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Capítulo 22: Me enamoré como una idiota

KATNISS POV

Peeta no vino a dormir conmigo esa noche, ni las siguientes. Tenía ganas de salir a buscarlo y aceptar su ofrecimiento de noviazgo. Pero eso estaría mal, nosotros no podemos tener nada.

Y no entiendo por qué me afecta tanto, no debo deprimirme por rechazar al jardinero. ¿Qué derecho tenía el muy tonto a enamorarse? Yo le advertí que no lo hiciera. Fui sincera con él desde un principio. Y él lo aceptó, siempre le dije que no era nada serio y que no se enamore.

¡No es mi culpa!

—Katniss, esta noche tenemos una fiesta en casa de los Odair— papá entró presuroso al comedor esa mañana.

— ¿Otra fiesta?— rezongué, al menos sería en casa de Finnick y podría conversar un poco con él.

—Hoy voy a perder mucho tiempo, Darius, el chofer está de vacaciones y no dejó reemplazo. No sé qué hacer ahora, no voy a llegar manejando el auto a lo de los Odair— se veía fastidiado, siempre me preocupaba verlo así por eso me encargaba de que le hicieran sus chequeos cada 6 meses y procuraba que comiera sano al menos en casa.

—Papá... ¿Y si le dices a Peeta el jardinero? Él conduce muy bien— sugerí, además el volver a verlo me ilusionaba un poco.

— ¿En serio? Me ahorraría entrevistar gente, el padre Plutarch dice que es totalmente de confianza, odiaría volver a cometer el error de contratar a algún otro loco— me miró con algo de pena. Seguro por Cato.

—Pues sería sólo cuestión de pedírselo, ya terminó mi glorieta y no creo que esté tan ocupado y... deberías pagarle otro sueldo, no sería justo que haga dos trabajos y solo le pagues por uno— aparenté que no me importaba pero estaba pendiente de la respuesta de mi padre.

—Será sólo por dos semanas y claro que le pagaré otro sueldo. Lo mandaré llamar en seguida— salió a la cocina.

Salí corriendo a mi habitación al menos a peinarme y cambiarme, si Peeta iba a venir a la casa tenía que estar presentable.

Bajé las escaleras con algo de temor, escuché la voz de Peeta en el primer piso.

—Está bien señor Everdeen, estoy de acuerdo con sus términos.

—Bueno entonces está hecho, ve al garaje a cambiarte, ponte el uniforme. Regresarás por Katniss a las siete en punto y la llevarás a la casa de los Odair— Peeta me miró cuando iba bajando las escaleras, su mirada era la de siempre, como si viera una aparición o algo así, me encantaba tener ese efecto en él.

—Hola Peeta— saludé sonriendo.

—Buenos días señorita Katniss— dijo respetuoso.

—Hija, Peeta va a ser el chofer estas dos semanas, gracias por la idea, no sé qué habría hecho sin conductor— papá salió a su despacho por sus cosas.

—Qué bueno que aceptaste, Frank se estaba volviendo loco sin chofer— comenté.

—Permiso, debo ir a cambiarme— se fue sin decirme nada más. Debía estar molesto conmigo. Bueno, era su problema no el mío.

Todo el día me la pasé escogiendo que ponerme, peinándome y maquillándome con especial cuidado. Quería estar muy guapa.

Pero a quien quería impactar era a Peeta.

Él vino por mí a las siete en punto cual inglés. Me abrió la puerta de atrás del auto y salimos a la reunión.

—Estas muy hermosa— me dijo mirándome por el espejo retrovisor.

— ¿En serio? Porque parece que ya no te gusto, ni siquiera vienes a verme— me hice la ofendida.

—No me he sentido bien— dijo

— ¿Estás enfermo? – me preocupé.

—Una infección simple pero ya pasó— confesó.

— ¿Peeta porque no me avisaste?— le reproché.

—Porque no era importante. Se cuáles son tus prioridades—dijo algo resentido pero sin reprocharme nada.

