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Capítulo 8: me resultó celoso el jardinerito

— ¿Qué tal su salida con Finnick hija?— papá estaba muy contento ese fin de semana, había cerrado un negocio importante, lo malo es que se pasó los dos días en casa, con las ganas que tenía de ir a ver a Peeta.

—Bien, me llevó a un restaurante oriental— dije mientras le daba la vuelta a la página a mi revista de la nueva temporada de primavera—verano. Necesitaba algunas prendas, las que tengo eran de la temporada pasada. Johanna me gritaría si las volvía a usar.

— ¿Te agrada?— insistió Frank.

—Es muy gracioso, me hace reír— dije sin prestar mucha atención.

—Me alegro. ¿Vas a hacer algo por tu cumpleaños?— preguntó interesado.

—Creo que sí. Tal vez una pequeña fiesta.

—Voy a viajar a Alemania esos días, lo siento— me entristecía al oír eso pero ya había pasado sola mi cumpleaños muchas veces.

—No te preocupes, la fiesta me alegrará— fingí una sonrisa pero me dolió mucho. —Creo que voy a ir de compras, necesito algunas cosas— me levanté de un salto, no podía permitir que la tristeza me eche a perder el día.

—Yo tengo un día larguísimo. Suerte en tus compras— me dio un beso en la frente.

—Papi ¿puedo llevar a alguien del servicio para que me ayude a cargar mis paquetes?— le hice un puchero para convencerlo.

—Claro hija— no preguntó más y se fue de inmediato.

Corrí entonces a cambiarme el pijama para buscar a Peeta. Lo encontré trabajando en mis flores silvestres. Me acerqué muy despacio y le tapé los ojos.

—Hola Katniss— me dijo sin dudar. Miré hacia todos lados y no vi a nadie, estaba alejado de la casa. Me agaché un poco y le di un beso en el cuello.

—Te extrañé. ¿Quieres acompañarme a comprar?— me dejé caer entre sus brazos, no me importaba ensuciarme, lo encontraba muy excitante.

— ¿A comprar qué?— preguntó acomodándome en su pecho.

—Ropa, accesorios, revistas, tengo ganas de ir de tiendas. ¡Vamos!— pedí.

—Ese no es mi trabajo, tu padre...

—Le pedí permiso a papá y me dijo que sí. Además me ayudarás a cargar mis compras. Por favor— rogué, sabía que me bastaba con ordenárselo pero por algún motivo quería que aceptara por voluntad propia.

—No tienes que pedir por favor, sabes que te acompañaría al fin del mundo— a veces sus comentarios eran tan cursis.

—Súper. Cámbiate y nos vamos— me levanté dispuesta a apurarme.

—Katniss. Lo siento, no tengo más ropa— parecía abochornado. No había contado con eso. Bueno, algo se podría hacer.

—Tengo una camiseta ancha que una vez usé para dormir y... veré que más encuentro. Regreso enseguida— iba a salir corriendo cuando me detuvo.

—No. Si vamos a salir que sea como estoy. Soy un empleado— a veces me cansaba su postura de huérfano mártir.

—Así no te llevo a ninguna parte— le hablé molesta. —Si no quieres ir conmigo dímelo y me voy sola— le di la espalda para irme pero sentí su mano en mi brazo, me atrajo hacia él y me besó desesperadamente, a este paso mis castas hormonas estaban despertando. Más valía zafarme o no la contaba.

Fui muy difícil terminar ese beso. Cada vez que me besaba yo quería más. Nuestras lenguas se encontraron traviesas y jugamos unos minutos deliciosos.

—Lo siento. Haré lo que me digas— esbozó una tímida sonrisa.

Encontré unas zapatillas deportivas de papá, esperaba que calzaran del mismo número. Y unos jeans desgastados de cuando papi era más delgado.

Todo le quedó excelente, hasta parecía otra persona, fácilmente podría andar con él de la mano en el centro comercial sin avergonzarme. Bueno, tampoco me quería exponer, así que mantendría mi distancia.

Era un alivio no venir con Johanna, ahora sí podía probarme la ropa que me gustaba y no lo que ella me aventaba al probador. Salí a modelar algunas cosas para Peeta pero él parecía muy incómodo, así que al final terminé decidiendo frente al espejo.

Almorzamos tarde en un lugarcito acogedor. No podía creer que me había pasado casi todo el día con él. Bueno, no hablaba mucho pero sus sonrisas y su sola presencia me gustaba. Me sentía acompañada.

— ¿Te gusta lo que he comprado?— le pregunté muy contenta.

— ¿Para qué necesitas tanta ropa?— preguntó muy serio.

