Capítulo 3: Es un héroe
Katniss POV
Hoy tenía mucho calor, me desvelé mirando porno. Bueno, sé que no es porno en todo el sentido, sólo son series calentonas. Californication, Nip/Tuck y maratón de Spartacus me dejan necesitando un poco de lo que todavía no conozco. Tuve sueños extraños con un desconocido que me toqueteaba y amanecí calenturienta. Así que me dieron ganas de un buen chapuzón, aprovechando que papá había viajado con su personal de seguridad envié a Madge a decir al guardia de la puerta que nadie debía pasar. También le dije que ni ella, la señora Sae, ni la cocinera o la señora de la limpieza me buscaran.
Quería hacer un topless porque odio que me queden las marcas del bikini al broncearme.
El sol no estaba tan fuerte así que no me llegaría a quemar y con suerte tal vez mi piel tome un poquito más de color.
Alisté todo, bronceador incluido y me llevé un vaso enorme de extracto de zanahorias y naranja, que según Johanna, mi mejor amiga, podría ayudarme a ponerme de un tono dorado.
Cubrí mi cabello para que el sol no dañe mi tinte. Dios sabe que me había costado horrores encontrar el tono justo de dorado que tanto buscaba. Le he hecho tantos tratamientos a mi cabello que tengo miedo que un día empiece a caerse pero estar así de buena tiene sus sacrificios.
Me tendí en la perezosa y durante casi una hora traté de concentrarme en la música pero no podía, aún no me decidía que iba a estudiar. Por eso no terminaba el condenado video para enviarlo a Princeton.
Tenía tantas opciones en mi cabeza. Quería ser escritora, pero a lo mejor no era muy buena. Apenas había escrito algunas novelitas tontas, me parecían que no tenían mucho futuro.
Papá había sugerido que estudie administración para que le ayude en sus negocios, quiere dejar la minería para dedicarse a invertir en otras cosas, pero yo no podía visualizarme de traje, en una oficina días tras día, atrapada como una esclava.
Quise estudiar turismo de aventura hace un par de años pero solo ver a mi amiga Octavia me hizo desistir. Su madre tenía una empresa de turismo, viajaba mucho pero nunca se divertía y siempre venía disgustada porque debía atender a los clientes de su madre y no podía disfrutar de los lugares a los que iba.
Tal vez podría estudiar periodismo como Johanna. Pero no me gustaría pasar mi vida buscando noticias en lugares remotos.
Era tan difícil crecer. Y me gustaban tantas cosas. ¿Por qué debía escoger sólo una?
Creo que era momento de una zambullida, nada mejor que un poco de agua para aclarar las ideas.
Descubrí mi cabello y lo dejé caer libre sobre mi espalda. Estaba largo y precioso. El cloro iba a dañarlo pero mañana me tocaba retoque con el estilista. Además iba a hacerme un alisado porque las ondas estaban pasadas de moda.
Llegué al borde de la piscina, el agua todavía no calentaba del todo, hacia sólo una hora que encendí el temperado. Sin pensarlo me lancé de cabeza dejando mi toalla atrás.
Me encantaba oír sonidos dentro del agua, parecía todo tan lejano, me hacía recordar a mamá. Ella me enseñó a nadar y a bucear. Me gustaba pensar que estaba conmigo, aunque no pudiera verla. Recuerdo que siempre competíamos por ver quién aguantaba más la respiración dentro de la piscina, ella me dejaba ganar y me decía que era su pequeña sirenita.
Traté de bucear lo más pegada al piso, en lugar de impulsarme con los brazos usaba todo mi cuerpo como un pez o una verdadera sirena.
"Te extraño mamá, me haces muchísima falta" una lágrima se unió al agua clorada, aquí nadie notaría que a pesar de lo fuerte que soy delante de todo el mundo, al quedarme sola me siento tan desamparada. Sé que tengo a papá y él me cuida pero a veces necesito un fuerte abrazo, necesito cariño, palabras dulces en mi oído y sobretodo saber que alguien me ama más que su vida.
Estaba tan ensimismada que me asusté mucho cuando alguien me tomó de la cintura. Empecé a patalear para soltarme, no sabía quién era y yo estaba casi desnuda. Era un brazo fuerte, si era un ladrón estaba perdida. No me podía soltar de su agarre y en el forcejeo deje escapar el poco aliento que me quedaba, tragué unos sorbos de agua.