—No hables así. Tú no sabes nada— dije molesta. Era cierto, él no era una de mis prioridades pero aun así me interesaba.

Llegamos la casa de los Odair, le hice dar muchas vueltas mientras le señalaba el camino.

—Podrías habernos ahorrado algún tiempo— me dijo Peeta sonriendo, se había dado cuenta de mi engaño.

— ¿Tan rápido querías deshacerte de mí?— le hice un puchero.

—Sabes bien que no. Pero vas a llegar tarde.

—Para lo que me importa estar allí, con gusto me quedaría aquí contigo—sonrió.

— ¿Lo dices en serio?—preguntó.

—Sí. ¡Qué me importa esa fiesta!— le sonreí.

—Tu padre se molestaría, mejor baja ya— salió del auto y vino a abrir mi puerta. Me dio la mano para bajar y yo apreté con fuerza la suya.

—Ven a dormir conmigo... te extraño— susurré.

— ¡Katniss! Te estaba esperando— Gloss llegó a nosotros y no me dejó escuchar la respuesta del jardinero.

Me alejé de allí algo apesadumbrada, no entendía porque me afectaba tanto uno de los sirvientes. Traté de sonreír toda la reunión, de mantener el hilo de las conversaciones pero me resultaba aburrido todo.

— ¿Katniss? Hasta que por fin te veo ¿Cómo has estado? ¿Qué dicen las flores? – Finnick se veía muy guapo en su traje elegante, sonreí ante su comentario malintencionado.

—Hola guapote, estoy muy bien. Eres tú el que anda desaparecido— lo abracé. Me hacía muy feliz hablar con él, menos mal que Gloss había ido a conversar con algunos empresarios por sugerencia de su padre.

— ¿Cómo esta Peeta?— me preguntó al oído mi amigo.

—Bien, está ocupando el puesto del chofer por estas semanas— dije sonriendo.

— ¿Es cierto que andas con Gloss?— me miro con reprobación.

—Pues... es que...

—No me digas que si... ¡Katniss!

—Me tomaron de sorpresa Finnick, me lo pidió con mi padre y el suyo presente y yo estoy en deuda con el por algo que hizo...— trate de excusarme

—Pues que complaciente eres con tu viejo... aunque creo que la palabra indicada sería convenida— me hizo sentir peor todavía.

— ¡Oye no me juzgues!— le reclamé.

—Sabía que lo harías sufrir y se lo dije, pero el pobre Peeta está tan enamorado de ti que está totalmente ciego— se quejó, no sabía cuánto Finnick estimaba a mi jardinero.

—Peeta sabía que...

— ¿Qué? ¿Qué eras una orgullosa y egoísta mujer que no mira más allá de ti? Pues no lo sabía.

— ¡No me digas así!— le grité ¿Qué se había creído?

— ¿Tienes algún problema con mi novia?— Gloss se plató frente a Finnick claramente desafiándolo.

—Yo no. Eres tú el que lo tiene— Finnick se fue molesto.

Nunca lo había visto así, siempre era tan divertido y bromista. Maldición, tenía razón.

— ¿Odair te ha estado molestando?— preguntó Gloss.

—No.

— ¿Que te reclamaba? ¿Es cierto que... que antes salías con él?— preguntó visiblemente molesto.

—Sólo somos amigos, nunca salimos con otras intenciones— aclaré.

—Katniss, soy tu novio y como tal no consiento que ningún amigo te falte al respeto, si ese muchacho te ha ofendido deberías confiar en mí.

—No me ha ofendido, Finnick es mi amigo y a veces los amigos te muestran tus fallos aunque no comprendamos bien—dije con rabia y me alejé de él.

Necesitaba pensar a solas.

Salí de la casa y me fui directo al auto. Peeta se sobresaltó al verme llegar y tirar la puerta.

— ¿Te sucede algo Katniss?— preguntó.

— ¡No!— grité, estaba molesta

— ¿Qué te pasa?

