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Capítulo 43: Que la verdad sea dicha

KATNISS POV

Otra noche más sin poder dormir, los pensamientos se agolpan en mi cabeza. ¿Pudo haber sido diferente? Que hubiera pasado si...

Dejo aquella pregunta en el aire antes que aparezca nuevamente el resentimiento. Quiero estar tranquila, pensar en el pasado sin que de pronto me llene de fastidio, sin terminar diciéndome a mí misma frases que he ido repitiéndome una y otra vez estos años.

¿Es que acaso no puedo crecer y dejar de sentir dolor al recordar?

Entonces ocurre lo contrario, cuando no puedo maldecir al jardinero, vienen las lágrimas preguntándome que hice mal. ¿Por qué no fui suficiente?

"Estúpida Katniss" me reprendo mentalmente "tonta y débil" nuevamente me siento en las gradas, afuera de la casa mirando hacia los arbustos.

"Eres tan tonta" empiezo a reclamarme. "Aceptaste a Prim como recolectora, la invitas a almorzar o a cenar, vas de compras con ella fingiendo que quieres su amistad cuando en el fondo sabes que buscas noticias sobre él" "¡No! No busco saber sobre Peeta, siempre le tuve simpatía a Prim, es una jovencita tan dulce, su conversación es refrescante, es graciosa y..." "Y vive con él, duerme en su casa, es su hermana"

Mis manos se aferran a los costados de mi cabeza, sobre mis orejas como si quisiera cerrar mis oídos a las voces que están dentro de mí. No puedo escapar de ellas, agito mi cabeza a los lados impotente.

¡Odio vivir así! ¡Lo odio con todas mis fuerzas!

Quisiera poder librarme de estos pensamientos, de estos sentimientos. Quisiera dejar de sentir...

Escucho un ruido metálico e intento serenarme. Es papá, está en el umbral de la puerta, no lo escuché abrirla, quizás porque estaba ensimismada con mis tonterías.

—Hola Frank— saludo. – ¿No puedes dormir? Me duele un poco la cabeza— intento secar rápidamente mis lagrimas

Su silla de ruedas se acerca a mí, al estar sentada en el piso lo miro hacia arriba, como hace años solía hacerlo.

—No eres feliz— dice mirando también hacia los arbustos. No es una pregunta, lo dice con la voz quebrada. Me recompongo, no quiero que me vea sufrir, suficiente daño le hice al marcharme con aquel jardinero. Papá ya ha tenido suficiente con su accidente y su limitación para caminar.

—Claro que lo soy, te tengo a ti a Carol, a Finnick— le sonrío. –Solo tengo unos cuantos problemas que a veces no me dejan dormir, tenemos un pedido para...

—Aunque no te das cuenta llevo observándote desde hace mucho tiempo— me dice.

— ¿Que? Pero si tu habitación está al otro lado de la casa. Además ¿Qué haces despierto a estas horas de la madrugada ah?— intento desviar la conversación, no quiero hablar nada de esto con papá.

— ¿Piensas en él?— me pregunta y mi estómago se retuerce con una punzada de vértigo. Es como si me hubiera golpeado algo que no es real. Puedo intentar cambiar la conversación, hablarle de cualquier otra cosa pero sé que saqué este carácter de papá. Soy obstinada y Frank no se va a contentar con una evasiva. Pero ¿Qué es lo que quiere?

—Te refieres a... ¿Peeta?— pronunciar su nombre en voz alta me hace daño.

—Al jardinero. ¿Aun piensas en él?— Vuelve a preguntar con más firmeza.

—Yo... no puedo evitarlo— mi voz se quiebra. –Quisiera decirte que ya lo he superado, que no siento nada o que lo odio— siento mis lágrimas calientes salir a raudales. –Sé que soy tan tonta, me lo repito una y otra vez— no puedo continuar porque ya mi llanto no me deja. – ¡Lo siento!— intento continuar. –Lo siento papá te he defraudado...

—En el día eres toda una guerrera— murmura despacio. –Te he visto luchar, tomar las riendas de nuestra familia y jalar con todas tus fuerzas para no dejarnos caer. Me siento tan orgulloso de ti Katniss— su confesión me conmueve y vuelvo a chillar. Me abrazo a sus piernas y apoyo mi cabeza en su regazo.

