EPÍLOGO
KATNISS
—Sostén bien los aros bebé, no ladees la canasta. Así— enderezo las pequeñas manita de Carol. Ella está muy feliz, me regala una enorme sonrisa. No puedo evitar sentir un pinchazo de ternura... y miedo. La psicóloga me dijo que no recordará esta etapa porque no entiende los problemas de los adultos, que sólo la amemos todos sin importar el título que nos dé. Aún me llama mamá a veces. La tengo algunos fines de semana cuando Johanna y Finnick necesitan salir solos.
— ¡Es toda una reinita!— Johanna le hace otra fotografía. Ella posa y sonríe. Se ve adorable y estará más mona con su vestido, el sábado.
El sábado... mi boda.
No puedo creer que esté pasando, no esperaba que sucediera tan pronto pero una cosa siguió a la otra y aquí estamos. Por cierto, Peeta aún no llega, llevamos más de media hora ensayando la marcha nupcial.
—Ya vienen, es que hoy es la despedida de Peeta y Finnick se lo llevó a probarse su traje para despistarlo— me dice Johanna.
— ¿Le harán despedida a Peeta? ¿Por qué no sabía eso?— me quejo.
—Pues porque él no lo sabe, como te lo iba a decir. Te lo digo yo que no me pierdo una— me sonríe mi mejor amiga.
—Revisaste el celular de Finnick— no es una pregunta, más bien es una acusación. Qué costumbre más corriente la de echarle ojo al celular ajeno. Ni yo en mis... 3 años de casada jamás le revisé nada a Finnick. Aunque ya ni viene al caso, tuvimos un divorcio muy rápido y discreto. Aunque la prensa sigue especulando como es que dejó de ser mi marido tan rápido y yo ya estaba viviendo con otra persona. Y Finnick Odair hizo el anuncio de su compromiso con mi mejor amiga. Como dijo una revista de chismes "todo queda en familia", bien merecido lo tenemos.
— ¡Llegamos!— anuncia Finnick abriendo la puerta. Trae una cara de alegría, los hoyuelos se le marcan tan profundo, sé que está realmente feliz.
— ¡Papi!— sale Carol a recibirlo y se echa a sus brazos. Es una escena muy tierna. Ellos son felices, aún sigo en sus vidas no como antes pero los he acompañado durante el camino difícil que les tocó vivir y por eso siempre les estaré agradecida. Porque me enseñaron a ser fuerte.
Johanna se les une, le da un beso a Finnick en los labios y en lugar de causarme algún sentimiento negativo, me hace feliz que mi mejor amiga, confidente, cómplice y secuaz, como ella misma se llama, sea feliz al lado del hombre que ha amado por tanto tiempo, casi en secreto. Casi porque yo lo intuía.
Siento unos brazos que me estrechan, unos brazos tan conocidos como el dulce aroma de la vainilla y canela que emana. Mi Peeta, mi jardinero, mi chico del pan y los pasteles. El hombre de mi vida.
—Hola amor— susurra en mi oído mordiendo suavemente mi oreja. Mi deseo se enciende con cada toque que me da. Mellark, creo que no irás a tu despedida de soltero, pienso.
—Hola cariño— me giro para besarlo.
Luego del ensayo como una buena novia, me voy con Johanna que será mi madrina, a hacer noche de chicas en su casa. Me merezco una copa, una enorme copa de margarita virgen.
Pero al llegar a la casa de Johanna me doy con la sorpresa de mi vida. Todas mis amigas están aquí, las más cercanas. Prim ha venido, ya casi no cojea, está acompañada de Delly. En un inicio recrimino mentalmente a Johana por haberla invitado, luego recuerdo que es la hermana de Peeta y pues, hago tripas corazón. Me extraña ver a Cinna ¿Nos hará un desnudo o qué? Volteo a ver a Johanna intrigada.