— ¡Nada!— todavía seguía retumbando en mis oídos las palabras de Finnick, no entendía porque me había afectado tanto.

—Sabes que puedes confiar en mí— Peeta me miraba preocupado.

—Pero no lo hago... ¡Sólo soy una mujer orgullosa y egoísta que no ve más allá de mí!— dije todavía con rabia.

—No hables así. Tú eres una mujer única, especial. Dulce y buena— me sentí mal al oír el alto concepto en que Peeta me tenía

— ¡No es cierto!— grité. Tratando de contener mis lágrimas para no estropear el maquillaje. La puerta se abrió de pronto.

— ¡Katniss! aquí estas. ¿Qué pasó?– era papá.

—Nada, quiero irme ya— me quejé.

—De acuerdo, yo me quedaré un rato más, tengo todavía el auto de la empresa pero antes despídete de Seneca y de tu novio, no puedes marcharte así— maldición, mire el espejo retrovisor, Peeta estaba escuchando con atención.

—Si papá— dije bajándome.

Apenas me despedí de los Crane regresé al auto. Pero no pude deshacerme de Gloss que se empeñó en acompañarme.

—Querida Katniss, pasaré a verte mañana ¿Estás de acuerdo?— me decía mientras caminábamos.

—Si claro, disculpa por lo de hace un rato— traté de quedar bien.

—No tienes nada porque disculparte, soy yo el que no debió hablarte de ese modo.

—Bueno, nos vemos— dije llegando cerca del auto.

Antes que pudiera dar un paso para irme tomó mi rostro y me besó. Fue rápido y suave, ni siquiera pude oponer resistencia.

—Te llamaré querida— Gloss se alejó dejándome medio confusa. Su beso no había sido tan malo como esperaba, tampoco me causó emociones. Simplemente me encontraba sorprendida.

Me di la vuelta para subir al auto. Peeta me esperaba con la puerta abierta. No me miró cuando subí.

Llegamos a casa sin decir nada. Creí que lo dejaría así porque después que bajé del auto no se detuvo a esperarme.

Subí a mi habitación muy mortificada. No sabía si debía darle una explicación, ni excusas. No tengo porqué.

No, no tengo ninguna obligación con el jardinero, si tengo novio es mi problema.

Me quité el vestido, me desmaquillé y me puse la pijama. Casi grito al encontrar a Peeta sentado en mi cama.

—Peeta...

— ¿Cuándo pensabas decírmelo?— dijo aun sin mirarme.

—Es que yo... no sé qué me pasó, él me lo pidió y... mi papá y el señor Seneca estaban allí...— tartamudeé como estúpida. Debía agarrar valor y decirle que no era su problema.

—No tienes que explicarme nada. Yo sabía que esto pasaría, algún día. Que te fijarías en alguien de tu condición... sólo que no creí que fuese tan pronto— me miró muy dolido, podía verlo en sus ojos.

—No es eso Peeta...

—Vine a despedirme de ti.

— ¿Qué? ¡No puedes irte!— grité. Él no podía dejarme así, yo... yo lo necesitaba...

—No hay razón para que me quede Katniss. Puedo conseguir otro trabajo, lo que no puedo es seguir aquí sintiéndome así. Yo sé que soy pobre y no tengo nada que ofrecerte, más que mi amor y mi devoción pero eso no es suficiente lo sé. Sé cómo es el mundo.

—No te vayas Peeta por favor— me lancé a sus brazos sin importarme si me aceptaría o no.

—Katniss... lo nuestro llegó demasiado lejos, no quiero ser un impedimento en tu vida y tampoco podré resistir viéndote de novia con alguien más. Lo siento, no lo puedo soportar— su corazón latía muy aprisa, odiaba ser la causante de eso. Me erguí un poco para verlo, sus ojos estaban brillosos.

—Por favor, por favor... no te vayas Peeta— supliqué.

—Te extrañaré, sé que me dolerá mucho pero es lo mejor.

