Capítulo 18: ¡No!
Katnis POV
Una mañana me desperté muy temprano, puse el despertador antes de las siete para salir a ver el trabajo de Peeta, sabía que él se levantaba al amanecer y papá había salido a Seattle.
Efectivamente lo encontré muy concentrado armando mi glorieta.
—Hola guapo— Me acerqué con cuidado y besé su cuello.
—Katniss... nos pueden ver— sonrió, sabía que aquel beso lo había excitado, yo estaba más que dispuesta, tantos días de abstinencia me hacían pensar en las más extrañas posiciones.
—No hay nadie, llévame contigo, vamos— me mordí el labio inferior y le hice señas.
—Estoy trabajando— sonrió.
—Pues yo te tengo un trabajo especial ¿Crees que puedas?
—Será un placer— se levantó y caminamos con rapidez.
—Te extraño— le dije cuando estábamos por llegar a su casita. Me tomó en sus brazos y me besó con toda la pasión que esperaba. ¡Cuantos deseos tenía!
—Tienes muchas visitas últimamente— susurró.
—Papá está haciendo negocios. Toda la semana he tenido que salir con sus socios, a cenar y a reuniones.
—Ya estás aquí, no tienes idea de cuánto te he extrañado mi amor— me bajó al lado de la cama.
Ya podía sentir lo que se aproximaba y estaba tan deseosa. ¿Algún día podré sentirme así de ansiosa por alguien más? ¿Podré desear a otra persona más de lo que ahora deseo a Peeta?
Sus besos acallaron el último de mis pensamientos y me concentré en sentir. Ahora, en este momento, Peeta lo era todo.
Sus rápidas manos me quitaron el ligero vestido y suéter que traía puesto, ya estaba húmeda para cuando toqué la cama.
Peeta todavía traía toda su ropa pero eso se podía arreglar, empecé desabrochar su camisa.
—Dame un minuto— se levantó y me dejó sola antes de taparme con una cobija. Sí que me estaba haciendo esperar.
Casi grité cuando regresó tenía las manos heladas.
—Lo siento, tenía que lavarlas— sonrió metiéndose conmigo en las cobijas. Sentí sus dedos hurgar mi interior, estaban fríos pero exquisitos, contrastaban con mi piel ardiente.
— ¡Peeta!— grité cuando sentí uno de sus dedos adentrándose en mí, lo movió en varias direcciones hasta que solté un sonoro gemido. No dejó de moverlo en ese preciso lugar hasta que mi cuerpo empezó a temblar.
Todavía no me recuperaba cuando sentí su masculinidad en mi entrada. Dios mío este hombre era una verdadera tentación.
— ¿Quieres probar algo nuevo?— me susurró aún sin inmiscuirse dentro de mí.
—Sí, lo que quieras— a este paso si me pedía matrimonio lo aceptaría. Bueno estaba muy excitada.
—Date vuelta— abrí los ojos desmesuradamente y casi me ahogo
¿Había oído bien?
Madre santa ¿Habría, el virginal Peeta Mellark, leído algún libro erótico o visto pornografía? Bueno, eso íbamos a averiguarlo.
Hice lo que me pidió, escuché algunos sonidos típicos del látex del preservativo. A mí se me había olvidado... ¡Qué iba a andar pensando en esos detalles cuando tenía semejante semental a punto de entrar en mí! Pero agradecía en el fondo que fuera tan precavido.
Levantó mi cintura con una mano y me puso en posición. Pensé que dolería pero estaba tan mojada por mi anterior orgasmo que su miembro resbaló en mí sin ninguna dificultad. La sensación de esa penetración era intensa, mucho más que la forma tradicional, sentía que tocaba mi vientre.
Empezó a moverse suavemente pero fue intensificando poco a poco sus embestidas, empecé a temblar antes de escucharlo gemir de forma animal, creo que vi estrellas cuando llegué a mi segundo orgasmo.
Terminé agotada, jadeante y sudorosa.