—Lo siento— me dice con las manos levantadas —Negocié que no hubieran mujerzuelas allá en la otra despedida. Así que el único hombre que me aceptaron traer fue éste. Quizás no nos podrá dar un espectáculo morboso pero hay uñas, faciales y masajes capilares gratis— anuncia un poco más alto para que las demás escuchen. Todas sonreímos. Suena bien un masaje capilar después de un largo día.
—Gracias descerebrada— la abrazo.
—Y no lo hago por quedarme con el guapo— me sonríe. Me hace saltar una sonora carcajada.
—Por su puesto. Yo soy la que se queda con el guapo— le digo antes de avanzar y dar la bienvenida a las demás amigas que hoy vienen a celebrar conmigo.
Saludé a Glimmer, Portia, Venia, Effie y Lavinia mi secretaria. Me acerqué donde estaba Prim, quien me abrazó afectuosamente. Sin embargo Delly se limitó a darme la mano. No parecía muy complacida de estar aquí.
Luego de unas cuantas copas fui por el mentado masaje capilar del que ya todas hablaban y me dejé consentir por las estupendas manos de Cinna quién se dedicaba a conversar sobre las nuevas tendencias.
Me quedé dormida unos cuantos minutos luego de aquel relajante masaje hasta que sentí la mirada de alguien a mi lado. Lentamente fui abriendo los ojos hasta encontrarme con los de la hermana fraternal de Peeta. Delly. Hacía meses que no la veía, desde el entierro de Rue para ser exacta. Supe por Peeta que regresó al orfanato y trabajaba con los nuevos niños como una de las madres en un hogar.
— ¿Qué tal el masaje?— pregunta mientras me incorporo.
—Delicioso. Deberías probar— intento buscar mis sandalias porque quise relajarme completamente, incluso tiré mi bolso en algún sofá.
—Quisiera decirte algo— se acerca a mí. – ¿Podemos salir a caminar afuera?
Acepto, antes tomo una copa enorme que me alcanza Johanna, me había dicho minutos antes que me prepararía algunas sin alcohol solo para mí. Es de mandarina y está deliciosa.
— ¿Qué tal de va?— pregunto intentando establecer conversación. En realidad no nos llevamos mal, alguna vez ella estuvo celosa porque tenía una inclinación sentimental por Peeta. Reconozco que cuando la conocí la vi como una muchachita cualquiera y hasta me hizo renegar un par de veces. Pero es parte de la vida de mi Peeta, no la culpo por lo que pasó, solo Dios sabe el peso que ella carga sobre sus hombros.
—Me va muy bien— dice con tranquilidad. –Tengo mucho pequeños a mi cargo, me hace sentir útil.
— ¿Vendrás a la boda?— pregunto.
—Claro que sí, no me lo perdería. Quiero ver a Pit vestido de pingüino— bromea.
Sin saber de qué más hablar seguimos caminando un trecho cerca de la piscina, hasta que tenemos que regresar porque se acaba el concreto.
—Katniss— empieza. Parece a punto de confesar algo pero se detiene.
— ¿Pasa algo?— me preocupa lo nerviosa que está.
—Debí haber confesado esto hace mucho tiempo en realidad— mira hacia la casa. –Pero soy egoísta— concluye. No la entiendo, no sé qué intenta decirme.
—Bueno, suéltalo. Ya estamos aquí— mi voz sale segura aunque por dentro tengo algo de miedo. Sé que ella alguna vez logró meterse en la cama del hombre que amo, aprovechando que él estaba ebrio y vulnerable. Incluso años quisiera reclamarle por lo que hizo.
¡Qué no sea eso por favor! Me digo mentalmente.
— ¿Peeta te contó sobre lo que pasó?
— ¿Quieres saber si sé que dormiste con él cuando lo dejé? Lo sé. Peeta me lo contó hace tiempo.
—Bueno... es que...
— ¡Ya! Si te gusta tanto la intriga...