— ¿Lo mejor? ¿Crees que eso es lo mejor? Yo también voy a sufrir— lo golpeé en el pecho porque ya no me miraba.

—No es posible. Porque entre nosotros sólo yo he llegado a amarte— se levantó y me hizo a un lado.

¡No se podía ir! ¡No podía dejarme!

Sentí que se me cortaba la respiración, como si me hubieran dado un golpe fuerte en el pecho y el aire no llegara a mis pulmones. El solo pensamiento de perderlo me enloquecía.

Mis lágrimas empezaron a caer abundantes y no sabía cómo contenerlas pero agaché la cabeza para que no me viera llorar.

¡Katniss Everdeen no le ruega a nadie! Y esta vez no iba a ser la primera.

Antes que él llegara a mi ventana se me escapó un sollozo, me acurruqué más en mi cama, si iba a dejarme que se vaya de una vez.

¡Maldito huérfano! ¡Jardinero estúpido! ¡Lo odio por hacerme sentir así!

— ¿Estás llorando?— Escuché su voz suave cerca de mi oído.

— ¡Si vas a irte, hazlo de una vez! ¡Vete! ¡Lárgate!— no pude evitar soltar un gemido.

— ¿Por qué lloras Katniss? Esto es lo mejor para ti, yo no te convengo— tomó mi rostro entre sus manos y no pude evitar echarme a llorar desconsoladamente.

— ¿Tú qué sabes?— sollocé.

—Sé que sólo soy un sirviente y que no sientes nada por mí, tengo eso bien claro Katniss, no hay forma que tu...

—Te amo Peeta... yo te amo— lo abracé.

Era una verdad que me había estallado en la cara como una granada. Una realidad lo había estado intuyendo todo este tiempo pero que jamás quise aceptar.

Me había enamorado tontamente del jardinero. Como una idiota caí en mi propio juego. Y ahora no había modo de sacármelo del corazón.

¿Qué hago con lo que siento? ¿Qué hago?

Sentí sus labios sobre mí, besándome con desesperación, fundiéndonos en un beso apasionado, mientras mis lágrimas no se detenían. Con cuidado me empujó sobre la cama y dejó caer su peso en mí.


PEETA POV

— ¡Peeta el señor Everdeen quiere verte!— escucho a Clove detrás de mí.

Me sobresalto no sólo por la noticia sino por el susto. Ni siquiera la había escuchado caminar. Estaba sobre unas matas de fresas cuidando que no se llenara de gusanos.

—Voy en seguida. Gracias— digo ocultando el susto. Estaba tan ensimismado en mis pensamientos sobre Katniss y nuestros mutuos recuerdos que me fui de la realidad.

— ¿Has hecho algo malo?— duda Clove.

—No. ¿Por qué la pregunta?

—Porque te llama a la casa grande.

—Quizás quiera pagarme— me encojo de hombros mientras llego a la manguera más cercana a lavarme las manos terrosas.

—Él nunca paga en persona. ¡Ya cuéntame que hiciste!— parece bastante curiosa.

—Nada. No lo he visto hace días, no sé para qué pueda requerir mi presencia.

Quiero caminar rápido pero ella me alcanza cada tanto murmurando suposiciones sobre el llamado del jefe.

Cuando llego, entro por la puerta de servicio, Clove me guía hasta la entrada del comedor y me anuncia. El señor Everdeen está tomando su café, parece tranquilo.

No puedo ni siquiera pensar el motivo del llamado porque durante todo el camino Clove no me dejó. Ahora me pregunto ¿Por qué el padre de Katniss quiere verme?

—Adelante muchacho— dice haciendo un gesto. Camino unos pasos hasta situarme a unos dos metros de él.

—Dígame señor.

— ¿Sabes conducir un coche? Profesionalmente hablando.

—Tengo licencia si a eso se refiere. Manejo la camioneta del servicio algunas veces.

— ¿Pero no has sido conductor profesional?

—No señor.

