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Epílogo

POV. Ana

Apenas puedo creer que estuvimos un mes de vacaciones... ¡Fue tan divertido! Prácticamente fuimos de un lado a otro paseando, conociendo y pasando tiempo juntos.

Aunque no todo fue descanso. Maddie estuvo enviándome resúmenes de libros para seleccionar algunos y enviarlos a edición. Hemos recibido excelentes propuestas de escritores independientes.

Pensé que Christian dejaría unos días su empresa en manos de la señora Bailey, pero me equivoqué, ha recibido tantas llamadas que ayer salí del hotel una hora entera sin que lo notara.

Y habría sido divertido, de no ser por la pareja que me sigue a todos lados por mi estado delicado. Taylor y Gail se ofrecieron a acompañarme hasta una tienda de recuerdos en París.

La buena noticia es que no he sentido náuseas ni nada por el estilo. ¿La mala? Ahora me quedo dormida prácticamente en cualquier lugar en el que permanezca sentada más de 10 minutos, aunque la doctora Greene dijo que era normal. Creo que se arrepiente de haberle dado su número personal a mi esposo.

— Ana, estamos llegando — susurra Christian.

— ¡Por fin! Estoy muy cansada del vuelo de regreso.

— Pero, ¿estás bien? ¿Te duele algo? ¿Quieres que te lleve en mis brazos?

Sawyer fue a recogernos a Boeing Field y ahora está entrando al garaje de Escala.

— Estoy bien Christian, solo cansada — me mira como si no me creyera — Pero me gustaría un baño en la tina.

— Por supuesto, ven, dame la mano.

— Puedo bajar del auto sola, te lo aseguro.

— Solo déjame ayudarte — luego susurra — necia...

— ¡Te escuché!

Taylor y Gail ríen cuando entramos todos al ascensor. Mi esposo pasa su brazo por mis hombros y besa mi frente con mucho cariño.

Cuando la puerta se abre, Connor, Baker y Dixon nos saludan. Aún es el día libre de Jason y de Gail, así que todos se retiran dejándonos solos.

— Te prepararé el baño.

Caminamos juntos a la habitación y mientras Christian llena la bañera, yo le hablo a Ray para avisarle que ya estamos en Escala. Escucho la llave del agua cerrarse, así que me quito los zapatos sin tacón y el abrigo.

— Está lista, ¿te ayudo con eso? — dice con la ceja arqueada.

Toma el borde de mi blusa y la saca por encima de mi cabeza. Desabrocha el sujetador y el botón de mis jeans para deslizarlos por mis piernas.

En otro momento yo estaría a punto de la fiebre por su toque, pero sus gestos apasionados se han vuelto más... Calmados, cariñosos pero muy cuidadosos. Como si tuviera miedo de quebrarme.

— ¡El bebé está bien! — Me mira con culpabilidad — Christian, ya habíamos hablado de esto, ¿recuerdas? Le llamaste a la doctora Greene a media noche.

— Lo sé, es solo que...

— ¿Qué? Dime por favor qué tengo que hacer para que dejes de tratarme como un contenedor de cristal. ¡No voy a resistir 7 meses más así!

— ¿Así como?

— ¡Agh! ¡Olvídalo! Quiero tomar mi baño antes que el agua se enfríe.

Camino delante de él desnuda, esperando alentar su buen ánimo pero solo me mira pensativo. ¡Qué idiota! Vaya forma de iniciar tu vida de casados...

Entro al baño y cierro la puerta. Me recojo el cabello en un moño alto para entrar a la tina que mi tonto esposo ha preparado con aceite de rosas, mi favorito.

Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza hacia atrás un momento. Para distraerme, pienso en los últimos escritos que Maddie me envió y que estamos por lanzar en formato digital.

— Ana... Ana... — la voz de Christian se escucha a lo lejos.

— Hmm.

— ¿Te quedaste dormida en la bañera? — dice abriendo la puerta.

— No — balbuceo — solo cerré los ojos un momento. ¿Qué pasa?

— Te estaba hablando y no contestaste. ¿Te ayudo a salir?

