KATNISS POV
Hemos tenido que sacar parte de nuestros ahorros del banco, lo que Peeta logra obtener a diario apenas alcanza para malcomer. Si ya nos privábamos de carne y huevos, ahora incluso la leche, el queso y las frutas son un lujo.
Me arrepiento de haber dejado aquel empleo, quizás si pudiera amarrar mi lengua podría conseguir algo. Pero casi todos los empleos para los que califico requieren mucho esfuerzo físico. Y mientras no deje de dolerme algunas articulaciones no puedo postularme para algún trabajo de obrera.
No tengo ninguna habilidad manual tampoco, ni culinaria. Sólo se hacer una comida casera decente. He visto cerca de aquí que algunas señoras venden en las calles, pasteles, postres y golosinas hechas por ellas mismas. O a veces algún tejido. No sé si podría hacer algo así. Quizás me falte valor. Sé que mucho de mi orgullo ha sido pisoteado, por mí misma. Me he obligado a hacer cosas que nunca pensé hacer, cómo vender en plena vía pública con Peeta o aceptar ropas de donaciones. Pero esto sobrepasa mis fuerzas. Tal vez si caemos en más necesidad...
Hoy tengo que ir al hospital, Peeta iba a acompañarme pero le salió ayer un empleo para limpiar una piscina. Hizo amistad con unos jóvenes desempleados que trabajan eventualmente en lo que encuentran. Va a alcanzarme cuando acabe, espero que llegue a tiempo.
Me alisté y como siempre, bajé despacio aquellos escalones. Había excremento de perro en el segundo piso. Esas cosas me hacen odiar este lugar. ¡Gente sucia!
El autobús me dejó porque no pude correr para alcanzarlo y me senté a esperar el siguiente pero tuve que cederle mi asiento a una anciana fastidiosa que me lo exigió diciéndome que yo estoy bastante joven.
Llego al hospital un poco tarde y paso a pagar la consulta. Como no tengo seguro social, debo hacer fila para todo y esperar que los pocos médicos que hay, me atiendan.
Vida de pobre, es cierto. Ya no soy más la niña adinerada que obtenía lo que quería con un chasquido de dedos.
No es que quiera cuestionar mi decisión de estar con Peeta pero la verdad no sabía que pasaríamos cosas tan duras. Creí que papá quizás...
-Katniss Everdeen- escucho mi nombre y me levanto.
El alergólogo me atiende y me dice que ha descartado cualquier problema. No tengo nada.
¡Magnífico!
Las rosáceas en la cara y el cuello han mejorado desde que volvimos a Indiana pero tampoco han desaparecido. Pero si el médico dice que no tengo nada, quién soy yo para contradecirlo.
Luego paso por reumatología, donde también tengo que pagar la consulta para que me den los resultados. Nuevamente me siento a esperar.
Creo que llevo más de una hora, he echado un pequeño sueño allí en la banca de lo aburrida y cansada que estoy.
¡Everdeen!- me llaman a voz en cuello y me levanto como un resorte.
-Su factor reumatoide ha dado positivo- me dice el médico sin siquiera saludarme, con mis papeles en la mano. Aún ni me siento.
- ¿Eso qué significa?- pregunto con algo de temor.
-Sin embargo no veo deformación en las placas y eres muy joven. ¿Tus padres tienen artritis?- pregunta.
-No. Mamá falleció y mi papá nunca se ha quejado de dolores.
-Tus hormonas están bien. Yo quisiera decirte que tienes una enfermedad reumatoide pero... voy a pedir una última prueba- dice comprobando más datos en mi ficha.
- ¿Otra más? ¿Qué tipo de prueba?- me impaciento.
-Una biopsia- me suelta como si me hablara del clima ¿Biopsia? ¿En serio? Mi corazón late aprisa mientras mi mente intenta procesa lo que me ha dicho.
Muchas ideas vienen a mi cabeza, cáncer, tumores, castigo, más cáncer.
-Tranquila no es de ese tipo de biopsia- aclara cuando me escucha gemir. -Vamos a pedir una inmunofluorescencia para ti. Necesito descartar otra cosa antes de empezar el tratamiento. ¿Has tenido otros síntomas además de los dolores articulares?
