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Capítulo 40: Un nuevo encuentro

KATNISS POV

Todo va saliendo de maravilla, he recibido a mis invitados, Finnick bajó con Carol para las fotografías respectivas. A pesar del tiempo él sigue siendo acosado por algunas reporteras de sociales, que no ven el modo de retratarlo para las páginas de cotilleos de la ciudad.

Si ellas supieran sólo un trozo de nuestras respectivas historias no dudarían en convertirlo en una buena novela dramática.

Más de una especuló sobre nuestro intempestivo matrimonio, pensaron que yo estaba embarazada pues no hubo romance previo ni fuimos vistos juntos más de lo necesario.

Realmente Finnick se ha convertido con el tiempo en mi mejor amigo y mi aliado y yo soy algo así como su fortaleza, he tenido que serlo.

Lo que ambos jamás podremos explicar es el precioso cabello rojo de nuestra hija, la única herencia que lleva de su verdadera madre.

Recuerdo claramente el día en que Carol nació, nunca podré olvidarlo. Tuve que hacerme cargo de ella en el momento que vino al mundo porque Finnick no podía. Junto a la partera llevaron a Annie al hospital con una profusa hemorragia. Ella falleció al día siguiente dejándome a un hombre derrumbado y a una bebé recién nacida. Cuidé a la pequeña, la alimenté y la hice la hija de mi corazón, aunque yo no la gesté. Para ese entonces Finnick y yo ya estábamos casados, fue una tragedia tras otra para él. Primero sus padres fallecieron un año antes, debido a eso fue que decidimos hacer un buen arreglo y casarnos porque yo necesitaba un poder para manejar sus inversiones que se habían desplomado en la bolsa.

—Selfy de familia— llama Finnick y me acerco a ellos.

—Sonríe Carol— le digo porque la noto cansada, ya es su hora de dormir. Le hago cosquillas y obtenemos una foto familiar muy divertida.

—Esas empanadas están deliciosa— me dice Finnick alcanzándome una. Tiene la boca llena y a la niña en un brazo. Se ve realmente feliz.

—Sí, me las regalaron— intento no ponerme nerviosa.

—¿Regalo de quién?— pregunta aun mostrándome sus hoyuelos.

—El señor Aurelius— dije muy bajo como para que no oiga pero él tiene buen oído. Su sonrisa decae.

—¿El que vino anoche era él? ¿Aurelius?— me pregunta.

—Es mi cumpleaños Finn, no quiero hablar de cosas tristes— le replico para que deje que preguntar.

—No es justo— se queja. –No es justo para nadie pero es tu vida Katniss, no voy a meterme— dice terminando de pasar lo que tiene en la boca.

—Lo prometiste, así que ahora me cumples. Carol se está durmiendo, llévala arriba y que una de las chicas te ayude a acostarla no puedo desaparecer en este momento, mira allí viene el señor Crane— digo para deshacerme de él.

—¿No trae a su hijito con él?— me pregunta antes de irse, no se queda para que le responda. Hace muchos años que no los veo, es más no sé qué fue de Gloss, sólo me encontré hace algunos meses a su padre, Seneca, en una reunión de empresarios exportadores y como conocía a mi papá y a los de Finnick aceptó ser mi proveedor en algunos países de Europa.

—Señor Crane— lo saludo. –Bienvenido— le ofrezco una copa.

—Felicidades Katniss ¿Está tu padre? Quisiera ver a mi viejo amigo— me sonríe.

—Está por allá, déjeme llevarlo— caminamos conversando de negocios, no puedo evitarlo, no sé qué otra cosa decirle.

—Tu hija es toda una profesional en esto Frank— le dice a papá después de saludarlo. –La recuerdo cuando era novia de mi Gloss, pensé que seríamos consuegros pero aquí me tienes— le sonríe.

—Y tu hijo, Séneca ¿Ya se casó?— pregunta papá.

