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Capitulo IV Una Enfermedad de la Nada

Cuando mi madre llegó fue como si pude ver una luz en medio de la oscuridad, por lo que me le fui encima para abrazarla

El dolor era insoportable, pero aun así no me quejaba. Ella me llevó a la clínica, estando allá me enviaron hacer unas radiografías en el hospital, porque allí no estaba funcionando Rayos X. Nos fuimos al hospital, cuando íbamos en el auto me dolía tanto que cada vez que el auto saltaba yo cerraba mis ojos y agarraba con fuerza el asiento para soportar el dolor. Llegamos al hospital y estando allí un médico me revisó

-Esta niña no tiene nada, solo son parásitos e infección urinaria- dijo de muy mala gana

Mi madre le insistió para que me diera la orden de hacerme la radiografía, ya que sin una orden directa del hospital no me podían hacer nada. El medico se reusó a dar la orden, insultó a la doctora que me había enviado y nos envió de vuelta a la clínica. El viaje de regreso fue igual que el de ida y mi madre se preocupaba cada vez que yo hacía lo mismo, yo quería llorar, pero no lo iba hacer delante de ella para no preocuparla más

Al llegar a la clínica, la pediatra que me atendió preguntó por las radiografías, pero no teníamos ninguna. Mi madre le contó todo lo que el médico dijo, incluso los insultos que le dio. La doctora se molestó tanto que salió del consultorio y llamó al hospital, luego regresó y nos envió de vuelta al hospital. Mi madre me tomó de la mano y volvimos en el auto de regreso al hospital, yo me estaba preocupando por todo el pasaje que ella estaba gastando en ida y vuelta al hospital, pero no podía decirle que no lo hiciera, pues mi dolor era demasiado fuerte y lo único que podía hacer para ayudarla era no llorar. Cuando llegamos, el mismo médico no volvió a recibir y solo nos entregó la orden sin decir ni una sola palabra, mi mamá le dio gracias a Dios por eso, ya que ella venía practicando por el camino lo que le iba a decir y no fue necesario. Ambas subimos dos pisos más arriba y al llegar a los Rayos X, el medico encargado salió y dijo que la maquina se había dañado y no estaba funcionando. Mi mamá abrió los ojos en expresión de sorpresa me miró y sabía que regresaríamos a la clínica. Volvimos allá y el dolor se volvía más intenso cada vez. Cuando llegamos la doctora se colocó las manos en la cabeza despeinándose el cabello en forma de desesperación y volvió a llamar al hospital. Después de hablar con ellos dijo

-Regresen al hospital, Rayos X ya está funcionando-

Mi madre se alegró y de nuevo ya estábamos en el hospital. El médico encargado de Rayos X me atendió, pero dijo que la segunda radiografía no podría hacérmela debido a que no funcionaba la máquina, mi madre le dijo que no importaba, mientras me hiciera una de las que necesitaba todo estaba bien. Me hicieron la radiografía y me enviaron a observación, me colocaron una solución en el brazo, por una hora, mientras estuve allí mi madre me preguntó

-Linda. Dime ¿qué es lo que sientes?-

-Como si dos burritos caminaran de los extremos de mi barriga y chocaran aquí- le dije señalando mi lado derecho

Después de que la solución o suero se acabara, llegó una doctora y me masajeo fuertemente toda la barriga, como si estuviera haciendo pan, diciendo con una risa de burla que no se me olvidará

-Ya no te duele nada ¿verdad?-

Estuve a punto de llorar, lo que hizo fue fatal para mí, pero por alguna razón el dolor era menos intenso y yo me sentía adormitada. Mi madre llamó a la pediatra y le dijo que me llevara a casa que si me sentía muy mal al día siguiente me llevara de regreso a la clínica para que ella me pudiera ver.

Mi Padre se encontraba muy preocupado y mientras nosotras duramos todo el día yendo y viniendo del hospital, él se encontraba buscando otro médico para que me atendiese. Ya eran las 6:00pm habíamos durado todo el día en la clínica y el hospital, pero aun así me llevaron a donde el Dr. Saavedra. Él al verme me atendió y luego llamó a mis padres afuera, yo me quedé mirando el lugar y casi me dormía, lo que me habían puesto en el hospital había sido un calmante para el dolor. Mis padres volvieron y me terminaron de acomodar para llevarme a casa. Cuando íbamos en camino dijeron que el médico no me encontró nada bien, al parecer y si yo no estuviese sedada me hubiera operado.