Me di vuelta para verlo. Traía una cara de satisfacción que me hizo sonreír. Nos acomodamos un poco para estar muy juntos.
Había extrañado todo de él. Sus besos, sus espectaculares formas de hacer el amor pero sobre todo escuchar latir su corazón. Puse mi cabeza en su pecho para sentirme a gusto.
— ¿Estás bien?— preguntó.
—Más que bien. ¿Oye, desde cuando le pides consejos a Finnick?—pregunté juguetonamente.
— ¿Qué?— lo sentí inquietarse. — ¿Él te dijo que...?
Solté una ligera carcajada por haberlo descubierto, así que eso se refería el "dios del sexo" cuando me dijo que hablaron cosas de hombres. Deberían hacerlo más seguido si yo me beneficiaba con eso.
—No me dijo nada. Lo adiviné. Peeta, te estás volviendo muy pero muy bueno en esto— le di un beso.
—No es mi intención, sólo quiero complacerte y que seas feliz— me dio un beso tierno. Suspiré y me volví abrazar a su pecho.
—Me haces feliz— susurré antes de dormir otra vez.
Desperté a medio día, creo. Había una nota a mi lado. "Estoy trabajando preciosa, descansa".
Sonreí. Siempre era así de lindo y detallista.
¿Qué haría hoy? Ah sí, Gloss venía a cenar a casa por invitación de papá. No sé para qué si Frank y el señor Crane se fueron juntos.
Creo que los viejos nos estaban haciendo "corralito" y querían que intimáramos un poco. No me molestaría recibirlo pero de allí a pasar a otro plano con Gloss, tenía mis dudas.
Tal vez si Peeta no estuviera en mi vida lo tomaría como una opción. Gloss se veía grandote y bien dotado. Pero yo quería que me amara. Y eso, hasta ahora sólo lo había sentido de Peeta. Me gustaba cómo me hace el amor, como si estuviera haciendo algo sagrado. Aunque el último encuentro fue toda una profanación. En fin. Tenía que arreglarme para recibir a Gloss.
Almorcé y me di un largo y delicioso baño. Mañana era el día libre de Clove, así que desde esta tarde no contaba con ella, menos mal que Madge iba a ayudarme a servir.
—Señorita Katniss, quería pedirle permiso. Mi novio está enfermo y me gustaría ir a verlo— me pidió en la tarde mi mucama.
¡Ay no! Me iba a quedar sola y apenas sabía servir un plato.
— ¿Enfermo?
—Sí, ayer se cayó de un andamio y lo operaron esta mañana pero su mamá dice que no reacciona— se veía tan acongojada. Pobre.
—Ve, no te preocupes. ¿Clove ya se fue?— pregunté a ver si al menos la otra podía ayudarme.
—Si señorita, salió hace un rato— maldición, tendré que experimentar.
—No hay cuidado Madge yo me encargo de todo ¿Necesitas dinero?— no me respondió pero yo sabía que sí. –Te voy a dar tu paga adelantada, ven.
Le di 500 dólares por si necesitaba ¿Cómo se sentirían los pobres en una situación así y sin dinero? Me dio escalofríos.
Si papá estuviera enfermo y yo no tuviera dinero para curarlo me volvería loca. Afortunadamente yo no sabía qué era eso.
—Gracias Señorita, Dios se lo pague— Madge salió rápidamente.
Ahora sería Katniss la anfitriona. A menos que... no le podía pedir a la señora Ripper que me ayude, ella era de limpieza y una vieja cascarrabias la verdad.
Además nunca la veía, siempre andaba en algún armario encerrada seguramente. Y para colmo sábado, la señora Sae se fue desde anoche.
Subí a alistarme, me puse un vestido ligero pero debajo de la rodilla, tampoco iba a mostrar mis encantos. Qué Gloss se los imaginara, porque eso es lo único que conseguiría conmigo.
Ya eran casi las seis, pronto llegaría Gloss, bajé a la sala a revisar todo. Seré una niña engreída y no sé hacer nada pero me gusta todo ordenado y limpio.