Apenas salimos a la superficie respiré desesperada para volver a pelear con mi captor.
— ¡Katniss! ¿Te encuentras bien?— escuche la voz suave del jardinero.
¡Ay no! ¿Cómo pude olvidarme de él? ¿Me habría visto en topless cuando estaba bronceándome? ¡Qué vergüenza!
— ¿Katniss? ¡Respóndeme!— gritó, al sacarme del agua sentí mucho frio.
— ¡Estoy bien!— grité empujándolo.
Su rostro se tiñó de un furioso rojo y no me tardé ni una milésima de segundo darme cuenta porque. Yo estaba sin brasiere. Llevé mis manos de inmediato a mis pechos que acababan de ser profanados nada menos que por mi jardinero.
Bueno no me los había tocado intencionalmente mientras me sacaba de la piscina. Y también me los había mirado.
Él se levantó y me alcanzó una toalla.
—Lo siento... ¿Qué pretendías? ¿Ahogarte?— preguntó.
—Estaba buceando Peeta...— dije mirando hacia otro lado avergonzada y con ganas de lanzarle algo.
—Creí que te habías caído. Escuché el sonido del agua cuando entraste, miré para acá y no vi a nadie y... pasaron más de dos minutos... cuando te vi en el fondo me asusté— se excusó.
—Me gusta bucear— le dije más calmada.
— ¿Sin ropa?
—Se suponía que no había nadie por aquí... me olvidé de avisarte— lo miré, aún estaba avergonzado, la camiseta blanca que tenía se le pegaba al pecho, se veía endiabladamente guapo todo mojado.
—Discúlpame... lo siento— dijo aun sonrojado.
—No hay problema... ve a cambiarte— le sonreí. En verdad era tierno, parecía un cachorrito mojado.
—Si... tienes razón. Y... discúlpame.
Me quedé en el borde de la piscina mirando como una tonta al jardinero que se perdía entre los árboles.
"Estúpido y sensual jardinero" pienso. "Parece más virgen que yo" suelto una carcajada al imaginarlo dándose azotes en su casita por haberme visto desnuda. No creo que sea virgen, es tan lindo. Seguro que en ese orfanato duermen todos juntos y más de una se metió en su cama.
¿Y si le hablo a Gale? Él está bien dispuesto a enseñarme cómo hacerlo. Pero luego me anotará en su libreta de conquistas. ¡No! Me aguanto y me meto a la ducha fría. Cualquier cosa antes de ser una más de su lista. ¡Y de la de cualquiera!
Quiero hacer el amor, no coger con un conejo. Si al menos hubiera alguien que estuviera enamorado de mí, me entregaría sólo para saber lo que se siente un orgasmo.
.
— ¡Mastúrbate!— me gritó Johanna por teléfono.
— ¿Qué? ¡No me voy a meter nada por muy necesitada que esté!— le respondí molesta. Eso me pasa por decirle que ando con ganas de llamarle a Gale.
—Es la primavera, descerebrada. Tú sabes, las abejas pican a la gente, las ardillas follan en los árboles y a las niñas vírgenes como tú la primavera les pone a bailar perreo sus hormonas.
—Mis hormonas no bailan perreo— me quejé. Bueno a lo mejor un poco de samba porque de vez en cuando voy a gym para mantenerme en forma. Últimamente como mucho, si sigo así terminaré como mi abuela. La mamá de Frank tenía el trasero más grande que he visto, bueno sólo la conocí en fotos pero igual me da miedo la herencia genética que tengo.
— ¿Por qué no te acuestas con Marvel? No lo hace tan mal— volvió a sugerir mi amiga.
— ¡Prefiero meterme un pepino!— le grité. Me dejé caer en mi cama mientras reíamos. — ¿Cómo que no lo hace tan mal? ¡Johanna! ¿No me digas que...?
—Vale. Sí, el verano pasado, en un Luau. ¿No te acuerdas? Ese que organizó Cashmere.
—Todo lo que organiza esa zorra acaba en cogedlon. Ella debe tener una lista más larga que la de Gale.