—Ni me lo recuerdes. Sí, se casó el año pasado... con un belga— añade. Me quedo mirándolo ¿Dijo "un"? –No me mires así cheri no soy retrógrado para interponerme en su felicidad pero sigo pensando que pudiste darme nietos en lugar del pastor alemán que tienen— hace un ademán de dolerle la cabeza y yo sonrío. Así que Gloss tiene marido. Creo que lo decepcioné de las mujeres.

Luego de despedir al último invitado y acostar a papá, me voy a mi habitación y casi pego un grito cuando escucho carraspear a Finnick. Está sentado en mi cama.

—¿Qué haces aquí?— pregunto sobresaltada.

—Tenemos que hablar.

—¡No! No y no, Odair.

—Entonces no hablaremos entre nosotros pero yo ya no puedo seguirme callando Katniss— me reprocha.

—¿Y qué vas a hacer entonces?

—Le voy a llamar— dice muy firme.

—¿Para qué?— pregunto empezando a enojarme.

—Porque nunca le respondí a sus llamadas y sus mensajes, porque llevo años con esto.

—Me lo prometiste— le recuerdo.

—Te prometí muchas cosas en ese momento Katniss, no recuerdo que dije, estaba fuera de mí. Lo del accidente nos sobrepasó a ambos.

—Yo cumplí mi parte Finnick, dejé que trajeras a Annie a la casa para sacarla de ese horrible lugar pero fuiste tú quien la embarazó no yo— le recuerdo. No voy a dejar que me manipule emocionalmente.

—Sabes cuando la amaba, cuanto la amo pero eso no viene al caso. Si él está aquí en la ciudad, nos vamos a encontrar, el mundo es pequeño, tarde o temprano vamos a volvernos a ver...— me tapo los oídos y niego con la cabeza. Porque diablos no se quedó en Chicago ¿Por qué tuvo que volver?

—¿Y qué le vas a decir? El muy maldito me engañó, hizo de todo para que yo lo dejara porque se asustó con mi enfermedad...

—Eso no es lo que Peeta haría, debiste volver y preguntarle— eleva la voz.

—¿Preguntarle qué?— grito. –No me iba a rebajar a buscar a alguien que me humilló de esa forma.

—Te lo he dicho cientos de veces. Annie también me botó de muchas formas porque tenía miedo. Alejarme era la única forma de protegerme.

—¿Y de quien me estaba protegiendo él? ¡Dime!

—¿No te das cuenta? ¿Qué habría sido de ti si seguías con él?

—Pues seríamos felices ¡Eso habría pasado!— grito cada vez más alterada. –O tal vez me hubiera engañado con todo el maldito edificio ¡No sé!

—Estoy seguro que él te empujó a dejarlo para que puedas sanar.

— ¡No estoy sana!— le recuerdo.

—Lo sé pero mírate, nadie diría que tienes una enfermedad crónica, seguiste buenos tratamientos, has probado muchas terapias que te han dado resultados. ¿Recuerdas esto?— me dice mostrándome una foto de cuando regresé. Estoy abrazada a papá con el rostro cubierto de rosáceas. No es justo lo que hace, yo nunca me metí en su relación con Annie y en todas las locuras que hizo por ella y yo encubrí a sus padres.

—Mira Finnick, eres libre de hacer o decir lo que gustes por ti mismo, no te lo voy a prohibir porque no puedo. Pero no hables por mí ¿De acuerdo? Si quieres volver a ser su amigo, hazlo pero voy a pedirte que me mantengas al margen.

—Sólo quiero eso Katniss, yo no me siento bien así— acaricia mi cabeza despeinándome un poco y camina hacia la puerta. –Sé que lo hago a menudo y quizás ya estés cansada de oírlo. Gracias por todo. Por este hogar, por dedicarte a Carol y por la fuerza que le pones a todo lo que haces— me sonríe.

—Igual tienes que ir a trabajar mañana, tonto— le recuerdo. —Esos cajones de fruta no se van a vender solos— murmuro.

—Claro jefa, a sus órdenes— hace un gesto militar y se va con toda su alegría.

Ha vuelto a ser él, un poco más grande y golpeado por la vida pero es el mismo amigo que conocí en la escuela.