— ¡Estoy bien! — Se detiene y me mira — ¡Bien, espera! Olvidé la toalla, alcánzamela por favor.

Oh, genial... Ahora parezco una loca. Benditas hormonas, creí que todo eso era una excusa para hacer cosas como comer dulces y pasteles. Me pregunto si Kate estará igual que yo.

— Ven aquí — sonríe mientras extiende la toalla para envolverme.

Me levanto de la tina y paso mis brazos por su cuello. Él me seca la espalda y me sostiene fuerte contra él.

— Te amo esposo.

— Te amo esposa — sonríe — déjame llevarte hasta la cama.

— ¿Es esa una propuesta? ¿Está intentando seducirme, señor Grey?

— Tal vez si, Señora Grey.

— Tenga cuidado, mi esposo es muy celoso.

— Ahh ¿sí? — arquea la ceja y me deposita suavemente en la cama.

No dejo que se aleje de mí y lo acerco más para besarlo. Me da un beso suave pero yo quiero provocarlo y le muerdo el labio inferior. El gruñido que suelta me causa un escalofrío por todo el cuerpo.

— Ana.

— No, no, no te detengas, por favor.

Vuelvo a besarlo mientras me apresuro a desabotonar su camisa. Deslizo mis manos por su firme abdomen y más abajo para deshacerme de los pantalones también. Su cálido cuerpo se cierne con cuidado sobre mí mientras sigo besándolo.

El cosquilleo en mis piernas se extiende hacia mi pecho donde él besa suavemente. Rodeo su cintura con mis piernas para que se apresure.

Todos sus toques y movimientos son tan suaves y lentos que me hacen sentir ligeramente impaciente. Muerdo el lóbulo de su oreja de forma juguetona para que capte la indirecta.

Me estremezco por completo cuando por fin lo siento dentro. Sus caricias se vuelven más toscas a medida que aumenta el ritmo y yo aprieto mis labios para no gemir ruidosamente.

Sus ojos grises brillan intensamente y reconozco su expresión de amor. ¡Oh rayos! Me conmueve su amor por mí y me hace amarlo más.

— ¿Ana?

— Si — giro mi cabeza a un lado.

— ¿Estás llorando?

— No — digo con la voz cortada.

— Mierda — susurra — ¿Te hice daño? ¿Te lastimé?

— No, no lo hiciste — digo cuando lo veo.

Mi visión está borrosa por las lágrimas en mis ojos, pero distingo cuando él se endereza y se sienta en la cama. Me levanto también para sentarme junto a él.

— ¿Entonces por qué lloras?

— Porque te amo — limpio mis ojos — te amo tanto y soy tan feliz que lloro.

— ¿Lloras de felicidad?

— Si, lo siento, no quise asustarte. Estoy bien, de verdad.

— Dime qué hago, ¿qué puedo hacer para que dejes de llorar? — me mira preocupado.

— Abrázame.

Él se acerca hasta la cabecera de la cama y me arrastra hasta sus brazos. Me sostiene firmemente y acaricia mi cabello mientras dejo que la calidez de tu abrazo me arrulle. Porque si, me quedé dormida.

Christian me despierta más tarde, bastante tarde de hecho. El reloj de la mesita dice que son las 7 de la tarde, así que me apresuro a vestirme para ir a la cena en casa de sus padres.

Esta vez, Dixon nos lleva hasta Bellevue en la Suv y estaciona detrás de la camioneta de Elliot.

— ¡Christian! — Grita Mía — ¡Ana!

— Hola Mía.

Después de abrazarla, Grace y Carrick se acercan a recibirnos. Vamos a la sala donde Kate y Elliot están ahí sentados.

— ¡Kate!

— ¡Ana!

Corremos a abrazarnos como si no nos hubiéramos visto en años. ¡Benditas hormonas! Lo único que me hace sentir mejor es que Kate está tan llorosa como yo.

— ¡Oh genial! Más hermosos momentos emotivos... — gruñe Elliot.

— ¿Qué te pasa, imbécil? — dice mi esposo.