Confundida y asustada le explico sobre mi alergia que no es alergia en realidad y no sé qué es.
-Entiendo y es probable que no tengas artritis pero hay que descartarlo de todas maneras- me tiende una orden para otro análisis más.
Salgo de allí a preguntar cuando diablos va a costar esto ahora. Con temor me acerco a la ventanilla con mi papel en la mano.
-Ochocientos cincuenta dólares- la joven menudita de la caja me mira esperando mi reacción. Intento sonreír para excusarme y me voy.
No podemos pagar esto, ahorramos mil quinientos en el invierno, vendiendo panes. Ya sacamos doscientos del banco para poder pagar el alquiler de este mes. Si Peeta no encuentra un buen trabajo pronto nos quedaremos sin dinero.
- ¿Katniss? ¿Amor que pasa?- justamente estaba pensando en él. Peeta me abraza y besa mi frente. - ¿Te dijeron algo malo? ¡Contesta, amor!
-No. Sólo me mandaron otro análisis.
- ¿Otro más?- mueve mi muñeca para ver lo que dice. Su cara cambia de inmediato, esa sonrisa hermosa que tanto me gusta declina cuando lee. - ¿Biopsia?- murmura.
-Yo también puse esa cara pero el médico me dijo que no es de ese tipo. Sé que estás pensando en cáncer- sus ojos tristes lo delatan. -Tranquilo es para descartar una artritis- le sonrío aunque no siento felicidad.
-Bueno, eso no es tan malo ¿No?- responde.
-Lo malo es que el precio es demasiado- nos sentamos porque me siento cansada.
- ¿Cuánto piden?- pregunta mientras me abraza.
-Ochocientos cincuenta- susurro al borde de las lágrimas.
-Tranquila, creí que sería más. Podemos costearlo, nos alcanza.
-Sí pero en un par de meses no tendremos para el alquiler- me quejo.
-Algo saldrá no te preocupes. Katniss, mírame- pide. Accedo a regañadientes y con los ojos húmedos. -Todo va a mejorar, amor. Vas a ver que van a encontrar lo que tienes y te vas a curar, solo debemos tener fe y un poquito de paciencia- acaricia mi mejilla.
Yo quisiera tener la fe que él tiene pero sé que el mundo se mueve con dinero. Algo que nosotros no tenemos. Quizás entonces sólo nos quede la fe.
-Está bien- digo a regañadientes. - ¿qué vamos a hacer?
-En este momento, sacaremos dinero del banco y pagamos de una vez. Luego nos vamos al laboratorio a ver que nos dicen, quizás te necesiten en ayunas o algo así. Luego nos vamos a comer. ¿Tienes hambre?- pregunta.
-Un poco- miento. La sola idea del cáncer hizo que mi estómago se revuelva.
Tomados de la mano vamos a hacer esa transacción, volvemos al hospital y cancelamos. En el laboratorio me dan cita para mañana, así que sólo nos queda ir a comer.
-Uno de los muchachos conoce a un agente inmobiliario- me comenta, no le presto mucha atención, mi mente está en otro lado. -Nos va a dar trabajo limpiando las casas que desocupa la gente que se muda- me sonríe. Lo veo tan feliz que se me olvidan mis miedos.
- ¿Y pagan bien?- pregunto.
-No, en realidad no pagan nada- responde. Me hace reír a mí también. No sé por qué sonríe así, si no va a poder ganar dinero. -Pero, nos podemos quedar con lo que los antiguos habitantes hayan dejado.
- ¿y qué haremos con eso? -pregunto.
-Venderlo. Hay un mercado de pulgas los domingos entre la avenida Summer y Madison.
-Lo sé, lo he visto algunas veces- digo entusiasmada, recordando que evitaba esa parte de la ciudad los domingos porque detenía el tráfico.
-No sé si quieras acompañarme a vender lo que podamos conseguir...
-Es cierto, por allí pasa mucha gente que conozco- agacho la cabeza. No sé si estoy preparada para humillarme en público.
