de los pastores me dejaron de tratar como antes, ya que cada una se fue por su lado, Johana se alejó y dejó de hablarme por un buen tiempo, mi madre no me defendía o por lo menos me decía algo diferente a que hiciera silencio cuando mi padre estuviera furioso, ya que tenía la andropausia.
Yo seguía orando y leyendo la biblia, pero sentía que no lo hacía como antes, que aquella pasión que mermaba antes de mi interior por Dios, no era igual, ya no estaba fluyendo como antes. Lo que estaba pasando a mí alrededor me estaba afectando yo me estaba alejando de Dios, todo lo que estaba haciendo, lo realizaba más por costumbre que porque de verdad lo sintiera.
Yo creía que a nadie le importaba, que solo estaba allí porque mis padres lo quisieron así para después de ver que crecí ya no me vieron o que simplemente era adoptada, ya que no me parecía a ninguno de mis familiares, ni de mi madre o de mi padre. Yo era la única que tenía un color de piel más oscura y brillante que todos los demás, era de un color más galleta que un marrón claro seco, blanco o un negro a diferencia de todos mis familiares, que por parte de mi madre, todos eran blancos o negros y por mi padre, todos eran de color marrón claro seco o blancos.
Llegué a pensar que el único que era de sangre era mi hermano, ya que todos lo veían a él, lo consentían en todo, él pedía y se lo daban, en cambio yo pedía y me enfrentaba a un seco "No" o a un interrogatorio de veinte preguntas para solo decir que no. Me sentía fatal, tanto que de la nada empecé a encorvarme, todo el dolor y la ira que guardaba dentro de mí se reflejaba de esta manera, ya no quería orar o leer la biblia pero no dejaba de hacerlo porque me sentía extraña si no lo hacía, solo que no salía de mí. Realmente estaba herida y nadie se daba cuenta o estaba a mi lado para ayudarme, ya que siempre lo oculté, nadie tenía que saber que estaba deprimida y herida por dentro
Comenzaron las clases y yo no inicié bien, estaba con las personas, pero era como si fuera un robot o estuviera programada para hacer las cosas. En las horas libres me quedaba dormida dentro del salón y cuando salía Elí se acercaba a mí para hablarme, por lo que cada vez que cruzaba la puerta de mi salón cambiaba por un rostro alegre y fingía estar bien. No me atrevía a contarle o decirle a "Los Cuatro Hermanos" o a Elí, sentía que esto era solo mío y yo era la única que debía enfrentarlo.
Lo único que me reconfortaba era ver a Junior, cada vez que pasaba por mi lado con Mario, y Elí cuando me hablaba, me encantaba escucharlo, ya que a pesar de que no entendía de lo que hablaba, me perdía en su voz y era como un relajante para mí
Javier un compañero nuevo de clases, ya que fue cambiado de sección al igual que Yexomar, cuando pasamos a tercer año de secundaria y ahora estaban en mi salón. Ellos me empezaron a tratar en especial Javier, él estaba conmigo tanto en el salón o cuando salía de clases, pero casi no hablaba, me decía lo importante y se quedaba haciéndome compañía, parecía saber lo que yo necesitaba en ese momento, que era una simple compañía, sin que me hablasen o hicieran otra cosa, ya que ese silencio hacia que la presión del pecho y aquel peso que sentía se soltara un poco. La voz de Elí me relajaba, pero la compañía de Javier me reconfortaba
Tal vez él presentía lo que me pasaba o no simplemente era así, no lo sé, pero realmente me hacía sentir mejor que en casa.
Después de dos semanas en esa rutina, en la noche mi padre me insultó por no limpiar, cocinar y lavar los platos al mismo tiempo, yo me volví a defender, no sabía por qué pero cada día que pasaba y me sucedía lo mismo, me sentía peor, ya que me dolía más que antes y mis palabras de defensa salían libremente, pero al terminar yo solo me acosté, no hice más nada que solo dormir
Al día siguiente me levanté a las 11:00am y tenía clase a las 12:00m, mi madre estaba furiosa, ella me apuró con toda su rabia, ella tenía razón para estar molesta, yo era lenta para arreglarme y me había despertado a las 11:00am, pero mi corazón dolido no lo vio así, por lo que me molestó que me llamase la atención, sin embargo no le dije nada. Me arreglé lo más rápido que pude y me fui a la secundaria con ella y mi hermano.
Cuando llegué, el profesor no había llegado, pero tampoco fue, me molesté por eso, así que respiré para no demostrar nada y me senté en las escaleras, al rato llegó Javier, me saludó y se sentó dos escalones más abajo, yo realmente estaba molesta, no había podido desahogarme o por lo menos calmar mi ira y por esa razón estaba a punto de cometer el peor error de mi vida
A los diez minutos llegó Elí, él se sentó a mi lado, trate de sonreírle, algo que logré fingir bien pero estaba mal. Él comenzó hablarme, recordando cuando estábamos en primer año y yo tenía hambre él corría para comprarme algo. De pronto dejó de hablar, se me empezó acercar cada vez más a mí con su mirada en mis labios y me tocó el rostro.
Ese toque hizo que algo se incendiara dentro de mí y todo lo que tenía guardado desde la noche anterior fluyera, él claramente sabía cuánto odiaba que me tocasen y fue cuando hice algo que marcó y afectó mi vida para siempre, nunca debí hacerlo, cometí el peor error de toda mi vida, en ese momento no lo vi, no medí las consecuencias, no supe manejar la situación o mi furia acumulada no dejó que yo pensara y no fue hasta muy tarde que me di cuenta de lo que hice.
"El que cubre la falta busca amistad; más el que la divulga, aparta al amigo"
La Biblia: Proverbios 17: 9
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