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Capítulo 64

Camino por el vestíbulo de la editorial repasando en mi cabeza lo que quiero decirle al señor Roach para que me otorgue el permiso.

— Hasta que nos honra con su presencia — me detengo para mirar a la mujer que me habla.

— Señora Morgan, ¿puedo hablar con usted?

— No tengo nada que decirle, excepto que fue despedida por abandono de trabajo señorita Steele.

Se gira para caminar a su oficina y yo la sigo. Esto no va de la forma en que yo quería, pero debo asumir mi responsabilidad.

— Señora Morgan, lo siento mucho, sé que debí presentarme y avisar — sigo hablando aunque no me mira — Pero mi novio tuvo un accidente y necesito estar en el hospital con él.

Ella levanta su cabeza rápidamente, frunce el ceño y vuelve su vista a unos papeles en su escritorio.

— Sin excusas, su contrato fue terminado, Loretta la llamará para que pase por su último cheque. No necesita hablar con Roach, él está al tanto de todo.

— Bien, lo comprendo — respiro hondo — solo pasaré a tomar mis cosas del escritorio.

Baja la vista y me hace una seña para que me vaya. Salgo de su oficina para subir las escaleras y encontrarme con Maddie. ¿Me arrepiento de quedarme a esperar por Christian? Absolutamente No.

— ¡Ana! — Me abraza — ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

— Sí, estoy bien, no te preocupes. Solo vengo por mis cosas, no puedo quedarme.

— ¿Por qué? — grita.

— Es una situación delicada — le sonrío — necesito estar con mi novio porque no se ha sentido bien.

— Oh, Ya veo. ¿Entonces te vas?

— Si, te deseo la mejor de las suertes — la estiro para abrazarla.

— Voy a extrañarte Ana — sus ojos se humedecen.

— Tienes mi número Maddie, seguiremos en contacto.

Ella asiente mientras tomo del escritorio mi agenda, mi pequeño jarrón con flores marchitas y el suéter que dejé ayer.

Le doy un último abrazo rápido y me alejo mientras me promete despedirse de Mike y Tom por mí. Salgo a la acera donde Wayne me espera para regresar al auto.

— ¿Todo bien? — me mira por el retrovisor.

— Podría ir mejor — suspiro.

Vamos de vuelta al hospital y a la sala de espera del piso en el que está Christian. Su padre no está, su madre sigue con él y Taylor habla por teléfono en el pasillo.

— Pequeña, ya puedes entrar — señala Elliot.

Camino hacia la habitación con el corazón acelerado por la emoción de verlo pero también con la preocupación por sus lesiones.

Veo salir a Grace pero se detiene para esperar a que me acerque. Aún tiene los ojos hinchados pero ya no llora, así que debe ser buena señal.

Camino hasta situarme junto a su cama. Tiene un hombro vendado, su otro brazo lleva un catéter, y tiene la cara un poco hinchada y magullada.

Pero lo que realmente me preocupa es que sigue inconsciente. Alguna vez leí que es bueno hablarles y hacerles saber que los esperas, así que tomo su mano suavemente.

— Christian — mi voz sale entrecortada — por favor regresa, no me dejes sola.

Siento un nudo en la garganta que me impide seguir hablando, así que aprieto su mano un poco más fuerte.

— Tus padres te necesitan, tus hermanos te necesitan, yo te necesito... Y te quiero, aunque seas poco razonable y celoso, y acosador — sonrío — y controlador, y arrogante... ¡Dios! Intento darte ánimos pero eres toda una caja de sorpresas.

Me río pero las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas.

— Haré lo que sea, lo que tú quieras, pero regresa...

— Oh, lo siento, pensé que no había nadie — me dice una enfermera — debes salir ahora querida, llevaré a tu hermano a una resonancia magnética.

— No es mi hermano — digo con una sonrisa triste — es mi novio.

La chica me mira de arriba abajo y arquea la ceja. Pongo los ojos en blanco para mí misma. ¡Por Dios! Hasta inconsciente atrae a las mujeres como moscas...

Me acerco a besar su frente y decirle al oído que lo esperaré. La chica desconecta el suero cuando un enfermero entra al cuarto y quita los seguros de la cama.

Espero a que se lo lleven para regresar a la sala y decirle a Grace lo que la enfermera dijo. Luego me siento junto al rubio.

— ¿Puedes creerlo? — Él gira para mirarme — Una enfermera babeando por Christian... ¡Frente a mí!

Elliot comienza a reír mientras yo niego con la cabeza. Taylor y Wayne nos observan desde el otro extremo de la sala.

— Bastardo suertudo — ríe Elliot.

— ¡Oye! ¿De qué lado estás? — me río.

— Del tuyo pequeña, obvio — aprieta sus labios para dejar de reír — Sabes que sólo tiene ojos para ti.

— Aww — le sonrío.

— Si, muy cursi, lo sé — pasa un brazo por mis hombros — haremos como que no lo dije.

Elliot tonto. Su padre aparece en el pasillo y pregunta por Grace. El rubio señala el pasillo hacia la estación de enfermería y Carrick se aleja. Mía viene detrás de él con dos vasos de café, se sienta junto a Elliot y me entrega un vaso.

Mi teléfono vibra en mi bolsillo, así que lo saco para contestar.

— ¡Papá!

— Annie, ¿cómo estás cariño?

— Papi — el nudo en mi garganta vuelve — Christian tuvo un accidente y está en el hospital.

— Oh mierda — lo escucho susurrar — ¿y como está? ¿Está bien?

— Está en observación, esperamos que se recupere pronto de sus lesiones.

— ¿Quieres que vaya para allá hija?

— No papá, estoy bien. ¿Tú estás bien?

— Si Annie, solo que no habías llamado y me preocupé. No dudes en decirme si hay algo que yo pueda hacer.

— Lo sé, gracias papá. Te llamaré para avisarte cómo va todo.

— Bien, dale mis buenos deseos a él y su familia. Te quiero hija.

— Te quiero, adiós papá.

Cuelgo la llamada y guardo el móvil en mi bolsillo. Camino de regreso por el pasillo, pero solo Taylor y Wayne permanecen en la sala.

— ¿Donde están todos? — les pregunto.

— La enfermera los llamó, creo que deberías ir Ana — dice Taylor.

Asiento rápidamente y me dirijo al otro pasillo hasta la habitación de Christian. Abro la puerta sin llamar y me detengo cuando lo veo.

— ¿Christian?

— Ana — me sonríe.

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