—Porque no me gusta andar desnuda— traté de ser sarcástica pero no le hizo gracias.

—Con lo que todo lo que te has comprado hoy se podría vestir el orfanato entero— parecía molesto. Y estaba exagerando, además a él que le importaba.

—No es mi culpa que hayas crecido en un lugar tan miserable— dije muy enfadada.

Me arrepentí instantes después cuando el rostro de Peeta se contrajo en una obvia muestra de dolor. Mi lengua parecía tener veneno a veces.

–Lo siento, no quise ser grosera— me disculpé. Pero lo que en realidad me molestaba no era el hecho que me diga sus frustraciones sino que me estoy disculpando. Yo no suelo disculparme.

—Tienes razón. Tú creciste en un ambiente, muy distinto al mío, no tienes por qué comprender lo que digo. Soy yo el que lo siente. No volveré a decir cosas así— tomó mi barbilla para que lo mirara. El enojo se me fue pronto. Peeta tenía unos hermosos ojos azules.

— ¿Cuál era tu apellido? Es la segunda vez que salimos pero no lo recuerdo— cambié de tema.

—Mellark. Soy Peeta Mellark. Es el apellido de mi madre, el único que tengo— sonrió.

— ¿Y cómo era tu mama?— debía ser una mujer hermosa, o al menos haber estado con un hombre muy guapo para que su hijo le saliera así. Peeta sonrió abochornado.

—Ella, era... estaba enferma. Conocí el orfanato desde los cinco años, según sus crisis entraba y salía de allí— parecía avergonzado de contestar eso. ¿Según sus crisis? ¿Tenía acaso desequilibrios mentales? Moría por preguntarle pero no quería que se viera obligado a responder.

—Mi mamá era muy bonita, no la recuerdo, pero tengo fotos. Dicen que reía todo el tiempo y bailaba muy bien—dije para aliviar tensiones.

— ¿Estaba enferma?— tomó una de mis manos y me sentí mejor, ya no dolía tanto pensar en mamá.

—Sí, contrajo una enfermedad cuando se fueron Marruecos con papá. Pero no se quejaba y cuando la llevaron al hospital ya era tarde— yo no recordaba eso, qué lástima, ni siquiera tenía un recuerdo de mi madre aunque sea enferma.

—Lo siento Katniss— acercó su silla y me atrajo hacia su pecho.

—Bueno basta de cosas tristes. Tengo que planear una fiesta— sonreí.

— ¿Fiesta?

—Sí. En tres semanas es mi cumpleaños y voy a hacer una fiesta, papá estará de viaje pero me ha dado permiso de invitar a mis amigos. Tengo que llamarle a Johanna para que me ayude. ¿Qué motivo crees que deba usar?

— ¿Motivo?

—La decoración, tonto. Debemos escoger de qué irá todo. Vaqueros, retro... hipster.

—Tú eres el motivo— sonrió. –Lo siento, no tengo idea de lo que me hablas, nunca he asistido a una fiesta de cumpleaños.

— ¿Que no cumplen años en el orfanato?— pregunté

—Una vez al mes hacían un pastel y los niños que cumplían años soplaban una vela. Eso era todo.

— ¿Todos juntos una sola vela?— se me contrajo el corazón, que lugar tan inhumano.

—Sí.

—Lo siento, no pensé que la había pasado tan mal.

—No fue del todo mal. Comía tres veces al día, íbamos a la escuela y teníamos un monitor— le dio un sorbo muy sensual a su bebida. No sé porque me parecía que él tenía una elegancia innata.

— ¿Monitor? ¿Y eso que es?— ni por asomo sabía a qué se refería.

—Un adulto a cargo de un grupo de nosotros. Nos vigilaba, revisaba que nuestras tareas estén hechas y nos impartía disciplina.

—Eso parece un carcelero— dije asombrada, él se rio suavemente.

—No lo era. En realidad se trataba de un sacerdote. El mío fue el padre Plutarch y me ayudó siempre.

— ¿Fue él quien te recomendó verdad? Para trabajar en casa.

—Sí. Y casi no acepto.

— ¿Por qué?

—Quería ir a Kentucky. Sé que mi madre era de allá. Debo saber si tengo más familia, nunca conocí abuelos o tíos.

—Podemos ir cualquier día.

—El viaje es largo. Estoy ahorrando para comprarme un boleto y poder estar allí algún tiempo.

—El vuelo dura 2 horas desde aquí. Podemos ir cuando quieras— ahora mismo si papá no estuviera en casa, ya soy mayor de edad. Pensé.

