Mensajes
Damiano
—¡Panqueques, panqueques, panqueques!
Reí salteando los anhelados panqueques de mi hermana. En serio que le encantan.
—¡Panqueques, panqueques, panqueques! —corea otra vez.
—Vale, sorellina, acá están tus panqueques —dejo su plato frente a ella.
Loredana sonríe tomando la miel de Maple para untarla sobre su desayuno. Yo en cambio tomé una de las tostadas que estaban tibias sobre el plato en el centro de la mesa y mi taza de café recién servido.
Despido otra risita cuando veo la cara de deleite de mi hermanita menor, siempre era la misma expresión para el mismo platillo de su desayuno.
—¿Algún día te cansarás de los panqueques, Lore?
—¡Jamás! —exclamó con esa sonrisa de dientes incompletos ya que recientemente perdió uno de los colmillos.
Aún así, sus sonrisas seguían siendo de mis favoritas.
—Vale, amante delle frittelle, desayuna rápido que pronto hay que llevarte a clases.
Ella asintió y siguió comiendo y meciendo sus pies bajo la mesa.
En cuanto terminó la ayudé a lavarse la boca y las manos, procurando no mojar la ropa que lleva puesta para que no vaya empapada a la escuela. Mientras lavaba los platos sucios, ella fue a su habitación a buscar su mochila y ponerse sus zapatos, pero conociéndola, terminaré yo por acomodar sus cordones.
En la sala escucho el sonido de mi móvil, estaba entrando una llamada, seco mis manos con un trapo y me apuro hasta allá.
—Ciao? —contesté sin ver el remitente.
—Ciao, Damiano! —saluda su animada voz del otro lado—. ¿Cómo está mi straordinario migliore amico del mondo?
—Pues bien, esperando a su hermana para llevarla a clases. ¿Qué he hecho para ganarme esta llamada de mi espléndida mejor amiga?
Ella suelta una risita corta, oigo como se desplaza de un lado a otro, siempre teniendo tanta energía.
—Te llamaba para ver si nos podemos reunir hoy después de clases, ya sabes, los últimos días no nos hemos puesto bien al corriente, quiero asegurarme de que siguen en todas sus piezas.
—Tan dramática como siempre, Traviata —meneé la cabeza—, pero vale, reunámonos, ¿Qué tal en la cafetería cerca de mi edificio?
—Perfecto, le dejo la dirección a Fede y nos vemos ahí en unas horas.
—Genial.
—¡Mis saludos a Lore! Addio, Damiano! —y tras escuchar mi despedida, Traviata cortó la llamada.
—¡Estoy lista! —anunció Loredanna, volviendo de su habitación.
—Casi, Lore, casi lista —la hago sentarse en el sofá para acomodar las trenzas de sus cordones, ella suspiró murmurando un «lo intenté, lo siento» cabizbaja—. Está bien, sorellina, estás aprendiendo, cuando sepas cómo hacer bien tus agujetas, serás toda una experta.
—¿Si?
—Así es —terminé con su zapato izquierdo y la tomé de la mano para salir de nuestro pequeño hogar—. ¿Lista para irnos?
—¡Ahora sí!
Nos reímos saliendo de nuestro apartamento, seguido del edificio.
No nos toma mucho tiempo llegar a la primaria dónde inscribí a mi hermana para que haga su ciclo escolar ya que estaba a unas pocas cuadras caminando. A veces le cuesta socializar con los otros niños porque aún el idioma local no lo aprende a la perfección, pero me siento orgulloso de que lo intente y no se rinda por nada.
Soy un orgulloso hermano mayor.
***
Luego de ver mis clases hoy en la universidad he ir a buscar a Loredanna a eso del medio día, me encontraba sonriendo al móvil por los peculiares mensajes que recibía de ella mientras esperaba a mis dos mejores amigos.
"¿Alguna vez haz bañado a un pingüino?"
Reí por lo bajo por su reciente pregunta.
Yo: No, ni siquiera he visto un pingüino que no sea en la televisión.
Su respuesta es casi inmediata:
Sal: Eso está mal, ¡Muy mal! Un día verás un pingüino que no sea en la televisión, será mi misión.
Yo: Vale, que bueno que mi sueño sea tu nueva misión.
Su respuesta es un emoticón riendo y un «te aseguro que la cumplo», iba a responder a su mensaje, pero el llamado de mi hermana hace que levante la mirada de la pantalla.
Loredanna me mira con su pequeño entrecejo fruncido y su boquita en ese puchero de bebé que intenta ser intimidante.
—¿Qué? —le pregunté cuando han pasado segundos y ella no me dice nada.