Suspiro mirando por mi ventana, el césped está crecido, las rosas necesitan podarse, alguien debe bajar esos melocotones mañana mismo porque tenemos un pedido grande y no completaremos la carga con la cosecha de las parcelas.

Hoy lo leí en sociales, su pastelería en la venida principal de la ciudad ha abierto. Recibimos un pedido de arándanos y por eso Finnick está así. Sabía que un día tarde o temprano nos volveríamos a encontrar, yo espero que sea tarde, muy tarde. Cuando el tiempo haya borrado de mi corazón todos sus recuerdos.

PEETA POV

Entre la panificadora de mi padre y mi pastelería he tenido los días complicados, apenas he ido al orfanato a llevar provisiones. En Chicago era más fácil la vida, solo trabajar un día tras otro, regresar, leer y dormir. No tenía que organizar horarios de los trabajadores, pagar impuestos, hacer planillas, sólo podaba las plantas de un club. Todo era más fácil pero la vida ha vuelto a ponerme aquí.

Llaman a la puerta, es la quinta vez esta mañana, creo que no he elegido bien a algunos de mis empleados que vienen a preguntarme todo lo que dudan, necesito gente con más capacidad de decisión.

—Adelante— suspiro levantando mis ojos de los papeles que tengo en las manos. Nadie me dijo que estar a cargo de una pastelería iba a ser tan complicado.

—Señor Mellark, lo buscan— me dice la joven que me ayuda en las ventas.

—¿Alguna queja?— pregunto algo abrumado, ayer vinieron a inspeccionar y descubrieron que el aire acondicionado está mal colocado, eso supone un dolor de cabeza para mí porque los técnicos me dijeron que tardarán unos días.

—Vinieron a dejar los arándanos pero el repartidor quiere hablar con usted— me dice con impaciencia. ¿Arándanos? Yo no encargué arándanos, me gusta comprarlos frescos en has huertas orgánicas. Además ya tengo los suficientes para esta semana, también he congelado un par de kilos.

—Hágalo pasar— digo aún confundido. Tal vez sea uno de esos productores que envían muestras gratis, en cuyo caso me conviene escucharlo porque tal vez me ahorre unos dólares.

Oigo los pasos pero estoy interesado en saber cuánto es el porcentaje que debo tributar por cada empleado en caso de adquirir un nuevo seguro cuando una voz carraspea en medio de mi oficina. Al levantar la vista mis ojos se quedan clavados en los del que fuera una vez mi mejor amigo.

Finnick Odair está de pie mirándome con el gesto serio. Quisiera no sentir dentro de mi este calor que me da el coraje, intento respirar para aplacar las llamas que amenazan con destruir más de lo que ya lo hicieron a mi confianza en este hombre.

¿Cuántas veces te llamé Finnick? Y no me contestaste.

—Hola Peeta— me dice con tranquilidad.

—Finnick Odair— obligo a mi voz a salir. Aprieto los bordes de mi escritorio y no me levanto a recibirlo. Sería una lástima que mi cuerpo actúe sin control y mi puño vaya a dar en el rostro de este hombre quien desde luego ya no es mi amigo.

—¿Puedo sentarme?— dice mirando la silla cuando se ha dado cuenta que no pienso levantarme a saludarlo.

—Puedes— confirmo intentando que mi voz no sea tan áspera.

—No sé cómo empezar, lo primero es decirte que me alegra que estés en la ciudad nuevamente, sabía que nos volveríamos a ver por eso he decidido forzar la suerte y venir yo mismo a saludarte— dice con una voz tan tranquila que me incomoda.

—Gracias— contesto mientras mi mente intenta formar un grupo de palabras lo suficientemente diplomáticas. –No puedo decir lo mismo, en realidad confiaba en que la ciudad fuera lo suficientemente grande como para no tener el gusto de verte— termino ya sin un ápice de cortesía.

—Entiendo— dice gesticulando sus facciones. Se le forman hoyuelos en el rostro, parece que también está buscando palabras diplomáticas. ¿Así que vende arándanos? –Te debo una explicación Peeta y creo que deberías oírme pero es tu elección, si no quieres verme lo entiendo— levanta sus palmas como si intentara apaciguarme.