-Está bien amor, yo voy a vender. Pero te necesito cuando vayamos a limpiar las casas o los departamentos desocupados. No creo que yo pueda saber qué cosas en realidad valen la pena rescatar- me dice. -Si hay que pintar o hacer algún arreglo por deterioro, entonces si nos contratarán- me sonríe. ¿Qué le puedo contestar a una sonrisa tan radiante?
Al siguiente día, desanimada y con dolor de rodilla me levanto a mi cita. Llego arrastrándome, el cansancio me ha tomado por completo. Quiero volver a dormir.
No demoran mucho, en realidad sólo me sacan sangre del modo habitual. ¿Para eso cobraron tanto?
Me voy de allí fastidiada, el pinchazo de ese técnico me ha dejado el brazo morado. Le llamo a Peeta para saber cómo va. Le explico que ya dejé mi muestra de sangre.
-Me parece excelente mi amor. ¿Quieres venir a ayudarme? Tenemos que revisar una residencia en el parque Riverside.
Acepto su invitación y lo alcanzo en una zona donde están exterminando una plaga.
-Hueles raro- le digo cuando nos encontramos.
-Es el veneno para cucarachas- me dice, luego se echa a reír burlándose de mi rostro. Acabo de hacer mi peor mueca de desprecio.
-¡Puaj! No me abraces- me quejo.
-Es broma amor, sólo es tinner. Estuvimos pintando algo.
Me subo en la camioneta de uno de sus amigos, como voy delante todos los trabajadores van en la parte trasera.
- ¡Hola! ¿Katniss no?- me pregunta un muchacho robusto.
-Sí. Mucho gusto- le digo.
-Soy Dalton, encantado. Peeta habla mucho de ti- sonríe mientras va vuelta en una intersección. ¿Eres de aquí verdad? Yo vengo de Ohio, de un rancho. No conozco mucho la ciudad y tampoco puedo presentarme en una oficina de empleo- me dice sin dejar de sonreír.
-Si soy de aquí, me crié por el country club Broadmoor- suspiro recordando. - ¿Qué pasó porque no puedes trabajar?
-De poder puedo pero no me aceptarían. Cumplí condena un par de años cuando tenía dieciocho- me suelta de pronto. Si pudiera me alejaría un poco más. ¿Con qué gente se relaciona Peeta?
-Ah- dije apenas.
-No maté a nadie- se ríe. -Era falsificador, mi padre me inició en eso. Me mandó a la escuela cuando se dio cuenta de mi habilidad. Y nunca me descubrieron pero cuando quise independizarme el viejo me echó a la policía y aquí me tienes- dice con un marcado acento de rancho.
- ¿Y ya no trabajas de eso?
- ¿Falsificando? No, la policía me tiene vigilado, lo único que he falsificado este mes, es la firma de mi hermana en la boleta de mi sobrina- suelta una carcajada. -Sacó una C- dice como su fuera una gran disculpa. -Peeta dice que sabes reconocer cosas finas. ¿Trabaste en el country club? ¿Conoces de cerca a los ricos?
-Algo así- sonrío.
Cuando llegamos, reconozco la zona. Alguna vez vine por aquí, no recuerdo cual de mis compañeros vivía en este lugar. Todos los muchachos bajan y Peeta toma mi mano para apurarnos. Las puertas están abiertas y el representante inmobiliario está atendiendo una llamada en el jardín. Está de espaldas pero nos hace una seña para proceder. Ese gesto se me hace tan común. Algo así como Hagan el sucio trabajo de una vez.
-Bueno, ya saben, divídanse. Cada quien tiene su modo de hacer las cosas. Si encuentran algún botín no se lo callen, igual tendrán que mostrarlo antes de salir- nos advierte Dalton.
- ¿Por dónde empezamos?- pregunta Peeta.
-El despacho- digo sin dudar, recordando que mi padre tenía muchos objetos valiosos, sus ceniceros de marfil, pisapapeles de cristal. Veo que algunos suben las escaleras hacia las habitaciones.
Encontramos el despacho pero sólo queda un mueble pequeño y algunos libros en el suelo. También hay cosas diseminadas en el piso, papeles y un par de cuadros. Me agacho a recoger uno de ellos. Papá tenía uno así en su oficina. Veo al lado un abrecartas y lo tomo. Lo dejo encima de la mesita que tiene dos copas finas. Es nuestro botín, no hay mucho más. Peeta recoge los libros.