— ¡En realidad no pasó nada!— mira hacia otro lado con lágrimas en sus ojos. Suelto la respiración contenida. –Lo lamento, sé que traté de coaccionarlo con una mentira y la he mantenido por varios años. Sólo logré que él se alejara de mí, nunca volvió a tenerme la misma confianza de antes y ahora...— suspira. –Ahora me culpa por lo de Rue— termina de hablar mientras sus mejilla se humedecen. No sé qué pensar ¿Por qué me lo confiesa a mí y no a Peeta?
—Él no te culpa. Fue un accidente Delly. Pero esto que me dices, es realmente malo. ¿Cómo pudiste valerte de una mentira para intentar atarlo a tu lado?
—Yo lo amaba, no como una hermana. Quería que me mirara a mí como lo hacía contigo. Quise que al menos por una noche... pero él no dejaba de llamarte. Solo me acosté a su lado y dejé que creyera eso. Díselo por favor, yo no me atrevo. No puedo soportar que me siga mirando así como ahora.
—Se lo diré— se despide de mí con una sonrisa y regresa con Prim. Me quedo mirando los reflejos de las luces en el agua de la piscina, pensando en muchas cosas que se han interpuesto para que Peeta y yo no pudiéramos estar juntos. Aunque Delly no fue una de ellas.
—Descerebrada ¡Vamos a brindar! Ven aquí— llama Johanna y voy hacia ella. Todos sonríen y hacen brindis demasiado pervertidos. Quisiera tener algo de alcohol en las venas como ellos para poder reír y burlarme de lo que dicen pero no puedo beber, todo lo que tomo es jugo por lo tanto me avergüenzo de algunos buenos deseos.
— ¡Un brindis, porque nunca decaiga su amor!— dice Effie.
— ¡Ni el baguetino del novio!— escucho murmurar a Portia. Mis mejillas se tiñen de un rojo furioso. Estas amigas ya están pasaditas de copas, rompen a reír como adolescentes lujuriosas mientras que yo ni animarme puedo.
Luego de un sinfín de chistes eróticos y de conversaciones muy sexuales, las chicas poco a poco se marchan. Aún es día de semana así que hay trabajo mañana, aunque no para mí. Mis vacaciones empezaron a inicios de semana, tengo dos meses libres para poder viajar con Peeta luego de la boda.
Sobre las dos de la mañana se escucha un auto llegar, ya sólo quedamos Johanna, Effie, Cinna y yo. Las demás se fueron marchando poco a poco.
—Ya es hora de irnos— dice Effie a Cinna, el chofer está esperándolos. Se despiden cuando un auto entra en la casa, es Aurelio, el padre de Peeta quien viene al volante.
— ¡Katniss!— escucho gritar a Peeta. ¿Está borracho? Saca la cabeza por la ventana con el cristal abajo y me saluda con medio cuerpo fuera del vehículo aún en movimiento.
Mi suegro baja sonriendo. –Aquí les traigo a este par de alborotadores— me dice saludándome.
—Espero que no le dieran mucho trabajo— le sonrío en agradecimiento.
—No, qué va. Sólo hacen ruido— suelta una carcajada.
Johanna se apresura a sacar a Finnick del auto, Peeta no se baja.
—Los llevo a su departamento— ofrece mi querido suegro. Siempre ha sido muy atento conmigo, desde que nos conocimos cuando Peeta y yo estábamos separados. Y todo este tiempo él había querido reunirnos. Que nos casemos es para Aurelius, como su deseo hecho realidad.
Me despido de Johanna que a duras penas está arrastrando a Finnick que quiere nadar en la piscina. Subo al auto en el asiento delantero porque asumo que Peeta está loco por toquetearme y no es apropiado con su padre allí. Aunque mi jardi-panadero se queja porque no voy con él.
— ¿Se divirtieron?— me pregunta Aurelius.
—Bastante, estuvimos bromeando mucho— digo sonriente.
—Los chicos también, aunque se pasaron de copas...
— ¡No me pasé de copas!— reclama un ebrio atrás. No demoramos mucho en llegar y nos despedimos en la puerta del departamento. Llegar arriba va a ser todo un reto. Teniendo en cuenta que Peeta apenas puede mantenerse en pie.
— ¿Sabes que te amo?— me dice acercándose a mi oído aunque falló por medio metro.
—Yo también, si me ayudas a llegar rápido adentro, te hago un masaje— le ofrezco para que me siga.
— ¿Masaje sexual?— me dice relamiéndose. Suelto una carcajada, usualmente Peeta sólo es así de atrevido cuando estamos muy excitados o cuando bebe, cosa muy rara.
—Del que quieras— lo miro pícaramente y me lo llevo de la mano tirando de él.
Los días pasan en un abrir y cerrar de ojos, la noche anterior a la boda soy raptada por Johanna porque según ella, da mala suerte dormir en la misma casa que el novio.
— ¿Y Finnick?— le pregunto.
—En tu casa, ya pronto nos mudaremos juntos, cuando nos casemos pero vamos a esperar un poquito más. Primero, sé que ya has hablado de esto con Frank pero quería volver a tratar el tema— me dice mientras me siento luego de servirme un vaso de agua. Otra vez aquel tema.
—Johanna, cuando dejé la casa donde vivía con mi familia hablé con mi padre antes. No me fui de allí sin pensar...
—Lo sé descerebrada, lo sé. Pero las cosas se fueron dando, ahora Finnick y yo estamos juntos, criaremos a Carol, tú estarás en su vida tanto como puedas pero en todas nuestras decisiones que tomamos, tu padre quedó de lado. Está solo o al menos se quedará solo pronto.
—Pero... él no quiere vivir conmigo— digo intentando no llorar.
—Porque se siente culpable aún. Lo siento amiga, sabes que es cierto, aunque le insistas y le pidas que viva contigo, no lo hará. Salvo que...
— ¿Qué?— pregunto por si ella sabe algo que yo no.
—Que le den un nieto— me mira con picardía.
—Pero yo no...— me siento a pensármelo un poco.
—No seas tonta, no ahora pero tú sabes que cuando dos personas que se aman están como conejitos todo el día, lo lógico de la naturaleza es que...
—Mira quien es la tonta— le sonrío. –Tengo miedo, mi enfermedad...
—Sabes que hay gente con lupus que tienen hijos, no seas tan cerrada.
— ¿Y si le paso lo que tengo al bebe?
— ¡Katniss! Es una enfermedad...
—Auto inmune, lo sé. Pero creo que mamá la tuvo y yo se la heredé.
—No hay certeza, bien pudo morirse de lo que contrajo en uno de sus viajes, no puedes cerrarte a la idea de no tener un lindo bebecito por miedo. No te he visto recaer en muchos meses, lo tienes bien controlado con tus meditaciones, alimentación sana y medicamentos. Puedes ser madre y lo sabes, Peeta es tan paternal, estoy segura que se estallará de alegría. Yo no pienso dejar pasar mucho tiempo para embarazarme, te lo advierto, tendré al menos 5 o 6 pequeños Finnicks correteando en menos de lo que piensas— me amenaza en forma graciosa.
— ¿En serio?
—Pues claro, no quiero que Carol sea hija única, necesita compañía para jugar y yo quiero una enorme familia, tenemos espacio y muchas ganas de perpetuar la especie— dice con esa mirada pervertida.
—Un bebé...— me lo sigo pensando.
—No le des tantas vueltas Katniss, deja que la naturaleza haga su trabajo, tu solo relaja la pelvis— me da un manotazo en el trasero. Me quedo más tranquila e incluso animada. Que sea lo que tenga que ser, no me negaré a la idea de agrandar la familia pero tampoco dejaré de cuidarme. O quizás pueda planificarlo con Peeta y podamos tener un bebé en un tiempo, deberé prepararme mucho porque son demasiados cambios y mi cuerpo reacciona de manera extraña. Además sé que mi padre no podría estar lejos si sabe que tendrá un nieto.
