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Capítulo 4

— Maddie, antes de que lo olvide – la señalo – En mi boda te ví con Henry.

Sonrío divertida y sé que di en el clavo porque ella se sonroja. ¿Maddie y Henry? ¡Eso es genial!

— Si, sobre eso – balbucea – Hemos salido varias veces y pues, creo que todo va muy bien.

— ¡Maddie! ¡Me alegro tanto!

La estrecho fuerte entre mis brazos mientras ella chilla de felicidad.

— ¡Estás muy energética esta mañana!

— Si, ¡siento como si hubiera corrido por toda la bahía! – aunque ahora que lo pienso... – Creo que eso haré de ahora en delante.

Y no me parece una idea tan descabellada. Gracias a las hormonas me siento muy activa y ejercitarme me ayudará a estar saludable en el embarazo.

— ¿Ana?

— ¿Si? – la voz de mi amiga me distrae de mis pensamientos.

— Tu teléfono – señala hacia mi escritorio.

— ¡Oh, si!

La pantalla de mi móvil está encendida, indicando una llamada entrante de adorable cuñada.

— ¡Mía!

— ¡Ana! ¿Estás ocupada? ¡No vas a creer en dónde estoy!

— ¿En dónde?

— ¡En una tienda para bebés con artículos preciosos! ¡Deberías venir para que podamos hacer las primeras compras para bebé Grey!

Chilla con emoción típica de ella y sonrío. Aún no he hablado de eso con Christian, pero supongo que podría empezar a hacer algunas pequeñas compras con mi dinero.

— Me parece genial Mía, ¿te parece si nos vemos mañana?

— ¿Mañana? No, Ana, ¡hoy! Anda, te invito a comer y luego de compras.

— ¿Hoy? Bueno, supongo que puedo ir contigo. Bien, entonces nos vemos en una hora.

— ¡Super! ¡Ciao!

Maddie me sonríe, pero no es ella la que me preocupa sino mi esposo gruñón y los niñeros que me ha puesto. Cuando es la hora del almuerzo me despido de mi amiga para ir a buscar a mi chofer.

Pero no lo veo en el vestíbulo, así que camino a la oficina de Baker esperando encontrarlo ahí.

— ¿Hola?

— Señora Grey – Baker salta de su silla sorprendido.

— ¿Has visto a Dixon?

— No señora, ¿quiere que pregunte por él? ¿Necesita algo?

— Me voy y necesito que me lleven – lo miro con una ceja arqueada.

—Un momento señora Grey, llamaré a Taylor.

Le hago una seña para que no tarde, mientras él se gira para hablar por teléfono. Aún así presto atención a su conversación.

— ¿Taylor? La señora Grey está aquí conmigo buscando a Dixon – hace una pausa – ¿en dónde? Si, le diré entonces que espere. Si, te confirmo.

— ¿Y bien?

— Taylor dice que Dixon fue a hacer un encargo – dice sin mirarme – él regresará después de su almuerzo.

— ¿Quién dijo que deseo almorzar aquí? He dicho que me voy, seguro puedo encontrar un taxi afuera.

Me doy la vuelta para salir antes de que suelte una carcajada por la expresión de Baker. Por supuesto, lo escucho gritar detrás de mí.

— ¡Señora Grey! ¡Señora Grey!

Pero lo ignoro y sigo mi salida dramática hasta la acera. Baker se detiene junto a mí, con las llaves de su auto en las manos.

— Señora, permítame traer el auto y yo la llevaré.

— Pero no quiero ocasionarte problemas, debes permanecer en tu puesto.

— No señora, estaré en mayores problemas si la dejo ir sola.

Y en eso tiene razón. Asiento levemente para que sepa que voy a esperarlo y se aleja corriendo por la acera, no sin antes hacerle una seña al guardia para que mantenga un ojo en mi.

— ¿A dónde la llevo, señora Grey?

— A 25th Avenue y 45th Street.

Él asiente mientras se incorpora al tráfico de medio día. Estoy segura que ya informó a su jefe que he salido de la editorial. Un momento después, mi dulce esposo me llama por teléfono.

— ¿Ana? ¿A dónde vas?

— ¿Christian?

— Si, sabes que soy yo, ¡¿a dónde demonios vas?!

— ¿Si, Christian? ¡Christian! ¡No te escucho! Creo que hay interferencia...

Y cuelgo la llamada. Leo se ha detenido en la luz roja del semáforo y me observa por el espejo retrovisor. ¿Christian va a molestarse? Si. ¿Me importa? No.

Mi teléfono suena una vez más pero decido ignorarlo. Inmediatamente después, es el de Baker el que suena y contesta por su manos libres.

— ¿Si, señor Grey? – escucha atento – Un momento, señor. ¿Señora Grey? El señor quiere hablar con usted.

— Si, claro.

Leo extiende su mano con el teléfono y lo tomo pero no contesto. Vuelvo a colgar la llamada ante la mirada atónita de mi nuevo chofer.

— Creo que colgó.

Se lo regreso justo a tiempo porque el móvil vuelve a sonar. Y apuesto a que mi esposo tiene algunas cositas qué decirme, pero yo también puedo jugar el juego de no decirnos las cosas.

Baker estaciona en la acera de la plaza comercial y no espero a que abra la puerta para mí. Mía ya está ahí esperando, así que le hago una seña a mi chofer para que se vaya.

— ¡Qué bueno que viniste! – me abraza – ¿qué quieres hacer primero? ¿Comer o comprar?

— ¡Comprar!

Mía entrelaza su brazo con el mío y caminamos dentro de la tienda de artículos para bebé. Una chica se acerca rápido a mostrarnos todos los artículos.

— Deberíamos esperar a saber el sexo del bebé – le digo a mi cuñada.

— Eso no es divertido – hace un puchero – compremos cosas en colores neutros, aunque podría apostar que ese bebé ahí es niño.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque si es niña, Christian se volverá loco – m se ríe.

— Claro que no, solo necesita acostumbrarse a la posibilidad. ¡Santo Dios, aquí hay muchas cosas!

— ¡Awww mira esas cunitas! ¡Y esas sillitas! ¡Y la ropita!

— Es muy lindo todo pero creo que por hoy solo voy a observar – la vendedora me da una sonrisa forzada – prefiero regresar con Christian para hacer las primeras compras del bebé.

— Me parece bien. Entonces vayamos a comer, no quiero que mi sobrina pase hambre.

— O sobrino – corrijo.

— Si, si vamos – vuelve a enganchar su brazo con el mío – busquemos un lugar para comer.

Salimos de Pottery Barn Kids y caminamos hasta el final de la calle. Algunos locales de café están ubicados en la acera de enfrente, pero un restaurant llamado Joey U-Village llama nuestra atención en la siguiente calle.

Mía señala el lugar y yo asiento, hambrienta. Entramos rápido a la sección central del local y una mesera se acerca a entregarnos el menú.

Paso mi vista por todos los platillos y sus imágenes, antojada por las papas fritas y el sándwich de queso fundido. De reojo veo a alguien plantarse frente a nuestra mesa, en silencio.

— Quiero el sándwich de queso, las papas fritas y una limonada.

Pero cuando bajo el menú, no es la camarera sino mi adorable esposo con el ceño fruncido. ¡Atrapada!

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