Capítulo 26
Me despierto cuando escucho el despertador de Ray. Abro los ojos un poco y los vuelvo a cerrar. Los vuelvo a abrir cuando recuerdo en dónde estoy.
Estoy acostada en el sillón y Christian duerme sobre mi pecho. Mi brazo aún le rodea los hombros y él me abraza por un costado. La puerta de Ray se abre.
— ¡Mierda! ¡Mi papá! — me incorporo rápidamente y sin pensar.
— Auch — gime Christian desde el suelo.
— Lo siento, lo siento mucho... ¿Estás bien? — le digo en voz baja.
— ¿Chicos? — dice Ray mirándonos — Annie, ve a cambiarte, es hora de irnos.
— Si papá, ¿quieres tomar un café? Lo preparo rápido — le digo mientras voy a la cocina.
— Si hija — me mira y yo veo a Christian levantarse.
Pongo la cafetera, pongo las tazas en la barra y saco pan, jamón y queso para preparar unos sándwiches.
Christian va a su auto y regresa con un cambio de ropa. Sale del baño con una camiseta negra de manga corta, pants deportivos y tenis.
Yo voy a mi habitación a ponerme una blusa gris de manga larga, unos shorts muy cortos en color blanco y tenis blancos también.
Regreso a la cocina a guardar los sándwiches y servir el café. Papá y Christian están afuera de la casa, supongo que sacando el pequeño bote del taller.
Termino de guardar todo en mi mochila, me la pongo en el hombro y camino hacia la salida encontrándome con unos ojos grises.
— ¿Listo? — le digo con una sonrisa.
— Te ves hermosa — me mira de arriba a abajo.
— Gracias, tú también te ves muy bien.
Intento caminar hacia afuera, pero Christian se atraviesa en el marco de la puerta.
— No irás a salir así, ¿verdad? — dice extendiendo los brazos.
— Claro que sí — le digo confundida.
— No deberías.
— ¿Por qué no?
— Porque aún está frío el aire y te podrían picar los insectos.
— ¿Qué? No te preocupes, crecí aquí, conozco el clima — intento apartarlo pero no se mueve.
— ¡Ana, no! Ve a cambiarte — levanta un poco la voz.
— ¡Por supuesto que no! — Quiero quitar su brazo de la puerta — ¡Christian, déjame pasar!
— Ya te dije que no, ve a cambiarte — me dice apretando los dientes.
— ¿Estás loco? ¡No puedes darme órdenes! — ahora intento pasar por su otro costado.
— ¡Cómo eres necia!
— ¡Muévete o te voy a patear donde más te duela!
— No lo harías — se burla de mi.
— ¡Rétame y lo verás! — levanto los brazos en puños y pongo una pierna delante de la otra.
— Anastasia, ¡haz lo que te pido! — vuelve a levantar la voz.
— ¡Que no!
Levanto las manos para empujarlo por el pecho, pero antes de que pueda tocarlo cruza sus brazos sobre su pecho, dejando libre el camino.
Salgo de la casa corriendo y riéndome de Christian. Me mira con el ceño fruncido, está muy molesto. ¡Ja! ¡No esperabas eso, Grey!
— Hola Ana — volteo en dirección a él.
— Hola José — está parado frente a mí y me observa de arriba a abajo.
— ¡Wanda! — grito cuando veo mi precioso auto detrás de José.
— Por fin está lista — me sonríe y me entrega las llaves — ¡Como nueva!
— Lo dudo mucho — dice Christian acercándose a nosotros.
— Te extrañe querida Wanda, irás a Seattle conmigo.
— Por supuesto que no — otra vez Christian.
— ¿Por qué no? — lo miro con el ceño fruncido, más le vale no meterse con mi bebé.
— Porque es un auto muy viejo y nada seguro para ti.
— Está en perfectas condiciones, yo mismo fui al taller a revisarlo — asegura José.
— No es un auto seguro — insiste Christian.
Están el uno frente al otro con el ceño fruncido. ¡Por Dios! La tensión se siente en el aire. Afortunadamente Ray se acerca, después de cerrar la casa.
— Papá, voy a llevarme a Wanda.
— Que no — me dice Christian.
— Que sí — replica José.
— Este auto se quedará a mitad del camino Ana — insiste Christian.
— ¡Por supuesto que no! Este carro ha estado en mi familia y nunca se ha quedado tirado — se defiende José.
— ¿De quién era? ¿De tu abuela? — se burla Christian.
José se acerca a Christian con actitud amenazadora, cara a cara. No es que tenga un favorito, pero José lleva las de perder. Miro a Ray buscando apoyo.
— ¡Papá! — lo miro haciendo puchero.
— Annie, yo no sé en verdad, pero estoy de acuerdo con Christian... Este auto no es seguro para ti.
— Ana, podrías manejarlo aquí, incluso en Portland. Pero no en Seattle, ni siquiera te servirá si deseas venir hasta aquí tú misma.
Ray mira a Christian y asienta. Tal vez él tenga razón, pero aún no tengo el dinero suficiente para comprar otro auto. Y por supuesto no voy a solicitar un préstamo, aún tengo que pagar el que saqué para la universidad.
— Bien — cruzo los brazos molesta — Voy a vender a Wanda y ahorrar un poco para otro auto.
— Yo te puedo ayudar en eso, te daré uno — Dice Christian.
— ¿Un préstamo? — lo miro confundida.
— Un auto — dice con su sonrisa arrogante.
— ¿Por qué?
— Porque puedo — sonríe más.
— No quiero que me des un auto, no tienes por qué hacerlo.
— Señor Steele — ahora mira a Ray — ¿no preferiría usted que la seguridad de Ana fuera la prioridad?
— Por supuesto que sí, sin duda, pero creo que Annie y yo encontraremos la forma de resolverlo.
— Estoy seguro de eso, solo quiero facilitar el proceso en beneficio de ella — me mira de nuevo — es solo un auto.
— ¡No! ¡Olvídalo! — me acerco y le digo bajito — No vas a darme un auto, prefiero seguir usando el autobús.
— ¡Necia! — me dice con el ceño fruncido.
¡Idiota! Le doy la espalda y camino hacia la camioneta de Ray. Me subo al asiento del pasajero y cruzo los brazos. Miro de reojo a mi papá que palmea el hombro de Christian y se ríe.
José se quedó en silencio, tal vez se siente incómodo.Se acercan a la camioneta y Ray sube en el lugar del conductor. Christian yJosé, sin dirigirse la palabra, suben a los asientos de atrás. Ray pone enmarcha la camioneta y nos vamos con el bote en el remolque.
* * * * * * * * *
Espero les haya gustado! Saluditos!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro