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Capítulo 10: Iniciándome en terrenos peligrosos

Katniss POV 

Nuestros besos se hicieron más apremiantes, no sabía lo que me pasaba, de alguna forma no quería parar, que nada nos pusiera freno. Me puse de pie sin dejar de besarlo y lo jalé para que se levantara, quería tener más acceso a él. Poco a poco fui empujándolo sobre la cama, logré que se recostara en ella.

—Katniss— su voz sonaba agitada, podía sentir que él tampoco tenía intenciones de detenerse pero parecía tan asustado como yo. Seguí besándolo y recargué todo mi peso sobre él, no estaba preparado para recibirme, sus brazos cedieron y caí sobre él.

Sus manos empezaron a recorrerme, suavemente pero con prisa, apretó mi cintura hacia su cuerpo, gemí de excitación al sentir su miembro restregando mi entrepierna

—Katniss, detente— jadeó sin soltarme.

— ¿Por qué?

—Por favor...

— ¿No me quieres?—busqué su boca dejándole un húmedo beso en los labios.

—Con todo mi corazón— respondió mirándome.

— ¿Entonces?

—No quiero... perjudicarte...— sonreí, sonaba tan anticuado.

—No hay modo que lo hagas, me haces muy feliz— sus manos se deslizaron debajo de mi blusa, temblé ante su contacto. Sentía tanta necesidad de su piel, de perderme en sus besos y sus caricias.

Le quité la camiseta, para ver sus bien formados músculos, producto del trabajo físico que realizaba, deseaba recorrer cada centímetro con mis labios. Besé su mandíbula, bajé hacia su cuello, Peeta echó la cabeza para atrás. Traía puesta una medalla vieja y muy gastada, eso lo hacía verse más adorable aún.

Me quité su suéter y lo aventé lejos.

—Mi amor— dijo incorporándose de pronto.

Volví a su boca, sus labios eran deliciosos y adictivos. Tibios, ardientes. Su aliento me recordaba a la canela.

— ¡Preciosa!— me detuve en seco.

Así me llamaba mi madre cuando era niña. Lo sabía por los videos que tenía de ella. –Preciosa, no debemos. No quiero que luego te arrepientas— su respiración aún no se calmaba.

—No me voy a arrepentir, pero si me rechazas no te volveré a hablar jamás— había fantaseado con esto aunque la verdad no me había decidido hacerlo con el jardinero. Aquí en su casita vieja, sobre este colchón duro de paja, arrullados por los grillos, yo quería hacer el amor con Peeta.

—Ven aquí— me atrajo hacia un lado, me dejé llevar. Él tomó ahora la iniciativa, quedé debajo de su cuerpo.

Llevé mis manos a mi blusa y me ocupe del primer botón, en seguida las manos de Peeta detuvieron las mías. Creí que no quería seguir.

—Déjame hacerlo— susurró.

Uno por uno los desabotonó, su mirada se perdió en mis pechos. Me ruboricé un poco pero no me sentía tan avergonzada como para taparme.

Lentamente y sin prisas nos desvestimos mutuamente,

Peeta era muy tierno, sus toques suaves me excitaban mucho, sus manos acostumbradas al trabajo y a la tierra estaban enterradas en mi piel. Besaba cada parte de mi cuerpo y yo temblaba con cada toque.

Debo admitirlo, me gusta, mucho más de lo que esperé.

Casi grito cuando se quitó el bóxer y vi su miembro. Nunca podido observar uno en vivo y en directo. Era... grande y peludo, pero de alguna forma extraña en lugar de asustarme me excitó sobre todo por el rubor que se formó en las mejillas de su dueño.

Después de varios minutos de besos, abrazos, ambos cuerpos piel con piel, restregándose entre sí, una de sus manos separó mis piernas. Se ubicó en mi entrada y me preparé para lo peor. Cerré mis ojos y esperé a que llegara el dolor del que tanto había oído hablar. No pasó nada pues  Peeta no se movió. Me miraba con una dulce sonrisa.

— ¿Tienes miedo?— preguntó.

—Mucho pero no me voy a echar para atrás— le di un beso intenso.

—Hasta parece que... Olvídalo— volvió a sonreír. Moviéndose unos centímetros dentro de mí. Gemí muy fuerte porque rozó sobre mi pubis.

—No parece... Peeta. Lo soy— había entendido perfectamente a qué se refería. Sí era virgen.