—No me debes nada Finnick— respondo. Es la verdad, no hay tal deuda, él no firmó ningún compromiso para mantenerse alejado de ella, la amistad nos lleva a creer que en quien depositamos nuestra confianza entiende lo que es importante para nosotros.

—Yo siento que sí. ¿Podríamos hablarlo en otro lugar?— dice mirando mi escritorio.

—Este es mi lugar de trabajo— me defiendo.

—Pero no vamos a trabajar Peeta. Es importante para mí, necesito decirte algunas cosas— me pide.

No puedo decirle que no, salimos en su auto porque no quiero llevar el mío, es un reverendo lío sacarlo de la cochera. En el trayecto no digo nada, me limito a mirar por la ventana, intentando no provocar pensamientos que sé que me harán daño.

Él es su esposo, por todos los cielos. Es su marido, duerme con ella, tienen una hija juntos ¿Qué coño quiere decirme?

Me reprendo mentalmente por mi forma de pensar, sé que no debo ser así de grosero pero me siento muy frustrado y no sé qué hacer.

Llegamos a una cafetería y nos sentamos, pedí un expreso corto porque necesito degustar en mi paladar el agrio sabor de algo fuerte.

Miro a Finnick que da vueltas su cappuccino, le ha agregado mucho caramelo.

—Me gusta bien dulce— me sonríe, no encuentra eco en mí, sigo mirándolo renuente. –No sé por dónde empezar Peeta...

—¿Por qué te casaste con ella?— pregunto. Sus demás explicaciones no me interesan tanto. Ni porqué dejó de contestar mis llamadas, porqué se negó a recibirme hace tiempo cuando vine desde chicago a verlo.

—Era necesario, necesitaba un poder para salvar mis empresas...

—¿Fue un negocio?— pregunto desconcertado.

—No. Mis padres habían fallecido, Frank Everdeen estaba hospitalizado, Katniss se hizo cargo de todos los negocios, logró salvar parte de la compañía pero necesitaba poder absoluto. Lo hicimos en un juzgado del centro, firmamos y esa misma tarde ella viajó para lograr vender lo que quedaba de nuestras inversiones. Fue una mala época— concluye. Me quedo pensando en sus palabras. Todo este tiempo creí que se habían enamorado y se casaron por amor.

—Pero tienen una hija— murmuro saboreando mi café.

—Si la conocieras sabrías la verdad Peeta— me mira con una triste sonrisa. —¿Acaso crees que yo podría dejar a mi Annie?— me reprocha. –Bueno, ella me dejó a mí. Murió al dar a luz a nuestra hija Caroline.

—¿La niña no es de Katniss?— pregunto asombrado.

—Ahora lo es. Ella se hizo cargo, la ha criado en medio de sus innumerables responsabilidades. Y yo, estoy vivo porque mi hija me necesita sino me habría dejado morir con mi Annie— sus ojos se humedecen recordando.

Lo que me dice me deja sin palabras, es cierto que me pregunté muchas veces que había sido de Annie, creí que después de haberla ingresado a esa institución mental, Finnick la habría olvidado ya que no se recuperaba.

—¿Por qué no te contestaba el teléfono?— dice adelantando mis preguntas. —Bueno, pasó lo de mis padres ¿Recuerdas que nos mantuvimos en contacto unos meses después que Katniss volvió con Frank? Pero después del accidente nos apoyamos mutuamente y ella me propuso lo de casarnos para poder salvar algo de nuestro patrimonio y no quedarnos en la calle. Dentro del acuerdo que hicimos le prometí no volver a tener contacto contigo. Cambié mi número de celular, nos mudamos dos veces de casa, hasta dar con la que tenemos ahora. Sé que me buscaste cuando te enteraste lo del matrimonio, lo siento no pude recibirte aquel día, ella estaba allí conmigo.

—Pudiste habérmelo dicho de algún modo...— murmuro en un intento de reclamarle pero todas sus respuestas me han dejado confundido.