— ¿Pero de noche soy una perdedora no?— intento bromear pero no me sale.

—De noche yo soy un infame padre. Cruel, ruin, despreciable...—sus palabras me sorprenden, dejo de llorar y me levanto para mirarlo. ¿Qué le pasa a Frank?

—Papá ¿Estás bien?— pregunto.

— Fui yo Kat, fui yo— acaricia mi cabello. Jamás lo había visto así, sé que ya no es el hombre fuerte y enérgico que solía ser, con su impedimento lo he visto decaer, tener episodios de profunda tristeza o depresión pero siempre logra reponerse. Ahora está llorando, papá llora y no sé qué hacer para consolarlo.

—Tranquilo Frank, ya va, no pasa nada. Saldremos de esta, seguiremos adelante, juntos. ¿No es eso lo qué siempre me decías? Es verdad, hay que trabajar duro y a veces hacer algunos sacrificios pero pronto podremos terminar de comprar esos campos de cultivo, ya nos falta poco para terminar de pagarle al banco...— quizás las deudas lo tienen así, o está preocupado porque no hay mejoría en sus piernas y ha perdido un poco la sensibilidad en las manos.

—No entiendes hija. Yo soy la causa de tus penas, he querido decírtelo desde hace tanto... Fui yo quien obligo al muchacho a devolverte conmigo. Yo se lo exigí cuando me pidió que apoye tu tratamiento...

— ¿Qué?

—Lo habría hecho igual, te habría ayudado igual si te quedabas con él pero me lo puso fácil, fui egoísta te quería de vuelta conmigo. Me aproveche de su desesperación y... le exigí que te haga volver de cualquier modo.

— ¿De qué hablas? ¿De Peeta? ¿Tu viste a Peeta cuando yo estaba enferma?— pregunto empezando a agitarme, esto no me hace bien, las emociones fuertes me afectan, logro controlar mi tristeza con algunas terapias pero....

—Él vino con Plutarch a pedirme que te ayude porque no podían pagar los medicamentos...

— ¿Por qué nunca me dijiste nada? ¡Nadie me dijo nada!— exijo.

—Yo se lo prometí. A cambio de hacerte volver conmigo y llevarte con los mejores especialistas me pidió que alguna vez te dijera la verdad.

— ¿Que? ¿Qué estás diciendo Frank?— tomo su suéter y tiro de el con los puños cerrados.

—No sé qué te hizo para que lo dejaras nunca te lo he preguntado Katniss pero sea lo que sea que el muchacho tuvo que hacer, fue para salvarte. Quise decírtelo cuando sufrí mi accidente pero tuviste esa recaída y luego te casaste con Finnick, viajaste a arreglar las cuentas, luego supe que iba a vivir y no quería que te fueras de mi lado. Y llegó Carol. Sé que no es tu hija pero prácticamente la vi nacer tampoco entonces pude decírtelo creí que si yo confesaba... jamás te volvería a ver— sus ojos llenos de lágrimas, hacen que mi creciente indignación se aplaque un poco.

— ¿Creíste que saldría corriendo de aquí o algo así?

—Sé que me vas a odiar por lo que hice y no quería perderte otra vez.

No puedo replicarle nada, me quedo pensando en lo que me ha dicho. Mi mente viaja de regreso a esa época, Peeta y yo estábamos bien, el asistente social envió las cartas a mi padre pero no recibió respuesta, Peeta estaba desesperado y empezó a cambiar. ¿En qué momento fue que habló con papá? Se volvió distante, me trataba con frialdad, llegó a hacerme sentir que le repugnaba cuando veía mis rosáceas, ya no me hacía el amor y luego.... Lo vi besando a la vecina... ¿Todo eso fue falso? ¿Lo hizo porque Frank le exigió que me bote de su lado?

De pronto aquel dolor poco a poco abandona mi pecho, aquel fastidio constante se separa de mi corazón como si se derritiera. Todo fue una mentira... Peeta si me amaba... La verdad me golpea como un vacío en el estómago y un dolor suave en cada una de mis articulaciones.

—Perdóname hija por favor— papá ruega mientras yo aún estoy procesando lo que acaba de decirme. Mis voces internas están tan impactadas que ninguna se hace presente para darme opciones ni alternativas.

—Tranquilo Frank, te va hacer daño a la presión— le digo mecánicamente porque sé que su presión arterial sube cuando se enoja o tiene una fuerte impresión.