—Katniss, no voy a dejar que gastes tu dinero en eso— me miro serio. Un día de estos me lo iba a raptar a Kentucky y no iba a poder evitarlo.

—Lo que digas. Uy se ha hecho tarde— miré por la ventana, estaba empezando a oscurecer. Salimos de allí rumbo al estacionamiento.

— ¿Katniss?— escuché que me llamaban. Ay esa voz. Mi ex, Gale "guapote y cabrón" Hawthorne.

—Hola Gale— saludé. Estaba a unos pasos de nosotros, salía de una de las tiendas del sótano.

—Veo que no pierdes el tiempo Catnip— dijo con una falsa sonrisa.

—Nunca pierdo el tiempo Gale, menos con quien no lo merece. Adiós— traté de seguir con mi sonrisa fingida.

— ¿No nos presentas?— llegó hasta nosotros, mejor dicho se plató frente a Peeta.

—Él es Peeta. Peeta, él es Gale, un amigo— los presenté con muy poco entusiasmo. Peeta aceptó la mano que Gale le ofrecía.

— ¿Peeta qué?— le preguntó Gale sin soltar su mano.

—Peeta Mellark. Y si no me sueltas no vas a poder usar tu mano en varios días— lo amenazó mi sexy jardinero. Vaya que se veía intimidante. Gale se limitó a hacerle caso.

— ¿Mellark? No he oído ese apellido por aquí.

—Es de Kentucky y la verdad no te interesa Gale. Adiós— di unos pasos para irnos pero Gale puso su brazo delante de mí.

—Qué rápida eres Katniss ¿Hace exactamente un mes recuerdas donde estábamos?— como olvidarlo, habíamos ido a una fiesta y me había pasado de tragos. Gale casi me desvistió en el asiento trasero de su camioneta. Pero no estaba tan borracha como para permitirle llegar a más.

—Ya no me acuerdo. ¡Qué pena!— traté de sonreír, Gale me tomó de una mano para acercarme a él. Pero no llegó a cumplir su cometido. Entre nosotros se encontraba Peeta.

—No la vuelvas a tocar— el jardinero habló con los dientes apretados.

—No te metas en esto, a ella le gusta que yo la toque— Gale lo enfrentó, sarcásticamente. No sabía que hacer o decir. Parecía que en cualquier momento estallaría una pelea.

—Yo no oí que te lo pidiera— Peeta me mantenía detrás de él, nunca nadie me había protegido de esa forma. Pero ¿Estaba bien? Yo podía manejar a Gale, quizás quería pedirme que volviéramos pero no creo que me atacara.

—Ya lo hará, tenlo por seguro— Gale retrocedió unos pasos y se marchó hacia su auto que no estaba lejos.

—Yo conduzco— Peeta estaba tan fuera de sí que no lo contradije. Salimos con rapidez, no sabía que mi jardinero podía manejar tan bien. Demasiado rápido para mi gusto.

—Para ¡detente!— grité kilómetros más adelante. Él parecía calmado. Se estacionó a un lado del camino y apagó el auto.

—Dime— me miró.

— ¿Estás loco? ¿Qué te pasa? ¿Por qué me hiciste esa escenita?

— ¡Te estaba tocando!— elevó la voz.

Creo que tenía que aclarar un par de cositas aquí o luego perdería el control de la situación. Debía recordarle a este niño quien es.

— ¿Y? ¿A ti que te importa? No eres mi dueño Peeta.

—Lo sé. Perdón...

—Gale fue mi novio, ahora es mi amigo. Tengo docenas de amigos, no vas a amenazarlos por estar cerca de mí. O porque me toquen.

—No de esa manera...

— ¡A ti que te importa!  Tú y yo no somos nada, te lo dije bien claro. ¡No somos nada! ¡No tienes derecho a decidir cuándo necesito ayuda!  Y ahora salte del volante, es mi auto ¡yo lo manejo!— me miró. Luego bajó su mirada. Obedeció y se bajó.

Me cambié al asiento del conductor, lo golpeé intencionalmente cuando nos cruzamos delante del coche. Me subí y esperé a que entrara en el asiento del copiloto pero no lo hizo. Encendí las luces delanteras y lo vi caminando unos metros más adelante. Moví el auto hasta alcanzarlo.

—Peeta entra ya, quiero llegar rápido— seguió caminado como si no me oyera.

Bueno, no iba a rogarle a nadie y menos a un sirviente. Me fui a casa, faltaban más de dos kilómetros, no era tanta distancia.

Estaba muy enfadada, ni siquiera me provocó sacar la ropa que había comprado. Fui a acostarme echando chispas. Johanna tenía razón Peeta se estaba tomando atribuciones que no le correspondían.

