Capítulo 30
El Mile High Club está más concurrido que de costumbre. Afortunadamente para mí, ser el dueño tiene grandes beneficios: Mi mesa nunca está ocupada.
— Por aquí, señor Grey.
Un chico muy joven pero perfectamente uniformado nos guía por el pasillo hasta la mesa que me gusta ocupar junto al ventanal.
— Dios, no recuerdo la última vez que estuvimos aquí.
Acomodo la silla para Ana y tomo lugar frente a ella, dando la espalda a la barra.
— Si mal no recuerdo, aún intentaba impresionarte.
— ¿Impresionarme? ¿De verdad? — Muerde su labio inferior — Me impresionaste desde el primer momento en que te vi.
— ¿Segura? — Arqueo la ceja — No parecías muy feliz de verme, incluso recuerdo una salida incómoda con José Rodríguez.
— ¡Oh, si! Eso... ¿Qué puedo decir? Fuiste odioso y arrogante.
— Gracias — La miro con los ojos entrecerrados — ¿Y ya no lo soy?
— ¡Ja! Aún lo eres, solo que ahora te amo.
Y sonrío como idiota por sus palabras. Tiene razón, fui un completo imbécil cuando nos conocimos, incluso Elliot tiene razón. Me negaba a aceptar que ella significaba más para mí que cualquier otra persona.
— ¿Qué vas a ordenar? — me pregunta.
— Un buen corte de carne, pasta a la boloñesa y ensalada suena bien para mi.
— Bien — balbucea mirando el menú — Creo que yo solo quiero la ensalada.
— Ana, sabes que debes alimentarte correctamente.
— Lo sé, solo que en este momento no me apetece comer pasta.
— ¿Algo más que planees comer, aparte de la ensalada?
— Nada, gracias.
Baja el menú pero algo a mi derecha distrae su atención. Me mira nerviosa, y levanta de nuevo el menú para repasar en voz alta la lista de los platillos.
No puedo evitarlo, miro por sobre mi hombro hacia la barra, pero no distingo nada fuera de lo normal.
— Elliot quiere una casa en Broadview — Le digo pero no me mira.
— ¿Ahh? ¿Si? Qué bien — responde pero solo veo sus cejas por encima del menú.
— ¿Ana?
— ¿Podría pedir un postre para llevar? Esto se ve delicioso, aunque no sé si deba comer pastel de chocolate.
— ¿Es una jodida broma? ¿Vas a picar la ensalada y luego tomar postre?
— ¡No soy una niña! — me dice en ese tono necio de ella.
— Lo pareces cuando no quieres alimentarte.
Resopla con fuerza, pero de nuevo su vista viaja a mi derecha y reconozco ese gesto de sorpresa. ¿Qué mierdas está pasando?
— ¿Ana?
Un hombre aparece frente a nuestra mesa, sus ojos verdes en mi esposa. El imbécil ni siquiera me mira.
— Señora Grey — balbucea ella — Christian, él es Caleb Rights, acabamos de publicar su libro.
Ana lo señala, pero tengo que ponerme de pie para que el jodido idiota deje de mirar a mi esposa. Se gira hacia mi para estrechar mi mano.
— Señor Rights, él es mi esposo Christian Grey.
Estrecho su mano con un fuerte apretón, una sonrisa falsa en su cara.
— Así que usted es el afortunado — Vuelve a mirarla — Su esposa es una mujer interesante, Señor Grey.
— Estoy enterado.
— Siento interrumpir, solo que estaba por allá con Jerry Roach y vi a esta hermosa dama.
Señala hacia la barra y me giro solo un poco para ver a Roach y otros dos hombres bebiendo en la barra. Ni siquiera han notado que este imbécil está en mi mesa.
— Si nos disculpa — Le hago una seña para que se aleje — Mi esposa y yo estamos en medio de una conversación importante.
— Ya veo, entonces no los molesto más. Señor Grey, Señora Grey — Sonríe — Te veo mañana.
Dirige sus pasos de vuelta a la barra, espero a que esté suficientemente lejos para volver a tomar asiento frente a mi esposa.
— ¿Quién mierdas es ese?
— Ya te lo dije, acabamos de publicar su libro. Jerry está fascinado con él.
— ¿Cuál dijiste que era su nombre?
— ¿Por qué? ¿Vas a mandar investigarlo?
— Sabes que si — Tomo un trago de mi copa.
— ¿Y qué es eso tan importante que estamos conversando?
— Estaba diciéndote que Elliot quiere mudarse a Broadview.
— Eso es genial, ¿Cuando compró la casa?
— Oh, aún no la tiene — Ana bebe de su copa con limonada — Pretende que yo pague por su jodida casa como si tenerlo cerca me entusiasmara.
— Vamos, Christian. Será divertido. ¿Por qué quiere que pagues la casa? ¿Qué tan cara es esa zona?
— Créeme nena, el idiota tendría que vender su empresa y un riñón para conseguirla.
— ¿Y vas a dejar a tu hermano morir por eso? Seguro podrías prestarle una parte del dinero.
— Podríamos — enfatizo — Recuerda que también es tu dinero.
La conozco, maldita sea, la conozco y sé que está nerviosa. Se esfuerza por mantener la atención en nuestra conversación, a pesar de lo incómoda que luce.
Vuelvo a mirar por sobre mi hombro hacia la barra, si el jodido imbécil sigue ahí y está mirándola, voy a enseñarle a respetar a mi mujer.
— ¿De verdad no lo quieres de vecino?
— No sé quién resultará más odioso, si él o Kavanagh.
— Tu cuñada — Ella se ríe — Ya puedes llamarla Kate.
— Como sea — ruedo los ojos — Tal vez una casa en Bellevue sea lo mejor para ellos.
— ¿Cerca de tu mamá?
— Lejos de mí.
El camarero trae nuestros platos y otra copa para mí. Justo como lo supuse, Ana picotea la ensalada para tomar los trozos de queso.
— Si pierdes peso para tu próxima consulta con la doctora Greene voy a hacer que te alimenten con una sonda.
— Qué dramático, Christian. Solo no tengo hambre. De hecho... — Me mira y presiona sus labios — Estaba pensando en ir a Montesano.
— ¿Quieres ver a Ray? Puedo mandar a Taylor por él, así no tendrás que viajar.
— No me preocupa el viaje, solo quiero ver a mi papá y contarle lo del sexo de bebé.
— Bueno, si deseas ir puedo llevarte el sábado.
— ¡Pero Christian! Eso es muy poco tiempo, ¿Podríamos ir mañana?
Intento hacer un repaso mental de las actividades del viernes y las del sábado. Si puedo aplazar algunas reuniones, yo mismo podría llevarla.
— Déjame ordenar mi agenda, nena. Mañana que salgas de la editorial podríamos volar hasta allá.
— ¿Volar?
— Si, aún no te he mostrado mi Charlie Tango.
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