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Capítulo 43

Elliot no me quita la mirada de encima mientras se desplaza por la tienda con Kavanagh a su lado. Ella parece no prestar atención a la actitud infantil de mi hermano y sigue hablando de alguna cosa aburrida.

— ¿Qué pasa? — Ana me mira, luego a Elliot y de nuevo a mi.

— Nada, nena, Elliot está molestando desde esta mañana. Se está buscando una paliza.

— Christian... No deberías pelear con él, incluso si él te provoca.

— Lo intento, pero él es un cabeza hueca. Si me sigue molestando dejaré viuda a tu amiga.

— Tu cuñada — Me mira con los ojos entrecerrados — Será mejor que te mantenga alejado de él.

Pasa su brazo por el mío y me arrastra por otro pasillo de la tienda, uno lleno de juguetes y peluches. Se detiene frente a un tapete de colores.

— ¡Mira! ¡Un gimnasio para bebés!

— ¿Un qué? Los bebés no necesitas esas mierdas.

— ¡Claro que sí! ¿No has escuchado de la estimulación temprana?

Frunzo el ceño mientras pienso en ello, pero lo único que viene a mi mente son juegos eróticos, que seguramente no tienen nada que ver con pequeños bebés.

— ¿Nada? — Dice con la ceja arqueada — Pues mi libro de maternidad dice que es importante desarrollar los sentidos de los bebés de acuerdo a su etapa de crecimiento.

— En esa caso, ¿no sería mejor un especialista? Seguro podríamos conseguir a alguien que haga esas cosas con nuestro hijo.

— No digas tonterías, yo puedo hacerlo.

Dice con una sonrisa, pero de pronto su mirada se desvía hacia mi derecha. Algo detrás de mí captó su atención tan rápido que sus ojos se abren con sorpresa.

— ¡No!

Chilla y me empuja a un lado para enfrentarse a la masa rubia que alcanzo a ver por el rabillo del ojo.

— ¡Elliot! — Grita ahora Kavanagh.

— ¿Qué, nena? Solo quería saludar a mi hermanito — Dice con fingida inocencia.

— A mi no me engañas, Elliot Grey — Ana susurra entre dientes — ¡Ibas a golpearlo!

— Así es como nos saludamos nosotros, pequeña, ya sabes... Una palmada en el hombro, un golpe en la cabeza, una patada en las bolas...

— ¡Elliot! — Chilla de nuevo Kavanagh — ¡Ven aquí, ahora!

Lelliot exhala con frustración y me mira de nuevo. Frunce el ceño para que sepa que sigue molesto antes de señalarme.

— ¡Tú y yo! Más tarde...

Gira sobre sus talones y sigue las órdenes de su esposa como un perro fiel. Y quiero burlarme sobre eso, pero no delante de mi esposa o también me metería en problemas.

— ¿Qué le pasa a Elliot? ¿Qué le hiciste?

Intento desviar su atención porque no quiero recordar el asunto de la clase para madres, así que tomo un par de juguetes del estante incluido el dichoso gimnasio.

— Nada. ¿Qué más te gustaría llevar? ¿Crees que tenemos suficiente ropa?

— No lo sé, tal vez un par extra de cobijitas y ropita de frio, el clima de Seattle puede ser demasiado fresco para un bebé.

— Tienes razón, nena, vamos.

Ella toma un montón de cosas más de las gavetas de ropa, incluidos conjuntos de frío y gorros con felpa. Cuando ha decidido que son suficientes, le hace una seña a Mía y se dirigen ambas a la caja.

— ¿Cuando podrían entregar el resto? — Pregunta mi esposa a la encargada.

¿El resto? ¿Cuál resto? ¿Las mecedoras y todas esas cosas?

Mi teléfono comienza a vibrar en mi bolsillo y lo contesto sin ver el nombre en la pantalla.

— Grey.

— Señor Grey, un gusto saludarlo de nuevo, soy Carol Grant. Su asistente me llamó para informarme de la casa en Broadview que está buscando y creo que encontré algo para usted.

— Me alegra que llame — Me alejo unos pasos para que nadie me escuche —  La casa es en realidad para mi hermano, le gustó el sector y quiere adquirir su propio lugar.

— Pues le tengo noticias, no es una casa tan grande como la suya, pero está bien ubicada y el terreno es grande.

— Perfecto, ¿Podría mostrársela mañana?

— Claro que sí, llámeme mañana por la tarde.

— ¿Podría enviarme la ubicación?

— Por supuesto. Que tenga un buen día.

Cuando ella cuelga, guardo el móvil rápidamente y regreso a la caja. La encargada está terminando de cargar las compras de Ana en la cuenta, así que me acerco para mirar el total.

— ¿Todo eso en artículos de bebé? — Digo sorprendido por la cifra de 5 dígitos en la pantalla.

— Te dije que trajeras la chequera — Dice mi hermana rodando los ojos.

— ¿Y llevas lo suficiente para los próximos 5 años?

— ¿Qué? — Se ríe mi esposa — Christian, esto es solo mientras el bebé es pequeño. Conforme crezca, necesitaremos más ropa, más pañales, otra sillita, y así.

Miro perplejo las etiquetas de la ropa que lleva. Talla 0-3, 3-6 y 6-9. Ni siquiera es él primer año de vida de mi hijo y ya estamos desembolsando los 60 mil dólares. Sabía que tener hijos era costoso, solo que no sabía cuánto.

Por fortuna, mi chequera y yo estamos preparados para hacer el gasto. Y con más suerte, mi esposa me lo compensará de otras formas que me resulten más atractivas.

— ¿Christian? ¿Algo más?

— No, creo que llevas la mitad de la tienda. Si algo te hace falta, que lo envíen hasta nuestra casa.

— ¡Oh! Es cierto, deberá ser enviado a nuestro nuevo domicilio en Broadview.

La mujer asiente, feliz de tener una clienta como Ana y Mía. Elliot y Kavanagh aún recorren los pasillos señalando artículos y cargando otro montón en sus brazos.

— ¿Es todo? — Pregunto con cuidado — ¿Nos vamos?

— Si. ¿Crees que todo esto quepa en la camioneta?

— Le diré a Sawyer que venga a cargar todo.

Le hago una seña a Taylor, luego él a Sawyer para que se acerque. Tomo algunas cosas de las manos de Ana para llevarlas hasta la Suv, pero la sombra detrás de mí me pone el alerta.

— ¡Bastardo idiota! ¡Ahora sí verás!

Dejo las cosas en la cajuela de la camioneta para liberar mis manos y enfrentarme al estúpido rubio. ¿Piensa atacarme aquí? ¿Frente a Taylor y Sawyer? ¿Y frente a nuestras esposas?

Imbécil.

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