Yo no entendía nada pero fuera lo que fuera, no me impediría ir a la escuela el día siguiente. Me acosté a dormir, me costaba un poco, pero igual dormí, al día siguiente a las 5:00am mi mamá me levantó como de costumbre y lo primero que preguntó fue

-¿Cómo te sientes?-

-Muy bien mami ya no me duele- mentí, aun me dolía pero no con la misma intensidad

El trasporte me fue a buscar y yo me fui junto con mi hermano. Cuando llegamos, hicimos lo mismo de siempre oramos, cantamos, nos enseñaron sobre la obediencia y luego fuimos a clases. Ese día yo entré y nos colocaron a hacer ejercicios para despertar el cuerpo, cuando dijeron que nos tocáramos las puntas de los pies, yo me agache y el dolor volvió y más intenso que antes, corrí hacia la dirección y dije que llamaran a mi mamá lo más pronto posible. Cuando mi madre llegó se me alegró el corazón, yo casi no podía ni caminar, por lo que al verla dije con alegría

-Mami, menos mal que llegaste-

Ella me abrazó, habló con la directora y la maestra, luego me llevó a la clínica. La doctora pidió la radiografía, pero cuando la vio no estaba muy claro lo que deseaba ver. Me enviaron de vuelta al hospital para una nueva radiografía y otro médico me atendió y me volvió a dar la orden de darme otro calmante, yo miré a mi madre con desesperación, no quería que me volvieran a colocar otra solución. Ambas nos regresamos a la clínica y mi madre le contó a la doctora lo que había sucedido

Ella llamó a un médico muy joven que se encontraba allí, él era cirujano. Cuando me vio se sonrió y comenzó hablarme con dulzura, preguntándome como había llegado hasta allá. Yo le empecé a contar desde que llegue de la iglesia hasta ese momento, él me ordenó que me acostara en le camilla, me hizo presión en el lado derecho como si fuera un botón y luego lo soltó a toda velocidad. Cuando dejó de hacer presión de esa manera, no aguanté más y grité

-¡MAMI!-

No lloré, pero el dolor fue el más fuerte que haya sentido alguna vez, era demasiado para mí, aun así contuve mis lágrimas pensando en mi madre. Ambos doctores se miraron, llamaron afuera a mi madre y mientras ella estaba allá, yo a pesar de que no era cristiana, ya había aprendido mucho tanto en la escuela como en la iglesia y empecé a orar

-Querido Dios, yo no quiero morir. Mi mami y mi papi se pondrían muy tristes si eso pasa, ayúdame a seguir aguantando el dolor, por favor te lo pido. Amen-

Cuando terminé de orar los tres entraron al consultorio con mucha preocupación y comenzaron hablar

-Deberíamos referirla a Ojeda- dijo el médico joven

-Allí no hay cirujano pediatra, mejor a Cabimas- dijo la doctora

-Pero el cirujano pediatra no está hoy haya- dijo el médico

-Disculpen, pero ¿Será que la pueden referir a Valera?- dijo mi madre interrumpiendo la conversación de los médicos

-¿Tiene familia en Valera?- preguntó el médico

-Sí, la familia de mi esposo se encuentra allá- dijo ella

-De acuerdo, que la envíen al hospital infantil del seguro- dijo él anotando la orden junto con la doctora y entregándosela a mi madre

Cuando salimos de la clínica yo ya no podía caminar y mi madre me cargó junto a mi bolso escolar y su cartera, me llevó hasta la tornillería, eran las 12:30pm, ya no había nadie allí solo mi padre. Él nos abrió y preguntó si habíamos comido algo, como la respuesta fue no, el salió y nos compró dos pasteles de jamón y queso, luego le dijo a mi madre que saldría a buscar un auto que nos llevase a Valera a ambas y él se encargaba de César (mi hermano).