— ¡Solo olvídalo! Necesito una cerveza.

— ¡Elliot Grey!

— ¡Lo siento nena! ¡Es que estoy tan...! ¡Agh!

Elliot sacude su cabello y sale de la sala hacia la cocina. Grace y Carrick se miran uno al otro, pero es Christian quien habla.

— Voy a buscarlo, ¿estarás bien si te dejo un momento sola?

— No estoy sola Christian, estoy con Kate, Mía y tus padres. No estoy en peligro, te lo aseguro. Anda, ve con tu hermano loco.

Miesposo me da un beso corto en los labios y se aleja mientras vuelvo al sillóncon mi amiga y mi cuñada para contarles de nuestro viaje.

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POV. Christian

Camino rápidamente hasta la cocina pero el idiota de Elliot no está ahí. Me asomo por la puerta y lo veo afuera gritando y pateando a la nada. Jodido loco.

Regreso al refrigerador para sacar dos cervezas y camino hacia la puerta ante la atenta mirada de la chica del servicio.

— ¿Qué rayos te pasa imbécil? — le grito.

— ¡Estoy jodido! ¡Estoy jodido y eso me vuelve loco!

— ¿De qué hablas?

— ¿Esa es para mí? — señala una de las cervezas.

— Solo si hablas, pedazo de idiota, ¿por qué estás tan molesto?

— ¿Y tú? ¿Por qué estás tan tranquilo? — me arrebata la cerveza de la mano y luego susurra — tú si estás teniendo sexo, ¿no es así?

— ¿Qué?

— Si, por eso estás así tan tranquilo, con vibras jodidas de amor y paz al mundo... ¿Por qué yo no? ¡¿Por qué no?!

— Espera — le gruño — ¿esto es por sexo?

— ¡Qué listo! ¡Claro que esto es por sexo! ¡Kate no me deja ni tocarla! ¡Llora todo el jodido tiempo!

— Eres un grandísimo idiota, ¿y tus libros del embarazo y los consejos?

— Bueno, ¡es una mentira! Ahí no dice nada sobre que ella estará tan emocional e inestable que no me deja tocarla... ¿Cómo vamos a tener sexo si no deja de llorar?

— Tienes que ser paciente, tú lo dijiste...

— ¡¿Paciencia?! Tengo paciencia Christian, pero luego ella dice que seguramente voy a engañarla porque no se siente bien para tener sexo conmigo y luego llora dos horas más porque me imaginó siendo infiel.

— Elliot...

— ¡No puedo! ¡No puedo contra sus hormonas! ¡Termino siendo el malo! Y yo solo quiero abrazarla y decirle que todo estará bien... Porque si mejora, ¿cierto? ¿Ella se sentirá mejor después?

— ¿Quieres la cita con la doctora Greene?

— Supongo que sí, deberíamos ir sobre todo por lo de sus náuseas. Por lo que veo tú no tienes ese problema.

— Bueno, Ana si está más sensible y esta mañana lloro un poco, así que soy yo quien está dejando el tema del sexo a un lado.

— ¡¿Por qué?!

— Porque no me siento totalmente cómodo, ya sabes, ahí está mi bebé.

— ¡No puedo creerlo! — Se ríe — ¡¿Lo único que te detiene es una cosita así de pequeñita, del tamaño de una almendra para no tener sexo?!

— ¿Quieres dejar de gritar? Lo que digo es que en estos momentos no son ellas mismas, están más confundidas que nosotros por las hormonas. Solo hay que esperar a que todo vuelva a la normalidad, una cosa a la vez.

— ¿Así de fácil?

— Si, solo tratar de hacerlas sentir lo mejor posible, darles lo que necesiten.

— Claro... Para ti eso implica sexo.

— Entonces voy a hacer el enorme sacrificio — me burlo — ¿ya te sientes mejor?

— Si, ya. Lo dije, está fuera de mi sistema. Pero sabes que si vuelvo a sentirme así voy a correr a tus brazos...

— Idiota.

—Bastardo — sonríe — anda, vamos a cenar antes de que mi Kate me extrañe.