—Yo tengo una lista más larga que la de Cashmere— me soltó la descerebrada.
— ¿Qué?
— ¡De virtudes!— soltó una risotada. –No seas descerebrada, la lista de Cashmere debe ser más larga que la de un cirujano plástico.
—No me cambies el tema ¿Te acostaste con Marvel?
—Estaba borracha— se defendió.
— ¿Y qué tal?
—Digamos que no me puedo reír de él. Tiene lo suyo. Pero después la malogró. Me pidió que te pasara un mensaje. ¿Te imaginas descerebrada? Todavía no acababa de vestirme y él ya estaba hablándome de ti.
—No me dijiste nada.
—Si te dije. Te di sus saludos. No iba a decirte que me lo pidió post coito.
—No bueno, que feo. Oye ¿Y tú con cuantos?
—Siete, es un número cabalístico.
— ¿Quiénes?
—Curiosa— me recriminó.
— ¡Anda! Dime.
—Sólo si me dices que tan lejos llegaste con Gale.
—Vale.
—Tres fueron de mi otra escuela, cuando vivía en Chicago. Tu sabes que allá yo era... bueno vivía en una zona que no es residencial.
— ¿Antes que tu mamá le dieran esa herencia?
—Ajá. Entonces era pobre, mi papá apenas lograba darnos de comer. Mi escuela era como una penitenciaría, nos revisaban a ver si llevábamos armas.
— ¿Pero tenías 15 años?— brinqué.
— ¿Y?
— ¿Los pobres son así de precoces?
—Eso no tiene que ver con el dinero Katniss. Cashmere perdió la virginidad a los doce. Glimmer a los 14 igual que yo. Pobre, rico, las ganas están allí. Depende de cómo madurez y las ganas que tengas. Y también que haya alguien a mano. Yo era muy popular en mi otra escuela. Llevaba mi look Punk por eso mi mechoncito rojo.
— ¡Lo recuerdo! Cuando llegaste te obligaron a quitártelo.
—Tú llevas todo el pelo pintado y nadie te dice nada, igual que Glimmer. Pero no, llegó la marginal y me cayeron encima.
—Te veías rara.
—Se llama ser original. Nunca pude sobresalir en la nueva escuela pero al menos me tiré a Finnick— soltó otra risotada.
— ¿Qué? ¿En serio? Ni yo pude— me quejé. Recuerdo cuando entré a la escuela y todas volteaban a mirar para verlo pasar. Era como una aparición, siempre con la ropa ajustada y ese auto deportivo. Él iba un año antes que yo, pero todas en mi clase querían ser su novia. Incluso yo le coqueteé un par de veces pero como no mostró interés me olvidé de él. Además Gale también estaba guapísimo y tenía sus seguidoras.
—Fue sólo una aventura. Yo recién había llegado y todas me hacían el feo. Sobre todo cuando se enteraron que la fortuna de mi familia vino de una herencia, era obvio que no estaba acostumbrada a usar ropa de marca.
— ¿Qué pasó? Cuéntame. Nosotras nos hicimos amigas como a medio año.
—No mucho, pero digamos que le debo esa a Finnick. Logró hacerme entrar al "Club de las Cool". Ahora somos buenos amigos.
— ¿Puedes ser amiga de alguien con quien...?
— ¿Con quién follaste? ¿Alguien a quien viste desnudo? Sí, descerebrada, sí se puede. Claro que está el riesgo de recaer pero no es mucho si se tiene pareja.
— ¿Con quién más estuviste en la escuela? Yo sé que saliste con Blight...
—Es un secreto. Ahora dime que tan lejos llegaste con Gale.
—Una vez me quitó el sujetador— confesé. Recuerdo bien que fue en uno de los sofás de su casa. Sus padres habían salido.
— ¿Sólo eso?
—Casi me los... casi se los come— dije avergonzada.
— ¿Y no te tocó abajo?
—Sólo por encima de la ropa.
— ¿Por qué nunca lo hicieron?
—No sé. Cada vez que quedábamos en pasar tiempo juntos, pasaba algo. Esa vez en su casa estábamos a punto pero llegó su hermano hecho una cuba.
—Siempre me dio curiosidad ¿Jugaban a las manitos o qué?