-Mira que bonitos encuadernados- suspira. A él siempre le ha gustado la lectura.
-Esta mesita es de caoba- digo.
-Sí, es hermosa- me responde evaluándola. -Tiene una esquina picada, quizás por eso la dejaron. ¿El cuadro es original?- pregunta.
-No, pero el marco es fino- me encojo de hombros.
-Vamos a llevarlo afuera- echa todo encima y salimos al salón.
El agente está ahora en el salón evaluando la escalera con Dalton. Al escucharnos se gira a vernos. Lo reconozco, es el hermano mayor de Portia, lo he visto algunas veces porque estaba en último año cuando nosotros apenas entrábamos a la secundaria. Tiene esos ojos vivarachos y negros de su hermana y la misma tez oscura. Pero viste elegante, con traje muy fino. Me mira detenidamente y deja de hablar con Dalton.
- ¿No conocemos señorita?- me pregunta. Con esta ropa horrible y el cabello oscuro es difícil que pueda ubicarme pero mi rostro debe parecerle familiar.
-No lo creo- digo dándole la espalda. Continúan con su charla hasta que Evan, que así se llama el hermano de Portia sale de allí.
- ¿Lo conocías?- pregunta Peeta al verme triste.
-Es Evan Rose el hermano de Portia- murmuro en voz baja, todos están mostrando sus botines.
-Te avergüenzas...- susurra Peeta tan bajito como para que no escuche.
-Quizás un poco-le respondo.
-Él no es mejor que nosotros- me dice con los ojos tristes.
-No pero no es él quien está rebuscando entre los despojos de otra gente- me uno a los chicos admirando lo que han obtenido. Algunos consiguieron muñecos de felpa, olvidados, otros vajilla usada. Incluso un cepillo de cabello es bien recibido.
Si me avergüenza.
Me da coraje no haber hecho nada importante con mi vida, habiendo tenido tantas oportunidades. Me molesta tener que revisar la basura de la gente para ver si olvidaron algo que valga para un día de comida. Estoy harta de pasar por las tiendas y no poder comprarme ni un chocolate.
¡Tengo ganas de llorar por mi destino!
No me arrepiento de Peeta pero si de las circunstancias. Yo quería hacer tantas cosas en la vida, viajar, graduarme. Conocer cantantes famosos, a los actores de las películas que miraba.
¡Quería el nuevo Iphone!
Yo tenía sueños antes, ahora sólo tengo fe y nada más que fe en las manos.
PEETA POV
Hay días en los que ni haciendo todo mi esfuerzo puedo hacerla feliz. A veces creo que nunca tendré suficiente para eso.
Sin embargo sé que debo tener paciencia, porque remordimientos ya tengo bastantes. Yo sé que se merece todo lo bueno de este mundo, y se lo daría si pudiera. Pero no puedo. Y ahora con lo de su enfermedad, menos.
Estoy sentado con Dalton en el mercado de pulgas, ya es domingo. Espero que me den algo por lo que tengo para vender, cualquier precio me viene bien. Quiero preparar una cena deliciosa.
-Tu chica es muy bonita- dice Dalton.
-Lo es. Muy hermosa- suspiro al recordar a mi Katniss. Incluso cuando llevaba el cabello rubio me gustaba tanto.
-Sabes... es una locura pero la veo y siento que ella no pertenece a nuestro mundo- unos transeúntes se acercan a mirar los objetos que tengo sobre la mesita.
- ¿Nuestro mundo?- pregunto.
-Tú sabes, hermano. He tenido novias y ninguna se le parece ni por asomo. Ella podría pasar por millonaria si se vistiera mejor- se encoge de hombros. Sonrío al recordar cómo se veía en aquellos vestidos de gala cuando yo la llevaba a las fiestas de los amigos de su padre.
- ¿Cuánto por la mesita?- me preguntan, agradezco no tener que responderle a Dalton. -Caoba puro, está resanada. ¿Cuánto tiene?- pregunto.
- ¿Cincuenta?- aquella señora parece tener más de lo que ofrece así que me arriesgo.
