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Capítulo 44

Después de la inocente ducha, salgo envuelta en la toalla. Busco en el closet de Christian una camiseta y un pantalón de pijama para ponerme, pero me jala del brazo.

Me lleva hasta la cama y la señala. ¿Dormir desnuda? Bueno, supongo que ahora que es mi novio podría hacerlo. Me meto bajo las sábanas y él hace lo mismo después de quitarse la toalla.

Me abrazo a él, recargando mi cabeza en su pecho para sentir su calor. Pasa su brazo por mi cintura y me duermo escuchando los latidos de su corazón.

Siento cosquillas en mi cara, mi cuello y mi cintura. Luego un escalofrío cuando las caricias llegan a mi vientre. Abro los ojos y miro el reloj de su buró, las 3:15 AM.

— Estaba dormida — le susurro.

— Ya no lo estás — besa mi cuello.

— Ya duérmete — me río.

— No quiero dormir — acaricia mis senos con su mano.

Estoy acostada de espaldas a él, acaricia mi costado y desciende a mis muslos. Siento un hormigueo en mis piernas cuando su mano presiona mi intimidad.

Sigue dejando besos en mi cuello mientras aumenta la presión y la velocidad de su mano. Me pego más a él atraída por su cálido pecho, pero recuerdo que está desnudo cuando su erección me toca.

Toma mi pierna por la rodilla y la sube sobre sus piernas, dejándome muy abierta. Se acomoda más cerca de mí y lo siento introducirse lentamente.

— Christian... — gimo — ¿el condón?

— Es la última vez que lo uso, odio esas cosas — dice agitado.

Agarra fuerte mi seno para empujarme más hacia él, que sigue entrando fuerte y rápido. Hago mi cabeza para atrás, para ver su rostro y besarlo.

Baja mi pierna de nuevo para apretarlo más dentro de mí, mi cuerpo empieza a temblar y me muevo con él cuando una ola de placer me invade.

No puedo evitar gemir cuando aumenta su ritmo, haciéndome estremecer y llegando al clímax. Lo escucho jadear en mi oído, unos movimientos más y aprieta su agarre de mi cadera. Su cuerpo se tensa y su respiración se agita en señal de liberación.

Después de unos segundos, sale de mí y se dirige al baño. Yo me envuelvo otra vez en las sábanas y me quedo dormida.

— Ana... Ana... — toca mi brazo.

— Humm — contesto sin abrir los ojos.

— Despierta, ya es tarde — sigue moviéndome para que me levante.

— Tengo sueño, alguien me despertó en la madrugada — me quejo.

— ¿Alguien? Señorita Steele... — sonríe.

— Bueno, tú, que pareces fresco como una lechuga — lo miro de arriba a abajo.

— Es que tuve una gran noche — sonríe con diversión.

— ¿Por qué estás vestido? ¿A dónde vas? — me siento en la cama.

— Tengo que salir, pero no me tardo. Levántate y come algo. Si necesitas algo se lo pides a Taylor.

— Está bien — me vuelvo a acostar — no te tardes.

Me da un beso suave y sale de la habitación. Intento volver a dormir pero no lo logro, fastidiada me levanto de la cama para vestirme y prepararme algo de comer.

Me baño rápido y me cambio para salir. Me gusta mucho el departamento de Christian, pero quiero salir a caminar un poco.

Tomo mi bolso y mi teléfono, mientras camino hacia el ascensor.

— Señorita Steele — Taylor aparece frente a mí.

— Taylor — sigo caminando.

— ¿Va a salir? — pregunta serio.

— Si — Ay Taylor, ¿no es obvio?

— Al señor Grey no le gustaría que saliera.

— ¿No habíamos hecho esto ya? Por favor, sabes que no puedes retenerme aquí, solo saldré unos minutos — presiono el botón del ascensor.

— El señor Grey me pidió que la mantuviera aquí Ana.

— No soy una mascota Taylor, voy a salir... Si quieres dile que te golpeé — le sonrío.

Taylor niega con la cabeza cuando el ascensor se cierra llevándome al lobby. Salgo de Escala y observo las tiendas cercanas, he venido antes pero no las había visto.

Camino viendo los aparadores, entro a un par de tiendas, me siento en una banca a comer un cono de helado. Incluso llamo a Ray para saludarlo.

Cuando regreso a Escala, Taylor está junto al ascensor. Me mira con el ceño fruncido y lo veo caminar de vuelta por el pasillo del personal.

— ¿Dónde estabas? — dice Christian desde la cocina.

— Salí a dar una vuelta — camino hacia él.

— Pensé que te habías ido — se sirve una copa.

— No, ¿quieres que me vaya?

— Claro que no, ven, vamos a comer.

— ¿A dónde?

— A un restaurante italiano, de mis favoritos.

Bajamos de nuevo en el ascensor para subir a su deportivo. En unos cuantos minutos llegamos a un lujoso restaurant en el centro de Seattle. El chico que cuida los autos sonríe ampliamente cuando ve el auto de Christian.

— No es justo — lo miro frunciendo el ceño — que él pueda manejar tu auto y yo no.

— Bueno, él no va a ningún lado — se ríe — tú, en cambio, lo llevarías hasta la autopista para manejar a exceso de velocidad.

— ¿Entonces es por mi bien? — arqueo la ceja.

— ¡Señor Grey! — da un gritito la chica frente a nosotros.

— Tengo una reservación — dice serio.

— Claro que sí señor — habla sonrojada — por aquí.

La chica lo mira y bate sus pestañas. Rubia, de cabello muy corto y completamente sonrojada por MI novio.

— Qué odiosa — le susurro — no deja de mirarte.

— ¿Celosa? — sonríe con satisfacción.

— Algo, no puedo acostumbrarme a que te miren así — señalo a otras mujeres en la mesa de junto.

— Ahora sabes cómo me siento yo — se burla.

— Pero yo no luzco como un millón de dólares... Y tú sí — le guiño un ojo.

Christian es atractivo, joven y millonario. El sueño de muchas mujeres, como las que están aquí completamente sonrojadas y babeando.

— ¿Qué va a ordenar señor Grey? — dice otra vez la chica sonriéndole.

Él revisa el menú y levanta la vista hacia mí.

— ¿Sabes qué vas a ordenar? Puedo sugerirte la lasaña y la pasta a la boloñesa.

— Lasaña está bien mi amor — tomo su mano por encima de la mesa.

— Bien — ríe.

¿Me molesta que lo miren? Si. ¿Pero que le coqueteen delante de mí? ¡Jamás! Él se ríe de mi reacción y niega divertido.

— Tráenos una botella de Chianti Superiore y lasaña para mi novia y para mí — dice serio y sin mirarla.

Miro de nuevo a la chica y agito mis pestañas haciaella. Si querida, soy su novia. Christian contiene su risa apoyando su dedoíndice sobre sus labios, hasta que la chica se va.

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