PEETA
Los preparativos de la boda han terminado por estresarme, tengo mil cosas en mi mente y en mi agenda. Sonrío al pensar que debí sugerir a Katniss encargar el pastel y el bufet a otra pastelería. Además de mis pedidos habituales, tengo una lista inmensa que debo preparar para poder casarme sin preocupaciones. Por suerte mi padre, Prim y la señora Cecelia me han pedido encargarse ellos mismos de la decoración del pastel, solo debo supervisar la preparación del pan del pastel.
No puedo creer que una ceremonia implique tal cantidad de detalles. Recibo llamadas constantes de Johanna y la planificadora de bodas. De Katniss pidiéndome presentarme a tal o cual hora en algún lugar de Indiana. He tomado clases de baile, asistido al sastre más veces de las que me gustaría, incluso tuve que dejar que Cinna, el amigo de mi prometida me haga una sesión de belleza. Era el colmo pero como dice mi buen amigo Finnick "Sólo gózalo" aunque no vi que se quejara cuando le pusieron una mascarilla facial, yo me sentía realmente humillado mientras los estilistas depilaban una de mis cejas. Pero todo sea por verme bien en la única boda que pienso tener en la vida. Bueno, quizás en 25 años podríamos repetirla para conmemorar nuestro aniversario. Río al pensar esto último.
Por fin llega el tan esperado día, Katniss fue arrancada anoche de mi lado por su mejor amiga, con la excusa del mal augurio si dormimos juntos antes de la boda. No pude conciliar el sueño algunas pesadillas me asaltaron por el temor que algo salga mal.
Llevo acomodando los puños de mi camina, más tiempo del que debería. Miro mis zapatos por centésima vez, intento pensar en muchas cosas y no dejo que mi mente se inunde de ideas que me hagan perder la calma. Aunque ciertamente estoy muy nervioso.
Me encuentro de pie en el altar, esperando. La gente me observa, las damas de honor me miran, aunque Johana no está entre ellas. Finnick a mi lado no deja de decirme cosas como "ya va a llegar" "No te preocupes" "le llamaré a Johanna".
Pero no aparecen. No quiero mirar otra vez mi reloj, llevamos casi veinte minutos de retraso. El padre Plutarch está al fondo, conversando con mi padre y el de Katniss. No parecen haberse dado cuenta de la tardanza. Vuelvo a mirar los asientos de la capilla, Delly no está. Me estoy desesperando, siento que la corbata me aprieta demasiado.
Busco a Prim con la mirada, está entre las damas de honor, con un bonito vestido azul, su cabello rubio destaca. Me mira y sonríe con alegría. Sé que está feliz por mí aunque no para de mirar su celular.
No me doy cuenta en qué momento las cosas cambian, veo a Prim salir con prisa hacia el padre Plutarch, toma la silla de ruedas de Frank Everdeen y lo empuja hacia la puerta principal.
¿Qué está pasando?
Mi padre viene a tomar su lugar a mí lado, junto a Finnick, me sonríe intentando tranquilizarme.
De pronto las puertas se abren de par en par dejando entrar toda la luz del medio día, escucho cánticos afuera, pequeñas voces que entonan melodías hermosas. Las recuerdo, solía cantar muchas de esas cuando era niño, incluso adolescente. Espero ansioso a que las sombras en la puerta se aclaren.
Lo que veo me deja sin respiración. Katniss, mi Katniss está envuelta en un precioso vestido blanco, a su alrededor están mis pequeños hermanitos. Son varios, alrededor de 20 o 25 niños, de los más pequeñitos, todos vestidos de blanco, con sus caritas sonrientes. Carol, la pequeña hija de Finnick, está entre ellos, va delante de Katniss con una curiosa canasta entre sus manos.