—Soy el culpable...— no lo dejo continuar.

— ¿Por qué ahora?— pregunto. — ¿Por qué después de tanto tiempo? Han pasado casi siete años. ¿Me viste sufrir todo este tiempo y no dijiste nada?— pregunto intentando calmarme.

—Creí que lo habías superado, viéndote trabajar como lo haces, pensé que ya no sentías nada por ese muchachito...

— ¡Peeta! ¡Su nombre es Peeta, papá!— no puedo evitar alterarme.

—Peeta, si...— agacha la cabeza. —Desde que nos mudamos a esta casa empecé a tener insomnio, deambulaba por los pasillos, una vez intente hablar contigo y no estabas en tu habitación entonces te encontré aquí

—Y te di lastima— lo mire fijamente.

— ¡No! No es lastima. Solo que ya no puedo con esto, me siento tan ruin...

—Si es algo muy cruel papá pero no eres el único culpable porque mi orgullo tampoco ayudó. En el fondo creo que siempre lo he sabido pero era más fácil aferrarme a la idea de odiar a Peeta aunque no puedo.

—Espero conseguir tu perdón algún día— dice mientras me alejo un poco. Me levanto y camino unos pasos, quiero recostar mi cabeza en la almohada y cerrar los ojos.

—Pues has algo más que confesarme tus secretos— le doy la espalda y entro a la casa. Ya no tengo deseos de caminar entre los arbustos de bayas esta noche porque siento que ya no estoy buscando respuestas.


PEETA POV

—Por favor Petit, ya basta— llevo media hora al teléfono intentando hacer razonar a Delly.

—Pit sabes cuánto te quiero, haría lo que sea por ti pero no te metas en esto cielo— me responde.

— ¿Como que no me meta?— vuelvo a insistir. Estas endeudada Delly, tu negocio no va bien y te estas gastando el capital.

—Peeta, tengo todo bajo control. ¿Tan poca fe me tienes? Están a punto de hacerme la transferencia de lo que me corresponde del patrimonio familiar. Te estas dejando llevar por lo que dice el padre Plutarch, está exagerando.

— ¿El accidente de Rue es una exageración?— reclamo.

—No fue un accidente apenas se rasguñó. Traía puesto el cinturón de seguridad, solo tiene poca experiencia manejando.

—Apenas ha sacado la licencia y la dejas salir sola a la ciudad ¿Dónde está tu responsabilidad Delly?— le reclamo.

—Es mayor de edad, está conmigo por voluntad propia ¡Ya déjennos en paz, Peeta! ¡No salí del orfanato para que me estén llamando cada semana para decirme que hacer!— se queja.

—Tienes razón, no volveré a llamarte Delly, disculpa que me entrometa, dejaré esto en manos de nuestro padre, él sabrá que hacer, mientras tanto tampoco espero que te comuniques conmigo— corto la llamada ardiendo en coraje. Mi hermana se está volviendo orgullosa e imprudente. Lejos quedaron esos años cuando tomaba en cuenta mis consejos y hacía caso de las advertencias del Padre Plutarch.

— ¿Pasó algo?— la voz de Prim me sorprende. Creí que seguía en la calle, que extraño que llegara tan temprano.

—No es nada...

—Mencionaste a Rue ¿Qué le pasó?

—Tuvo un accidente de tránsito con el auto de Delly. No es grave— le explico, sé cuánto se quiere con Rue.

—Iré a Chicago Peeta, voy a pedirle a Rue que regrese, puede trabajar aquí ¿Verdad? En tu pastelería o en la panificadora de tu papá podría ¿Le darían un empleo?— me pregunta.

—Claro que sí. Aunque tú no lo aceptaste— la miro incómodo.

—No digas eso, lo que pasa es que quería probar si podía hacerlo sola, además en el invierno podré trabajar contigo, este empleo es sólo temporal— me sonríe.

— ¿Dónde estás trabajando?

—Ya te dije, en una empresa de recolección. ¿Puedo ir a ver a Rue?— pregunta cambiándome el tema.

— ¿Recolección de qué?— insisto.

—Recolectan fruta. ¿Puedo o no puedo ir a Chicago?— me quedo más tranquilo, pensé que recolectaban donaciones o tenían que ir a solicitar material reciclable.