-Esperaba setenta y cinco. Si me da setenta, es suya- sonrío.
-Está bien- me devuelve la sonrisa. - ¡Qué bonito abrecartas!- exclama.
-Diez más y es suyo- ofrezco. Termino vendiéndole también el cuadro. No he llegado a los cien que esperaba pero alcanzará para una buena cena, tal vez en un restaurante aceptable. Y para parte de la comida de la semana.
-Oye en serio, esa nena podría... no me hagas caso- se ríe Dalton cuando estamos guardando.
- ¿Podría qué?- pregunto por curiosidad.
-Fraude, viejo. Pero olvídalo, tengo un agente sobre mí desde hace años. Si no me porto bien, me caen. Es mejor ser pobre y libre que tener dinero en el bolsillo y perseguido.
Aquellas palabras me hacen dudar. Los que tienen dinero se arriesgan, incluso a hacer algo deshonesto. Y no pasan necesidades ni se atienden en hospitales públicos.
Obligo a mi mente a bloquear aquel pensamiento y vuelvo a casa.
- ¡Peeta mira!- Katniss me recibe con una sonrisa radiante. En la pequeña mesa donde comemos hay una enorme cesta de frutas y enlatados. Tiene un gran moño rojo adornándolo.
- ¿Qué pasó? ¿Te ganaste algún sorteo?- sonrío al verla saltando, no sabe cuál extremo de lazo jalar para desenvolverlo.
- ¡La descerebrada vino a verme!- dice sonriendo.
- ¿Quién?- pregunto.
-Johanna Mason. Mi best friend. Dice que se fue hasta el orfanato a pedirle la dirección al padre Plutarch.
- ¿Y cómo está?- su sonrisa decae. - ¿Le pasó algo a tu papa?- pregunto asustado.
-Él está bien- voltea el rostro para que no la vea sollozar. -Es Finnick- me dice cuando se recupera.
- ¿Qué le pasó?- pregunto, hace semanas que no hablo con él. Con la mudanza y los cambios me olvidé.
-Annie, fue algo horrible- nos sentamos en la cama. Ella hace a un lado sus obsequios y se sienta en mis piernas. -Yo sabía que ella tuvo un ex novio peligroso, pues salió de la cárcel y la secuestró.
- ¿La lastimaron? ¿Le sacaron dinero a Finnick?
-La violaron, Peeta. El tipo y sus amigos abusaron de ella. Dice Johanna que salió en los diarios. Ahora Annie está recluida en un sanatorio. Finnick ha dejado la universidad este semestre para poder cuidarla. Ya te imaginas, sus padres están al borde de echarlo de casa. Pobrecita pelirroja- suspira mi Katniss. La abrazo más fuerte.
-Qué mala noticia -murmuro. -La última vez que le timbré no me contestó, esperé que me devuelva la llamada y creo que se me olvidó. Tengo que ir a verlo.
-Tenemos. Aunque no sé si sea buena idea. Ir y decirle, "oye sabemos lo que pasó" como que no. Mejor ve tú sólo- aconseja.
-Iré, mañana mismo lo buscaré. Es muy buen amigo.
Sacamos los comestibles, Katniss a pesar de la pena sonríe al ver un envoltorio.
- ¡Godiva! ¡Me trajo trufas Godiva!- abre el paquete rompiendo la envoltura y se mete un trozo de chocolate a la boca degustando con frenesí. -Mmmm recuérdame llamar a nuestra primera hija, Johanna- dice con la boca llena.
Antes que pueda replicarle su broma, siento en mi lengua el dulce sabor. Sus labios también están deliciosos, nos besamos apasionadamente, la siento como hace meses, cuando no teníamos los problemas que ahora afrontamos.
Nos damos un festín con aquella canasta, no hay necesidad de salir a la calle por más comida. Acabamos llenos y sonrientes.
- ¿Vas a ir mañana a trabajar?- me pregunta.
-No. Hoy conseguí lo suficiente para poder acompañarte sin preocuparme- acaricio su barbilla, mientras, frente a frente en la cama esperamos que llegue en sueño.