Escuche la puerta abrirse, me giré sonriente porque el único que podía entrar sin anunciarse con la casa vacía era Peeta pero no. Era el guardián de la puerta.
— ¿Se te ofrece algo Cato? ¿Aún no llega el joven Crane?— pregunté pero me quedé paralizada al ver la cara de loco del guardia de la puerta. Bueno siempre me pareció algo perdido ese muchacho.
—Sí. Quisiera jugar un poco— avanzó hacia mí. Instintivamente retrocedí y me llevé un gran jarrón conmigo.
— ¿Cómo te atreves? ¡Sal de aquí!— grité furiosa.
—Usted es muy complaciente con el jardinero señorita, me pregunto si también lo puede ser conmigo— ahora yo temblaba como una hoja. ¿Él sabía? ¿Nos había visto?
—Vete Cato o le diré a mi padre y te vas a quedar sin trabajo— lo amenacé, no me iba a intimidar tan fácilmente.
— ¿Qué diría su padre si se entera? Su hija, una señorita fina, se revuelca como la más perra, en la tierra fangosa. Y nada menos que con un jardinero miserable— sonrió. Entonces sí nos había visto. Debió ser el día de mi cumpleaños.
—Mi padre me creerá a mí no a un enfermo mental como tú, no me vas a chantajear Cato.
—Yo no quiero chantajearla señorita Katniss. Yo quiero también un poco de usted— avanzó hacia mí y corrí alrededor de los muebles queriendo llegar a la puerta. Si al menos pudiera salir, gritaría llamando a Peeta.
—No va a venir. El jardinerito salió a comprar hace rato— sonrió.
Ahora si estaba asustada. Quise correr y pasar por encima del sofá más grande pero mi tacón se enredó en la alfombra y caí al piso, rompí la mesita de centro con todos los adornos, incluyendo el teléfono inalámbrico.
Cato me jaló de un pie, pataleé todo lo que pude rogando que alguno de mis tacones se clavara en sus brazos.
Me zafé y traté de subir las escaleras pero otra vez sentí sus manos, ahora en mis piernas.
Los gritos que salían ahogados de mi boca no podrían ser escuchados, estábamos casi solos. La única que debía quedar en casa sería la señora de la limpieza pero ella era medio sorda.
Quedé debajo del cuerpo de Cato que trató de besarme en repetidas ocasiones. Cada vez que lograba zafarme un brazo me aprisionaba.
Levantó mi vestido y sus manos asquerosas me recorrieron.
—Si sigue gritando voy a tener que lastimarla. Relájese. Sé que le gusta follar con los empleados. Vamos Katniss, no tiene por qué ser rudo, puedo ser suave. Hasta puedo hacerla gozar más que ese chiquillo tonto. Yo sé hacer cosas que ni se imagina— grité a todo pulmón cuando sentí que rompía mi ropa interior, lo arañé en dónde pude, lo mordí cuando trató de besarme y me abofeteó pero eso no impidió que siguiera gritando y pidiendo auxilio.
Escuché que bajaba la bragueta de su pantalón y temblé de miedo. Jamás se me ocurrió pensar en algo así, jamás. "No a mí, no a mí" me repetía mentalmente. Intenté patearle sus partes pero un golpe en mi frente hizo que mi cabeza diera contra el escalón superior y me sentí mareada.
No tenía escapatoria, se iba a salir con la suya.
Sentí uno de sus dedos hacer contacto con mis partes íntimas intenté cerrar las piernas con más fuerza pero él estaba sobre mí y me las había abierto. Cato mordió mi cuello y se preparó a penetrarme, ya podía sentir su miembro entre mis muslos. La vista me fallaba, mis oídos zumbaban pero mi garganta no dejaba de gritar por ayuda.
De pronto el peso que sentía sobre mí ya no estaba. Presa del pánico sólo atiné a taparme y ponerme en posición fetal. No me atrevía a abrir los ojos.