Peeta POV

Mientras caminaba en la oscuridad procuraba aclarar mis ideas. No estaba molesto con Katniss, aquel sujeto que la tomó del brazo si me hizo enfurecer. No sólo fueron celos lo que sentí, no fue un alarde de testosterona como ella cree.

Durante años he tenido que lidiar con la violencia y el abuso. Cuando no tienes padres que te protejan, el mundo es un lugar hostil, aprendes a defenderte y a no meterte en líos si sabes que llevas las de perder. Pero se desarrolla un sentido de protección hacia los más necesitados, los que no pueden defenderse porque son más pequeños. En mi caso tengo debilidad por las niñas. Cuido mucho a Prim y a Rue. Pero Katniss es mi prioridad.

No puedo ver que alguien intente lastimarla, ni siquiera tocarla por la fuerza. Yo debo estar siempre para ella, para  protegerla a pesar que no quiera mí ayuda. Si hubiera un modo de hacerle entender... No, ella no podría entenderme porque no ha vivido mi vida.

Con gusto dejo que me vista y juegue conmigo a ir de compras. Que me lleve a lugares elegantes y pague por lo que me obliga a comer. Pero a veces veo con horror todo el dinero que tira sin remordimiento. Cuando se ha pasado necesidades, cuando uno conoce el hambre, la miseria, cualquier tipo de derroche parece una broma de mal gusto. Pero no puedo culparla por eso. Ella no sabe lo que cuesta ganar el dinero. Y espero que nunca sepa de la desesperación de las carencias económicas.

Sé que sólo soy un pasatiempo, un día va a marcharse a estudiar lejos y quizás, con suerte, vuelva a verla cada año para navidad. Si sigo trabajando para los Everdeen. Y yo seré el jardinero que la entretuvo una primavera... quizás ni lleguemos a hablarnos para el verano.

Y a pesar de ello lo acepto. Acepto con alegría que vaya a partirme el corazón. Porque dentro de mí sé que es mejor arriesgarse que nunca haberse permitido amar. Sé que si me alejo de y pierdo esta oportunidad viviré pensando en ella como "Si hubiera".

Ya estoy metido de cabeza en esto, sea lo que sea que Katniss quiera de mí, lo tendrá. Mi alma si es preciso, ya le pertenezco aunque no lo sepa.

Y en noches cómo ésta ruego que no sea muy dura conmigo, tengo un corazón que apenas se está adaptando a este ardor en el pecho, llamado amor.

Los días pasan, ella no me ha vuelto a buscar, la he visto dando órdenes en la casa grande, cambiando muebles y poniendo nuevos tapasoles en la piscina. Clove siempre está de mal humor, apenas me ha hablado mientras me sirve de comer.

— ¿Qué quiere de desayunar la princesa?— le preguntó a Madge, un día durante mi almuerzo.

—Nada, la señorita salió a ver cosas de su cumpleaños— le contesta Madge de mala gana.

— ¡La fiesta cae sábado Madge!— lloriqueó Clove.

— ¿Eso te molesta?— le contestó la aludida. Fingí que no estaba allí, no era muy difícil, sólo dejé de mirarlas concentrándome en mi plato de estofado. Empecé a buscar pasas mientras sentía la tensión en el ambiente.

—Mi día libre es el domingo, el tuyo el sábado. Eso quiere decir que voy a tener que hacer el doble de trabajo y ni qué hablar de estar al tiro por si su majestad necesita algo. Ella no puede ni limpiar una mancha en el piso. Y yo soy cocinera, no me contrataron para lamerle sus tacones de Prada— Clove sujetaba un cucharón mientras hablaba. En sus manos parecía un arma muy eficaz. Comí un bocado de comida despacio, tenía temor de hacer un pequeño ruido y repararan en mi presencia. 

—Puedes irte cuando quieras Clove, sólo dile a la señora Sae. Pero que sea con una semana de anticipación para buscar a alguien de confianza— Madge la miró sin emociones en su rostro y le dio la espalda caminando hacia el salón.

—Lameculos. Zalamera, arrastrada— murmuró Clove golpeando el cucharón en la mesa. Me costó pasar aquel bocado, estaba sorprendido por las palabras de la cocinera. No quise pensar más en ello, terminé mí comida rápido, llevé la loza al fregadero, para lavarla. No tenía sentido intentar apaciguarla, tampoco era de mi incumbencia. Si ella guarda esos sentimientos va a terminar envenenándose tarde o temprano. 

*************

¿Peeta estaba celoso? Yo creo que si.

PATITO

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