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Capítulo 40

Tan pronto como Christian se sienta detrás de mí, pego mi espalda a su pecho y lo beso en la mandíbula antes de volver mi vista al frente.

El pequeño monstruo celoso en el que a veces me convierto, les lanza una mirada de advertencia a mis compañeras de clase, quienes no disimulan ni poquito.

— Ya podemos continuar — Digo en voz alta.

Kate tiene una sonrisa forzada en el rostro, mientras mi cuñado se ríe de la escena frente a nosotros.

— Si, claro... Si — Susy carraspea — Mamitas, volvamos a la respiración. Cerramos ojos...

La voz de Susy se escucha por todo el salón, pero es la voz de mi esposo la que no me deja concentrar cuando susurra junto a mi oído.

— ¿Celosa, Señora Grey?

— No, que va — Bufo — Es mi culpa por tener un esposo que parece modelo de Hugo Boss.

— ¿Me estás culpando a mi?

— Si, a ti y a todo tu encanto.

Se acerca para besar mi cuello y un escalofrío me recorre la espalda. Si no fuera porque estamos a mitad de mi primera clase de Lamaze, lo besaría hasta dejarlo sin aliento.

— ¿Cuánto tiempo dura esta clase? — Dice con una risita.

— 40 minutos, ¿Tienes que volver a Grey House?

— No, estaba pensando en ir a casa y enseñarte mi propia versión de ejercicios de relajación.

Me aparto un poco para mirarlo y una gran sonrisa se estira en sus labios. Solo él podría hacerme semejante propuesta en una sala llena de desconocidos y mujeres embarazadas.

Mierda.

— ¿Eso es un si?

— Si, es un si. Rápido, salgamos de aquí.

Christian sonríe y me hace una seña para que guarde silencio. Con cuidado de no hacer ruido, se levanta y me ayuda a hacer lo mismo, pero somos descubiertos por el rubio metiche.

— ¡Hey! ¿A dónde van? — Susurra.

— Nos vamos — Sonríe mi esposo.

— ¿Qué? ¡No! ¡No puedes dejarme aquí!

— Claro que puedo, idiota, míranos.

Toma el saco de la silla y sostiene mi mano para salir sigilosos de la sala mientras el resto de los asistentes siguen inhalando y exhalando con los ojos cerrados.

— Vamos, sube al auto — Dice con una sonrisa cuando Sawyer abre la puerta para mí.

— Pero no creas que puedes hacer esto la próxima vez.

— ¿Próxima vez? ¿Piensas regresar? — Sube al auto por el otro lado.

— ¡Claro que sí! Es más, ¡Ni deberíamos irnos ahora!

— Ya no hay tiempo de arrepentirse, nena — Christian sonríe y señala hacia el tráfico.

— Bien, por hoy te salvas. Pero la próxima clase estarás ahí, ¿Entendido?

Me mira con el ceño fruncido mientras entramos al garaje de Escala. Tan pronto como los autos estacionan, Sawyer y Dixon desaparecen de nuestras vistas.

— ¿Vamos a ir a tu cuarto de torturas?

— No lo había pensado, ¿Quieres ir ahí?

— Si, supongo que será divertido.

Toma mi mano cuando el ascensor abre la puerta y lo espero junto a la escalera mientras él va a la cocina por la llave misteriosa.

Me guía por las escaleras, pero tengo la impresión de que sus pasos se vuelven más pesados y lentos mientras nos acercamos. Pone la llave en la cerradura, pero no la gira.

— Ana, no creo que debamos entra ahí.

— ¿Por qué no?

— No creo que sea buena idea, estás embarazada y este lugar podría ser peligroso para ti.

— ¿Por qué? Ya quité los cinturones y las fustas, ¿Cómo podrías lastimarme?

Exhala ruidosamente y se pasa las manos por el cabello, en ese gesto nervioso que le conozco muy bien.

— Cuando estoy ahí, soy otro.

— No, no lo eres. Estarás conmigo, somos tú y yo... Y este pequeño intruso.

Señalo mi vientre, haciéndolo sonreír un poco. Pero sus ojos grises me miran con una expresión de tortura.

— Yo estoy lista para entrar ahí, Christian. Pero si tú no lo estás no voy a obligarte, podemos esperar a que nazca el bebé si eso te hace sentir mejor.

— Si, por supuesto, creo que deberíamos esperar.

Saca la llave de la cerradura y la guarda en su pantalón, para volver a tomar mi mano y bajar las escaleras.

— ¿Entonces qué quieres hacer? ¿Volver a GEH?

— No. Te prometí un momento de relación y yo siempre cumplo con mi palabra, señora Grey.

— Oh, bueno — Digo con una sonrisa.

Vamos directo a la habitación y me siento en la cama. Christian va al baño y escucho el sonido de la bañera llenándose, luego el inconfundible olor de la esencia de lavanda.

— Ponte de pie — Me ordena — Es hora de desvestirse.

— ¿Solo así? ¿Sin invitarme a cenar, Señor Grey? — Él sonríe.

— La cena se servirá en su momento, señora Grey. Hágame favor ahora de cooperar para que pueda llevarla a la bañera.

Me saca la blusa, el top de ejercicios y luego las mallas deportivas. Espero paciente mientras él también se desnuda y una gran sonrisa aparece en mi rostro.

— Esto si es mucho mejor que la clase de Lamaze — Sonrio.

Toma mi mano para guiarme hasta la bañera con agua tibia y entro con cuidado. Cuando me he sentado, él se sienta detrás de mí y comienza a masajear mis hombros.

— Si, así... — Lo aliento.

Él pone gel de baño en su mano y lo frota contra mi piel usando la esponja. La combinación de su suave mano y la esponja rugosa me provoca un hormigueo en la piel.

Cuando ha terminado, se pone de pie para salir de la bañera y ayudarme a salir para ir ahora a la ducha y quitarnos el jabón. Debo admitir que esto me gusta, este tipo de atenciones es sin duda lo que necesito en este momento.

Cierra la llave del agua y me envuelve en la toalla antes de envolverse una en la cintura. Con cuidado vamos hasta la cama y seca mi cuerpo con delicadeza.

— Siéntate en la cama.

— ¿Así? ¿Desnuda?

— Si, no puedo ponerte esto si llevas ropa — Señala el bote de mi crema corporal de fresas.

Se sienta a mi lado y sus manos comienzan a esparcir la crema fría por mi espalda, causándome un escalofrío. Luego aplica en mi cuello, brazos y le dedica un par de minutos a mis pechos.

— Están enormes, nena.

— ¿Si? ¿Crees que llegue a la copa C? — Se ríe.

Estira mis hombros para que me acueste en la cama mientras extiende la crema por mi abdomen, vientre y muslos. Se coloca ahora frente a mi y sube mis tobillos hasta sus hombros.

— Así que éstas eran tus intenciones — Lo acuso.

— Siempre, nena.

No tiene que decir más. Coloca una almohada por debajo de mi cadera para elevarme un poco y penetrarme con lentitud.

— ¿Relajante? — Jadea.

— Mucho. Por favor continua.

Sus movimientos suaves cambian en fuerza y velocidad, mientras siento su cuerpo tensarse bajo mis mano y yo también me acerco rápidamente al clímax.

Mis piernas se tensan sobre sus hombros, luego la liberación llega con una deliciosa explosión de sensaciones. Christian me sigue, presionando sus labios con fuerza pero gruñe cuando termina.

Dios — Jadeo — Podría acostumbrarme a ésto.

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