"Peeta" es todo lo que pensaba. "¡Peeta! ¿Dónde estás?"
Pero no, cuando pude enfocar la vista hacia la parte baja de la escalera, vi a Gloss golpeando a Cato, lo levantó como si fuera de trapo y lo estampó contra el piso. Lo pateó repetidas veces antes de sacar su celular para marcarle a la policía.
— ¿Estás bien? Katniss... chery ¿me escuchas?— me tomó en brazos y me levantó del piso. Caminó conmigo en brazos hasta dar con mi habitación y me depositó en la cama. Presa del pánico volví a llorar y a encogerme
—Katniss ¿Podrás quedarte sola un momento? Tengo que arreglar esto— lo tomé de una de las mangas de tu camisa.
—Por favor, no hagas un escándalo— odiaría que esto saliera en algún noticiero.
—No tienes ni que decírmelo querida— me dio un beso en la frente, dolió un poco pues allí me habían golpeado.
Me recosté y no recuerdo cuando me quedé dormida.
Peeta POV
Los días pasaban y apenas la veo, en mi pecho se formaba una dolorosa sensación. Creo que la estoy perdiendo.
Eso es lo que más me tortura, que ella ni siquiera es mi novia. Puede entregarme su cuerpo, su pasión pero no su corazón.
Aquella mañana me regaló unos preciosos minutos. Me había extrañado, estaba tan ansiosa. Me la llevo a mi habitación y me atrevo a practicar algunas sugerentes posiciones del libro de Finnick. La oigo gritar cómo nunca lo había hecho y eso me hizo llenarme de sensaciones intensas.
Rápidamente se quedó dormida y me apuré en ir a la casa grande para tomar desayuno y de paso despistar a cualquier curioso que la haya visto perderse en el bosque.
— ¿Vas a salir hoy a la ciudad?— me pregunta Clove mientras tomaba mis alimentos.
—Si, por la tarde.
—Me avisas Peeta, mañana es mi día libre y tengo que ir a la estación a tomar el autobús.
—Me prometieron unos pernos para las cuatro de la tarde, a esa hora te puedo llevar— le dije antes de regresar al trabajo.
—Yo espero no tener que salir, es la cena de la señorita y el joven Crane— suspiró Madge. Parecía muy cansada, a lo mejor eran ideas mías.
— ¿Cómo sigue tu novio?— las otras trabajadoras empezaron a contarse sus problemas y salí rápidamente. No es que no me interesen pero prefiero no saber.
La glorieta estaba tomando forma, no me había imaginado que armarla iba a ser tan complicado. Leí el manual varias veces, necesité una cantidad impresionante de tornillos y clavos que no venían incluidos. Y también herramientas nuevas.
Todo el día se me iba en aquel trabajo. Debía levantarme más temprano para atender las flores y las fresas. El césped estaba crecido, creo que necesitaba una poda.
Por la tarde me apuré a salir rumbo a la ciudad. Estaba por marcharme cuando recordé a Clove y fui a avisarle. Afortunadamente estaba lista. Delly era la persona más lenta del mundo para arreglarse, recuerdo que me hacía esperarla más de una hora cuando salíamos al pueblo. Por esa razón me da miedo esperara a una mujer.
—¿Podrás dejarme en la estación? Es una zona peligrosa— me comenta.
Clove era una chica bajita y delgada, con la nariz respingada y el cabello castaño. Siempre sonríe pero por alguna razón su felicidad me da miedo. Tiene una mirada penetrante y un par de ojos cafés demasiado peligrosos.
—Te llevaré hasta allí.
— ¿Puedes esperar a que venga el autobús? No quiero quedarme sola— pide.
—Entonces vamos a recoger mi encargo de la ferretería primero y luego te dejo en la estación.
Parece conforme, nunca me hace conversación pero hoy parece bastante animada.
— ¿Conoces al tipo que viene casi a diario a la casa?— me pregunta.
—La verdad sólo conozco a Finnick.