Mi padre salió y nos dejó a ambas allí. Después de un rato regresó y cuando lo hizo nos sacó rápidamente, al frente había un auto blanco esperándonos y el señor que nos llevaría. Mi madre se montó primero y luego yo entré y me acosté, colocando mi cabeza sobre sus piernas. Mi padre le dio dinero a mi mamá y cerró la puerta. El conductor iba tranquilo en el auto y después de veinte minutos se detuvo. El auto se le quemó el radio del motor, el hombre se bajó levantó el capote, tratando de revisar luego subió y trató de encender el auto tres veces, este no encendía, yo me levanté y mi mamá empezó a orar

-Padre, en el nombre de Jesús que el auto encienda ahora-

-Encienda el auto- continuó ella dirigiéndose al chofer en forma de ordenanza

El hombre sin decir nada volvió a intentarlo y el auto encendió. Todo el viaje fue tranquilo. Cuando llegamos, las enfermeras, los doctores, los conserjes eran muy amables, todos me veían y me sonreían, dándome confianza, me internaron en una habitación y mi lado había un niño de mi misma edad con su padre, yo los saludé y ellos me devolvieron el saludo, mi madre empezó a conversar con ellos por un rato, luego llegó la doctora y me dijo que me iban hacer las radiografías. Los doctores que estaban allí eran muy amables, había uno que era muy parecido a mi tío Jhorman así que entre en confianza rápido, pero cuando me iban hacer la radiografía la maquina se dañó, vi como todos cambiaron sus rostros, en especial mi madre, ella se notaba muy preocupada. Los doctores dijeron que tuviéramos fe y eso se arreglaba rápido, el técnico estaba a punto de irse pero luego llegó y empezó a reparar la máquina, mientras tanto, todos comenzaron a hablar conmigo y con mi madre hasta que la repararon. Luego pudieron hacerme las radiografías y me llevaron de vuelta a la habitación, allí me colocaron de nuevo en observación junto al niño de al lado. De pronto empecé a sentir como el frío me empezó a invadir, a parte que solo tenía encima mi uniforme escolar y lo que traía en mi bolso eran los cuadernos; el dolor aumentaba cada minuto. Una enfermera pasó cerca de nuestra habitación y yo la llamé

-Doctora- no sabía que era enfermera, para mí todos los que vestían trajes blancos o azules eran doctores. Ella al escuchar mi voz se acercó y mi madre me miró extrañada

-Será que ¿me puede tomar la temperatura? Es que tengo mucho frío y creo que tengo fiebre, por favor- dije tratando de no temblar de frío, ya que si lo hacia el dolor iba aumentar.

Todos se rieron de mi comentario y la enfermera me miro y le dio mucha gracia lo que dije así que me respondió

-Tranquila, ya te la tomo-

-Gracias- le dije

Ella se fue y regresó con un termómetro, me lo colocó en la boca y luego se fue, yo estaba sintiendo hambre, por lo que decidí decirle a mi madre cuando me quitara el termómetro de la boca. La enfermera volvió, me lo quitó y efectivamente tenía un poco de fiebre. Ella se fue y yo le dije a mi mamá que tenía hambre, pero ella me dio una mala noticia, no podía comer nada

Más tarde vi a mi prima Janet llegar, ella tenía la misma edad que mi madre y era sobrina de mi padre. Cuando llegó me saludó con una sonrisa muy triste, pero yo le sonreí muy alegre. No había pasado mucho tiempo cuando un joven vestido de blanco con una camilla me fue a buscar, yo no quería irme, pero no me quedaba de otra, me despedí del niño y su padre, al igual que de mi prima, me subieron en la camilla y el camillero empezó a jugar conmigo, como si estuviera en una carrera de autos, sinceramente me divertí, él era muy bueno y divertido. Cuando llegamos me dejaron allí rodeada de muchos doctores y mi madre. Me cambiaron de ropa, colocándome solo una bata azul y un gorro.

La cirujana me empezó hablar y hacer adivinanzas mientras las otras trataban de insertar una aguja en mi brazo. De repente llegó una señora de cabello corto y dijo

-Otra para el pabellón-

La cirujana volteó y la miró mal, yo al escuchar eso me asusté demasiado, pensé que iban a experimentar conmigo convirtiéndome en un monstruo o me iban a matar. Empecé a gritar y a llorar, eso hacía que la aguja que intentaba insertarme se saliera del lugar y me la colocaran en otro sitio para que luego saliera, yo sentía que el dolor era mucho más fuerte que antes, pero no me importaba, solo quería que me sacaran de allí, no quería morir. Mi madre me llamaba para calmarme, pero yo no la escuchaba. Ya había roto la ley que Jesús y yo teníamos acerca de llorar, en ese momento no me importaba, así que me empecé a mover lo más que podía para salir, pero las enfermera me tomaron las extremidades colocándome en forma de estrella y sin dejar que me moviera, yo seguía gritando y llorando. En ese momento me olvidé de Dios y solo podía ver mi vida pasar por mis ojos



"Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro"

La Biblia: Hebreos 4:16

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