-Así que quizás nos den una respuesta definitiva- suspira. Recuerdo que aún tenemos pendiente lo de su enfermedad.
-Todo va a ir bien preciosa- la abrazo a mi pecho.
-Peeta, hazme el amor- pide. Sus ojos grises me miran con tanto cariño, amor que es correspondido y al cual he dedicado mi vida.
La tomo entre mis brazos y lentamente la desvisto. Recuerdo cuando dormíamos sin ropa, toda la noche. Ahora ella usa una pijama para cubrir parte de su alergia y usa un pantalón más grueso para proteger su rodilla del frío. Pero yo la sigo deseando como la primera vez.
Esa noche queda grabada en lo más profundo de mis recuerdos, no lo hicimos a prisa, sino lento. Disfrutando de la cercanía y la costumbre que tenemos ya de nuestros cuerpos unidos. Sin embargo queremos más a pesar de habernos dado todo el uno al otro.
Al día siguiente nos levantamos temprano para recoger los resultados del hospital. Luego de ir al laboratorio, nos indican llevar los resultados al médico que los pidió.
-Otra consulta más. Estoy harta de pagar a cada rato, me tienen como pelota de ping pon- se queja Katniss.
-Así es cariño, todo tiene su proceso, hay que tener paciencia- tomo su mano para calmarla.
-Cuando repartieron la paciencia, yo no hice fila. Quizás estaba comprando en algún centro comercial- suspira.
Esperamos más de una hora para ser atendidos, hasta que por fin nos dieron turno.
El médico nos recibió sin saludarnos y a pesar que yo saludé, no me tomó en cuenta.
-Quiero esos resultados Everdeen- pide.
-Acá están, nos salieron muy costosos- se queja mi novia.
Luego de unos angustiosos segundos donde él compara resultados, y lee más de su historia clínica por fin nos habla,
-No es artritis reumatoide- la mira muy serio. -Lo que tienes se llama lupus. El lupus es una enfermedad autoinmune que ataca tus células y tus tejidos. Va a atacar tus articulaciones, tu piel, riñones, pulmones, corazón y eventualmente el cerebro.
Al escucharlo hablar el mundo en el que vivo cae a pedazos. ¿Autoinmune?
- ¿Tiene cura?- interrumpo sin la menor cortesía.
-Lamentablemente no- me mira fastidiado. -No tiene cura. Nadie sabe la causa de esta enfermedad ni es contagiosa. Es una enfermedad donde nuestras defensas digámoslo así, se vuelven locas. En lugar de defender de agresiones exteriores, atacan al propio organismo. El lupus que presentas es el lupus eritematoso sistémico. Está atacando tus articulaciones, tu piel y tu sangre- mira a Katniss que se ha quedado muda.
-Es... ¿mortal? ¿Puede empeorar?- intento saber aunque no debí hacer esa pregunta.
-Podría serlo en casos extremos pero más del 90% de los enfermos de lupus puede llevar una vida normal con un tratamiento adecuado. Y no ha surgido recientemente, me atrevo a afirmar que ella tiene el lupus desde hace tiempo. Pero este es un brote severo.
- ¿Cómo es el tratamiento?- pregunta Katniss por fin.
-El tratamiento te lo dará cada médico de especialidad. Puedes tener un médico que vaya siguiendo el tratamiento pero vas a necesitar de dermatólogos, neumólogos, inmunólogos, endocrinólogos, etc. Yo puedo evaluar un plan de tratamiento, no existe un médico que tenga la especialidad del lupus, así que nos adaptaremos. Hay que reducir la hinchazón, los dolores, ayudar al sistema inmunitario y regular las hormonas. Hasta que el brote entre en remisión.
Al escuchar aquella explicación, mi respiración se agita y siento deseos de derrumbarme.
¿Cómo vamos a enfrentar esto?
Mi fe se quiebra pero tengo que ser fuerte porque debo apoyar a Katniss, debo ser su soporte.
Más tranquila después de la noticia, Katniss y el médico conversan varios minutos. Mi mente sigue dando vueltas al respecto.
Sé que no voy a poder responder, quizás esto sobrepase mis posibilidades.
Cuando ha saciado sus dudas, el médico le establece un esquema improvisado de tratamiento que incluye visitas a varias especialidades. Receta medicamentos para los dolores articulares.