—Oh Finnick, ese es un hombre guapísimo. Quien pudiera. Yo me refiero al pretendiente de Katniss.
No contesto pero el comentario me sienta mal. ¿Pretendiente? ¿Será aquel joven que llegó el otro día con el señor Everdeen? Ese que le ofreció su brazo para entrar en su casa. Se ve bastante importante.
—Hoy va a venir. El señor Frank lo invitó para que esté a solas con la señorita Katniss. Creo que quiere que pase algo entre ellos.
Clove suelta una risita tonta y mis nudillos se marcan en el volante del auto.
—Qué bueno— digo masticando las palabras.
—Se llama Gloss y es muy educado. Yo creo que es demasiado para Katniss, ella apenas terminó la escuela y con muy malas notas. Ninguna universidad la aceptó, su padre va a tener que pagar una fortuna si quiere que su hija estudie.
Ya me había dado cuenta que Clove no le tiene aprecio a su patrona pero nunca la escuché criticarla tanto.
—La verdad no los conozco— digo intentando parecer normal.
—Bueno es su suerte, no todos nacen en cuna de oro. Algunos tenemos que trabajar para vivir y ganarnos el pan con nuestro esfuerzo.
La charla continuó. Clove parece conocer a Katniss desde hace años pero me desconcierta, a veces parece admirarla y otras estoy seguro que la envidia habla por ella.
Me pregunto qué opinión tendría yo de Katniss si no me hubiera enamorado de ella. O si no me hubiese correspondido. ¿Viviría mirándola desde lejos? ¿Pensaría como Clove que es una niña rica engreída?
Clove toma el autobús de las seis y media y me voy a la casa. Me sorprendo mucho al encontrar un auto de la policía. Intento averiguar qué es lo que sucede pero el oficial me dice que sonó la alarma y estaba corroborando si todo andaba bien. Extrañamente Cato no estaba en su puesto.
Quise quedarme para ver si Katniss se encontraba bien pero de la casa grande salió el joven del que me habló Clove. Ese que está pretendiendo a mi... a mi Katniss. Ni siquiera me mira pero parece darle instrucciones al oficial de policía.
Guardo el auto y camino hacia la glorieta pero ya había anochecido y era mejor dejar el trabajo para mañana.
Me fui a mi casita pero me siento intranquilo, dos veces llego a mirar la casa grande desde los árboles. Estaba a punto de volver cerca de la media noche cuando escucho el sonido de un auto. Frena escandalosamente en la puerta. Atraído por mi curiosidad me acerco un poco más. Era el señor Everdeen, entra en la casa muy apurado.
Creía que estaba de viaje, entonces Clove me mintió y en realidad Katniss no tenía una cena con ese tal Gloss.
Todo esto me causaba una sensación de malestar.
Debo esperar a que ella me busque nuevamente o me llame, no puedo hacer nada más. No quiero irrumpir en su espacio ni parecer desesperado, aunque lo estoy.
Al día siguiente me despierto muy temprano para ir al orfanato. Es domingo, el día perfecto para visitar a mis hermanitos. A las seis de la mañana llego al portón principal pero Cato no estaba, a lo mejor era también su día libre.
— ¡Identifícate!— escucho una voz.
—Peeta Mellark. Soy el jardinero, es mi día libre— le digo al hombre que estaba en la caseta. Parece policía.
—Está bien. Puedes salir.
Antes de agacharme a pasar por la pequeña portezuela me di cuenta que el tipo estaba armado. Qué extraño.
Llego al orfanato antes del mediodía. Me pasé todo el trayecto durmiendo. Les he llevado golosinas a los niños.
— ¡Es Peeta!— Prim corre hacia mí. Rue no parece tan feliz de verme.
— ¿Qué pasa pequeña ardilla?— le pregunto pues es como una verdadera ardilla cuando trepa árboles.
—Me voy a ir. Mi tía ha conseguido mi custodia— dice con tristeza.
