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Capítulo 12

Me despierto temprano para alistarme: es mi primer día de trabajo en SIP y no quiero llegar tarde. Camino hasta la cafetería como la semana pasada y compro mi café, pero no hay señales de Christian. Esta vez no puedo sentarme, tengo que tomar el autobús para llegar a tiempo.

Cuando llego a SIP, la chica morena de la recepción me saluda y me indica cómo llegar a la oficina de Elizabeth Morgan, la jefa de recursos humanos. Me siento en su oficina junto a otra chica, que me sonríe.

— Hola, soy Ana – la saludo.

— Hola Ana, soy Maddie. ¿También es tu primer día?

— ¡Sí! Estoy muy nerviosa y emocionada – escuchamos que la puerta se abre.

— Señoritas, buen día, soy Elizabeth Morgan. Ustedes están aquí para cubrir los puestos de asistente general. Como ya lo había mencionado cuando las llamé por teléfono, su tarea será apoyar a las asistentes de los editores en las labores que requieran. Señorita Steele, estará apoyando a la asistente del Señor Hyde, y usted Señorita Keene, estará apoyando a la asistente de la Señora Mills.

Elizabeth es una mujer pelirroja muy guapa y con algunos años más que nosotras, pero su expresión seria y formal la hacen parecer mucho mayor. Nos da instrucciones y nos indica cómo llegar a las oficinas de los editores.

SIP no es muy grande, de hecho es un edificio de solo tres plantas y las únicas oficinas cerradas parecen ser las de los editores, la sala de reuniones y la de Elizabeth. El resto son pasillos con cubículos, muy a la antigua.

Maddie se presenta con Hanna, la asistente de la señora Mills, y yo con Erika, la asistente del señor Hyde. Pasamos nuestro primer día ordenando el archivo de los ejemplares ya publicados.

— ¿Y eres de aquí Ana?

— De Montesano, pero me mudé aquí con mi mejor amiga de la universidad. ¿Tú eres de aquí?

— Si, crecí al sur de Seattle, es la ciudad del clima perfecto – suspira – ¿y ya habías trabajado antes? ¿O estás tan ansiosa como yo por el primer empleo?

— ¡Primer empleo! Acabo de graduarme y tuve suerte de encontrar este puesto... me servirá de experiencia para ser editora algún día.

— ¡Oh eso es genial! Yo también acabo de graduarme y estaba muy preocupada por encontrar trabajo... pero tengo que admitir que hice trampa – sonríe y me habla en voz baja – mi hermano Mike trabaja aquí en el área de edición.

— Eso también es genial Maddie, lo importante es que estamos aquí y que vamos a aprender mucho – le sonrío.

Miro mi reloj y son las 5:00 p.m., así que me despido de Maddie afuera de SIP y voy a la parada a tomar el autobús de regreso. Veo a unos hombres de traje en el autobús y me acuerdo de Christian. Esta mañana no lo vi, ¿habrá ido más temprano? Tal vez hoy no tuvo reunión y desayunó en su departamento... pero, ¿si está evitándome? Decido no pensar más y me bajo para caminar dos cuadras hasta el departamento.

— ¿Kate? – Digo abriendo la puerta – ¡ya llegué!

— ¡Ana! Hoy te gané – se ríe – antes de platicarme todo sobre tu primer día, deberías ver lo que te mandaron – Kate señala la cocina.

Sobre la encimera de la cocina veo un jarrón blanco con muchas rosas rojas. Me acerco para olerlas y veo una tarjeta en el centro. Miro a Kate, que esta parada junto a mí, con una gran sonrisa. Saco la tarjeta y leo:

"Felicidades por tu primer día de trabajo. Espero que haya ido bien. Christian."

Mi corazón se acelera y doy brincos por toda la cocina. Es difícil negar lo mucho que Christian me gusta cuando estoy saltando de emoción por todos lados. Kate se ríe y luego pone los ojos en blanco. Me llevo las rosas a mi habitación y regreso a la cocina para preparar la cena y contarle a Kate sobre mi día.

El resto de la semana fue más de lo mismo. No vi a Christian en la cafetería, ni supe más de él. Maddie y yo nos encargamos de actualizar registros de publicaciones, ordenar viejos archivos, inventariar el almacén, sacar muchas copias, ayudar en las reuniones de jefes de departamento y traer café para los editores.

Maddie propuso que el viernes saliéramos a tomar unas cervezas y yo le dije a Kate que llegaría tarde, pero me siento tan cansada que prefiero un baño y dormir. Me disculpé con mi nueva amiga y tomé el autobús de regreso a casa.

Voy llegando al departamento cuando veo el auto de Christian estacionarse. Christian baja rápidamente y se para en la entrada, levanta la mano para tocar a la puerta y yo corro para alcanzarlo. Cuando estoy más cerca veo que se quedó inmóvil en la puerta, con la mano alzada. Me acerco por detrás de él.

— ¡Mierda! – lo escucho decir en voz baja.

Me acerco más a él para hablarle cuando de pronto entiendo por qué se quedó parado. Estoy en shock. Unos gemidos de mujer vienen del departamento. Seguidos de un "Oh baby" de un hombre... ¡Mierda! No le dije a Kate que venía a casa. Ella y Elliot deben estar ahí.

— ¿Christian? – le digo bastante avergonzada por la situación.

— ¡Ana! — voltea sorprendido y exhala de forma ruidosa.

— Hola... — los dos estamos sonrojados por los sinvergüenzas que están detrás de la puerta.

— ¿Tienes hambre? – me dice y yo asiento.

Caminamos hasta su auto y nos vamos.

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