—Pregúntale al padre Plutarch, aún no tienes 18— empiezo a hacer de cenar, algo ligero para nosotros dos tal vez una sopa.

—Pero tú eres mi tutor legal en Indiana— se sienta en la pequeña mesita de la cocina, empieza a sacar algunas cosas de su bolso.

—Entonces no. Tendría que darle un poder a Delly para que te quedes con ella en Chicago y ya no le tengo confianza— estoy de espaldas pero no me contesta. Me volteo a ver pero ya no está. Tiene los pies tan ligeros que nunca sé cuándo se marcha y me deja hablando solo. Vivir con Prim es tranquilo, salvo porque últimamente llega tarde, por lo demás no da problemas, es ordenada y nunca encuentro el baño sucio después que ella lo usa.

Su celular vibra en la pequeña mesita, lo ha dejado junto a sus efectos personales. No suena, sólo vibra.

— ¡Prim!— la llamo para avisarle pero como no responde tomo su teléfono y camino con él hacia la sala o su habitación pero me quedo clavado al piso cuando leo el nombre de la persona que le está llamando. "Katniss Everdeen" dice la pantalla. No trae foto, solo puedo ver el número y el nombre en letras grandes.

No me detengo a pensar si está bien lo que voy a hacer solo deslizo mi dedo de izquierda a derecha sobre la pantalla para aceptar la llamada y llevo mi oído hacia el móvil.

— ¡Prim!— escucho su voz. No he podido emitir ningún sonido solo estoy escuchando su voz y el sonido del tráfico. Debe estar en la calle. — ¿Prim? ¿Me escuchas?— vuelve a preguntar.

—No... no es Prim. Soy yo—balbuceo. No sé cómo pasó esto, no sé porque Katniss le llama a mi hermanita. ¿Han estado en contacto? ¿Por qué Prim no me dijo nada?

No responde, sigo escuchando el sonido de los automóviles pero no me dice nada.

—Katniss— susurro, segundos después la llamada se corta. No sé cuánto tiempo permanezco así, con la mirada perdida en la pantalla del celular de Prim.

— ¿Pit? ¿Qué te pasa?— me dice la pequeña rubia cuando regresa. — ¿Me llamaron?— dice asustada quitando su aparato de mis manos.

— ¿Por qué te llama Katniss?— pregunto aun sintiendo el flujo de sangro golpear con fuerza las paredes de mis venas.

Cierra sus ojos como si se arrepintiera de algo, luego se sienta y me mira con culpabilidad.

—Estoy trabajando para ella Pit, lo siento, no quería decírtelo. Tenía miedo que se molestara conmigo si propiciaba un acercamiento entre ustedes, además sé que te hizo daño.

—No me hizo daño— susurro, tomando una silla y dejándome caer sobre ella.

—Mira, yo sólo conozco lo que vi. Sé que tú sufriste mucho cuando te dejó, Delly siempre decía cosas malas de ella. Me presenté a una selección de personal que vi en el diario y allí estaba Katniss, me reconoció y me contrató. Hemos salido juntas a muchos lugares, me llevó a ese estilista que me había hablado hace años. También hemos ido a comer, al cine y de compras.

— ¿Y de qué hablan?— pregunto confundido.

—De cosas. Generalmente sobre mí. Es muy buena, casi tanto como ustedes, es como si fuera una de mis hermanas mayores. Recordamos cosas del orfanato, de la época en que vivió allá en San Louis. Sólo le pregunté una vez sobre ustedes pero no quiso hablar de eso. Me dijo que la lastimaste.

— ¿Te ha preguntado por mí?— agacho la cabeza mirando mis zapatos.

—No lo hacía. Sólo ayer me preguntó si estabas bien, le dije que sí. Que tienes tu pastelería, trabajas mucho y estás solo.

—No estoy solo— replico.

—Sabes a lo que me refiero, yo vivo contigo pero eso no cuenta porque soy tu hermana.

— ¿Y qué dijo?

—Que pensaba que quizás ya te habías casado— sonrío al escuchar eso.

— ¿Nada más?

—Pues yo le dije que tú aun la recuerdas ¡No te molestes! Es cierto, puedo verlo— me dice algo asustada, mi sonrisa se hace más grande.

— ¿Acaso eres psicóloga?— digo para defenderme.