Frank, es acercado por Prim y toma de la mano a su hija, mientras la procesión de niños sigue caminando junto a mi novia. No puedo apartar los ojos de ella, se ve tan bonita, el cabello recogido en un alto moño, sus ojos grises brillando, su sonrisa amplia... Intento abarcar todo el panorama para grabarme esta imagen y guardarla entre mis más preciados recuerdos. Logro ver por un par de segundos a Delly, detrás de todos los pequeños, casi al final de aquel cortejo.
Mi Katniss llega a mi lado, acompañada de su padre que pone su mano sobre la mía, entregándome su bien más preciado.
—Perdona la demora— me susurra ella sonriendo. Siento ganas de abrazarla y decirle que habría esperado una eternidad para poder hacerla mi esposa.
La ceremonia comienza con un cántico, las voces de los niños resaltan entre todas. Más de una vez logran sacarme sonrisas algunas de sus voces mientras la liturgia va avanzando, son pequeños después de todo y se aburren pronto. Por suerte logran comportarse hasta el final, cuando Katniss y yo decimos nuestros votos, jurando amarnos para siempre.
Luego de colocarnos los anillos, de sellar nuestra unión con un beso, los suspiros, las risas y los aplausos no se hacen esperar, yo lo escucho vagamente, pues mis ojos no se pueden apartar de su mirada, recordando el tiempo transcurrido.
La fiesta empieza en medio de un ambiente muy festivo, las palabras de nuestros padres, amigos y mi guía espiritual, el padre Plutarch, nos dejan una gran sonrisa. Todos nos dan consejos y buenos augurios, el padre de Katniss, Frank, se atreve a pedir una disculpa pública. Yo lo he disculpado hace mucho, no le guardo rencor sé que hizo lo que creyó mejor para su hija, en ese momento.
Minutos más tarde estamos bailando, no soy muy bueno pero hago un gran esfuerzo, las clases después de todo han dado resultado. No parezco el tronco de un árbol, puedo moverme tranquilamente llevando a mi pareja con ritmo. Ella sonríe ampliamente, nuestras miradas están cargadas de alegría, nos sentimos... en las nubes. Vamos a empezar una vida juntos, ya lo estamos haciendo pero ahora es como si le dijéramos al mundo: "Katniss y Peeta es para siempre"
—Me tardé un poco— escucho en mi oído mientras nos movemos y la atraigo a mi pecho. –Es el regalo de Delly, estuvieron ensayando mucho para estar con nosotros en la ceremonia— me dice aunque ya lo intuía.
—Eso fue hermoso— le susurro. –Yo creí que te habías arrepentido— bromeo.
— ¿Qué? Pero si ya enviamos nuestras maletas a París— la escucho reír.
—Lo sé, igual creí que te habías arrepentido. No sé, tal vez no te gustan los jardinero ni los panaderos— bromeo.
—Sólo uno— se apega a mi pecho. –Solo hay uno con el que pasaría el resto de mi vida— suspira.
Un día llegué a trabajar como jardinero a una enorme mansión, lleno de miedo y de dudas. Conocí a la hija de mi jefe, una jovencita bastante vanidosa y altanera que poco a poco fue enamorándome con su peculiar forma de ser. Caí rendido a sus pies, sometido completamente al amor que había nacido en mi corazón. Ella, inalcanzable, imposible... puso sus ojos en este humilde cultivador de hierba. Y así empezó nuestra historia juntos, llena de alegrías y tristezas, felicidad y amargura. Hemos caminado juntos y solos, conocimos la dicha de estar unidos y la amarga separación... Hoy, nuestras vidas se unen para siempre, le doy gracias a la vida y a las personas que lo hicieron posible. Y sobre todo a quienes tuvieron la paciencia de leer esta humilde historia de un jardinero.
FIN
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Miles de gracias por leer, se cierra esta historia, Katniss y Peeta por fin están juntos, casados e iniciando una larga vida llena de felicidad. No me pregunten por los niños, ni yo misma sé si decidirán tenerlos y no habrá segunda parte ni nada, esto acaba aquí. Estoy muy feliz por terminar esta historia, ha sido la más larga de cualquiera que he escrito.
Besos
PATITO
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