— ¿Alguna vez manejaste un Mercedes?— pregunta. Recuerdo el tiempo que trabajé en aquella mecánica de Louisville. Había manejado desde Mercedes hasta Ferrari.

—Sí señor. Hace un año trabajé en una mecánica a medio tiempo.

— ¿Y sabes componer autos de lujo?— preguntó asombrado.

—Lo básico señor Everdeen.

—Es más que suficiente. Mira, lo que pasa es que mi chofer está de vacaciones y no tengo modo de reemplazarlo tan rápido como quisiera. Mi hija me dijo que manejas bien y el padre Plutarch te tiene mucha estima, eso unido a que sabes reparar coches... ¿Quisieras ocupar el puesto de chofer por dos semanas? Obviamente te pagaré el sueldo justo que es el doble que te pago por la jardinería. ¿Qué dices? ¿Te gustaría?

—Estaría encantado señor— respondo. Sólo por educación, porque la verdad no me hace mucha gracia manejar. Me gusta sí, eso lo admito. La velocidad y los autos de lujo son algo estimulante. Pero soy más feliz con mis plantas.

—El trabajo es sobre todo para que me lleves de aquí a la oficina y me traigas de vuelta. Algunas veces para que transportes a Katniss a eventos. Te proporcionaré un teléfono para avisarte cuando te necesite. No es todo el día, habrá ocasiones en que solo pediré dos transportes empleados o a mis socios. Puedes seguir con tus labores de jardinero luego. ¿Estás de acuerdo?

—Está bien señor Everdeen, estoy de acuerdo con sus términos.

—Bueno entonces está hecho, ve al garaje a cambiarte, ponte el uniforme. Regresarás por Katniss a las siete en punto y la llevarás a la casa de los Odair— escuchar que iba a estar cerca de Katniss me pone ansioso.

—Hola Peeta— escucho mi nombre. Era ella, a quien tanto quisiera olvidar.

—Buenos días señorita Katniss.

—Hija, Peeta va a ser el chofer estas dos semanas, gracias por la idea, no sé qué habría hecho sin conductor— dice el señor Everdeen antes de dejarnos solo. La miro, está preciosa, sin maquillarse y con un vestido sencillo. Trae el cabello cepillado, suelto. ¿Había sido idea de Katniss que yo sea el chofer sustituto? ¿Por qué?

—Qué bueno que aceptaste, Frank se estaba volviendo loco sin chofer— murmura sonriéndome. Como si nada hubiera pasado entre nosotros la última vez. Como si no me hubiera rechazado. Así es ella y no debe dolerme. Sin embargo su sonrisa no me deja pensar muy bien.

—Permiso, debo ir a cambiarme— salgo de allí antes de volverme a arrojar a sus pies como lo he hecho desde que la conozco.

Fue un cambio interesante, de las fresas a las atestadas calles del centro de Indiana, con un calor abrasador. El verano estaba casi en su máximo esplendor, se sentía el bochorno. El señor Everdeen me indica el camino, ya había pasado antes por aquí, en busca de ferreterías hace unas semanas.

El edificio del señor Everdeen estaba situado en el cruce de las avenidas Washington y Delaware, un lugar elegante y bastante custodiado.

—Peeta, necesito que traigas a alguien del aeropuerto en una hora ¿Sabes dónde está?— pregunta.

—Sí señor.

—Bien, ven conmigo, le diré a Cressida que te de las instrucciones. Después de eso debes llevar a mi invitado a recorrer la ciudad. No olvides recoger a las siete a Katniss como te dije esta mañana.

El día va tranquilo, su invitado era uno de sus gerentes mineros de Montana, un anciano que no conocía la ciudad.

Yo viví aquí de los seis a los ocho años, así que conocía lo básico como para mostrarle los lugares principales.