-Bueno, al menos ya sabemos lo que tengo- suspira Katniss a mi lado cuando hemos salido de la consulta.
-Sí- es todo lo que puedo decirle.
- ¿Sabes que Selena Gómez también tiene lupus?- me pregunta aunque no sé de qué me habla.
- ¿Quién? ¿Es amiga tuya?- pregunto. Katniss suelta una carcajada que me produce una felicidad momentánea.
- ¡No tonto! Es una cantante pop. Lo leí en una revista de chismes hace tiempo, es la primera vez que oí nombrar a esa enfermedad. A ella se le caía el cabello.
- ¿Se te cae a ti?- pregunto.
-No. Lo normal. Además ya ni me lo pinto.
Almorzamos pero no puedo evitar la preocupación. Sólo en medicamentos que ha recetado el médico vamos a gastar ciento cincuenta dólares. ¿Cómo podremos cubrir los gastos de las demás recetas?
- ¿Te asusta? Mi enfermedad- pregunta.
-Sí. Sabes tan bien como yo que no tenemos los recursos...
-Ya nos las arreglaremos, Peeta. Nos tenemos el uno al otro- toma mi mano pero el calor que me transmite no llega a mi corazón.
Después de dejarla en casa, me armo de valor y regreso al hospital. Espero pacientemente a que el médico abandone el nosocomio para abordarlo.
-Discúlpeme- lo saludo.
-Viniste acompañando a una paciente ¿verdad?
-Sí. La muchacha del lupus.
-Oh si, caso severo. Pero con tratamiento...
-Quiero preguntarle algo directo y por favor contésteme con de manera simple- se detiene y me mira intrigado.
-Pregunta.
- ¿Cuánto cree usted se necesita para que ella mejore? Dinero. A eso me refiero.
-Mira hijo, sé que es difícil. Tengo una sobrina con lupus y sus padres llevan gastando bastante.
-Por favor. Un aproximado.
-No puedo darte una cifra. El gasto ahora no será leve. Para que ella mejore se necesitan muchos medicamentos y una buena calidad de vida. Tal vez desees ver a la asistenta social...
- ¿Y en el futuro? ¿Se volverá a enfermar?
-Eso depende de los brotes y de su gravedad. Pero sí, eventualmente ella va a volver a enfermar y habrá que tratarla.
- ¿Si no tenemos el dinero?- él me mira y analiza mi ropa y luego mis ojos.
-Vas a tener que contactar a una trabajadora social. Hay medicamentos genéricos que pueden ayudarle no con la misma eficacia pero pueden aliviar sus dolores. Sin embargo, si tienes algún familiar que pueda ayudarlos, o intentar inscribirla en algún plan del gobiernos, tal vez...
-Gracias. Es todo lo que quería saber- me alejo de aquel hombre con una idea de lo que debo hacer.
Cuando me he calmado lo suficiente le llamo al padre Plutarch.
- ¿Qué pasa muchacho?- me dice después que lo he saludado y no sé qué más decir.
-Katniss está enferma. Padre, por favor. Necesito que me ayude. Consígame una entrevista con el señor Everdeen.
- ¿Estás seguro? ¿Qué es lo que tiene?- pregunta.
-Se lo contaré cuando vaya a verlo. Es urgente e importante. Si puede ser para mañana o pasado se lo agradeceré mucho.
-Está bien. Aunque no sé si Frank...
-Haga lo que sea. De cualquier modo, dígale lo que guste pero consígame esa entrevista padre. Nunca le he pedido nada ni he necesitado algo con tanta con desesperación...
-Bien. Te llamaré.
Y así, siento que estoy sellando mi destino. Soy el ser más cobarde del mundo pero no puedo dejar que mi Katniss enferme y empeore sin hacer nada.
****************************
¿Qué vas a hacer Peeta? ¿Lo recibirá el papá de Katniss?
¿Alguien conoce el lupus? Tengo un familiar que lo padece y lamentablemente no tiene siempre los recursos para los medicamentos. Sus broten suelen ser seguidos y dolorosos. Pobre Katniss :(
Gracias
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