Baja la mirada un segundo al móvil, la vuelve a subir un instante después.
—¿Con quién hablas?
—¿Por qué?
—Es que... estás sonriendo, así como cuando... —su boquita se torció insegura—, mamma e papà erano qui.
Su comentario me deja aturdido un momento y con un mal sabor de boca, un mal sabor que era algo más como un... sentimiento de ausencia y de anhelo
Solo el cielo y mis mejores amigos saben lo difícil que han sido estos últimos tres años para nosotros, lo difícil que a sido todo lo que vivimos en Italia. Me gusta pensar que la decisión de venirnos a vivir a Estados Unidos fue por conocer nuevas experiencias, un nuevo idioma, nuevos lugares y nuevas personas, me gusta pensar en eso para evitar la verdadera respuesta de nuestro drástico cambio de entorno: alejar el dolor y la ausencia.
Alejarnos de lo que se supone debía de sentirse como un hogar, pero que ya no lo era.
Loredanna y yo no la hemos pasado bien y solo a sido este último año y lo que llevamos del vigente es que hemos podido tener tranquilidad y algo de paz, pero aún así están las voces del pasado, los momentos duros, las miradas acusatorias hacia mi hermana por parte de mi familia materna.
Es estúpido culpar a Loredanna de la decisión que tomó, nosotros también estábamos viviendo un duro momento al igual que él, mi hermana y yo también sufrimos mucho. Me parecía injusto que haya pensado solo en sí mismo, que se haya encerrado en su dolor olvidando que tenía a un par de hijos que sufrían de la misma manera que él.
Era muy injusto todo lo que pasamos de forma tan seguida.
Observo los bonitos ojos gris verdoso de mi hermana, algo que claramente heredó de nuestra madre, su mirada es curiosa pero también tiene mucha tristeza que intenta ocultar.
Es difícil ver qué desde tan pequeña tu hermana perdió una infancia que debió vivir entre risas, juegos, y alegrías, no en un cuarto de hospital, no acostada haciéndole compañía a quien pronto sabíamos que debía de irse.
El dolor de la partida y el de la culpa es algo que mi hermana nunca debió de tener sobre sus hombros.
—Estaba leyendo algo que me pareció muy gracioso, Lore. Es todo.
Me dio una mirada desconfiada que me hizo reír.
—No te creo.
—Tú nunca me crees, Loredanna.
—Hum... —murmura, entrecerrando sus ojos en mí—. Dime la verdad.
—Te he dicho la verdad.
—Sigo sin creerte, Dami.
Meneé la cabeza sonriendo, mi hermana solo hacía esto para fastidiarme, la conozco demasiado bien.
—Sigue coloreando, Loredanna, solo sigue coloreando.
Murmuró en italiano un «sospechoso» y siguió coloreando en su nuevo cuaderno de dibujo. Ella ama colorear, es de sus pasatiempos favoritos.
Ese y molestarme. Es una cría de ocho años, pero es muy inteligente y astuta, la muy traviesa.
Pasaron diez minutos desde esa charla con mi hermana, ella seguía coloreando y yo aproveché el retraso que llevan mis amigos para seguir hablando con la chica que conocí en la fiesta de hace unos días.
Aunque lo intente, no puedo, ella tiene unos temas de conversación muy raros, siempre tiene respuestas ingeniosas a todo y sus bromas son un poco extrañas pero divertidas. No puedo evitar reír por lo que dice en sus mensajes, es imposible.
Desde que recordé por fragmentos la fiesta a la que había ido el fin de semana pasado con mis mejores amigos, he estado hablando con ella. De los recuerdos de esa noche ninguno es el momento dónde ella me dió su número, pero a la mañana siguiente lo encontré registrado y luego de haber recordado un poco, pensé en enviarle un mensaje.
Por ahora solo hablamos así, es algo porque en serio tengo ganas de volver a verla, de volver a ver esos lindos ojos verdes y escuchar su peculiar y gracioso acento alemán.
Pero estaba bien con esto.
Por ahora, porque no planeo dejarlo así para siempre.
—¡Perdonen la tardanza! El metro a esta hora es una locura —apagué la pantalla de mi móvil y giré a ver a mis dos mejores amigos de la infancia.
A la primera que veo es a la que mi hermana desde muy pequeña la llama Travi, aunque en realidad se llama Traviata Santoro; una chica de veintiún años, cabello castaño oscuro y un poco rizado, tez blanca, ojos marrones claros y sonrisa tierna acompañada de un par de hoyuelos bajo las comisuras de su boca. Aunque la conocí en Milán cuando tenía siete años, en realidad Traviata es de Véneto, solo que se había mudado por el trabajo de su padre.