Mis recuerdos no eran los más gratos, mamá y yo vivíamos a las afueras de la ciudad en un lugar bastante deprimente. Viajábamos en autobús desde allí hasta el centro para vender lo que ella hacía. Pulseras y collares tejidos a mano, pequeñas joyas de alambre, algunos piercings y tatuajes falsos. También sabía cómo perforar orejas. Yo sólo le ayudaba a vender. Nos sentábamos por horas en los parques, a veces la policía nos corría. Otras veces nos iba bien y podíamos comer abundantemente. En realidad no pasé hambre a su lado, no iba al colegio pero ella me enseñó a leer. Quizás si hubiera recibido terapia o medicación adecuada no se habría suicidado. De eso no estoy seguro pero lo supongo. La encontraron cuando ya llevaba varios días muerta y nunca investigaron que le pasó porque ella no era lo suficientemente importante. Yo sé que durante sus crisis, mantenerme a salvo, aunque sea encerrándome, era lo único que evitaba que se autolastimara. Y me dejaba cada cierto tiempo con el padre Plutarch porque sólo confiaba en él. Pero en Lousville la denunciaron cuando se dieron cuenta que yo no iba a la escuela y la asistenta la obligó a dejarme en el orfanato para que recibiera una educación adecuada. Sólo vino una vez a visitarme y no volvió más.

Recordar todo aquello me había entristecido. Mientras le mostraba al señor Beettee el capitolio estatal recordé la vez en que fui a comprar un refresco y me perdí entre aquellos jardines. Intenté no llorar mientras caminaba buscando a mi mamá. Ella me encontró antes y me abrazó tan fuerte que me dolieron los huesos. Luego me llenó de besos y me llevó a comer a una pastelería, nunca había probado las tartas de fresas. Me pareció algo delicioso.

"Me gustaría preparar cosas tan ricas" le dije. Me miró profundamente.

"Puedes hacerlo, lo llevas en la sangre" me sonrió. Creí que lo decía porque la abuela era buena cocinera. Al menos eso decía mamá.

Minutos antes de las siete llego a recoger a Katniss, creí que demoraríamos sólo minutos en llegar donde los Odair pero no fue así. Ella me hizo dar varias vueltas antes de llegar a la casa de mi amigo Finnick. Se baja molesta pero me pide que vaya a dormir a su lado esta noche... antes de irse del brazo de aquel joven que siempre va a verla.

Me siento a esperar ¿Qué otra cosa puedo hacer? No la entiendo. Últimamente me siento confundido, necesito tanto estar con ella y a la vez, algo dentro de mí, me dice que debo poner distancia.

No soy de los que dan vueltas y vueltas sobre una misma idea así que debo hacer algo. Dejaré que todo siga como está, un mes. Si dentro de cuatro semanas Katniss sigue ignorándome o vuelve a decirme algo que me lastime, me iré.

Aún no terminaba de decidir qué cosas podría considerar dentro del rango de "cosas que me lastiman" cuando ella entró intempestivamente al auto.

No me quiso decir porqué estaba tan ofuscada, intenté calmarla pero parecía muy molesta. Su padre llegó, imagino que a tranquilizarla. Me preguntaba qué habría pasado dentro. ¿Quién la ofendió así? Tenía que buscar a Finnick para preguntarle.

"Despídete de tu novio" esas palabras del señor Everdeen atraparon toda mi atención. Alcancé a ver los ojos de Katniss un par de segundos antes que volviera a salir.

¿Novio? ¿Su novio? ¿Quién?

Ahora entiendo todo, por eso su rechazo, su falta de interés. No me busca porque ya no me necesita. Ni siquiera para... oh Dios. No le daré un mes a esto. Debo irme ya.

Pero le prometí al señor Everdeen...

Como lo suponía, Katniss venía hacia el auto al lado de su novio. Aquel joven que la salvó, el hijo del socio del señor Everdeen. Gloss. ¡Él era su novio!

Como un buen chofer la esperé con la puerta abierta intentando no prestarles atención, mirando el camino empedrado que daba a los jardines. Pero incluso la noche y las luces me jugaron una mala pasada. Las sombras de ambos se juntaron en un beso sobre las lajas del piso.