—No es necesario, te conozco. Sé cómo eras cuando estabas con ella, te veías feliz. Nunca volviste a reír así.

—Contesté, lo siento— confieso.

— ¿Me llamó cierto?— revisa el celular. –Quedé con ella para ir a ver juguetes.

— ¿Juguetes?

—Para los niños del orfanato. Cada año ella envía un cheque a casa para navidad pero ahora quiere además comprar juguetes.

No le contesto, me quedo pensando en ella. Trae el cabello castaño, largo y con ondas muy hermosas. Viste como toda una mujer de alta sociedad pero por dentro sigue latiendo ese corazón bueno y sincero de una niña tierna. Porque a pesar de su carácter fuerte, sé que Katniss es dulce y buena.

—Dile que lo siento. No debí contestar— me levanto y voy a apagar la cocina, la sopa ya debe estar pero no tengo hambre. –Cena Prim. Mañana hablamos sobre ir a ver a Rue— me voy a mi habitación y abro la ventana mirando nuevamente las estrellas.


Al día siguiente por la tarde estoy en el aeropuerto para dejar a Prim, se va a Chicago a hablar con Rue. Yo la alcanzaré el sábado, no puedo ir con ella porque tengo un pedido de una empresa de catering. Tramitamos un poder para que sea Rue la apoderada de mi pequeña hermana en estos días. Quizás no sea necesario pero prefiero seguir las reglas legales, sin embargo sé que Delly se sentirá dolida porque no fue a ella a quien le otorgué la potestad.

Regreso a la pastelería a saturar mi mente con trabajo. Necesito tener mis pensamientos ocupados porque en casa me cuesta incluso dormir. Estos días me siento disperso, como si estuviera esperando algo que no llega o tal vez sólo sean ideas mías. Quizás deba seguir los consejos de mi padre y buscarla... Pero tiene familia, una pequeña niña que debe crecer con sus padres porque aunque Katniss no sea su madre biológica, la ha criado como propia. Sé lo que es crecer sin una familia, no seré yo quien le quite su hogar a esa niña.

—Señor Mellark, vinieron a buscarlo hace una hora— me dice Cecelia.

— ¿Mas pedidos?— pregunto colocándome el mandil blanco.

—No, me dijo que era personal.

— ¿Era una mujer? ¿Dejó su nombre?— digo intentando frenar mi imaginación.

—No. Era un señor mayor— suelto el aire contenido. No era ella.

— ¿No dejó mensaje?— busco algunos ingredientes para empezar a hacer fondant, tengo muchos pasteles que forrar.

—No, dijo que volvería— quizás un cliente que quiere algo especial o un descuento.

—Gracias Cecelia— tomo un colador para cernir el azúcar en polvo cuando veo que ella se detiene y se gira a verme.

—No sé si lo conozca pero él parecía conocerlo a usted. Venía en una silla de ruedas— dice Cecelia antes de seguir su camino. Mis manos se quedan paralizadas en el aire.

¿Silla de ruedas?

Dejo lo que estoy haciendo para llamar al padre Plutarch, sé que lo ha mencionado antes pero necesito que me lo vuelva a confirmar sólo para estar muy seguro. Sé que me dirá que posiblemente sea Frank Everdeen y que no debo esperar mucho de aquel hombre pero necesito hablarlo con alguien o me volveré loco.

—Es posible que sea él. ¿Quieres que le llame casualmente para comprobarlo?— me pregunta luego que le he soltado de manera atropellada lo que me contó Cecelia.

— ¡No! No lo sé. ¿Qué otra persona en silla de ruedas podría venir a buscarme?

—No conozco a todos tus clientes, hijo. ¿Seguro que no hay ninguna posibilidad que sea algún otro conocido tuyo?

—Ni padre. Definitivamente no.

—No veo otra forma de resolver este enigma que llamándole a Frank.

— ¿Y si no es él?

—Pues lo saludaré y le recordaré que ya estamos recepcionando las donaciones para esta navidad— escucho su carcajada. Él siempre goza de un humor muy fino.

—Por favor, no le diga que yo...

— ¿Por quién me tomas Peeta? Seré sutil, yo quisiera llamarle y decirle a voz en cuello que se deje de cosas y cumpla su promesa pero no puedo. Es un asunto delicado y muy privado, seré discreto hijo.