—Prefiero gastarme unos cuantos billetes más en un taxi antes de pasar ese infierno otra vez —agregó Federico Caruso, mejor conocido como Fede.
Tiene también nuestra edad, de mi misma estatura, (dejando a Traviata a la altura de nuestro hombro) cabello castaño claro con un rizado alocado que a Loredanna le gusta trenzar, ojos oscuros, tez del mismo tono moreno que la mía y la misma sonrisa del adolescente que le coqueteaba a todas las chicas en la scuola secondaria.
Son el par de chicos retrasados que se sentaron en nuestra mesa, saludando con sonrisas y abrazos a mi hermanita, que les devolvió los saludos con la misma emoción.
—Pensé que no llegarían nunca —admití, dejando el móvil sobre la mesa.
—Mi dispiace, Damiano, pero es que el metro estaba caótico. Sentí por un momento que volvía a la experiencia del fin de semana en New York.
Hay un escalofrío colectivo al recordar ese fin de semana. El metro de Manhattan es algo a lo que no vuelvo a subirme en mi vida a horas pico.
—Muchos traseros... —murmuró mi hermana con la mirada perdida.
Ahuyenté esos recuerdos meneando la cabeza. No, no pensaría en nuestro infernal viaje en metro.
—En fin, ¿Ordenamos? Lore y yo llevamos tanto tiempo aquí que el aroma ya nos a dado hambre.
—Per favoreeee —pidió mi hermana, haciéndole ojitos a Fede que termina sonriendo.
Mi mejor amigo tenía cierta debilidad por la mirada de bebé de Loredanna. Todos, de hecho, y mi hermana se la sabe jugar bien con eso.
—Vale, ordenemos algo, nosotros también nos morimos de hambre.
Llamé a la mesera que llevaba esperando un largo rato para hacer mi orden, después de anotar nuestros pedidos ella se fue a la cocina de la cafetería un poco vacía a esta hora, sorprendentemente. En el transcurso que esperamos nuestra comida, nos ponemos al tanto de lo que a pasado en estos días de la semana que no hemos podido hablar.
Hablar con Traviata y Fede es algo que nos hace bien a mí hermana y a mí. Mis mejores amigos son increíbles personas que siempre me apoyaron en todo lo que hemos vivido estos últimos tres años pese a la distancia que nos separaba y eso siempre se lo voy a agradecer: todo el apoyo y el cariño que nos han brindado a Loredanna y a mí.
Más que ser mis amigos, ellos son parte de mi familia.
Aprovecho el momento en que mis amigos se centran en hablar con mi hermana para leer el mensaje recién llegado a mi móvil. Esa escurridiza sonrisa se forma cuando veo que se trata de un mensaje de Sal.
Pero esa misma se va en solo segundos para convertirse en una expresión de sorpresa por su mismo mensaje:
"Que lindo verte después de la fiesta. He confirmado que tienes una sonrisa muy linda."
¿Pero qué...?
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Nota de la autora:
Sorellina: hermanita.
Amante delle frittelle: Amante de los panqueques.
Ciao: hola.
Straordinario migliore amico del mondo: Extraordinario mejor amigo del mundo.
Addio, Damiano: Adiós, Damiano.
Mamma e papà erano qui: Mamá y papá estaban aquí.
Mi dispiace: Lo siento.
Con todo eso aclarado, ¡Bienvenidos al capítulo uno de Historia De Dos Corazones titulado «Mensajes»! Ya vemos porque motivo.
Me encanta volver al mundo de Verdades O Mentiras, es estar cerca de mis primeros niños, aunque teniendo la narrativa de unos nuevos.
Hola, Damiano, me caes bien, me gusta tu narrativa, ya le he agarrado cariño.
Escribir la historia de estos dos me encanta, es italiano, es alemán, es español pero se supone que es inglés jkjkjk. Sí, eso no tiene sentido, pero no importa.
Estamos conociendo un poco más de los Leoni, algo que en Un Amor ¿De Verdad O Mentira? Y Changes... dejamos medio inconcluso. ¿Qué hay detrás de los Leoni? Lo iremos averiguando.
Aún sigo sin tener idea de cómo podrían ser las actualizaciones, ¿Lo lunes? ¿Jueves o sábados como la de las anteriores novelas? Anyway, después lo veré.
Recuerden que tengo otras novelas en mi perfil, cuatro ya terminadas y tres (contando esta) en proceso, por ahí también nos podemos ver.
Besos y abrazos con panqueques, traumas del metro de Manhattan y mensajes
MJ.
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