Sabía que esto pasaría, ella alguna vez iba a enamorarse de otro a quien pueda mirar como su igual, con quien se sienta libre de salir y mostrarse ante todos. Soy sólo el humilde jardinero, ahora el chofer que debe obedecer. No soy nada para ella.

Manejo demasiado rápido, mi corazón está ofuscado. El dolor de la decepción es muy fuerte, necesito estar sólo.

Llegamos a nuestro destino, antes que Katniss pueda decirme algo abandono el coche y corro a mi casita. Mientras lo hago siento ganas de gritar y abandonarme allí mismo. Pero no puedo, aún no. Debo decirle que voy a marcharme. Ya lo he decidido. El padre Plutarch entenderá, le confesaré todo y le pediré que me excuse con el señor Everdeen.

Pensé que me quebraría ante ella, pero me sorprendo al escuchar su voz tan sensible. Parece arrepentida de algo. Cómo si tuviera que darme explicaciones.

—Vine a despedirme de ti— digo.

— ¿Qué? ¡No puedes irte!— grita. Ella que siempre evita gritar cuando estábamos juntos por miedo a que la escuchen.

—No hay razón para que me quede Katniss. Puedo conseguir otro trabajo, lo que no puedo es seguir aquí sintiéndome así. Yo sé que soy pobre y no tengo nada que ofrecerte, más que mi amor y mi devoción pero eso no es suficiente lo sé. Sé cómo es el mundo.

—No te vayas Peeta por favor— me abraza desesperadamente. No sé que hacer.

—Katniss... lo nuestro llegó demasiado lejos, no quiero ser un impedimento en tu vida y tampoco podré resistir viéndote de novia con alguien más. Lo siento, no lo puedo soportar— ahora sí me falla la voz.

—Por favor, por favor... no te vayas Peeta.

—Te extrañaré, sé que me dolerá mucho pero es lo mejor— intento razonar. Hacerle ver que esta decisión es la mejor para los dos.

— ¿Lo mejor? ¿Crees que eso es lo mejor? Yo también voy a sufrir— siento sus puños golpearme mientras miro aquella ventana por la que tantas veces entré.

—No es posible. Porque entre nosotros sólo yo he llegado a amarte— suavemente retiro sus manos de mí y camino hasta mirar el cielo. Era una noche estrellada pero sin luna. Eso es bueno, cada vez que veo a la señora de la noche recuerdo aquel día en que nosotros no entregamos en medio del bosquecito.

Ahora sólo necesito el valor suficiente para apartarme de ella.

¡Valor Peeta! ¡Valor y sensatez!

Escucho un gemido, volteo a verla. Está encogida sobre su cama. Abrazando sus rodillas con la cabeza gacha.

— ¿Estás llorando?— me acerco a preguntar. Aunque sé que eso no es posible. Katniss es dura como una roca.

— ¡Si vas a irte hazlo de una vez! ¡Vete! ¡Lárgate!— vuelve a gritar pero puedo darme cuenta que su sí está llorando.

— ¿Por qué lloras Katniss? Esto es lo mejor para ti, yo no te convengo— la obligo a mirarme para que me comprenda.

— ¿Tú qué sabes?

—Sé que sólo soy un sirviente y que no sientes nada por mí, tengo eso bien claro Katniss, no hay forma que tu...

—Te amo Peeta... yo te amo— se lanza a mis brazos.

El impacto de su declaración unido al golpe en mi espalda al chocar contra el respaldo de su cama me hace dejar de respirar.

¿Me ama? ¿Katniss me ama... a mí? ¿Cuándo pasó? ¿Cómo? ¿Por qué?

Aquellas palabras sorprendentes me dejaron sin voz. No sé que decirle.

Me ama, mi adorada Katniss me ama. Beso sus labios y me olvido del resto del mundo, ya tendremos tiempo de hablarlo luego.

*****************************

Ya cayó, Katniss por fin se dio cuenta cuanto lo ama. ¿Y ahora qué?

Gracias por leer

PATITO

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