—Katniss...— sus ojos se agrandaron en señal de alarma. Lo sujeté de la cadera para que no se aparte.

Por fin lo comprendí, él creía que yo tenía experiencia por eso accedió sin dar tanto pleito.

— ¿Y tú? ... ¿También eres virgen?— le pregunté. Se había quedado pasmado, mirándome y respirando con dificultad.

Ay mi jardinero, era tan... ingenuo... y muy guapo para su propio bien.

—Nunca he estado así con nadie más... no deberíamos— empezó otra vez con sus culpas. Seguro en el orfanato lo flagelaban si pensaba en sexo.

—Peeta. Quiero que me hagas el amor— se lo dije con tanta convicción que sus miedos desaparecieron. Su mirada incierta cambió. Me sonrió levemente antes de llevar sus dedos sobre mi centro y acariciarme en círculos, lo cual hizo que me humedeciera mucho. Colocó sus brazos a ambos lados de mi cabeza, sentí su dureza entre mis piernas abriéndose paso dentro de mí. Esta vez no cerré los ojos, lo miré mordiéndome los labios, gimiendo por falta de aire. Pareció dudar por un momento, así que elevé mis caderas para que se darle más acceso. Se sentía tan grande, era poco probable que pudiera entrar completamente.

Me dio miedo. Iba a dolerme.

No me importó, quería a Peeta dentro de mí, ya no lo resistía, mi deseo era más fuerte que el temor.

Cuando ya no pudo seguir el camino supe que en cualquier momento iba a penetrarme con un poco más de fuerza y  romper esa barrera.

Yo confiaba en que lo haría sin lastimarme, porque no había nadie más en el mundo con quien pudiera sentirme tan protegida y tan feliz.

Empujó pero mi himen parecía no dispuesto a ceder. ¡Maldición!

Se separó un poco de mí, tenía una buena vista de su pecho bien formado, sus músculos abultados y tensos. Acaricié su piel blanca y suave. Había muy poca vellosidad, tal vez porque era aún joven.

— ¿Lista?— preguntó.

— Sí. Estoy lista— respondí con un gemido.

Puso un poco más de fuerza en este nuevo empuje, sentí que algo se rompió dentro de mí. Cerré los ojos, no pude evitar que se formaran lágrimas.

Ay, Johanna tenía razón... ¡Sí dolía!

—Katniss ¿amor?— se detuvo asustado. — ¿Te sientes mal? ¿Quieres que salga?— susurraba, mientras que repartía besos en mi rostro.

—No. Ya va a pasar... espera— respiré profundamente.

¿Qué dijo Johanna que hizo en su primera vez? Ah sí, no desesperarse... y relajarse. ¿Cómo me relajo?

Abrí los ojos y me concentré en los de Peeta. Casi podía sentir sus emociones, su corazón desbocado. Estábamos conectados no sólo físicamente en este momento. Él era lo único que alejaría el dolor.

Me atreví a sonreírle y la quemazón fue decayendo. Me devolvió la sonrisa.

Moví mis caderas, despacio, dolió un poco. No lo suficiente como para arrepentirme. Él comprendió y me facilitó las cosas.

Empezó un suave vaivén, que pronto me llenó de calor. Mis mejillas ardían, algo muy en el fondo de mí se había despertado y necesitaba más fricción.

Sus movimientos parecían premeditados, parecía calcular la fuerza y la intensidad, su rostro contraído y a la vez concentrado, me sorprendió. Se movía en círculos, entraba deliciosamente y cambiaba el ángulo de sus embestidas. Y era tan guapo... tan lindo... con aquel cabello rubio revuelto y esos ojos azules llenos de deseo por mí. Sus jadeos llevaban mi nombre "Oh Katniss" "mi amor" "Ahhh sí Katniss"

Pronto sus arremetidas se fueron haciendo más rápidas, eso quería decir que estaba a punto de llegar... pero a mí me faltaba un poco más. Johanna decía que era normal a veces... que no siempre salía perfecto la primera vez. Pero yo quería correrme con él.

—Dime algo— gemí, enroscando mis piernas en su espalda.

—Te amo... te amo y siempre te amaré Katniss— me sorprendió aunque ya lo intuía. Él estaba enamorado de mí, no quería pensar en eso ahora... pero no fue lo que dijo sino la forma como movió sus labios para hablar, sonó tan endiabladamente sensual.