—Bueno sí. A Gale le gusta escalar y hacer deportes, yo lo acompañaba, luego íbamos a comer y se nos pasaba el tiempo. Además papá estaba siempre llamándome porque no le gustaba mi ex.
—Pobre, debió haberse aguantado mucho— soltó una risotada.
—Por eso me pidió la prueba de amor, porque la escuela ya se terminaba— suspiré.
—Yo que tú lo aceptaba para tener un recuerdo, al menos.
—Pero se va Boston en el otoño.
—Y yo me voy a Evansville y no por eso dejaremos de ser amigas, aunque tú te quedes a ver crecer hongos en tu casa.
—No quiero ir a la universidad. No todavía.
— ¿Quién te entiende? Quieres sexo pero no aceptaste a tu novio. Quieres ser independiente pero no quieres estudiar.
—Sí quiero ser independiente pero no sé qué hacer. Y Gale ya no es mi novio, creí que me buscaría cuando le dije que no quería hacerlo pero me dejó ir.
Me quedé parte de la noche pensando en qué es lo que quería realmente. Johanna tiene razón, dejo ir oportunidades. Pero es que no estoy segura aún de lo que quiero. Estoy confundida, lo estuve con Gale. Y no quiero arrepentirme después de mis decisiones. Cuando yo decido algo es porque estoy convencida.
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Peeta POV
Aún no llega el domingo y tengo al menos una docena de cosas que confesarle al padre Plutarch. No va a estar contento conmigo.
Tengo la ropa mojada, la respiración acelerada y los pensamientos revueltos. Hace sólo unos minutos he visto a la señorita de la casa... desnuda.
¿Cómo iba a saber que estaba buceando?
Esta mañana podé los rosales y dejé las tijeras cerca de la piscina. Regresé por ellas para guardarlas en su lugar. Mis pensamientos habían estado ausentes un largo rato. Pensaba en Prim y Rue. Este verano posiblemente ambas sean adoptadas. He visto docenas de niños llegar e irse y luego regresar lastimados. No podemos hacer nada, salvo intentar hacer que vuelvan a sonreír. Delly y yo nunca fuimos opciones para la adopción. Ella siempre escapaba de todos los hogares provisionales y yo llegué al orfanato demasiado grande.
Un chapoteo me sacó de mis preocupaciones, no me había fijado que hubiera gente en la piscina. Si era así debía marcharme, el ama de llaves me había advertido que los amigos de la señorita a veces venían a nadar.
Alcancé a ver una cabellera rubia desaparecer. No oí nada más y esperé a que saliera. Aquellos cabellos eran inconfundibles. Katniss. No soy tonto me he dado cuenta que se pinta el cabello, lo sé porque su tono de piel es oscuro. Conté mentalmente hasta 60 y no salía. Subí despacio el pequeño tramo que me separaba de la piscina, algo elevada.
Solté el aire que traía en los pulmones. Ella estaba en el fondo, parecía que algo la atraía hacia abajo. No subía ni parecía tener intenciones de salir. Mis manos sudaban mientras caminaba de un lado al otro. En algún momento debía salir, la gente necesita aire para respirar... a menos que... ¡No! Ella no puede ir en contra de su vida.
Me quité los zapatos y dudé una milésima de segundo antes de saltar. Yo no sé nadar. Y no me importó.
Esperaba que la fuerza del salto me llevara hasta el fondo y poder llevarla conmigo hacia la superficie. Pero se resistió, logró patearme y casi pierdo el control de lo que intentaba hacer cuando me di cuenta que ella estaba desnuda. Afortunadamente logré asirme del borde para poder sacarla del agua.
Al treparme me golpeé la rodilla y caí a su lado. Me miró molesta, con las manos en el piso y el pecho descubierto. Tragué saliva. La señorita solo traía puesta la parte baja del bañador. Me moví rápidamente para alcanzarle una toalla y pudiera cubrirse.
Intento disculparme pero en lugar de eso le reclamo atropelladamente sólo para recibir un grito. Ella estaba buceando. ¡Buceando!
He sido un tonto. Un completo idiota.