—Lo sé. Perdone padre es que me siento desesperado.

Pero no tengo que esperar mucho tiempo para saber la verdad, pocas horas después Cecelia me anuncia que ha regresado a buscarme aquel hombre misterioso.

Le digo que lo haga pasar a mi oficina, dejo el delantal, me quito la chaqueta y los demás implementos de higiene industrial como gorro de malla, tapabocas y lavo mis manos para quitar los residuos de los ingredientes. Aunque quiero correr pasa satisfacer mi duda, debo tener paciencia y seguir el protocolo de seguridad. De todas formas, yo mismo implementé la bioseguridad en mi pastelería.

Respiro profundo antes de ingresar a mi oficina, lo veo de espaldas y compruebo mis sospechas cuando el señor Everdeen voltea a verme. Parece veinte años mayor que la última vez que lo vi y me quedo corto. Su cabello ha encanecido, está delgado y se le marcan unas pronunciadas ojeras. El tiempo no le ha favorecido.

—Buenas tardes— saludo.

—Hola muchacho— responde. Estoy algo nervioso, este hombre siempre logró inquietarme, primero porque era un gran amigo del padre Plutarch y yo quería caerle bien, luego me acusó de robarle, me llamó huérfano ladrón. Más tarde me obligó a dejar a Katniss, por su propio bien. Tengo sentimientos encontrados con respecto a su persona.

—Señor Everdeen ¿Qué lo trae por aquí?— voy directo al grano.

—Vine a decirte que he cumplido mi promesa, hace un par de noches no pude más con la culpa y le he confesado a mi hija el motivo de tu rechazo. Porque sospecho que para lograr que ella vuelva conmigo tuviste que despreciarla de alguna forma— dice sin sus acostumbrados gestos de altanería. Está siendo sincero y realista.

— ¿Y cómo lo tomó?— pregunto muy interesado en su respuesta.

—Está molesta conmigo, es natural. También me dijo que haga algo más que confesar y por eso estoy aquí.

— ¿A qué se refiere?— lo miro fijamente mostrando una serenidad que interiormente no tengo. Estoy inquieto, impaciente, las manos me tiemblan.

—Katniss no va a correr a tus brazos Mellark, hay demasiado de por medio. Ella tiene una familia, una hija pequeña. Sé que aún te ama pero tiene una vida hecha.

—Lo sé— me siento algo derrotado. Sé que no será como en mi imaginación, que ella se enteraba que la verdad y regresaba conmigo. Ya no es posible... Sin embargo nace una nueva esperanza dentro de mi pecho. Su padre ha dicho que aún me ama.

—Ya cumplí. Sé por Plutarch que tú has estado esperando y sólo puedo decir "lo siento". Fui egoísta, intentando castigarte a ti he lastimado terriblemente a mi hija y eso nunca me lo perdonaré. Creo que deberías buscarla, necesitan hablar de esto y no sé qué más, que sea lo que dios quiera— se le quiebra la voz. –No voy a entrometerme nunca más, lo prometo. Sólo quería decirte eso Peeta. Ya puedo morir en paz— me mira con los ojos húmedos. No puedo evitarlo, no sé si por instinto o por educación pongo mis manos sobre sus hombros y me agacho para verlo de frente.

— ¡Gracias señor Everdeen!— no puedo contener lo emocionado que estoy. –Muchas, muchas gracias— puedo ver que se ha quedado rígido, después de unos segundos intenta esbozar una sonrisa. Palmea mi brazo en señal de amistad y nos separamos, ambos sin saber qué más decir.

—Tengo que irme, si deseas llamarla esta es su tarjeta— me alcanza una cartulina pequeña, la recibo conmovido por el detalle. –En este momento ella debe estar ya en la casa— mueve su silla para retirarse, me aparto y lo guío a la salida.

—Que dios lo bendiga señor Everdeen— le digo antes que su chofer abra su camioneta para subirlo.

—Soy Frank— me dice mirándome nuevamente. –Suerte... Peeta— me dice antes de desaparecer tras los cristales ahumados de su coche.

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Ahhhhh le confesó al fin la verdad, maldito papá de Katniss. ¿Que opinan? ¿Qué pasará ahora? ¿Por fin podrán ser felices? No se pierdan el próximo capítulo muy pronto, se acerca el final.

PATITO


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