—Lo siento— la abrazo. Rue tenía un historial de maltrato. Su padre murió cuando ella era muy pequeña y su madre era alcohólica. Vivió con su abuela y una de sus tías hasta los cinco años pero la trajeron aquí porque la explotaban. La obligaban a vender golosinas hasta altas horas de la noche y la golpeaban cuando no llevaba dinero suficiente. –Hablaré con el padre Plutarch.
—No hay nada que hacer Peeta. El juez me ha entregado y el padre Plutarch no puede hacer nada— algunas lágrimas se le escaparon. La abracé para calmarla. Todavía recuerdo cuando llegó. Yo tenía catorce años, era una tarde lluviosa. Ella no quería bajar del auto porque estaba asustada. Delly y yo la convencimos de que estaría mejor aquí, que éramos una familia muy unida y cuidaríamos de ella.
Odio cuando estas cosas pasan. La ley a veces no protege a quien más lo necesita.
Después de repartir los dulces y las cosas que les había comprado durante toda la semana, fui a hablar con el padre Plutarch. Efectivamente, no se podía hacer nada por Rue pero el padre me prometió que visitaría a la pequeña casi a diario, junto con la asistenta para verificar que no la maltraten.
—Peeta, hay algo personal de lo que debo hablarte— cambió su semblante cuando terminamos de hablar de Rue. Me lo veía venir.
—Yo también padre. Me gustaría que me oyera primero.
—Adelante. Te noto diferente y más seguro. Has madurado.
—Gracias. Padre... sé que llevo poco tiempo trabajando...
—Ya van a ser cuatro meses, no es poco tiempo. ¿Te has acostumbrado?
—Sí. Estoy a gusto en ese trabajo.
—Me alegro. Continúa.
—He conocido a una chica y yo... me he enamorado de ella— confesé. No había modo de suavizarlo ni de dar vueltas sobre el asunto.
—Vaya, eso me toma de sorpresa. Y deja resuelto mi pendiente contigo. ¿Cómo es esa señorita? ¿Trabaja en la casa de los Everdeen?— pregunta. Ahora es dónde venía la mentira. Me pesaba deformar la verdad con el hombre que me crió pero es necesario.
—Sí, trabaja allí. Ella es muy especial, es dulce pero tiene un carácter fuerte. Es buena pero firme. Siempre sonríe... es preciosa.
— ¿Y le has hablado de tus sentimientos?— pregunta.
—Sí padre. Somos... novios. Me corresponde— hice un gran esfuerzo por mantener mi sonrisa. Katniss me quiere, aunque no me ama. No somos novios, sólo... tristemente amantes.
—Me alegra escuchar eso. Pero por otro lado me entristece. Tenía la esperanza que ocuparas una plaza en el seminario de Boston. Si cambias de idea...
—No cambiaré. Quiero quedarme donde estoy, no voy a abandonarla. Disculpe si yo...
—Peeta, si tu corazón te dice que es lo correcto, no tienes que disculparte por nada. Sabía que esto podía pasar. Te enamoraste antes de sentir el llamado y eso es bueno. Sólo te voy a pedir una cosa.
—Lo que usted diga padre.
—Pórtate como un caballero con esa niña. Ya sabes a lo que me refiero. No quiero quejas de mi amigo Frank. Sé que no eres irresponsable, confío plenamente en ti. Pero a veces además de ser decentes también debemos parecerlo. No te veas involucrado en situaciones peligrosas o comprometedoras.
—No padre. No se preocupe.
Sentí un ligero retorcijón en las tripas. Soy un mentiroso. Se me olvidó la caballerosidad con Katniss. Pero no hay modo de lamentarse, lo hecho, hecho está. El consejo es bueno, nada de situaciones peligrosas. Eso significa que nada de tener sexo al aire libre, alguien nos podría ver.
Regreso a casa por la noche, el mismo guardia de seguridad me abre. Me revisa la mochila y me pasa un detector de metal. ¿Desde cuándo la seguridad era tan estricta en esta casa?
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Pobre Katniss y Peeta sin saber nada :(
Gracias por leer
PATITO
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