Me excuso y salgo de allí abochornado. Me quedo varias horas en mi casita. No sé cómo podré volver a verla sin sentir vergüenza. Me equivoqué, la toqué y la vi medio desnuda.
¿Qué pensará de mí? ¿Creerá que soy idiota? ¿O un pervertido?
Esa noche es la primera que tengo sueños con Katniss y en ellos la veo nadando desnuda nuevamente. Me planteo saltarme la confesión del domingo. El padre Plutarch no me dejará volver si le cuento lo que hice y menos lo que veo mientras duermo.
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— ¿Peeta? ¿Te pasa algo?— preguntó el padre Plutarch el siguiente domingo. Mis pensamientos han estado ausentes en esta visita. En realidad mi atención ha estado en los recuerdos de aquel día en la piscina. Cuando riego las plantas, cuando podo el jardín, cuando siembro fresas. En todo momento pienso en ella y me arrepiento.
—No padre. Todo está bien, sólo que... no es nada.
— ¿Qué estás pensando ahora?— me sonríe.
—En que extraño a mis hermanos— no miento al decirle eso. Siempre los echo de menos.
—Tal vez estás muy lejos, son casi tres horas de viaje desde Indiana. ¿Te gustaría trabajar más cerca del orfanato?
—No. Debo acostumbrarme. Todo está bien.
— ¿Seguro?
—Sí. Todo va bien— sonrío.
Antes de despedirme, Delly me alcanza unos dibujos de los niños que me ha guardado.
—Te extrañamos Peeta. Yo saldré del orfanato en invierno. Sería genial si pudiéramos estar cerca.
—Estaré atento si los Everdeen necesitan una mucama.
—No quiero trabajar de mucama. No quiero servir a nadie Peeta. Cuando salga de aquí voy a poner mi negocio.
— ¿Con qué dinero Delly?— pregunté tristemente, a pesar que los sueños de mi hermana eran buenos, no podrá realizarlos aún.
—Buscaré empleo en comidas rápidas. O serviré cafés. Pero no trabajaré en casa como una chacha.
—Delly, el orgullo es un mal consejero— le miré a los ojos.
— ¡Peeta! ¡Estoy harta de ser pobre! Quiero conocer el mundo, vestirme bien, maquillarme. ¡Quiero ir a un concierto! Nunca pude hacer nada. Siempre tengo que resignarme ¡No soy conformista! ¡Quiero ser feliz!
—Hermana, para ser feliz debes aprender a amar lo que tienes...
—Pero no tengo nada Peeta. ¡No tenemos nada!
—Nos tenemos. Este es nuestro hogar, sé que no es el ideal. No tenemos padres ni hermanos biológicos, ni siquiera una casa. Pero... tenemos un padre. Y hermanitos. No estamos solos. No pasamos hambre ni nos golpean. Vivir en las calles es muy duro.
— ¿Me extrañas?— se acercó un poco a mí.
—Tu sabes que sí. Pienso en ti, en los niños y en el padre Plutarch. Los tengo presentes en mis oraciones.
—Cuando éramos niños decíamos que nos casaríamos...— tomó mi mano y me detuve a pensar qué decirle. Es cierto que alguna vez jugamos a casarnos. Teníamos diez u once años. Hasta que el padre Plutarch me explicó qué significaba casarse.
—Delly, somos hermanos. Yo te veo como una hermana— ella suspira y me queda mirando.
—Yo no. Bueno también eres como mi hermano pero si tú quisieras podríamos ser otra cosa. No tenemos la misma sangre ni el mismo apellido.
—Somos muy jóvenes para eso. Lo sabes.
—Sí lo sé. Anda vete ya o no encontrarás autobús. No te preocupes por mí, estoy bien.
Regreso a Indiana pensando en lo que me dijo Delly. Pero entre mis sentimientos no encuentro más que cariño fraternal para ella. Sin embargo al llegar a la casa de los Everdeen, mi corazón se acelera al pasar frente a la casa grande. La luz de la habitación de la señorita está encendida.
Trato de alejar mis recuerdos de aquel día. No debo volver a evocar aquello, no le hace bien a mi tranquilidad. La señorita es alguien que no debo tocar ni con el pensamiento.
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Hay Peeta, siempre tan lindo. Ya caerás jijijiji
Gracias por leer PATITO
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