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POV. Ana

Después de la cena y contarles a todos nuestras aventuras en Europa, regresamos a Escala. El problema es que en el camino de vuelta me quedé dormida sobre el hombro de Christian.

— ¿Me llevas hasta la cama? — susurro cuando siento que me levanta en brazos.

— Siempre, señora Grey.

— ¡Oh bueno! Despiértame cuando estemos ahí.

Escucho su risa mientras sube al ascensor, pero el cansancio me vence y me quedo dormida profundamente cuando siento que mi cuerpo toca la cama.

Y luego vienen las ventajas de ser la esposa del jefe. Tomé mi tiempo para alistarme esta mañana, mi primer día de vuelta a SIP aunque de tiempo parcial. Habría discutido con Christian sobre eso, pero el cansancio que he sentido últimamente me ha convencido de que es lo correcto.

— ¿Estás lista para irnos?

Maddie y yo miramos hacia Wayne, que está en la puerta de la oficina.

— Si, ¿es hora?

— Si. El señor Grey quiere saber cuando ya estés en Escala.

— Bien, entonces vamos. Me llevaré el escrito Maddie, y lo reviso esta tarde.

— Claro Ana, mientras organizó la información de la encuesta en gráficas para la presentación con el señor Roach.

Salimos de la editorial y vamos directo al Ático. Por lo que sé, la remodelación de la nueva casa aún está pendiente por la reunión con el arquitecto.

— ¿Necesitas algo más Ana?

— No, muchas gracias Gail, la comida estuvo deliciosa como siempre.

— Gracias, ahora deberías descansar. Yo tengo algunas actividades para terminar.

— Claro, gracias.

Gail se dirige hacia el pasillo de servicio así que me levanto para llevar mi plato hasta el fregadero. Vuelvo a la encimera para tomar mi teléfono cuando veo un cajón abierto.

Me acerco para cerrarlo pero un brillo llama mi atención. Es el cajón donde guardan las llaves de los autos... Y luego está esa llave extraña. Christian no está, Taylor está con él, Gail está ocupada... Yo podría dar un vistazo rápido.

Tomo la llave del cajón y cierro con cuidado. Celular en mano me dirijo a las escaleras, hasta el piso de arriba y me detengo frente a la primera puerta de la derecha.

— Sé valiente Ana, ¿qué es lo peor que podría pasar?

Me doy valor a mi misma mientras pongo la llave y la giro. Un click me indica que abrió, así que empujo la puerta muy despacio. Esta muy oscuro aquí, así que busco con mi mano algún interruptor para encender luz.

Tan pronto se enciende, un escalofrío recorre mi cuerpo estremeciéndome.

— ¡Oh! ¡Mierda! ¿Qué es esto?

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

¡Chan Chan chaaaan!

¡Por supuesto que habrá segunda parte! Lo dijo Mini-Christian ayer 😂

Estaré publicando aquí mismo el inicio de la segunda temporada, así que asegúrense de seguirme o agregar esta historia en su biblioteca.

Nos veremos ahí en mis otras historias, quiero avanzarlas un poco antes de iniciar esta continuación.

Quiero cerrar esta nota contándoles algo importante. ¿Por qué mi escrito se llama "Una historia de Amor"?

Bueno, eso se debe a que cuando conocí (y me obsesioné) con los libros de Grey, las personas a mi alrededor y en especial una amiga se negaba a leer la historia porque decía que era un libro Sádico. Yo le dije que, a fin de cuentas, la historia de Christian y Ana era una historia de amor, que sin el BDSM también sería una gran historia.

Ella no me creyó, pero me retó lo suficiente para escribir esta versión de ellos. Una versión que he disfrutado de escribir y de compartir con ustedes.

Gracias al universo por dejarme cruzar camino con personas tan lindas que comparten mi pasión por Grey 😍😍😍.

Un beso, un abrazo, y un saludito hasta donde estén! Si les gustó la historia, recomiendenla!

Seguimos en contacto hermosas!

¡Laters, Babies!

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