—Lo sé pero no lo hice. Fue por lealtad, se lo debo todo a Katniss. Ella sola se echó el peso de nuestros problemas sobre sus hombros, ha trabajado muy duro yo... no quería crearle más dificultades. En un inicio creí que te había superado, llegué a pensar que maduró de golpe y dejó atrás su romance.

—¿Y no es así?— pregunto.

—No lo sé Peeta. Ella parece feliz... Aunque la escucho deambular por la casa... no debería decirte esto. Le dije que no te hablaría de ella.

—¿Sabe que estás aquí?

—No. El otro día lo conversamos, que quizás podría cruzarme contigo y no iba a ocultarme otra vez. Pero no quiere que te diga nada más. Es complicado, sabes cómo son las mujeres. Sigue resentida por lo que le hiciste.

— ¿Lo que yo le hice? ¿Te refieres a nuestra separación?

—Dice que la engañaste.

— ¿Aún está molesta por eso?— sonrío tontamente.

— ¿Qué le hiciste?— pregunta terminando su café.

—Me porté mal, ya sabes su enfermedad...

—Eso no es motivo—reclama.

—Yo tengo mis motivos Finnick, ella debía dejarme.

— ¿Entonces lo hiciste para que vuelva con Frank verdad? Y sé que él lo sabe, de algún modo lo veo en sus ojos, cuando carga a nuestra hija, cuando mira a Katniss...

—Él lo sabe y algún día cumplirá su palabra— suspiro.

—No lo va hacer. Si te prometió decirle algo a Katniss, si hicieron una especie de trato o algo así, no lo hará. Prefiere la felicidad a medias de su hija, sonreírle a una niña a la que no le tiene demasiado afecto. Pero tiene lo que tanto quería, una familia perfecta. Eso somos nosotros, una familia aparentemente perfecta— cierra los puños como si sintiera impotencia.

— ¿Acaso no eres feliz?— pregunto terminando mi café.

—Lo soy, tengo a Carol, ella es mi vida. Pero no sé Peeta, en el camino que recorrimos para poder salvarnos mutuamente, perdimos muchas cosas. Me sentiría completamente feliz si tuviera la certeza que Katniss lo es.

— ¿Cómo está? ¿Su enfermedad no la ha molestado?

—Lo lleva bastante bien, toma medicamentos, se inyecta vitaminas, tiene una buena alimentación y hace ejercicio diario, hasta practica yoga. De vez en cuando aparecen esas rosáceas pero no muy seguidas.

—Me alegra escuchar eso— respondo. Ha valido la pena entonces, la separación, la nostalgia. Ella está bien, está sana y eso es lo que importa.

—Cuando me enteré del pedido que hizo tu empresa, yo mismo decidí traértelo para poder hablar contigo...

— ¿Pedido? ¿Los arándanos? No hice ningún pedido, yo mismo compro la fruta.

— ¿Cómo? Tengo una guía de compras, de la pastelería Mellark. Tres kilos de arándanos frescos, es lo que decía— intenta comprender pero yo estoy más perdido que él. Luego tomo en cuenta quien es capaz de haber hecho algo así. Alguien que por meses ha estado insistiéndome en que vuelva a Indiana, quien me ayudó a poner mi negocio, el mismo que compró mi primera producción de la pastelería por adelantado. Mi padre. Es él quien está detrás de todo esto. No puedo enfadarme, aunque no es correcto lo que hace.

—No hice ese pedido Finnick pero está bien, fue mi padre. Le conté lo de Katniss, ahora sé que trama— le sonrío.

—Me alegra que hayas encontrado a tu padre— me dice, no tengo que preguntarle él lo sabe. Katniss debió haberle dicho.

No demoramos mucho más y ambos nos despedimos dejando atrás los malos entendidos, recuperar nuestra amistad va a requerir de más tiempo y tal vez algunos encuentros ocasionales.

***************

Oh lamento la tardanza, aquí me tienen, explicando lo que ha pasado en estos años que han estado separados. ¿Ya ven que Finnick no es ningún traidor?

Gracias por leer, apuraré el siguiente capítulo.

PATITO

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