Un estremecimiento se apoderó de mi vientre, no sabía lo que pasaba, simplemente mi cuerpo temblaba y se contraía, palpitando. Mis piernas se aflojaron de pronto cuando me sentí atravesada por una poderosa descarga eléctrica. Me abracé a la espalda de Peeta y solté un fuerte grito. Quizás podría parecer sensual pero en mi cuerpo muchas reacciones extrañas sucedían junto a mi orgasmo. Jamás lo aceptaré pero tuve muchas ganas de hacer pipi allí en medio de mi primer climax.

Perdí la conciencia al escuchar sus gemidos, sólo me dejé ir junto a él, abrazados, sudorosos y jadeantes.

Poco a poco la sensación fue disminuyendo, Peeta tenía la frente empapada, se veía tan varonil. Volvió a besarme suavemente y se acomodó a mi lado, apenas cabíamos en su estrecha cama pero me abrazó y ya no me pareció una simple choza, ni un colchón viejo.

Estar al lado de Peeta era... como estar en casa.

Peeta POV

Cuando tenía 15 años leí un poema de un hombre que descendía a los infiernos. No recuerdo si fue de Tomas Moro o de San Agustín

El padre Plutarch había salido y decidí preguntarle a uno de los nuevos monitores.

—York, ¿Podrías explicarme a que se refieren los escritores cundo hablan del punto de no retorno?— pregunté

—Bueno— titubeó. —No sé qué tipo de literatura leas. Pero según sé este punto se refiere al límite que tenemos todos, ese momento de la vida donde ya no se puede decidir, y donde los pensamientos se dejan a un lado. Si es romántico lo que has leído y trata sobre castidad, el punto de no retorno sería el momento en el que toda tu moral, costumbres y valores ya no sirven— mis ojos se agrandaron. No era eso lo que preguntaba. Pero bastante claro me dejó el concepto.

Hoy había tenido que vivirlo. No una sino muchas veces. En el momento en que Katniss me besó dentro de mi cabaña, cuando me pidió seguir acariciándola. Mientras le quitaba la ropa... y sobre todo cuando me pidió que la hiciera mía.

Sabiendo lo hermosa que es yo di por sentado que ella tenía experiencia. Al menos algo más que yo. No creí gozar del privilegio de ser el primero. Lo cual, a la par de hacerme sentir henchido de orgullo me deja una sensación de culpa. Le he quitado la honra, me ha entregado su pureza.

Pensar en reparar mi falta es una utopía. No puedo presentarme con su padre para decirle que he tomado a su hija y quiero casarme con ella. ¡Pero cómo me gustaría hacerlo!

Sé que los tiempos han cambiado, ahora es común tener muchas parejas antes de casarse pero no era así como yo pensaba. He leído demasiados libros antiguos. Mi mente se ha llenado con muchos pasajes de la biblia, de San Agustín, de John Milton y libros moralistas de poetas del siglo pasado. Donde el amor y el sexo nunca se separan.

Y aquí estoy ahora. Después de haber conocido las delicias del amor. Y debo obligarme a no sentir culpa. Porque al menos yo, amo. Con toda el alma. No ha sido un acto carnal, ni de egoísmo. No me siento perverso ni creo que mi mente o mi cuerpo estén corrompidos. El amor no corrompe, el amor nos hace mejores.

Katniss se remueve entre mis brazos y la sujeto más a mi pecho. No porque la cama fuera estrecha sino porque necesitaba sentirla más cerca. Escuchar los latidos de su corazón, el ritmo acompasado de sus respiraciones y perderme en el agradable aroma de sus cabellos. Acaricio su piel desnuda mientras duerme, no quiero que despierte y se dé con la realidad. Que reconozca lo que ha hecho para luego arrepentirse. Sólo soy su jardinero enamorado, quien riega la hierba del suelo que ella pisa. Soy el que estará esperándola cada minuto de mi vida hasta que se vuelva a fijar en mí. Quien la ama con la misma fuerza de las raíces sedientas del verano. Recibí de ella el regalo más preciado del mundo, me ha dado su pureza.

No despiertes bonita, quédate un ratito más, deja que haga una cama de sueños, un jardín secreto dónde podamos vivir momentos mágicos cómo este. 

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Nuestro jardinerito cayó ¿Lo harán sufrir?

PATITO

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